ISSN: 2171-6633
Estudios Franco-Alemanes 2 (2010), 69-86
Y EMMA BOBARY APRENDIÓ A HABLAR EN
GALLEGO… ESTUDIO DE LA TRADUCCIÓN DE
MADAME BOBARY EN GALICIA
CECILIA FERNÁNDEZ SANTOMÉ
Universidad de Santiago de Compostela
cfsantome@hotmail.es
Fecha de recepción: 10.12.2010
Fecha de aceptación: 30.12.2010
Abstract: There are many Flaubert's masterpieces translations which had produced
an amount of solutions dealing with the linguistic and cultural differences between
the original and the literary system that receives them. The translator has to face
some difficult choices such as the respect to the principle of literal translation or the
free adaptation of foreing cultural references. However, there are hidden some other
matters non strictly literary or artistic ones which have to be taken into account. The
Galician translation of Flaubert's Madame Bovary is a good example of the precarious
balance between those two levels. This article will contribute to the analysis of the
other side of the translator's work in a bilingual social and political frame such is the
Galician country.
Key words: Translation, Flaubert, importation, literary system.
Resumen: Son muchas las traducciones existentes de las obras de Flaubert. Esta
multitud de versiones conlleva la existencia de múltiples soluciones a los
“problemas” que los textos de origen presentan al traductor. De hecho, la adaptación
de la particular estética de los mismos y del tono general de su escritura no sigue un
patrón único, al variar en función de las características inherentes al sistema literario
receptor de la obra traducida. Es más, el respeto al principio de literalidad o las
libertades del traductor, disimulan aspectos más allá de lo estrictamente literario y
que también conviene tener en cuenta. La traducción al gallego de Madame Bovary
está impregnada no solamente de las disposiciones lingüísticas propias de dicho
idioma, sino que en ella pueden descifrarse algunos de los rasgos que afectan al
desarrollo de un campo literario aún en proceso de consolidación.
Palabras clave: Traducción, Flaubert, importación, campo literario.
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En este artículo pretendo ilustrar los entresijos de la traducción de una de
las obras más célebres de Flaubert en un sistema literario ultraperiférico
dentro de las redes culturales europeas como es el gallego. Una metodología
de estudio de inspiración bourdieuana servirá de acicate a este trabajo,
incidiendo en los sutiles matices que se esconden bajo ciertas estrategias
editoriales cuando éstas se desarrollan en espacios artísticos inmersos en un
proceso de autolegitimación constante. En dicho contexto, la traducción de
Madame Bovary se convierte en hilo conductor de un balance general sobre el
estado actual del ámbito literario gallego. Para ello, es necesario conocer la
especial relación que une las políticas de trasvase cultural y el papel que en
ellas haya podido y puede- jugar el autor francés.
Gustave Flaubert, una de las figura más laureadas de las Letras
Francesas, es también uno de los escritores de referencia de la literatura
occidental. El canon cultural europeo ha consagrado a este autor
decimonónico como uno de los pilares de la narrativa moderna, permitiendo
que sus celebradas obras transciendan las barreras temporales y sigan
difundiéndose en la actualidad. La inclusión de textos como Madame Bovary
o Salammbô en el currículo escolar francés o en los estudios superiores
francófonos de numerosos países (tomemos por ejemplo el caso de las
universidades españolas con titulaciones en Filología Francesa o Románica,
hoy convertidas en Grados) no sólo es el más vivo testimonio de la
pervivencia del legado de Flaubert, sino que ha contribuido al refuerzo de la
preeminencia del mismo dentro del artificial Olimpo que sin duda
constituye el proceso canonizador referido por Bloom.
Sin embargo, y pese a la gran relevancia que el sociólogo Pierre Bourdieu
atribuye al medio académico como transmisor de una cierta pedagogía
sociocultural, esta institución no ha sido la única responsable de la enorme
repercusión ultrapirenaica de las obras de este escritor francés. Y es que, al
margen de esta vía de institucionalización cultural, un mecanismo de orden
editorial ha colaborado en la tarea de difusión internacional: el trabajo de
traducción. La traducción, en tanto que adaptación de una obra de origen
(A) a un texto de destino (B), sirve para enriquecer el catálogo de la editorial
responsable, incorporando a sus filas autores foráneos que, de no ser por la
mediación de la versión, serían inaccesibles a una buena parte del público
receptor. Pero este aspecto estratégico- comercial no es el único que inspira
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dicha labor de versionado. La propia estructura de los campos literarios
parece predispuesta al ello.
