ISSN: 0000-0000
Estudios Franco-Alemanes 1 (2009), 47-68
Traducir a Victor Hugo en España en la segunda
mitad del siglo XIX
FRANCISCO LAFARGA
Universidad de Barcelona
lafarga@ub.edu
Fecha de recepción: 15 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 30 de marzo de 2009
Abstract: This work aims to present a general overview of the translations of Victor
Hugo in Spain in the second half of the 19th Century. This is a period seldom
explored by researchers, who -quite surprisingly- have paid little attention to it, even
if it largely coincides with the years in which Hugo lived (he died in 1885). This
study articulates around two topics: on the one hand, the translations of Hugo’s early
works, that is, those from his genuinely Romantic period; on the other, the
translations of those works -mainly from the period in question- in which the author,
and to a large extent his translators too, adhered to a social and political compromise.
Key words: Victor Hugo, Spain, translation, 19th century.
Resumen: Este trabajo pretende ofrecer una visión general de la situación de las
obras de Victor Hugo en España en la segunda mitad del siglo XIX, trash aber
constatado que se trataba de una época poco cultivada por los investigadores, a pesar
de coincidir dicha época con los años en los que vivió Hugo (fallecido en 1885). El
presente artículo trata dos ejes fundamentales : las traducciones de los primeros
trabajos del autor, pertenecientes al periodo genuinamente romántico, y las
traducciones de aquellas obras en las que Hugo pone de manifiesto un claro
compromiso político y social.
Palabras clave: Victor Hugo, España, traducción, recepción, siglo XIX.
Las investigaciones que he emprendido desde hace cierto tiempo sobre la
presencia y recepción de V. Hugo en España me permiten afirmar que un
estudio de conjunto sobre el tema todavía no se ha llevado a cabo. Quiero
decir un estudio amplio, generoso en el tiempo, rico en informaciones, con
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análisis profundos. Poseemos, eso sí, multitud de estudios parciales, valiosos
en sí mismos, aunque limitados a una época, un género o una obra concreta.
1
El período más estudiado y no es de extrañares el del Romanticismo.
Los trabajos de Adelaide Parker y E. Allison Peers, de 1932-1933, constituyen
las bases de los estudios sobre la recepción de V. Hugo en España. Ofrecen
un panorama bastante rico en detalles sobre la acogida dispensada a Hugo y
sobre su influencia en escritores románticos españoles hasta 1845, fecha
fijada por los autores para no superar el período romántico, pues no querían
aventurarse en el terreno de la inspiración más o menos directa. Más o
menos profunda, ejercido por Hugo sobre los neorrománticos. A pesar de
todo, la lista de traducciones propuesta alcanza a 1863.
Los trabajos de estos dos investigadores sirvieron de punto de partida a
otros estudios que han insistido en aspectos, por lo general, concretos. El
teatro se presenta como el género privilegiado de la producción hugoliana,
tanto en el terreno de la teoría dramática como en el de la práctica.
2
No ocurre lo mismo con los trabajos dedicados al estudio de la recepción
de Hugo a partir de 1850: su número resulta más reducido y, salvo algunas
excepciones, se trata de análisis puntuales, basados en las relaciones entre
Hugo y algunos escritores lebres, comocquer, Ayguals de Izco, Zorrilla,
García Lorca, o sobre traducciones concretas, por ejemplo las de Jacinto
Labaila o la de los hermanos Machado y Villaespesa.
3
La época menos atendida por los investigadores es seguramente la
segunda mitad del siglo XIX, y eso resulta tanto más sorprendente cuanto
que, por lo menos en gran parte, se trata de un período coincidente con la
vida de Hugo, que falleció en 1885.
Es lo que me ha movido a intentar dar una visión, que por lo panorámica
pecará sin duda de superficial, de la situación de las traducciones de obras
1
Es general, aunque se trata únicamente de una bibliografía, el repertorio de traducciones de
LAFARGA (2002).
2
Puede citarse, en este sentido, los trabajos de BERTRAND DE MUÑOZ (1976), CALDERA (2006),
DENGLER (1987 y 1991), ENDRESS (1989), GABBERT (1936), LAFARGA (2006), LOPEZ DE MENESES
(1951), LOSADA (2002), MENARINI (1982), MIARD (1973), OZAETA (2002), PALENQUE (1998), PONT
(1987) y ZARAGOZA (2002).
3
Puede citarse, sin pretensiones de exhaustividad: ANOLL (2006), ARA TORRALBA (1992), COBOS
(1985), COTONER (2006), FERNANDEZ CARDO (1983), GINE (2006), KRAPPE (1932), LESELBAUM
(1990), LIDA DE MALKIEL (1953), LOPEZ JIMENEZ (1989), MARTIN (1982), PEERS (1933), PEGENAUTE
(2006) y VALIS (1979).
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de V. Hugo en España en la segunda mitad del siglo XIX, visión que
descansa sobre dos ejes: la de las versiones de obras de la primera época de
Hugo, o sea, la época plenamente romántica, y la de las traducciones de
obras por lo general correspondientes al propio período estudiado, que
implican un compromiso social y político del autor y, tal vez, de los propios
traductores.
4
Como límites temporales de mi estudio, me he fijado las fechas de 1860 y
1888, porque me parecen muy significativas en la historia de la traducción
de Hugo en España.
