ISSN: 2171-6633
Estudios Franco-Alemanes 4 (2012), 131-144
VINOS FRANCESES Y ALEMANES EN LA LITERATURA
ANGLO-NORTEAMERICANA: DE SINTSBURY A BRET
EASTON-ELLIS
JAVIER MARTÍN PÁRRAGA
Universidad de Córdoba
javier.martin@uco.es
Fecha de recepción: 28.10.2011
Fecha de aceptación: 01.12.2011
Resumen: Desde los orígenes de la civilización humana, el vino ha desempeñado un
papel social extremadamente importante, tanto como elemento de esparcimiento
como en su faceta comunal y comunitaria, muy a menudo cargada de simbolismo. En
el presente trabajo ofrecemos una visión panorámica sobre el reflejo que el vino y la
cultura vitivinícola han tenido en las letras inglesa y norteamericana. Para llevar a
cabo este objetivo comenzamos con los primeros pobladores de las Islas Británicas,
los Celtas, hasta concluir nuestro estudio con dos autores norteamericanos
contemporáneos : Bret Easton Ellis y Jay McInenery.
Palabras clave: Vino, literatura inglesa, literatura norteamericana, Joseph Addison,
Jay McInerney.
1. Un recorrido histórico por los vinos franceses y alemanes en la literatura
del Reino Unido
El vino ha jugado un papel fundamental en la cultural occidental desde
los albores de la misma. En Grecia y Roma resultaba inconcebible celebrar
cualquier ocasión social o victoria de índole política o bélica sin que esta
bebida se sirviera en abundancia, de manera comunal. No en vano, Baco y
Dionisio fueron dioses privilegiados en los panteones de estas cultura.
Posteriormente, con la cristianización de Europa, el vino conservará las
propiedades inherentemente paganas de las que ya disfrutaba al mismo
tiempo que se veía investido de otras de marcado carácter ritual y comunal,
en el sentido más literal del término.
Si nos centramos en los orígenes de la cultura anglo-norteamericana,
conocemos en verdad poco de los primeros pobladores de las Islas Británicas
(los Celtas), aunque indicios arqueológicos y testimonios de los primeros
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exploradores romanos que visitaron la isla comandados por el mismo Julio
César ya atestiguan que los pueblos Celtas gozaban de las bebidas alcohólias
y producían sus propios licores.
Si la cultura y sociedad Celta nos es cais desconocida, tampoco del
período Anglo-Sajón contamos con una excesiva riqueza documental. Sin
embargo, en este caso el yacimiento arqueológico de Sutton-Hoo y diversas
obras literarias que han sobrevivido al paso del tiempo, difícil clima
británico y poco hábito escritor de los anglosajones nos permiten aseverar a
ciencia cierta que el vino jugó un papel determinante en las sociedades de
Anglos, Sajones y Jutos. En el mencionado yacimiento arqueológico, se
encontraron numerosos utensilios relacionados con el vino : jarras, vasos de
diverso diseño y tamaño; etc. Por otra parte, las obras literarias del período
que han sobrevivido, vienen a demostrar este mismo hecho. Como Peter C
Horn afirma,
From the 7th century AD the Anglo-Saxons had a small
number of vineyards and, to some little extent , adopted
the Roman drink. But wine was never plentiful
throughout the period and was therefore expensive and
available only to a relatively small number of wealthy
people.
(http://www.tha-engliscan-gesithas.org.uk/archives/the-
alcoholic-drinks-of-the-anglo-saxons)
Sharon Rhodes (2013), que examina el fundamental papel que juega el
vino en el más importante, extenso y mejor preservado poema épico
anglosajón (nos referimos, como resulta evidente al célebre poema de
Beowulf) también observa que el acceso a las bebidas espirituosas en el
ámbito anglosajón estaba exclusivamente al alcance de las élites dominantes,
que disfrutaban de su consumo tanto en el ámbito privado como en el
comunal. Asimismo, en este poema épico, el vino adquiere matices sagrados,
de cariz híbrido (ya que observan rasgos tanto paganos como cristianos).
