ISSN: 2171-6633
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
UN AUTOR OLVIDADO DE RELATOS HISTÓRICOS:
PAUL LACROIX «LE BIBLIOPHILE JACOB»
ÁNGELES GARCÍA CALDERÓN
Universidad de Córdoba
id1gacaa@uco.es
Fecha de recepción: 5.09.2014
Fecha de aceptación: 15.12.2014
Resumen: Trabajo que trata de rescatar del olvido a un humanista francés del XIX,
persona de gran influencia en su época, más conocido por su pseudónimo (“le
Bibliophile Jacob”) que por su nombre (Paul Lacroix), cuya figura tendría una gran
influencia en la atmósfera cultural de la capital parisina, desde su posición de
conservador de la importante Bibliothèque de l’Arsenal” hasta su labor de escritor-
periodista, pasando por su afición a la narración histórica, en una época en la que
toda Europa sentía la influencia del creador de la novela histórica Walter Scott.
Preceden a la figura de Lacroix dos breves apartados sobre el relato histórico y su
desarrollo en Francia.
Palabras clave: Narración histórica, Francia, siglo XIX, Paul Lacroix.
Abstract: The aim of this paper is to attempt to rescue a 19th century French humanist
from oblivion. He was a writer of great influence in his time, better known by his
pseudonym (“le Bibliophile Jacob”) than by his real name (Paul Lacroix); his figure
was a great influence in the cultural atmosphere of the French capital, from his
position as curator of the important Bibliothèque de l’Arsenal” and because of his
work as writer-journalist, not to mention his fondness for historical fiction, at a time
when the whole Europe was under the influence of the creator of the historical novel,
Walter Scott. In the present paper the focus on the figure of Lacroix is introduced by
two brief sections about historical fiction and its development in France.
Keywords: historical fiction, France, 19th century, Paul Lacroix
1. Introducción: Consideraciones sobre el relato histórico
Los orígenes de la novela histórica pueden buscarse desde los inicios de
la literatura, ya que los elementos de ficción e historia en conjunto se
encuentran en las epopeyas, en las crónicas, en traducciones de leyendas
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árabes y otras orientales, en cuentos de caballerías de fondo histórico y en
unas pocas obras a las cuales se puede aplicar correctamente el nombre de
novelas históricas.
1
El hecho cierto es que lo que podríamos denominar novela histórica”
(creación atribuida certeramente a Walter Scott en sentido estricto) es un tipo
de escrito que ha circulado de la mano de los historiadores más famosos:
desde Jenofonte (c. 431 a. C.-354 a. C.) hasta Quinto Curcio
2
. Del primero, su
Ciropedia, que trata de la juventud, ascenso y gobierno de Ciro (365-380 a.
C.), obra en que más resaltan las bellas dotes del estilo de Jenofonte, es
clasificada generalmente entre las obras históricas, aunque realmente tiene
s de ficción que de relación verídica; Jenofonte, sin embargo, adopta
enteramente la forma histórica sin dar a conocer que se propone trazar el
ideal de la educación de un príncipe, hasta que la lectura atenta descubre
que aquel conjunto tan bello no está formado con datos sacados de la
civilización de la Persia, sino tomados hábilmente de lo más adelantado de
la sociedad helénica, combinados con no menos arte con algunos de los
rasgos distintivos del carácter oriental y los suficientes hechos históricos
necesarios para dar a la obra toda la verosimilitud posible: no es por
consiguiente la Ciropedia una novela histórica, sino más bien un relato moral,
un tratado de educación. Del segundo, su biografía de Alejandro Magno,
compuesta por diez libros, de los que los dos primeros están perdidos, y los
ocho restantes incompletos, es una ficción fundada en hechos.
Es claro que la Ciropedia debió ser el modelo del Télémaque, de Fénelon,
así como en cierta medida el arquetipo de la “narración histórica” y
filosófica por excelencia, aunque con más derecho se adjudicaría el título de
padre de la narración histórica a Herodoto (c. 484-425 a.C.), considerado
como el fundador de la Historia en Occidente, así como el primero en
componer un relato razonado y bien estructurado de las acciones humanas.