5
La primera corresponde a la publicación de la Poesías
selectas de Hugo por Teodoro Llorente; la segunda, al final de la edición de
sus Obras completas en la versión de Jacinto Labaila. Se trata, en el primer
caso, de un trabajo de juventud Llorente tenía solo 24 añosde quien se
convertiría con el tiempo en uno de los grandes personajes del mundillo
literario en el último tercio del siglo y no solo de su Valencia natal; en el otro
caso, nos hallamos antes una empresa muy ambiciosa, llevada a cabo
también por un valenciano, uno de los escasos ejemplos de traducción de la
obra completa de un escritor extranjero moderno en España.
La versión de Llorente contiene, además, como objeto complementario de
interés, una prólogo del ya distinguido político Emilio Castelar personaje
muy vinculado a V. Hugo, en el cual, tras grandes elogios dirigidos al
escritor francés (“El nombre de V. Hugo eleva grandes ideas en la mente y
despierta sublimes sentimientos en el corazón”), hace referencia a la
traducción del joven poeta valenciano, insistiendo en las dificultades que
había sabido vencer. Sin embargo, algunos años más tarde, al hacer un
repaso a su traducción, Llorente se muestra muy severo sobre su propio
trabajo:
Veía claras y patentes las faltas de mi traducción. Para
expresar con exactitud el sentido de la poesía original,
descuidé la forma; no brillaban en ella la galanura y la
gallardía propias de la versificación castellana.
Arrepentíme de haber dado a la estampa obra tan
imperfecta.
4
He desarrollado algunos de estos aspectos en LAFARGA (1997 y 1998).
5
Señalaré, con todo, alguna otra traducción que cae ligeramente fuera de este periodo. Para las
referencias completas de las traducciones mencionadas en este estudio, véase el apéndice. Por
otra parte, los textos citados, y algunos otros, pueden leerse en la antología de LAFARGA (2008).
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De hecho, en la antología de poesía francesa del siglo XIX (publicada en
1906), a la que pertenecen estas palabras, los poemas de V. Hugo (que
ocupan 80 páginas) no corresponden a los que Llorente había incluido en su
versión de 1860.
6
Entre las traducciones publicadas en el período examinado, la mayoría
corresponden a obras teatrales, fenómeno en absoluto sorprendente habida
cuenta del enorme prestigio de Hugo como autor dramático, por un lado, y
de la importancia del teatro como espacio de experimentación del
Romanticismo, por el otro.
Tres dramas Lucrecia Borgia, María Tudor y Angelofueron publicados en
1868 en una gran colección teatral, el Teatro selecto, antiguo y moderno, nacional
y extranjero. Puede leerse al final del volumen una larga noticia sobre V.
Hugo, sin firma pero redactada presumiblemente por los editores Francisco
José Orellana y Cayetano Vidal y Valenciano, en la que se pasa revista a su
formación literaria, los inicios de su carrera y su producción en particular la
teatral, y se hace una crítica bastante dura de sus ideas literarias y de los
principios de “la que se llamó escuela romántica”.
Con todo, esa actitud algo frío de los editores de la colección en relación
al Romanticismo no impidió la inclusión de los tres dramas de Hugo, así
como de varias piezas de Dumas.
Una actitud algo más favorable aparece en las palabras del traductor del
Ruy Blas publicado en 1875, según todos los indicios el escritor catalán Josep
Roca i Roca, que se oculta tras las iniciales J. R. R. Tras tributar grandes
elogios al autor en cuanto al estilo, la disposición de los elementos, la fuerza
de la expresión y la caracterización de los personajes, el traductor mantiene
cierta distancia del Romanticismo, aunque salvando al poeta y a su
composición dramática:
Escrito el drama en una época en la cual el movimiento
ha absorbido a la reflexión, cuando el teatro se llena más
por el afán de sensaciones que por el de embelesar en la
admiración de galas poéticas y de bellezas literarias, se
comprende que se pague en el Ruy Blas preferente
tributo a la moderna escuela, uno de cuyos apóstoles es
su autor, y que desde la primera escena se deslice hasta
6
Para más detalles sobre el contenido de esta antología puede verse LAFARGA (2001).
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el desenlace sembrado de efectos, de contraposiciones,
de contrastes, creciendo y engordándose su interés. [...]
Mas esta cualidad, a la cual otros autores suelen
sacrificar las restantes condiciones de toda obra
dramática, no eclipsa en el Ruy Blas bellezas de un orden
distinto.
Otras traducciones teatrales publicadas en la época y sin intentar
alcanzar la exhaustividadfueron un nuevo Ruy Blas (1878), Los burgraves
(1881), piezas muy poco traducida antes y después, probablemente a causa
de su fracaso inicial en Francia, y dos volúmenes de Dramas (1884-1887), que
contenían ocho piezas en una edición muy bien encuadernadas y adornada
con la efigie de Hugo coronado de laurel.
Del mundo novelesco del V. Hugo romántico fueron publicadas en la
época dos traducciones de Nuestra Señora de París: una de 1861, atribuida por
Palau a Joaquín María de Tejada,
7
y otra de Juan Alonso del Real de 1885,
publicada, según se dice en la portada, “a los ocho días de la muerte de su
autor”. Excelente ejemplo de estrategia editorial que respondía a un
acontecimiento ampliamente difundido y comentado por la prensa, aunque
es cito suponer que el proceso de la traducción se habría iniciado algún
tiempo antes. Esta edición contiene unos “Apuntes biográficos” que
encierran distintos momentos de la vida de su autor, sus últimos instantes y
su testamento, así como una relación de sus obras. Todo ello precedido por
una encendida declaración de republicanismo por parte del traductor.