Si tenemos en cuenta el origen de los primeros pobladores Anglos del
Reino Unido, radicado en la actual Alemania, nos veremos sin duda
obligados a aceptar que los primeros ingleses brindaban y celebraban sus
victorias con vinos y cervezas de estilo alemán y cuyo proceso de destilado
habían aprendido de sus antepasados alemanes.
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Si damos un salto temporal hasta el período del inglés medio, en el año
1066 Inglaterra pasa a ser Normanda. Desde este momento y por un dilatado
período de tiempo, en las Islas Británicas se impondra la ley francesa, el
estilo de vida galo, la lengua de este país se introducirá y llegará a fundirse
con la vernacular… y, como no podía ser de otra manera, la rica y compleja
tradición vitinícola francesa también se asentará de manera permanente en
este territorio.
De hecho, el más importante autor del período de Inglés Medio, Geoffrey
Chaucer, provenía de una familia que había hecho fortuna gracias al
comercio de vino en Londres. Vino que importaban de diversos países de la
Europa continental, entre ellos Francia. El propio poeta continuará con la
tradición comercial familiar, y como anécdota podemos señalar que el rey
Eduardo III concedió a nuestro autor en 1374 el premio de un galón de vino
diario, por alguna labor diplomática o favor personal que no conocemos con
exactitud.
En la opus magum de Chaucer, Canterbury Tales, el vino habrá de jugar
un papel tan destacado que el origen de la historia, y del viaje a través del
cual nos llevará esta bildungsroman coral que tanto se asemeja a nuestras
contemporáneas road movies, se sitúa precisamente en una taberna.
Asimismo, no pocos de los peregrinos que servirán como hilo vertebrador
de los tales y protagonistas de alguno de los mismos se verán definidos por
su lenguaje, vestimentas, costumbres y tolerancia (o ausencia de la misma,
en demasiados casos) al vermejo licor.
Durante el Renacimiento inglés, los vinos franceses y alemanes también
jugarán un papel reseñable. A modo de ejemplo, señalaremos que la
tragedia Dr. Faustus, de Christopher Marlowe, se sitúa en tierras germanas y
que en la misma no son pocas las escenas en que el propio Faustus y Wagner
no sólo disfrutan de esta bebida sino que también reflexionan sobre su
naturaleza, beneficios y peligros.
Tras el período Tudor, momento en que la cultura inglesa vive su
momento de mayor explendor; comienza la dinastía Estuarda en Inglaterra.
Los monarcas de esta dianstía conservaban lazos de sangre y amistad
permanente con Francia y es bien sabido que tanto Jaime I como su sucesor,
Carlos I sentían especial predilección por las delicatessen galas, que
mandaban importar, así como por los exquisitos caldos de esta nación que
también se hacían traer en grandes cantidades. Evidentemente, el gusto por
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los vinos franceses queda no sólo olvidado sino también prohibido durante
la dictadura puritana de Oliver Cromwell, ya que el Lord Protector albergaba
idéntico odio en su corazón por la Francia católica así como por las bebidas
alcohólicas, que consideraba como trampas satánicas que no llevaban sino a
la perdición del alma inmortal.
No obstante, cuando la Resturación devuelve a Inglaterra a un monarca
de la línea Estuarda (que, además, se había resguardado del furor puritano
en París), las modas, costumbres y licores galos volverán a hacer furor en
tierras británicas. De hecho, al segundo monarca de la Restauración le ocupó
(y preocupó) tanto el tema del vino francés y la preservación de su pureza y
calidad en Inglaterra tanto que en 1660 promulgó la ley conocida como An
Act for the better Ordering the Selling of Wines by Retaile, and for preventing
Abuses in the Mingling Corrupting and Vitiating of Wines, and for Setting and
Limitting the Prices of the same; de la que repdoducimos a continuación un
fragmento que se centra en el licor galo:
XI. Mixing, &c. Wines and other Things.
Persons selling Wines not to mingle the same.; Mingling or
abusing Wines.; Penalty £100.; Retailers offending, Penalty
£40.