De hecho, Bourdieu (1991) ha incidido en el carácter relativamente
permeable de los distintos campos culturales y sociales, que, en tanto que
configuraciones no herméticas, se abren con frecuencia al establecimiento de
contactos más o menos estables. El caso más destacado es el de la
intervención del campo del poder en el campo artístico, pero no es el único.
Sin ir más lejos y dentro del propio terreno de la cultura, son muchos los
subcampos que se desarrollan paralelamente, evolucionando en connivencia
con su entorno próximo o remoto. En este sentido, la traducción presenta
también valores de mediación entre sistemas concurrentes, estableciendo
una línea de intervención bidireccional en la que el ámbito de origen y el
receptor se funden en una relación de feed-back. En efecto, “la interferencia
puede definirse como la relación entre literaturas por la cual una literatura
origen puede convertirse en fuente de préstamos, directos o indirectos, de
otra literatura meta” (Gallego Roca 1994: 150- 151).
La transferencia de material de un campo literario a otro no sólo implica
a los círculos editoriales responsables en último término, sino que alberga
una función sutilmente disimulada: la expansión del capital simbólico del
que disponen los agentes responsables de la maniobra. La exportación de
obras propias de un medio cultural nacional a otro parece corroborar la
estabilidad del primero, en disposición de atraer nuevos lectores allén de las
fronteras físicas naturales de sus actividades. El grado de consolidación de
un terreno literario depende en alto grado de su capacidad no sólo para
infiltrar su producción en los sistemas periféricos, sino también en su nivel
de aceptación de la participación foránea dentro de sus límites. El proceso de
formación y de autonomización de un campo cultural tiene como exponente
la potencialidad de la diversificación de las estrategias editoriales
desarrolladas. Así,
El grado de autonomía del campo puede medirse según
la importancia del efecto de retraducción o de refracción
que su lógica específica imponga a las influencias o a las
exigencias externas y a la transformación, o a la
transfiguración, responsable del efecto propiamente
simbólico de desconocimiento, que inflige a las
representaciones religiosas o políticas (la metáfora
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mecánica de la refracción, evidentemente imperfecta,
sirve aquí tan sólo para borrar el modelo, n más
impropio, del reflejo) (Bourdieu 1991: 8)
Algunos campos literarios europeos, como es el caso del español, el
alemán, el inglés o el propio francés, han disfrutado de la legitimación
otorgada por la relativa estabilidad en el ámbito institucional, siendo
amparadas por una configuración gubernamental reconocida. Una
concepción teleológica de la producción literaria en la que ésta serviría a la
consolidación de una identidad nacional propia y distinta, ésta misma
formación actuaría como elemento de refuerzo de los valores asociados a los
objetos culturales. La inexistencia de una estructura estatal firmemente
trabada y asentada ha dificultado históricamente la promoción de las letras
en el ámbito afectado, reduciendo la proyección de las mismas a una serie de
ecos espontáneos que difícilmente se hacen sentir en campos más
afianzados.
Así, el intercambio de capital simbólico que se establece a través de los
contactos editoriales internacionales en el que la simbiosis otorga un cierto
beneficio a las partes implicadas- sólo se da en pie de igualdad en el caso de
los campos literarios que disfrutan de una posición estratégica similar. Tanto
el sistema A como el B obtienen un cierto provecho al reafirmar su fortaleza
mediante la impulsión de la capacidad de exportación y la demostración de
la aptitud a la importación de obras foráneas que compitan en pie de
igualdad con las propias. Dichos trasvases presentan, sin embargo, un
carácter asimétrico en el caso de la inserción de obras extranjeras dentro de
un ámbito cultural débilmente fundamentado.
Un buen ejemplo de esta tendencia es la difusión de las grandes obras
maestras de Gustave Flaubert en España, circulando en el mercado
numerosas versiones de Madame Bovary desde principios del siglo XX, tan
sólo unas décadas más tarde de la publicación del original. Esta celeridad en
la traducción es una muestra de la flexibilidad del sistema literario español,
suficientemente sólido como para aventurarse a la atracción hacia de
nuevas fórmulas narrativas que, al mismo tiempo, contribuyesen a la
renovación de sus propuestas artísticas. Una tendencia de signo contrario
pudo darse en el campo literario gallego, secularmente frustrado en favor de
su inserción dentro del español y afectado por una permanente necesidad de
reafirmación. Los “Séculos Escuros” período histórico comprendido entre
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la Baja Edad Media y el siglo XIX, marcado por la represión sistemática de
los círculos intelectuales autóctonos- constituyeron un serio obstáculo a la
consolidación de unas estructuras culturales previamente afianzadas en
torno a la rica lírica trovadoresca medieval. La ausencia de un poder gallego
independiente pues la administración general del territorio se hallaba en
manos de emisarios reales y nobles foráneos- que pudiese promover y
alimentar nuevas voces vernáculas contribuyó a la disolución del emergente
campo literario gallego, perpetuando el statu quo de la dominación cultural.