Por su parte, Bug Jargal, una de sus novelas de juventud, conoció dos
ediciones en la época: una a partir de una versión anterior, publicada en
1840, y otra en traducción nueva de 1881.
Una obra que tuvo enorme difusión, tanto en el período romántico como
más tarde, si nos atenemos al número de traducciones y ediciones, fue Le
dernier jour d’un condamné. Su carácter reivindicatorio contra la pena de
muerte parece haber justificado su inclusión en una publicación sobre las
cárceles, la Historia del Saladero de Francisco Morales Sánchez, publicada en
1870. Por otra parte, su interés puramente literario pudo permitir, a los ojos
de traductores y editores, su publicación conjunta con dos obras de
Espronceda de temática vecina (El reo de muerte y El verdugo). Es la
7
Véase PALAU y DULCET (1948-1977, s. v. Hugo).
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presentación material que tomó la traducción de 1875 por Mariano Blanch,
reimpresa en 1879.
Pero, como dije ya antes, la traducción más significativa de todo este
período, tanto por su envergadura como por su carácter global, es la edición
de las Obras completas publicada en 1886-1888 en 6 volúmenes en folio, que
comprenden unas 4.630 páginas.
8
El traductor y editor, Jacinto Labaila González (1833-1895), fue uno de los
iniciadores del renacimiento literario en Valencia, presidente de la
asociación cultural “Lo Rat Penat” y colaborador de varios diarios y revistas
de Valencia y de Madrid. En el momento en que apareció la traducción
Labaila era un escritor muy conocido por el público gracias a sus numerosas
obras de creación (poemas, novelas y obras teatrales).
Puede observarse, en primer lugar, la oportunidad de tal empresa. En
efecto, la muerte de V. Hugo en mayo de 1885 ponía de nuevo su nombre y
su obra en el candelero. La prensa diaria, así como las revistas literarias y
culturales se hicieron amplio eco del acontecimiento, una de cuyas
consecuencias normal, por otra parte, cuando se produce un suceso de este
tipofue la publicación de varias obras del autor o la representación de sus
dramas.
9
Si esta traducción es menos “oportunista” que la ya citada de Nuestra
Señora de París, que se presentaba en la portada como “Edición póstuma.
Publicada a los ocho días de la muerte de su autor y dedicada a su excelsa
memoria”, es cierto que es la primera gran edición aparecida tras la muerte
de Hugo. En cualquier caso, es más que probable que el traductor que,
aparentemente, trabajó sin colaboradores iniciara su trabajo mucho antes
de la fecha de fallecimiento del autor.
La obra va precedida de un “Estudio crítico-biográfico” (I, V-VIII), fechado
en octubre de 1886 y concluye con una “Postdata” de octubre de 1888. En el
primero, el traductor, tras establecer un paralelo entre Voltaire y Hugo,
insiste en la importancia del autor en los distintos géneros literarios, con
citas de Hugo, Castelar y otros autores. Y, tomando una comparación que
Hugo había establecido en Notre Dame de Paris (“Si Dante est au XIIIe siècle
8
Para más detalles sobre esta traducción véase LAFARGA (1997).
9
He descrito y comentado las presencias y la reacción de la prensa de Barcelona en LAFARGA
(1987).
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la dernière église byzantine et Shakespeare est au XVIe siècle la dernière
cathédrale gothique”) la completa añadiendo que: Víctor Hugo es en el
siglo XIX el palacio de la Exposición Universal: en él se encuentran
esparcidos en diferentes departamentos todos los elementos de la
inteligencia en su estado de progreso”.
La “Postdata” contiene varias partes en las que el traductor alude al
proceso de la traducción, a la estructura de la obra y al carácter y genio de V.
Hugo. En el contexto en que nos hallamos, la más interesante es la primera,
en la que Labaila enmarca su traducción y pone el acento en las dificultades
de la misma. Se pregunta más tarde qué es traducir a V. Hugo y responde:
No creemos que sea traducir, literariamente hablando,
concretarse a poner en castellano el significado material
de cada palabra francesa y muchísimo menos tratándose
de autor tan excepcional: traducirle literariamente es
sorprender sus pensamientos al través de sus
nebulosidades, sacarlos de la oscuridad en que están
sepultados muchas veces, apoderarse de ellos y verterlos
al idioma patrio. Traducir a Victor Hugo es no olvidar
nunca el alto vuelo de su estilo y procurar que en
castellano no aparezca nunca bajo y rastrero; esto en
algunas ocasiones es dificilísimo de evitar, porque
entremezcla con palabras marquesas palabras plebeyas
como él las llama, palabras que si en francés, por la
índole de la lengua, no deslucen el estilo, en castellano le
hacen decaer y le empobrecen. (VI, 669-670)
Y añade luego los conocimientos que hay que tener para traducirlo: no
basta poseer medianamente la lengua francesa para traducirle a conciencia;
es necesario tener conocimiento de las palabras arcaicas [...]. No basta
tampoco poseer el francés antiguo; se necesita además poseer varios
idiomas: el latín, el castellano, el inglés, el alemán y el italiano [...] el que se
atreva a traducirle debe ser literato y además de literato poeta...” (VI, 670).