Para Herodoto, como siglos s tarde para Walter Scott,
3
la descripción de
1
Para el apartado de los orígenes, en conjunto, es valioso el libro de Guillermo Zellers: La novela
histórica en España (1828-1850), New York, Instituto de las Españas, 1938, pp. 9-10.
2
Historiador romano que vivió presumiblemente bajo el reinado del emperador Claudio
(siglo I) o en el de Vespasiano y del que únicamente se conoce su Histor Alexandri Magni
Macedonis, cuya narración comienza en el año 333 a. C.
3
Por lo que respecta a Walter Scott, parece que a veces los dones que adornan a un escritor son
tan evidentes que hasta la propia crítica se olvida de mencionarlos, o no concederles la
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 55
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hechos históricos era el relato de las costumbres, de las tradiciones, de las
supersticiones y, en general, el panorama brillante de los hábitos humanos.
Todo este inicial modus operandi, sobre un fondo de historia o biografía
novelada, iría alterándose, conforme avanzaban los siglos, cambiando los
nombres de los protagonistas.
2. La narración histórica en Francia
Anterior a la aparición de Scott en el universo novelesco, así como a la
serie de epígonos e imitadores, como ya expuse en un trabajo reciente al
tratar la obra de Mme de Genlis,
4
si queremos referirnos a autores y obras
concretas para enmarcar la novela histórica en los siglos XVII y XVIII en
Francia, tres adjetivos nos ayudan a señalar las distintas etapas: “héroïque”,
“galante” e “historique”; el primero, entre 1640-1660, da nombre a las largas
narraciones de Gomberville, La Calprenède y los hermanos Scudéry; el
segundo es el apelativo que dará Mme de Villedieu a sus relatos cortos de
1670: Annales galantes; el tercero es el nombre que conviene a los relatos de
Mme de La Fayette
5
.
importancia que tienen. En el caso de Scott, es evidente que el escritor ya nació con dos
vocaciones aparentemente contradictorias: la de poeta y la de anticuario; en ellas, y no en otro
lugar, es donde hay que incidir para resaltar la causa del mérito original y del inmenso éxito de
sus novelas. La génesis de éstas anuncia todos los resortes de una gran imaginación poética; su
ejecución es el fruto de un profundo conocimiento de las costumbres y del espíritu de la Edad
Media estudiado en las crónicas. El hecho de situar la acción en épocas pasadas no era anormal
antes de Scott, así como vincular la trama novelesca con el fondo histórico. No obstante, sería el
escritor escocés quien, partiendo de la tradición narrativa inglesa del siglo XVIII e influido por
las tesis del historiador Macaulay, crearía el patrón y dejaría fijadas las características del nuevo
subgénero narrativo. Scott es ante todo un gran narrador, un escritor que sabe contar historias.
4
Trabajo que incluye una breve exposición sobre el género histórico en Francia, y que se
encuentra en A. García Calderón y B. Martínez Ojeda: Mme de Genlis y el relato histórico de finales
del XVIII-principios del XIX. “La jeune pénitante”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Córdoba, 2013, pp. 13-18.
5
En los tres, casos casi todos los autores toman sus fuentes de España, lo que nos lleva en este
punto a añadir que la forma primera del relato histórico fue el relato “hispano-morisco”, siendo
tres las obras narrativas a las que se aplica el calificativo de novelas moriscas: la anónima
Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa, 1565 (incluida en la Diana de Montemayor), la
Historia de Ozmín y Daraja (intercalada en la primera parte del Guzmán de Alfarache, 1599, de
Mateo Alemán), y sobre todo la Historia de los bandos de los Zegríes y Abencerrajes, de Ginés Pérez
de Hita (1595), más conocida por el título de Guerras civiles de Granada. Pérez de Hita, además de
ser el creador del subgénero morisco en el relato, fue el iniciador de la novela histórica.
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Desde el éxito de los relatos de Mme de Villedieu buena parte de los
novelistas franceses del último cuarto de siglo seguirán la moda de insertar
una intriga sentimental en los acontecimientos de la historia política. Así lo
hace Pierre d’Ortigue de Vaumorière en Diane de France (1675); la baronesa
de Aulnoy en su Histoire d’Hypolite, comte de Douglas (1690); el historiador
Pierre de Lesconvel en Intrigues amoureuses de François premier, ou Histoire
tragique de Mme la comtesse de Chateaubriand (1695), y en Le Prince de Longueville
et Anne de Bretagne (1697), Anne de Montmorency, connétable de France (1697).