Un cambio de tendencia pareció anunciarse desde los primeros años del
siglo XIX. El Romanticismo triunfante en toda Europa introdujo en la región
aires de renovación. De hecho, esta corriente artística se acompañó en
Galicia de un movimiento sociopolítico de signo nacionalista que pretendía
la recuperación del legado folclórico gallego y los valores de la tradición.
Ello se debía a que “[…] en los países todavía en búsqueda de una forma de
organización moderna de estado, la literatura fija las representaciones de
una identidad nacional gracias a un doble proceso de legitimación […]”
(Werner, 1994: 28). La reivindicación de un espacio cultural propio y
diferenciado frente al español inspiró algunas de las grandes obras de la
literatura gallega moderna, como Queixumes dos pinos, de Eduardo Pondal, o
Cantares gallegos, de Rosalía de Castro.
Cantares gallegos marca el primer hito incuestionable
dentro de la historia de la literatura gallega
contemporánea. Con los Cantares, esa literatura contó ya
con una obra maestra. Desde entonces hubo un terreno
firme sobre el que pisar. La viabilidad de la poesía
gallega quedaba demostrada de modo experimental.
(Carballo Calero, 19752 : 145)
La ingente producción en lengua gallega de este “Rexurdimento”
literario estuvo íntimamente ligada a una línea temática próxima la
exaltación nacional, buscando el blindaje de una identidad creadora
autónoma y llevándola a su paroxismo. Dicha tendencia fue suavizándose a
medida que el campo literario demostró con éxito su capacidad para
incorporar nuevas hornadas de autores, articulando de ese modo la
necesaria dialéctica entre fuerzas consolidadas y por consolidar. Mas el
hermetismo de este desarrollo endocéntrico comprometía en igual grado la
pervivencia del campo en formación, amenazado por la asfixia ante la
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inexistencia de contactos intersistémicos. A principios del siglo XX, los
habitus inherentes al romanticismo gallego perdieron peso, surgiendo voces
disidentes que reclamaban la comunión con los grandes movimientos
intelectuales europeos, demostrando los agentes artísticos nacionales una
mayor capacidad de asimilación y adaptación de las propuestas foráneas.
El contacto con las principales vanguardias continentales actuaría, pues,
como revulsivo necesario para el refuerzo de la progresión del sistema.
Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, una de las figuras más representativas
de la literatura gallega contemporánea, o el poeta Manoel Antonio (coautor
del “Manifesto Máis Alá”, 1922), son los principales exponentes de esta
corriente de renovación y experimentación. Abriendo camino a otros autores
modernos como Otero Pedrayo o los novísimos Suso de Toro o Manuel
Rivas, se establecieron en los principales polos europeos de efervescencia
artística, desde los cuales comenzaron la ardua tarea de la importación
selectiva de productos culturales. Para ello, la traducción y el versionado se
convirtieron en instrumentos privilegiados de experimentación. Con el París
impresionista, futurista, cubista y surrealista como referente y catalizador, la
literatura francesa devino todo un referente para la actividad literaria
gallega.
Las difíciles circunstancias de la España posbélica condicionaron el
proceso de apertura y refuerzo de las posiciones simbólicas dentro del
campo literario gallego. El páramo cultural español bajo el régimen
franquista afectó sobremanera al desarrollo de los círculos intelectuales
regionales, reprimidos por una política de extrema centralización. La suma
de dichos factores desencadenó un nuevo colapso de los sistemas artísticos
emergentes en la Península, sufriendo sus consecuencias algunos de los
autores gallegos más notables, obligados a exportar sus propuestas (véase el
caso de Eduardo Blanco Amor o Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, por
ejemplo).