Dificultades que recuerdan las que el propio Hugo encuentra en la
traducción de Shakespeare y a las que se refiere en el prólogo que escribió
para las versiones shakespearianas hechas por su hijo François-Victor.
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En cuanto a la estructura de la obra, el traductor ha dispuesto los textos
en orden cronológico en el interior de grandes divisiones atendiendo a
criterios de género:
Como de mayor aliciente para la generalidad del
público, hemos empezado por la sección de novelas,
insertándolas por el orden con que fueron escritas;
publicamos a continuación dos libros histórico-políticos;
inmediatamente sus diez dramas; luego lo que escribió
de filosofía y de literatura; después sus trabajos políticos
y académicos coleccionados en tres épocas distintas de
su vida; tras estas obras hemos coleccionado un libro de
viajes, el gran número de volúmenes que dio a luz, y
finalmente sus memorias, escritas por un testigo de su
vida.
La traducción de Labaila, que resulta completa, no agotó las
posibilidades de la obra hugoliana ni el interés de las generaciones
siguientes para continuar traduciendo a V. Hugo. Aparte del hecho de que
algunos de los textos traducidos por Labaila Cromwell, Hernani, El rey se
divierte han sido reimpresos en una colección moderna (“Austral” de
Espasa Calpe), la importancia y el interés de la colección residen en la
ambición de la empresa y en las circunstancias de su publicación en los años
que siguieron a la muerte del autor, cerrando así un período de la historia de
la traducción de Victor Hugo en España.
El segundo aspecto que desearía tratar aquí es el de la traducción de los
textos de contenido político y social, y de la utilización de los mismos a
veces también de textos meramente literarios por los traductores con un
objetivo determinado.
Esta perspectiva de análisis conduce a plantearse la cuestión del papel
político jugado por los traductores. En la obra colectiva Les traducteurs dans
l’histoire, los editores han dedicado varios capítulos al estudio del o de los
papeles jugados por los traductores a través de los tiempos (véase Delisle &
Woodsworth 1995). A pesar de los nueve ámbitos previstos, no hay ninguno
que cubra el aspecto que me propongo abordar aquí, ilustrándolo con las
traducciones de V. Hugo, a saber: el papel del traductor como
defensor/difusor de una ideología. Porque no se trata ni de la difusión de
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conocimientos, ni del papel del traductor en sus relaciones con el poder,
aspectos que sí se analizan en aquella obra.
André Lefevere, en la presentación del capítulo titulado “Los traductores,
actores en la escena del poder”, se muestra muy reticente ante el posible
poder del traductor: On peut dire que le traducteur est assujetti aux
pouvoirs, qu’il est réduit à l’impuissance. [...] Le traducteur n’a guère
d’autre choix que de respecter les pouvoirs existants” (Delisle &
Woodsworth 1995:137). Pero si es cierto que el traductor está a menudo
sometido a múltiples presiones y violencias, empezando por las de orden
económico, no siempre se ha inclinado ante el poder establecido, sino que a
veces ha adoptado una actitud crítica, convirtiéndose en portavoz de una
ideología que si bien no resulta siempre revolucionaria, por lo menos es
subversiva y disiente frente a la ideología dominante.
En esta situación se encuentran, a mi parecer, varios traductores de V.
Hugo en la España de la segunda mitad del siglo XIX.
Los años que median entre la última etapa del reinado de Isabel II y la
consolidación de la Restauración borbónica resultan de los más
convulsionados de la reciente historia de España. Tras la revolución de 1868,
las vacilaciones en cuanto a la forma de gobierno más conveniente para el
país desembocaron en un cambio de dinastía en forma de una monarquía
liberal, que no consiguió la estabilidad política de una nación agitada por las
crisis económicas, la guerra civil y los movimientos independentistas en las
colonias. La proclamación de la República no logró apaciguar la situación,
que se vio agravada por los sucesivos cambios en la presidencia y en los
ministerios, el cantonalismo exacerbación de un federalismo nunca
aplicado, el inicio de los movimientos obreros, la amenaza de
pronunciamientos, etc. La Restauración, finalmente, aunque satisfizo a gran
parte de las clases dirigentes, decepcionó a los sectores más progresistas, que
no renunciaron a un regreso de la República.
En este ambiente convulsionado vieron la luz varias traducciones de
obras del Hugo más maduro, muchas de las cuales contienen una temática
claramente reivindicativa, con un tono polémico y combativo.
Se podría adelantar un poco la fecha de inicio del período considerado
para aludir a la traducción, aparecida en Londres en 1852, de Napoléon le
Petit, obra que señaló el inicio del largo exilio de Hugo en Bélgica y en las
islas del Canal; curiosamente, cuando se hizo una nueva versión de esta obra
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en España, en 1870, el editor juzgó conveniente habida cuenta de las
reformas introducidas por Napoleón III tras las elecciones de 1869suprimir
la parte relativa al gobierno imperial: en consecuencia, la obra traducida solo
contiene el retrato moral y político del emperador.
Hacia 1860 se publicó en español el “Discurso sobre la enseñanza”
pronunciado por Hugo en la Asamblea legislativa en 1850, que señaló su
definitivo alejamiento de las posiciones cada vez más de derechas del
presidente Louis-Napoléon Bonaparte, a quien al principio había apoyado.