And it is hereby further Enacted by the Authoritie
aforesaid That noe Merchant Vintner Wine Cooper or
other persons selling or retailing any wine shall mingle or
utter any Spanish wine mingled with any French wine or
Rinish wine Sider Perry Honey Sugar Sirops of Sugar
Molasses or any other Sirops whatsoever, nor putt in any
Isinglasse Brimstone Lime Raisins Juce of Raisins Water
nor any other Liquor [nor (fn. 5) ] Ingredients, nor any
Clary or other Herbe nor any sort of Flesh whatsoever
And that noe Merchant Vintner Wine Cooper or other
person selling or retailing any Wine shall mingle or utter
any French wines mingled with any Rhinish wines or
Spanish wines Sider Perry Stummed wine Vitrioll Honey
Sugar Sirop of Sugar Molasses or any ( (fn. 6) ) Sirops
whatsoever nor put in any Isinglasse Brimstone Lime
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Raisons Juce of Raisons Water nor any other Liquor or
Ingredients nor any Clary or other Herbe nor any sort of
Flesh whatsoever, And that noe Merchant Vintner Wine
Cooper or other person selling or retailing any Wine shall
mingle or utter any Rhinish wine mingled with any
French wines or Spanish wines Sider Perry Stummed wine
Vitrioll Honey Sugar Sirops of Sugar Molasses [nor (fn. 5)
] any other Sirops whatsoever, nor put in any Isinglasse
Brimstone Lime Raisons Juice of Raisons Water nor any
other Liquor or Ingredients nor any Clary or other Herbe,
nor any sort of Flesh whatsoever, And that all and every
person and persons committing any of the offences
aforesaid shall incurr the paines and penalties herein after
mentioned That is to say Every Merchant Wine-Cooper or
other person selling any sort of Wines in grosse mingled
or abused as aforesaid shall forfeit and lose for every such
offence One hundred pounds, And that every Vintner or
other person selling any [sort (fn. 7) ] of Wine by retaile
mingled or abused as aforesaid shall forfeite and lose [for
every such offence (fn. 3) ] the summe of Forty pounds, of
which forfeitures one moyety shall goe unto the Kings
Majestie His Heires and Successors the other moyety to
the Informer to be recovered in any Court of Record by
Action of Debt Bill Plaint or Information wherein noe
Essoigne Protection or wager of Law shall be allowed
(http://www.british-history.ac.uk/statutes-
realm/vol5/pp266-268)
Asimismo, como Adam Smyth señala, en una de las frecuentes batallas
literarias del período, uno de los bandos acusó al contrario (el Cavalier poets
de dejarse llevar por su gusto exagerado hacia los vinos franceses, lo que en
opinión de sus detractores evidenciaba su absoluta falta de patriotismo y
buen gusto) (2004 : 34).
No podemos, por otra parte, reflejar el papel que la cultura francesa jugó
en el Reino Unido durante la Restuaración y la influencia que ésta tuvo en la
monarquía del momento sin reproducir la provocadora y célebre sátira que
Rochester le dedicó a Carlos II y en la que le acusa, entre otras cosas, de
oprimir y llevar a la ruina a su propio pueblo y de ser un impoetente
precisamente por sus filias hacia Francia y el vino :
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In th' isle of Britain, long since famous grown
For breeding the best cunts in Christendom,
There reigns, and oh! long may he reign and thrive,
The easiest King and best-bred man alive.
Him no ambition moves to get renown [5]
Like the French fool, that wanders up and down
Starving his people, hazarding his crown.
Peace is his aim, his gentleness is such,
And love he loves, for he loves fucking much.
Nor are his high desires above his strength: [10]
His scepter and his prick are of a length;
And she may sway the one who plays with th' other,
And make him little wiser than his brother.
Poor Prince! thy prick, like thy buffoons at Court,
Will govern thee because it makes thee sport. [15]
'Tis sure the sauciest prick that e'er did swive,
The proudest, peremptoriest prick alive.
Though safety, law, religion, life lay on 't,
'Twould break through all to make its way to cunt.