El período histórico de la Transición española, junto con la aprobación
del Estatuto de Autonomía en el año 1980, crearon un marco adecuado para
la reactivación de las estructuras culturales que habían surgido desde finales
del siglo anterior. Y, de nuevo, el trabajo de traducción literaria se convirtió
en un pilar fundamental para la consagración definitiva de sus integrantes.
Es en el marco de este segundo renacimiento cultural gallego en el que cobra
gran relevancia la adaptación de la obra de Gustave Flaubert Madame Bovary.
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La defensa de la capacidad de innovación dentro del campo literario gallego
pasaba en los años ’80 y 90, paradójicamente, por la incorporación al
catálogo autóctono de propuestas traídas directamente de otros sistemas
vecinos. Exponiendo la fluidez de los contactos con los círculos artísticos
externos, los agentes literarios nacionales buscaban el refuerzo de sus
posiciones internas. La conjunción de estrategias puramente literarias como
es la traducción- y de otros mecanismos más propios del campo de gran
producción como el desarrollo de políticas editoriales que promueven la
difusión dentro del ámbito gallego de textos importados- ha permitido la
entrada si bien tardía- de la obra maestra de Flaubert, Madame Bovary.
El periódico La Voz de Galicia de capital gallego y con una tirada diaria
estimada en torno a los 100 000 ejemplares- recuperó para el gran público
una antigua versión realizada por Antonio Pichel para la Editorial Galaxia
en 1994. Una reedición de la misma fue distribuida durante el primer
cuatrimestre de 2005, en formato de bolsillo y conjuntamente al ejemplar
dominical del rotativo. El interés de la iniciativa aunaba una motivación
estrictamente comercial (buscando el aumento de las ventas, estimuladas
por el valor añadido inherente a la oferta cultural) con otros aspectos de
orden simbólico-estratégico (en tanto que exponente de una toma de
posición de este medio de comunicación respecto a las actividades
desarrolladas dentro del campo literario gallego). La implicación directa del
periódico en la activación de nuevas vías de promoción de la lengua y la
literatura gallegas engloba tanto la adaptación de obras extranjeras como
diversas campañas editoriales de recuperación de los textos clásicos de estas
letras.
Madame Bovary ha entrado en el sistema literario de Galicia tardíamente,
habiendo sido difundida la obra previamente en su versión española. Ha
supuesto un notable avance para el público lector gallego la posibilidad de
acceder a obras destacadas del tradicional canon literario occidental en su
lengua A, lengua de origen. La difusión del texto versionado ha constituido
no sólo un estímulo suplementario para los agentes receptores del mercado
en cuestión, sino todo un ejercicio de legitimación de las funciones
sociopolíticas del idioma de destino. En un contexto de fuerte bilingüismo
en el que el castellano se ha perpetuado como lengua de prestigio, el
trasvase de materiales importados a la lengua baja en el esquema diglósico
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se erige en todo un esfuerzo subversivo en favor de la equiparación de los
estatus de ambos códigos.
Antonio Pichel Lorenzo, traductor gallego con una amplia experiencia
tanto en el ámbito de la versión literaria como en la técnica o escolar, ha sido
el encargado de transvasar al gallego la obra de Flaubert. Las dificultades de
la tarea son muchas y afectan a aspectos sintagmáticos, así como
paradigmáticos. El análisis pormenorizado de las principales problemáticas
a las que Pichel Lorenzo ha debido dar solución permitirá un mejor
conocimiento no sólo del texto resultante, sino también al de origen. Pues, en
cierto modo, las traducciones no constituyen más que la cara oculta de una
obra, un nuevo cristal que pulir dentro de un cuerpo poliédrico y rico como
es el de la palabra escrita.
La propia presentación de la obra se debate entre la fidelidad al original y
la adopción de un formato más austero y sobrio, pues “el propio autor no
crea un sentido literal, un mensaje tradicional, sino un mensaje de otro
orden; traducir es encontrar ese camino, de ahí la necesidad de adaptación”
(Bensoussan, 1989: 202). Se reducen al máximo las incidencias textuales y se
suprimen los documentos anexos que en numerosas ediciones francesas han
acompañado tradicionalmente al texto de Madame Bovary,
contextualizándolo en el marco del proceso judicial iniciado contra Flaubert
por el supuesto carácter inmoral de la misma. Si bien dichos aspectos
formales no dependen en exclusiva del trabajo del traductor, pues se trata en
gran medida del resultado de una política editorial concreta, afectan a la
presentación general del mismo.