Aparte de tres ediciones publicadas en Barcelona,
10
existe una cuarta, hecha
en Cádiz en 1865, la cual presenta, junto al discurso hugoliano, un folleto de
tono muy irónico, que contiene una violenta sátira de distintos personajes
conservadores y retrógrados opuestos a las libertades entre las que se
hallaba la de enseñanzay a las ideas subversivas difundidas por V. Hugo.
Resulta particularmente interesante el discurso de uno de los interlocutores,
de acuerdo con el tono progresista y liberal del folleto, el cual, con fina
ironía, se refiere a Hugo con estas palabras:
Os remito este discursito que un mentecato francés
llamado Víctor Hugo, pronunció en pleno Senado (pues
el Senado francés escucha con gusto estas sandeces); no
porque contenga nada bueno, nada verdad, pero
porque veo se lee con avidez, y que generalmente se
ensalza al Víctor Hugo, que tan perjudicialísima semilla
esparce. (p. 22)
A veces no es tanto el texto objeto de traducción lo que llama la atención,
sino la personalidad del traductor o del prologuista. Es lo que sucede con
Tomás Rodríguez Pinilla, miembro del Partido Progresista, que participó en
tiempos de Isabel II en varios movimientos y revueltas, que le costaron el
exilio, y que tras 1868 ocupó varios puestos políticos; Rodríguez Pinilla,
pues, incluyó en su volumen de poesías originales que tituló La lira del
proscrito (1874) la traducción del poema de Hugo “Los desgraciados”,
precedido de un prólogo en el que insiste en le carácter moral, educativo y
humanitario de la poesía en general, y en particular de la Hugo: “No, la
10
No he podido ver la edición fechada en 1860, citada por PALAU, op. cit., 116.818 (s. v.
Hugo), ni una probable segunda edición; he localizado únicamente una ed., que se denomina
tercera, sin fecha, publicada por la imprenta de Fiol y Barnadés.
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poesía no es la ciencia; pero sí un poderoso medio de difundir y asegurar sus
triunfos; no es la moral, pero, sublimándola, es su aureola y le sirve de
paladium. Sea inspiración, sea visión, es luz que ilumina y, por lo tanto, que
enseña”.
Varios nombres de políticos progresistas (republicanos, federalistas)
aparecen vinculados de distintas formas a Hugo, antes y después de 1868.
Por su parte, el escritor francés no se mantuvo indiferente ante los sucesos
que se producían en España. En este sentido, cabe decir que redactó, fechada
el 22 de octubre de 1868 en su residencia de Hauteville House, una carta
abierta, publicada en el periódico La Liberté y traducida enseguida al
español.
11
Tras alusiones bastante rápidas a los logros democráticos” de
España desde la Edad Media las cortes, el Justicia de Aragón, las
Comunidades de Castillaa pesar de la Inquisición y de la monarquía, Hugo
imaginaba una España republicana y su papel en Europa. Y terminaba su
carta con estas palabras: Si España renace como monarquía, es pequeña. Si
renace república, es grande. De ella depende”.
Realmente España, tras un breve paréntesis monárquico de signo liberal,
fue republicana; pero la I República no recorrió el camino triunfal que le
había augurado el poeta: uno de los inconvenientes que tuvo que superar
fue el reconocimiento de las potencias extranjeras, entre ellas la Francia
republicana presidida por el general monárquico Mac-Mahon, el mismo que
intentó un golpe de estado, ante el cual Hugo reaccionó vivamente con la
publicación de la Histoire d’un crime (1877), que había redactado en ocasión
del golpe de estado de aquel otro presidente que había hecho fracasar la II
República. Y fue otro prestigioso republicano, Emilio Castelar, quien redactó
el prólogo de la casi inmediata traducción española, aparecida el año
siguiente en edición simultánea en España, Francia y Chile.
Por su parte, Eusebio Freixa,
12
compilador en 1884 de un curioso
volumen de Perlas literarias de V. Hugo, dedisu traducción a Manuel Ruiz
11
Carta de Victor Hugo a España: se trata de una hoja de 35x23 cm, sin nombre de impresor y con
la única mención del lugar y fecha de su redacción; he consultado el ejemplar conservado en el
Arxiu Històric de la Ciutat (Barcelona), sign. A fol. op. 48.
12
Miembro del partido Democrático-Progresista, Eusebio Freixa (1824-1894) participó en varios
movimientos liberales y revolucionarios antes de 1868, y durante la I República ocupó varios
cargos políticos. Publicó numerosas obras de jurisprudencia, caza y armas, así como varios
libros de máximas, sentencias y pensamientos.
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Zorrilla, insigne hombre público y notable estadista expulsado de España
en 1875 a raíz de la Restauración borbónica; al que distingue con su
inapreciable amistad el gran Víctor Hugo, autor de las preciosidades
contenidas en este volumen, eterno batallador contra todas las injusticias y
tinieblas sociales”, según la dedicatoria.