Restless he rolls about from whore to whore, [20]
A merry monarch, scandalous and poor.
To Carwell, the most dear of all his dears,
The best relief of his declining years,
Oft he bewails his fortune, and her fate:
To love so well, and be beloved so late. [25]
For though in her he settles well his tarse,
Yet his dull, graceless bollocks hang an arse.
This you'd believe, had I but time to tell ye
The pains it costs to poor, laborious Nelly,
Whilst she employs hands, fingers, mouth, and thighs, [30]
Ere she can raise the member she enjoys.
All monarchs I hate, and the thrones they sit on,
From the hector of France to the cully of Britain.
Si apresuramos el paso por la historia británica, nos encontraremos con
el nacimiento del periodismo moderno en Inglaterra y las figuras seminales
de Joseph Addison y Richard Steele. Como ya explicamos en el volumen
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monográfico que dedicamos a Addison (Martín Párraga : 2015), éste recorrió
durante varios años diversos países europeos. De su paso por Francia,
Addison no deja de mencionar en diversas misivas privadas los exquisitos
vinos que en esta tierra probó. Sin embargo, durante su madurez, Joseph
Addison, que llegó a ser Secretario de Estado, defenderá los vinos patrios y
atacará la costumbre imperante en el momento de importar vino francés o
de imitarlo aún cuando el licor se produjera en suelo patrio en la siguientes
líneas, correspondiente al número 131 de la publicación The Tatler :
Having received sundry complaints against these
invisible workmen, I ordered the proper officer of my
court to ferret them out of their respective caves, and
bring them before me, which was yesterday executed
accordingly.
The person who appeared against them was a merchant,
who had by him a great magazine of wines that he had
laid in before the war: but these gentlemen (as he said)
had so vitiated the nation's palate, that no man could
believe his to be French, because it did not taste like
what they sold for such. As a man never pleads better
than where his own personal interest is concerned, he
exhibited to the court with great eloquence, that this
new corporation of druggists had inflamed the bills of
mortality, and puzzled the College of Physicians with
diseases, for which they neither knew a name nor cure.
He accused some of giving all their customers colics and
megrims; and mentioned one who had boasted, he had a
tun of claret by him, that in a fortnight's time should
give the gout to a dozen of the healthiest men in the city,
provided that their constitutions were prepared for it by
wealth and idleness. He then enlarged, with a great
show of reason, upon the prejudice which these
mixtures and compositions had done to the brains of the
English nation; as is too visible (said he) from many late
pamphlets, speeches and sermons, as well as from the
ordinary conversations of the youth of this age. He then
quoted an ingenious person, who would undertake to
know by a man's writings, the wine he most delighted
in; and on that occasion named a certain satirist, whom
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he had discovered to be the author of a lampoon, by a
manifest taste of the sloe, which showed itself in it by
much roughness, and little spirit.
In the last place, he ascribed to the unnatural tumults
and fermentations which these mixtures raise in our
blood, the divisions, heat and animosities, that reign
among us; and in particular, asserted most of the
modern enthusiasms and agitations to be nothing else
but the effects of adulterated port.
The counsel for the brewers had a face so extremely
inflamed and illuminated with carbuncles, that I did not
wonder to see him an advocate for these sophistications.
His rhetoric was likewise such as I should have expected
from the common draught, which I found he often
drank to a great excess. Indeed, I was so surprised at his
figure and parts, that I ordered him to give me a taste of
his usual liquor; which I had no sooner drunk, but I
found a pimple rising in my forehead; and felt such a
sensible decay in my understanding, that I would not
proceed in the trial till the fume of it was entirely
dissipated.
This notable advocate had little to say in the defence of
his clients, but that they were under a necessity of
making claret if they would keep open their doors, it
being the nature of mankind to love everything that is
prohibited. He further pretended to reason, that it might
be as profitable to the nation to make French wine as
French hats; and concluded with the great advantage
that this had already brought to part of the kingdom.
Upon which he informed the court, that the lands in
Hertfordshire were raised two years' purchase since the
beginning of the war.