En lo que respecta a la disposición en capítulos, Pichel Lorenzo se ha
mostrado fiel a la determinada por Flaubert, siendo la única variación al
respecto la tipografía empleada para señalar la compartimentación. La
fidelidad al original motiva también la conservación de la división
primigenia del texto en párrafos que establecen la progresión en el relato y
los cambios de ritmo narrativo. Tomemos como ejemplo el fragmento
siguiente:
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I
Nous étions à l’étude, quand le Proviseur entra, suivi
d’un nouveau habillé en bourgeois et d’un garçon de
classe qui portait un grand pupitre. Ceux qui dormaient
se réveillèrent, et chacun se leva, comme surpris dans
son travail.
Le Proviseur nous fit signe de nous rasseoir ; puis, se
tournant vers le maître d’études :
-Monsieur Roger, lui dit- il à demi-voix, voici un élève
que je vous recommande, il entre en cinquième. Si son
travail et sa conduite sont méritoires, il passera dans les
grands, où l’appelle son âge.
CAPÍTULO I
Estabamos no estudo cando entrou o director, seguido
dun « novato » traxeado de festa e dun bedel que traía
un pupitre grande. Os que durmiñaban espertaron, e
todos nos erguemos como sorprendidos no noso
traballo.
O director indicounos que volvesemos sentar. Logo,
dirixíndose ao profesor, díxolle a media voz:
- Señor Roger, velaí un alumno que lle recomendo: entra
en quinto curso. Se o seu comportamento e a súa
aplicación o merecen, pasará cós « grandes », pois xa ten
idade suficiente.
La correspondencia entre la tipografía y el formato del texto base y la
traducción es tal que Pichel Lorenzo ha decidido conservar incluso los
matices asociados cursiva como marca de énfasis sobre ciertos apelativos de
relevancia en la trama mediante la utilización de comillas. El traductor
conjuga dos soluciones gráficas para conseguir destacar las palabras clave
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del fragmento, distinguiendo los neologismos a través de la cursiva y las
comillas.
Le nouveau, prenant alors une résolution extrême, ouvrit
une bouche mesurée et lança à pleins poumons,
comme pour appeler quelqu’un, ce mot : Charbovari.
O « novato », tomando nese intre unha decisión extrema,
abriu unha boca descomunal e berrou con todas as
forzas dos seus pulmóns, como para chamar a
alguén: « Carbovari ».
En lo tocante a la organización sintáctica, las características inherentes a
las dos lenguas implicadas en la traducción motivan una cierta distancia en
la disposición de los elementos discursivos. El gallego, al igual que el
español, posee una sintaxis de gran flexibilidad, admitiendo numerosas
alteraciones en el orden lógico de los constituyentes de la frase. El francés,
sin embargo, presenta un mayor rigor sintáctico, siendo menor el margen de
variación. Así pues, el traductor opta normalmente por seguir la estructura
del original, recurriendo a fórmulas más libres siempre que la lengua de
destino lo exige. Veamos –con la ayuda de diferentes colores que delimitan
cada sintagma- una comparativa entre dos proposiciones paralelamente
constituidas:
Nous étions à l’étude, quand le Proviseur entra,
suivi d’un nouveau habillé en bourgeois et d’un
garçon de classe qui portait un grand pupitre.
Estabamos no estudio cando entrou o director,
seguido dun « novato » traxeado de festa e dun
bedel que traía un pupitre grande.
Esta convergencia en los esquemas sintácticos franceses y gallegos no
siempre es posible. En aquellos pasajes en los que la lengua gallega no
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permite los giros idiomáticos contenidos en el original, Pichel Lorenzo se ve
obligado a echar mano de estrategias discursivas propias del idioma de
recepción para lograr un mayor efecto de naturalidad en el texto adaptado,
buscando no violentar la percepción lingüística del potencial lector-
receptor. Esto pasa en ocasiones por la modificación no sólo de la estructura
de las frases, sino también por la alteración de la puntuación y la
segmentación del material narrativo. Un buen ejemplo de ello podría ser la
substitución de una proposición subordinada por una yuxtapuesta,
aligerando la construcción sintáctica resultante:
Resté dans l’angle, derrière la porte, si bien qu’on
l’apercevait à peine, le nouveau était un gars de la
campagne, d’une quinzaine d’années environ, et plus
haut de taille qu’aucun de nous tous.
O « novato » quedara no ángulo, detrás da porta, de
modo que case non o percibiamos. Era un rapaz aldeán,
duns quince anos, e máis alto ca ningún de nós.