13
En el breve prólogo que antecede a su trabajo, Freixa pasa revista a varias
producciones de Hugo y señala el principal objetivo de su traducción:
popularizar en España por medio de un pequeño libro al
alcance de todas las inteligencias y fortunas, atendido lo
módico de su precio, la esencia, digámoslo así, de las
inmortales obras literarias producidas por el más grande
de los pensadores contemporáneos. (p. X)
Se halla otra afirmación de republicanismo en el prólogo de la traducción
por Juan Alonso del Real de Nuestra Señora de París en 1885, ya mencionada
entre las traducciones literarias, pero que traigo aquí a colación por esas
palabras preliminares, empezando por el epígrafe (“La muerte no es más
que un accidente de la vida”), que reproduce un pensamiento de Francisco
Pi y Margall, ardiente defensor del republicanismo federalista y segundo
presidente de la República. El epígrafe se relaciona con la propia idea de la
publicación, concebida como un homenaje a Hugo poco tiempo después de
su muerte, y vinculada con el contenido del prólogo, una parte del cual
recuerda los últimos momentos del poeta, su óbito, su testamento y las
reacciones oficiales y populares. Los primeros párrafos son muy
significativos, en mi opinión:
Si no temiéramos ofender la veneranda memoria del
gran poeta de la república universal, cuyo espíritu acaba
de explayarse entre las inmensidades del espacio, con
una rmula realista, exclamaríamos: ¡Víctor Hugo ha
muerto! ¡Viva Víctor Hugo!. [...] V. Hugo también ha
gozado de la inmortalidad a la que acaba de nacer
después de haber presenciado la muerte de dos
13
Ruiz Zorrilla (1833-1895), jefe del partido Democrático-Progresista, fue ministro del gobierno
provisional tras la revolución de 1868 y primer ministro con Amadeo I; su defensa del
republicanismo le costó el exilio en 1875: no regreso a España hasta poco antes de su muerte.
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Imperios, la de dos reinados, y dos restauraciones, en el
claustro terrenal de la republicana Francia de 1885. (p. V)
Nos hallamos, una vez más, ante un preciso ejemplo de utilización de
una obra literaria no connotada para lanzar un mensaje determinado,
presentándola, además, como un homenaje al autor en un momento muy
oportuno. De hecho, con ocasión de la muerte de Hugo, las reacciones más
numerosas y emocionantes se produjeron sobre todo en el seno de los
círculos y grupos republicanos. En el caso de Barcelona, que estudié hace ya
varios años, los periódicos de orientación republicana, como La Publicidad y
El Diluvio (junto con La Vanguardia, de coloración liberal moderada) fueron
los que se más se ocuparon del acontecimiento (los que dieron mayor
cobertura, como diríamos ahora), no solo en cuanto a tal, sino también en
cuanto a sus repercusiones en España. El Diluvio, por ejemplo, en su edición
del 25 de mayo, insertó una declaración conjunta de los tres partidos
republicanos (histórico, progresista y federal) que hacía un llamamiento a la
generosidad de sus miembros para realizar una ofrenda floral en la tumba
de Hugo. Este acuerdo de los partidos republicanos suscitó, al parecer, el
recelo de algunos que veían en ello una maniobra política. Para atajar las
críticas, La Publicidad publicó el 27 de mayo una categórica refutación, en la
que se afirmaba que el único objeto de la iniciativa había sido tributar
homenaje al demócrata y republicano desaparecido.
Al parecer, los republicanos de Barcelona habían previsto celebrar una
reunión para honrar la memoria de Hugo, pero el acto fue suspendido por
orden gubernativa en el último momento. Mejor suerte tuvieron los que se
reunieron el 3 de junio en el Círculo Republicano-Posibilista para una velada
literaria en honor de V. Hugo. La Vanguardia dio esta descripción del marco:
En el estrado aparecía, bajo dosel, enlutado en el fondo y
en forma de escudo, orlado de laureles y palmas, el
retrato del gran poeta, honra de la Francia, con la estrella
del genio por remate, con la lira a sus pies; y a ambos
lados, formando artísticos grupos, había tarjetones
delicadamente dibujados, ceñidos por hiedra y laurel,
con los nombres de las principales obras literarias y
políticas de Víctor Hugo.
Siempre según el mismo periódico, asistieron al acto representantes de
varios partidos progresistas, aunque se notó la ausencia del cónsul de
FRANCISCO LAFARGA
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Francia y del presidente del Círculo Francés. En el transcurso de la sesión se
leyeron varias composiciones literarias de Hugo y un orador pronunció el
elogio del escritor, llamándolo “el héroe, el atleta, el genio del siglo XIX, que
como meteoro pasó entre nosotros, dejando tras luminosa estela, una
segunda vía láctea, que es el camino trazado para ir en busca de sus futuros
destinos”.
La prensa se hizo eco también de varias publicaciones y representaciones
teatrales realizadas con ocasión del fallecimiento.
Poco más tarde, hacia 1890, se publicó una traducción de Lucrecia Borgia,
cuyo interés reside sobre todo en el prólogo de otro republicano, Jaime
Martí-Miguel.
14
Tras establecer un paralelo entre Hugo y Jesús portadores
de la verdad, odiados por sus detractores, el prologuista hace el elogio del
escritor, insistiendo en el pensamiento de Hugo, en sus ideas de
regeneración social, de unión entre los hombres, de confianza en un futuro
mejor. Y exclama:
El siglo XIX es grande, pero el siglo XX será dichoso.