En el siglo XIX, el vino francés sigue siendo extraordinariamente popular
en el Reino Unido, hasta el punto en que el genial poeta John Keats (al que
pocos discutirían el honor de ser, junto a Byron, Shelley, Coleridge o
Wordsworth unos de los mejores poetas románticos británicos) no dudó en
afirmar los siguiente : “Give me books, French wine, fruit, fine weather and
a little music played out of doors by somebody I do not know.”
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Posteriormente, acercándonos ya al siglo XX, dos grandes autores dedicarán
parte de su atención y textos a los licores franceses: Oscar Wilde y George
Saintsbury.
Al vino francés y al champán le dedica Wilde no pocas de esas frases
breves, incisivas, en extremo ingeniosa y siempre provocadoras citas por la
que se le recuerda y reconoce como uno de los mayores wits de la literatura
en lengua inglesa. Reproducimos a continuación alguna de la que más
pertinentes se nos antojan:
"Why is it that at a bachelor's establishment the servants
invariably drink the Champagne."
Mr. Edward Carson, QC: Do you drink Champagne
yourself?
Mr. Oscar Wilde: Yes; iced champagne is a favourite drink
of mine, strongly against my doctor’s orders.
Mr. Edward Carson, QC: Never mind your doctor’s
orders, sir!
Mr. Oscar Wilde: I never do.
"Pleasure without Champagne is purely artificial."
Si Oscar Wilde centra parte de su curiosidad y talento literario al vino
francés, el autor del que nos ocuparemos ahora, George Saintsbury (1845-
1933) resulta incluso más interesante para el presente trabajo. Aunque no se
trate de un autor muy conocido en España, Saintsbury fue un intelectual de
reconocido prestigio en el Reino Unido, en sus diferentes facetas como
historiador, crítico literario, autor de obras ficcionales y como hedonista y
conocedor del mundo del vino. El autor dedicó sus dos primeras obras de
crítica literaria a la literatura francesa : A Primer of French Literature (1880), y
Short History of French Literature (1882). En estos trabajos glosaba la riqueza
de las letras francesas, al mismo tiempo que recomendaba que sirviera de
influencia para sus compatriotas que podrían, mediante la imitación de los
modos y modelos galos enriquecerse y dotar a sus producciones de una
elegancia nunca antes vista en tierras británicas. Cuando en 1920 publique
Notes on a Cellar-Book, primera y más influyente obra dedicada al vino y la
bebida del mismo en Inglaterra; los consejos de Sainstbury tampoco se
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desviarán en exceso de Francia; ya que para este escritor y amante del vino,
es precisamente en Francia donde mejor se destila el vino y donde mejor se
consume.
Por cuestiones de espacio, debemos ahora desplazarnos desde el Reino
Unido a Estados Unidos para continuar nuestra senda por los vinos
franceses y alemanes en la literatura en lengua inglesa. El vino en Estados
Unidos no es para nada menos importante de lo que fuera en Inglaterra.
Muy al contrario, desde los documentos coloniales vemos cómo se exportan
caldos tanto franceses como alemanes y alguno de los padres de la nación,
como George Washington o Paul Revere no dudaban en aclamar las
bondades de los ideales franceses… ni de sus vinos y champán.
Posteriomente, cómo no recordar los numerosos fragmentos del corpus de
Mark Twain en que los licores se tornan en protagonistas absolutos. Y,
pensar en Estados Unidos y en vino no nos dejará olvidar la excelva The
Grapes of Wrath, de John Steinbeck.
En esta ocasión, sin embargo, nos centraremos en dos autores del siglo
XX y XXI, en cuyas obras el alcohol juega un papel determinante y en las que
con frecuencia se descorcharán precisamente vinos galos. En primer lugar,
mencionaremos a Bret Easton Ellis, componente del conocido como brat pack
de los 80 del pasado siglo. En su mejor y más conocida obra, American
Psycho, los protgaonistas serán yuppies neoyorquinos adictos a la moda, la
tecnología… y cómo no, a la haute cuicine francesa y a todo tipo de licores.