La intervención del traductor es más que notable en otros casos, en los
que no sólo se altera la sintaxis original, sino que se introducen
circunloquios a través de los cuales esclarecer la expresión francesa,
descubriendo al lector matices inauditos en la misma:
Elle avait tant souffert, sans se plaindre, d’abord, quand
elle le voyait courir après toutes les gotons du village et
que vingt mauvais lieux le lui renvoyaient le soir, blasé
et puant l’ivresse !
¡Padecera tanto, sen laiarse, ao primeiro, cando o vía
correr detrás de todas as lurpias do lugar, e cando llo
devolvían pola noite, noxento e fedendo a alcohol,
despois de ter visitado vinte casas de mala nota!
Si el texto de Flaubert parece incidir sobre las malas compañías
frecuentadas por el señor Bovary, haciendo del elemento “vingt mauvais
lieux” una cierta preeminencia dentro de la proposición, la traducción
desplaza el interés hacia las condiciones higiénicas del protagonista,
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subrayándolas y focalizándolas de un modo inaudito en el original. Se trata
en este caso de la puesta en práctica de una estrategia de explicitado del
contenido tácito en el texto de referencia. De igual modo, algunas libertades
discursivas del traductor contribuyen a modelar un perfil psicológico de los
personajes ausente o cuanto menos implícito- en el texto francés. Y es que la
introducción de adverbios posee esta propiedad, siendo estos los
moralizadores del lenguaje por excelencia. En los siguientes ejemplos,
Emma se levait, et elle s’habillait silencieusement pour
ne point éveiller Charles, qui lui aurait fait des
observations sur ce qu’elle s’apprêtait de trop bonne
heure.
Emma erguíase e vestíase en silencio para non espertar a
Carlos, quen, de sabelo, lle rifaría agarimosamente por
erguerse tan cedo.
la locución “faire des observations” no implica el matiz afectivo introducido
por el traductor mediante el adverbio de manera “agarimosamente”. Si el
lector, a la vista de la caracterización de los personajes principales, podría
haber llegado a suponer el inmenso cariño y adoración que Charles siente
por su esposa, Pichel Lorenzo parece quiere explicitarlo recurriendo a la
aparentemente trivial introducción de un complemento verbal inexistente en
el texto de base. Este recurso se activa con ligeras variantes para matizar las
reflexiones del narrador omnisciente sobre la actitud del amante León.
Il fallait, pensait- il, se résoudre enfin à la vouloir
posséder.
Era preciso, pensaba el, decidirse por fin a posuíla.
Esta nueva ingerencia del traductor altera la definición del modo de
obrar del personaje. Si bien en el original se incorpora un cierto matiz de
duda, de inseguridad, de forzado obrar (a través de “vouloir”), en la
traducción no hay sombra de vacilación, presentando la acción de modo
ciertamente cierto y categórico.
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Menos importantes son otro tipo de variaciones tipográfico-sintácticas de
las que Pichel Lorenzo se sirve para lograr una mejor articulación de la
narración en gallego. La yuxtaposición, recurso muy activo en los esquemas
lógicos franceses, resultaría un tanto forzada en ésta, por lo que es
substituida por encadenamientos mediante conjunciones de coordinación:
Il acquit de fortes mains, de belles couleurs.
Posuía unhas fortes mans e cores saudables.
Otro aspecto importante del trabajo de versionado es el modelado de un
nivel de lengua que corresponda grosso modo al del original. El francés de
Flaubert es el del estándar decimonónico, por lo que Pichel Lorenzo echa
mano de vocablos del gallego académico, excluyendo generalmente
localismos. Los tecnicismos son respetados, presentando su forma
equivalente en el lenguaje especializado del sistema lingüístico receptor.
Véase, por ejemplo, el caso del “myosotis”, que da “miosotis” en gallego, si
bien el traductor podría haber optado por “nonmesquezas”, denominación
común del espécimen vegetal en cuestión. Sin embargo, el trasvase de
vocabulario no siempre se realiza con éxito.