Entonces no habrá nada que se parezca a la antigua
historia, no habrá que temer como hoy una conquista,
una usurpación, una rivalidad de naciones a mano
armada, una interrupción de civilización, el temor de un
nacimiento en las razas hereditarias, el reparto de
pueblos acordado en Congresos, como el reparto de
ovejas en rediles, el desmembramiento por
hundimientos de dinastías, combates de religiones al
encontrarse frente a frente, y por último se acabarán
todos esos latrocinios del acaso en la selva de los
acontecimientos. (p. XVIII)
Los dolorosos sucesos que han marcado el siglo XX ponen en entredicho
las convicciones optimistas y animosas de V. Hugo, compartidas por
muchos de sus contemporáneos. Los niveles de libertad y de igualdad, e
incluso de confort material que se habían alcanzada permitían creer en una
progresión floreciente de la Humanidad. Y aunque el autor del prólogo
descarte la posibilidad de que la naturaleza hubiera llenado de utopías
14
Martí-Miguel, marqués de Benzú, fue miembro del partido Republicano Federal, autor y
traductor prolífico, y fundador de varios periódicos (El Siglo en Madrid, La República federal en
Valencia).
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irrealizables el cerebro s fecundo que ha existido jamás”, sabemos ahora
que los cálculos y los deseos de Hugo no se han cumplido totalmente.
Pero no importa: sigue siendo ese “apóstol de la verdad” como lo califica
Pons e Iáñez en su edición de un conjunto de fragmentos selectos de Hugo
con el título Un libro de sus obras (1887):
Yo he de adorar y estar agradecido al verdadero autor
de este libro, por la parte que me pertenece, del bien por
él prodigado con sus luchas durante su vida sostenidas
en propagar no un ideal de partido, ni una efímera
doctrina, ni una falsa teoría, sino para combatir el error,
la hipocresía y la maldad, difundiendo la luz,
demostrando la verdad inconcusa [...] sólo y únicamente
en bien de la solidaridad humana. (p. 6)
Y dedica su traducción a Ramón Chíes, y a los librepensadores de la
época, incansables propagandistas del libre pensamiento que con Las
Dominicales cooperaron por espacio de tres años, y ha dos años más
continúan la obra magnífica de Víctor Hugo, a pesar de todas las
persecuciones, [...] no cejando en defender la santa causa del pueblo por
haberse impuesto el deber de difundir la luz” (pp. 6-7). Este R. Chíes es, por
otra parte, el autor de las páginas que sirven de prólogo a la traducción por
Eribaldo Pérez de Azpíllaga de El año terrible (1889). Se trata, de hecho, de un
texto que Chíes había redactado y publicado con ocasión de la muerte de
Hugo, precedido de una carta al traductor en la que insiste en las ideas de
paz y progreso: el brillante porvenir por cuyo advenimiento Vd. trabaja, al
facilitar al gran maestro la conquista de almas españolas, prestando a sus
versos nuestra hermosa lengua castellana” (p. VIII). Un detalle más: el
ejemplar de esta traducción conservado en la B. Nacional de España (V.
25-9) lleva una dedicatoria autógrafa del traductor a Pi y Margall.
Los textos de Hugo que he mencionado no fueron los únicos de
contenido social y político traducidos en la época; podrían mencionarse
otros, como los de tendencia anticlerical, por ejemplo Le Pape, traducido
bastante temprano, en 1879, o los textos de defensa de los obreros.
En todos ellos se ve que ha habido una utilización del nombre y del
prestigio de Hugo para validar unas posiciones políticas, ideológicas e
incluso laborales que no siempre coincidían con el pensamiento hugoliano.
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Sea como fuere, durante mucho tiempo, más allá de los límites que me he
fijado en este trabajo, Hugo ha sido el punto de mira de unos y otros, a veces
incensado hasta las nubes, otras atrozmente vilipendiado.
15
Es el destino de
los grandes. Pero no tuvo que sufrir, como tantos otros, la indiferencia de
sus contemporáneos. En esta época convulsionada y cambiante que le tocó
vivir, en la encrucijada política e ideológica de su tiempo, los traductores
junto con los prologuistasestuvieron a su lado contribuyendo a la difusión
de sus obras y de sus ideas.
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15
También en España, por supuesto, aunque este aspecto ha sido hasta ahora poco estudiado. A
lo que señalo en relación a la prensa de Barcelona, mencionado en mi artículo citado, puedo por
ahora añadir otro elemento, que a buen seguro no será el único: un demoledor análisis de 270
páginas publicado por Narciso GAY en 1863 titulado Los Miserables de Víctor Hugo ante la luz del
buen sentido y la sana filosofía social (Madrid, Librería Española/Barcelona, Librería del Plus
Ultra).
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APÉNDICE. OBRAS DE V. HUGO PUBLICADAS EN EL PERÍODO ESTUDIADO (POR
ORDEN CRONOLÓGICO)
Napoleón el Pequeño, Londres, Jeffs, librero-editor, 1852.
Poesías selectas de Victor Hugo. Traducidas por Teodoro Llorente, Madrid,
Imprenta de Juan Antonio García, 1860.
Discurso sobre la enseñanza clerical, Barcelona, Imprenta de Narciso Monturiol,
s. a. (¿1860?).
Nuestra Señora de París. Traducción de Joaquín María de Tejada, Madrid,
Imprenta de la Galería Literaria, a cargo de Castillo, 1861.