Resulta interesante mencionar que el licor que consume cada personaje sirve
para definirle y que aquellos que son más educados, sofisticados y ostentan
mayor éxito social se decantan precisamente por los vinos franceses más
exclusivos y por diversas marcas de champán de este mismo país.
Otro destacado miembro del brat pack al que acabamos de referir es Jay
McIenrney, nacido en Connecticut en el año 1955, se convirtió en un
referente cultural y literario antes de cumplir los treinta años de edad,
gracias a la publicación en 1985 de Bright Lights, Big City. McInerney goza de
una reputación internacional gracias tanto a sus obras ficcionales como a una
trilogía de obras que dedica precisamente al mundo vitivinícola.
Hablaremos en esta ocasión de una obra ficcional, tan sólo: The Good Life;
donde McInerney nos presenta a un par de matrimonios en el contexto
previo al 11-S cuyas vidas cambian de manera determinante a partir de los
terribles atentados terroristas. El vino juega un papel fundamental en esta
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novela, ya que antes de los ataques, el mismo sirve como elemento de
cohesión social en las numerosas fiestas suburbanas de unos personajes tan
seguros de sí mismos y su entorno como autocomplacientes:
Later, from her reclining vantage on teh couch, Corrine
counted thirteen wine bottles and three wáter bottles on
the table, looming over the bloody wineglass, the
overflowing ashtrays, the remains of the panna cotta, and
the wreckage of the cheese plate with its oozing
Camembert and pocked Stilton. Still life with heartbun
(2006: 46-47).
Si ya en la cita precedente apreciamos notas premonitorias de la tragedia
que está por venir, el vino seguirá jugando el papel de metáfora principal
acerca de los cambios profundos que el 11-S producirán en estos personajes,
de manera permanente. Citamos a continuación el que se nos antoja más
claro ejemplo de esta situación, donde la nostalgia por la Gran Manzana
antes del horror se camufla tras la máscara ficcional de un extremadamente
caro y añejo vino. Y este vino es, como no podía ser de otra forma, francés:
Surely you’ll admit that women are the realists. Let me
give you an example. Right now, I have a yearning for a
bottle of burgundy. Long ago, back in, oh, probably, 1993,
I had a bottle of ’71 La Tache, and I’ve been trying to
recapture the bliss ever since. I’ve swilled dozens- nay,
hundreds- of bottles of similar stuff in the lastd ecade and
paid thousands of dolars for the privilege, and not only
have I never recaptured the gloy of the experience, most of
the stuff tasted like rotgut- thin and bitter and ungiving,
the vinous equivalent of Greene’s portrait of pruney and
Louise. But the next time I’m faced with a wine list, I’ll
order burgundy, hope triumphing over bitter experience,
still seeking that primal and quite possibly illusory ecstasy
of the ’71 La Tache (2006: 66).
La faceta como hedonista de McInerney, que le ha llevado a escribir tres
obras sobre una de sus grandes pasiones, la enología y los vínculos entre el
mundo del vino y una forma de vida sotisficada y elegante de la que l
mismo se siente mximo exponente. Estos tres últimos libros, Bacchus and
Me: Adventures in the Wine Cellar (2000); A Hedonist in the Cellar: Adventures in
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Wine (2006) y The Juice: Vinous Veritas (2012) resultan especialmente
importantes para el presente trabajo.
A lo largo de esta trilogía dedicada a la enología, el autor se centra en tres
aspectos, diferentes pero indudablemente relacionados entre sí.