La disimetría entre ambas lenguas provoca en algunos puntos la pérdida
de información que, sin ser de vital importancia para la comprensión,
contribuye a enriquecer el relato. Tal es el caso del término “drapée”, que en
gallego da “viste”. Evidentemente, el significado es semejante, mas la
palabra francesa comporta una indicación suplementaria sobre las calidades
de las ropas utilizadas, corporeizando el vestuario del personaje al que se
refiere. Ello confiere una cierta llaneza al texto resultante, incapaz de
aprehender ciertos rasgos triviales, pero enormemente significativos. Por
ejemplo, cuando Flaubert pone en boca de León “[…] je déchirais [las
cartas]”, la intensidad de la acción de desgarrar y el dramatismo inherente
sobrepasan la neutralidad de la opción utilizada “rompía”. Más
problemática es la traducción de palabras cuyo referente físico no presenta
una correspondencia exacta en la realidad social que acoge el texto de la
traducción. Tal es el caso de “fiacre”, interpretado como un simple “carro”,
sin mayores precisiones.
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[…] je courais après tous les fiacres flottait à la
portière un châle, un voile pareil au vôtre…
[…] corría detrás de todos os coches cunha portela na que
flotase un chal, un veo parecido ao seu…
Merecen una especial mención las adaptaciones de giros idiomáticos, de
proverbios y de frases hechas. El fundamento cultural sobre el que han sido
elaborados dificulta su versión literal, pues ésta resultaría artificiosa y
carente de lógica. Siempre que existe una expresión equivalente en gallego,
Pichel Lorenzo echa mano de ella. En caso contrario, opta por la traducción
aproximada. Las frase “avec du toupet, un homme réussit toujours dans le
monde”, “sèche comme un cotret” o “brin à brin, miente à miette”, dan “con
ousadía, un home triunfa sempre na vida”, “seca como un pau” o “paso a
paso, pouquiño a pouco”.
Como una variación de este tipo de particularismos idiomáticos, las
fórmulas de respeto plantean también más de un problema al traductor.
Expresiones como “le père Rouault” se resisten a una traducción literal, pues
el estatus que determina el calificativo “père” no es simétrico al concepto
que dicho término representa en gallego. Es por ello que, ante la
imposibilidad de decir “pai Rouault”, Pichel Lorenzo opta por una fórmula
intermedia: “papá Rouault”. Empleando el apelativo español, parece
recuperar el tradicional valor de prestigiador asociado a la lengua
dominante en el contexto diglósico de la traducción, bloqueando sutilmente
el contenido original de la palabra. En otros tratamientos de cortesía no
existe tal asimetría en la correspondencia, por lo que la literalidad se
impone. Así, M. Homais es Señor Homais, M. Bovary es Señor Bovary y M.
Tuvache es Señor Tuvache. Tan sólo hay una excepción posible: Madame
Bovary. La amplia difusión de la obra no sólo en el campo literario francés,
sino también internacional parece inclinar al traductor a la conservación del
nombre original. La alteración del mismo implicaría la modificación del
título de la obra, homónimo al de la protagonista. Por lo que respecta a los
nombres propios de los distintos personajes, son traducidos
invariablemente: Rodolphe es Rodolfo, Léon es León, Hippolyte es Hipólito
y Charles es Carlos.
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Sin embargo, nuevas dificultades afectan a la traducción de topónimos y
epónimos. Los nombres referidos a ciudades y localidades de relevancia a
nivel general poseen equivalencias en la lengua gallega, echando mano de
ellas el traductor. Esta técnica, que contribuye a galleguizar el texto
resultante, incurre en contradicciones en el momento en el que surgen
topónimos no incorporados al vocabulario gallego o que gozan de menor
expansión dentro de éste (como es el caso de la ciudad de Rouen, cuya
traducción habría poder sido Ruán) :
On est ici sur les confins de la Normandie, de la Picardie et
de l’Ille- de- France, contrée bâtarde où le langage est sans
accentuation, come le paysage sans caractère.
Estase alí nos confíns da Normandía, da Picardía e da Illa
de Francia, rexión bastarda, onde a fala non ten acento,
nin a paisaxe carácter.
Elle vit à Rouen des dames qui portaient à leur montre
un paquet de breloques […]
Viu Emma en Rouen unhas damas que levaban no reloxo
unha presa de chilindradas [...]
Yonville-l’Abbaye (ainsi nommé à cause d’une ancienne
abbaye de Capucins dont les ruines n’existent même
plus) est un bourg à huit lieues de Rouen, entre la route
d’Abbeville et celle de Beauvais […]
Yonville-l’Abbaye (así chamado por mor dunha antiga
abadía de capuchinos da que nin sequera quedan ruínas)
é unha vila a oito leguas de Rouen, entre a estrada de
Abbeville et a de Beauvais [...]