María Delorme. Drama de Victor Hugo, reducido a forma lírica por A. Ghislanzoni.
Música del maestro J. Bottesini. Para representarse en el Gran Teatro del
Liceo Filarmónico-dramático barcelonés de S. M. la Reina doña Isabel
segunda, Barcelona, Imprenta y Librería de Tomás Gorchs, 1864.
Libertad de enseñanza según Mr. Víctor Hugo. Discurso que pronunció ante el
Senado Francés, Cádiz, Tipografía La Marina de A. Ripoll, 1865;
seguido de Libertad de enseñanza según el héroe D. Ramón y su satélite
Ibrahim Clarete. Diálogo entre estas dos Excelencias y un folleto de Víctor
Hugo rechazando una ley.
Teatro selecto antiguo y moderno, nacional y extranjero, coleccionado [...] por D.
Cayetano Vidal y Valenciano, Barcelona, Establecimiento Tipográfico de
Salvador Manero, 1868, vol. VI, pp. 513-545 (Lucrecia Borgia), 547-583
(María Tudor) y 585-616 (Angelo).
Carta de Victor Hugo a España, s. l., s.a. (¿1868?)
El último día de un reo de muerte en Francisco Morales Sánchez, Historia del
Saladero. Precedida de un notable episodio crítico-criminal por Victor Hugo,
titulado El último día de un reo de muerte, traducido por uno de nuestros
más aventajados jurisconsultos, Madrid, Manuel Rodríguez, 1870; la
obra de Hugo se encuentra en las pp. 19-114.
Napoleón el Pequeño. Traducción española por E. Z. y J. A., Madrid, Librería de
Florencio Rubio, 1870.
Lucrecia Borgia. Drama en tres actos y cinco cuadros de Victor Hugo. Traducido
expresamente para la señora Adelaide Ristori por Pablo Ferrari, París,
Imprenta de Morris padre y hijo, 1874 (“Repertorio dramático de la
señora Ristori”).
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“Los desgraciados” en Tomás Rodríguez Pinilla, La lira del proscrito, Madrid,
Imprenta de Miguel Ginesta, 1874.
Ruy Blas. Poema dramático, Barcelona, Imprenta de la Renaxensa, 1875
(“Biblioteca de ambos mundos”).
El último a de un sentenciado a muerte en Victor Hugo. Traducción de Mariano
Blanch. El último día de un sentenciado a muerte. El reo de muerte y El
verdugo por José de Espronceda, Barcelona, Manuel Saurí, 1875 (nueva
ed. en 1879); la obra de Hugo se encuentra en las pp. 5-116.
Historia de un crimen. Declaración de un testigo. Con un prólogo de Emilio
Castelar, Valparaíso-Santiago, Orestes L. Tornero/Madrid, Victoriano
Suárez/París, Ch. Bouret, 1878, 2 vols.
Ruy Blas. Drama en cinco actos. Traducción de Rafael Ginard de la Rosa, Madrid,
Biblioteca Universal, 1878 (“Colección de los mejores autores antiguos
y modernos, nacionales y extranjeros”, XLII)
La piedad suprema. París. El Papa. Versión castellana de Ángel R. Chaves, Madrid,
Barco Hermanos, 1879.
Bug-Jargal. Novela escrita en francés por Mr. Víctor-Hugo. Traducida de la última
edición francesa por Manuel Cubas, Madrid, Jesús Gracia, 1881.
Los burgraves. Poema dramático en tres jornadas traducido libremente en verso
castellano por Mariano Carreras y González, Madrid, Librería de
Fernando Fé, 1881.
Perlas literarias de Victor Hugo escogidas y entresacadas de muchas de sus obras por
Eusebio Freixa, Madrid, Imprenta de Fernando Cao y Domingo de Val,
1884.
Dramas de Victor Hugo. Traducción de A. Blanco Prieto y Cecilio Navarro.
Ilustraciones de F. Gómez Soler, Barcelona, Biblioteca Arte y Letras-Casa
Editorial Maucci, 1884-1887, 2 vols.
Nuestra Señora de París, original de Victor Hugo. Versión española precedida de
unos apuntes biográficos por J. A. R. e ilustrada con profusión de grabados.
Edición póstuma. Publicada a los ocho as de la muerte de su autor y
dedicada a su excelsa memoria, Barcelona, Biblioteca Salvatella, 1885;
nueva ed. en 1898.
Obras completas de Victor Hugo. Vertidas al castellano por Don Jacinto Labaila.
Magnífica edición espléndidamente ilustrada con bellísimas cromo-
litografías, Valencia, Terraza, Aliena y Compañía Editores, 1886-1888, 6
vols.
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Un libro de sus obras. Compaginado por R. de P. é I. [R. de Pons é Iáñez],
Barcelona, Imprenta de Luis Tasso, 1887.
Cristo en el Vaticano. Traducción española y notas de Micrófilo, Sevilla, Imprenta
de Gironés y Orduña, 1888.
El año terrible. Traducción de Eribaldo Pérez de Azpíllaga. Prólogo de Ramón Chíes,
Madrid, Pinto Impresor, 1889.
Lucrecia Borgia. Con un prefacio de D. Jaime Martí-Miguel, Barcelona, Biblioteca
del siglo XIX, s.a. (¿1890?) (“Tesoro de autores ilustres de todas las
épocas y naciones”).