En primer lugar, McInerney concibe estas obras como auténtica oda al
vino y su mundo y toma como suya la tarea de popularizar no ya el
consumo de caldos en Estados Unidos sino la democratización del mundo
del vino en un país en el que existen marcadas diferencias sociales y en el
que la gran clase media apuesta por la cerveza (como también ocurre con las
clases más modestas), los licores fuertes y consume vino de manera
ocasional y poco informada. Para nuestro autor, horaciano en su intimidad
más profunda, la auténtica labor del intelectual y del creador artístico es la
de educar. Y McInerney está firmemente convencido de que para que la
sociedad avance, sus maneras, modales y costumbres deben necesariamente
cambiar. En este sentido, el joven miembro del Brat pack se ha convertido en
un hombre de mediana edad con muchos más puntos en común con le neo-
clasicismo que con el postmodernismo o la generation x. Por lo tanto, con
estas obras, aspira a que el mundo elegante del vino deje de ser exclusivo de
la élite norteamericana, con la esperanza de que esta democratización
alcohólica lleve consigo nuevas ocasiones de reunión social sofisticada,
elegante y fecunda en nuevas conversaciones y oportunidades de
crecimiento personal y social en torno a una botella de vino. Apues, Baco
no es para McInerney el dios de los excesos sino el anfitrión perfecto para
una velada compartiendo amistad, conocimiento y puentes hacia un futuro
más democrático y burgués en Estados Unidos. En este momento,
McInerney vuelve una y otra vez a Francia, tanto a sus vinos como a su
ancestral cultura del vino y a la manera en que los ciudadanos franceses
saben disfrutar de sus vinos, al mismo tiempo que gozan del don de
maridarlos con las comidas y compañías más acertadas en cada momento.
En segundo término, a lo largo de estos tres libros, el autor cataloga
numerosos vinos, tintos, blancos, rosados y burbujeantes; de acuerdo con
sus matices y propiedades, pero también atendiendo a su precio, maridajes
con determinadas viandas e incluso idoneidad para ciertas ocasiones
sociales. En este caso, McInerney intenta mantener su espíritu democrático,
ya que en sus obras aparecen vinos asequibles junto con grandes reservas al
alcance sólo de los más pudientes. No obstante, y a pesar de incitar a sus
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conciudadanos a probar sin prejuicios los vinos californianos, en su ránking
particular de grandes vinos siempre van a la cabeza los franceses, que
McInerney destina a ocasiones especiales en las que se deja llevar por sus
impulsos hedonistas más desenfrenados.
Conclusiones
A lo largo de estas páginas hemos trazado un somero recorrido, que se
nos antoja insuficiente y por lo tanto nos invita a iniciar nuevos recorridos
po resta misma senda, por la cultura y la literatura anglosajonas, tomando
siempre como rosa de los vientos el vino; su papel social y reflejo literario.
De manera más particular, hemos pretendido examinar el reflejo que los
vinos franceses y alemanes han tenido. si consideramos que el vino
desempeña un papel tan importante en el día a día de las sociedades
occidentales, no resulta descabellado intuir que la relación que los
ciudadanos ingleses o americanos han tenido con los vinos galos o germanos
pueda, en verdad, ayudarnos a entender un poco mejor si quiera las
relaciones que han mantenido con estas dos culturas. Huelga en este punto
decir la profundísima huella que Alemania ha tenido en Inglaterra (desde
los Anglos) o Estados Unidos (que toma la hamburguesa como plato
nacional propio e importa las mejores mentes germanas de la histioria de
manera sistemática y capitalistamente implacable). O la que ha tenido
Francia; que invadió primero Inglaterra para luego enamorarse de ella hasta
el punto de hibridad su excelsa lengua con un titubeante anglosajón. Y a la
que tanto debe Estados Unidos; nación que sin los ideales franceses no
habría llegado si quiera a soñar con romper las cadenas coloniales que la
amarraban al viejo mundo.
Nos permitiremos poner fin al presente artículo con una cita de A
Moveable Feast, donde el novelista norteamericano Ernest Hemingway
declaraba lo siguiente :
As I ate the oysters with their strong taste of the sea and
their faint metallic taste that the cold white wine washed
away, leaving only the sea taste and the succulent texture,
and as I drank their cold liquid from each shell and
washed it down with the crisp taste of the wine, I lost the
empty feeling and began to be happy and to make plans.
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Nos resulta una hermosa cita para concluir nuestro recorrido por este
tema, brindado por futuros estudios en los que continuar bebiendo de las
culturas alemana, francesa, inglesa y norteamericana.
Referencias bibliográficas
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