La connivencia entre ambas soluciones provoca un efecto literario bizarro
en estructuras como las siguientes:
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No extremo do horizonte, cando se chega, atópanse os
carballos do bosque de Argueil e as fragosas costas de
San Xoán [...]
Au bout de l’horizon, lorsqu’on arrive, on a devant soi
les chênes de la forêt d’Argueil, avec les escarpements de
la côte Saint- Jean.
[…] val regado polo Rieule, pequeno río que desemboca
no Andelle […]
[…] vallée qu’arrose la Rieule, petite rivière qui se jette
dans l’Andelle […]
También incurre en contradicción al combinar formas versionadas con el
respeto a las originales en nombres de locales como “Le lion d’or”, que se
conserva, y “L’hirondelle”, que se convierte automáticamente en
“Anduriña”. Manteniendo el término francés, Pichel Lorenzo incorpora una
cierta textura de sofisticación asociada al exotismo de la lengua extranjera,
motivando el distanciamiento entre el estatus y la categoría de las realidades
físicas representadas por ambos apelativos. Un exotismo reforzado por la
asunción de términos franceses pertenecientes a ámbitos profesionales muy
concretos y que han sido tomados en préstamo por la lengua gallega, como
es el caso de la locución “maître d’hôtel”, únicamente adaptado a la grafía
autóctona mediante la supresión de la acentuación y el apóstrofe (“maître de
hotel”).
La suma de todas estas estrategias lingüísticas y pragmáticas traza un
panorama de traducción a caballo entre la adaptación y la conservación. El
trabajo de Pichel Lorenzo se debate entre la fidelidad exigida al traductor
con respecto a la obra de partida y las necesidades específicas del campo
literario al que ésta ha de incorporarse. Sin embargo, esta dicotomía no debe
asociarse a ciertas carencias en la capacidad interpretativa del mediador. El
carácter instrumental de la obra derivada, empleada como símbolo y
garantía del nivel de consolidación alcanzado por el sistema cultural gallego,
supedita los valores estrictamente artísticos a los simbólicos. En lugar de
afirmar sus posiciones mediante la redacción de manifiestos públicos al más
puro estilo vanguardista, los principales agentes del arte gallego tanto en el
subcampo de producción restringida como de gran producción- aúnan
Y Emma Bobary aprendió a hablar en gallego
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esfuerzos para la reactivación sutil y eficaz de los círculos intelectuales. Al
mismo tiempo que se recuperan los grandes tulos de la literatura
tradicional gallega, La Voz de Galicia y Galaxia lideran un importante
proyecto editorial de traducción de las obras más notables de la literatura
universal. Reivindican su capacidad de intervención mediante el
establecimiento de un canon internacional particular en el que Flaubert
ocupa un lugar privilegiado.
La equiparación de la literatura gallega a las literaturas más consolidadas
pasa, paradójicamente, por el reconocimiento del canon tradicional con la
única pretensión de abrirse un hueco en él, subvirtiendo sus condiciones de
desarrollo y promoviendo los valores de las posiciones emergentes. Madame
Bovary y Flaubert no son más que dos actores privilegiados de la inserción
del sistema literario gallego en la rueda del historicismo legitimador de las
dinámicas culturales, siendo sujetos y objetos de un particular estadio dentro
del largo proceso de consolidación en el que aquél se encuentra plenamente
inmerso.
Un grupo pequeño de personas, que llamaría agentes
socio-semióticos”, conocidos bajo denominaciones
diversas, como “escritores”, “poetas”, “pensadores”,
“críticos”, “filósofos” y otras parecidas, han producido
un enorme volumen de textos con la finalidad de
justificar, sancionar y fundamentar la existencia, el
interés y la pertinencia de las entidades deseadas […]
(Even- Zohar, 1994: 369).
Y de la conjunción de dichos activadores del pensamiento intelectual y
los grandes referentes de la cultura occidental surgen políticas editoriales
extremadamente productivas.
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_____, Madame Bovary, trad. de Antonio Pichel Lorenzo. Vigo: Editorial
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GALLEGO ROCA, Miguel, Traducción y literatura: Los estudios literarios ante las
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WERNER, Michel, “La place relative du champ littéraire dans les cultures
nationales”. En : Michel ESPAGNE y Michel WERNER (ed.), Philologiques
III. Qu’est-ce qu’une littérature nationale ? Approches pour une théorie
interculturelle du champ littéraire. París: Éditions de la Maison de
Sciences de l’Homme, 1994, pp. 15-30.