Es importante señalar el punto de inflexión entre estos tres tipos de
relatos, que puede definirse en la novela francesa como el paso de una época
a otra o el comienzo de la modernidad, y que viene marcado por la
publicación de los dos volúmenes de relatos de Jean Regnault de Segrais: Les
Nouvelles françaises, ou les Divertissements de la princesse Aurélie, 1656-57. Con
Segrais finaliza la concepción que existía de la novela como epopeya en
prosa en la que el héroe era un príncipe o jefe del ejército, de nombre Cyrus,
Alexandre, César o Arminius, que acumulaba a lo largo de unos cuantos
volúmenes pruebas de su valor guerrero y de su exquisita galantería. Los
recursos de la acción novelesca estaban fijados de antemano: tempestades,
ataques de piratas, islas desiertas, combates extraordinarios, raptos y otros
ardides truculentos. Los acontecimientos de La Fronda, entre 1648 y 1653,
darán lugar al nacimiento de una nueva sociedad, que mostraría su hastío
por este tipo de novelas, dando mayor importancia a los análisis
sentimentales y a las sutilezas galantes. Tres autores desempeñarían un
papel fundamental en la evolución del género novelesco en esta época: el ya
citado Segrais, Mme de Villedieu y Mme de La Fayette. El primero, que en el
prólogo de sus Nouvelles expondría la teoría del género y dotaría de
dignidad a sus relatos sin condenar la novela heroica (a la que reprocha sus
anacronismos), contra los que propone presentar a reyes y emperadores
franceses que den lugar a una novela nacional. La segunda desarrollará la
acción de sus relatos en el reinado de Francisco I, Enrique II y Carlos IX, con
personajes que se llaman Nevers o Guisa, documentando sus relatos con la
obra de historiadores y cronistas (Mézeray, el Père Anselme y Davila). Las
Este tipo de relato se difundiría en Francia durante todo el siglo XVII con el nombre de relato
hispano-mauresque, llegando su influencia hasta finales del XVIII con el fabulista e hispanista
Florian, y finalizando con Les Aventures du dernier Abencérage de Chateaubriand, en 1826.
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obras de Mme de La Fayette darán al relato histórico sus cartas de nobleza,
al tiempo que una de ellas, La Princesse de Clèves, marcará una nueva etapa
en el relato de introspección psicológica.
A finales del XVII y durante el XVIII la moda está en las memorias
apócrifas más verosímiles (Courtilz de Sandras, Mémoires de M. d’Artagnan,
1700, fuente de la obra de Dumas padre Les Trois Mousquetaires; Anthony
Hamilton, Mémoires de la vie du comte de Gramont, 1713), o en los relatos de
anticipación, heroicos y didácticos (Fénelon, Télémaque, 1695; Marmontel,
Bélisaire, 1767, Les Incas, 1777; el abad Barthélemy, Voyage du jeune Anacharsis
en Grèce au IVe siècle de l’ère vulgaire, 1788; Chateaubriand, Les Martyrs, 1809).
Pero fundamentalmente se desarrollan las condiciones ideológicas y
literarias de una mutación de la novela histórica: la novela de costumbres
modernas (la de Marivaux, de Lesage, de Laclos o de Rétif de La Bretonne)
refleja con más verdad y menos convención la psicología, la mentalidad y las
costumbres de la época.
Por lo que concierne a la teoría de la narración histórica, ya en 1780 un
religioso "sous-principal" de las Academias de Montauban, Clermont-
Ferrand y La Rochelle, el padre Vitrac, define a la perfección las
singularidades imprescindibles para un relato histórico:
Qualités particulières du Récit Historique
1º. La Narration Historique est un exposé vrai,
exact et fidèle d'un événement réellement arrivé.
2°. Le Récit Historique doit être naturellement dans la
forme indirecte; c’est-à-dire que le Narrateur doit
raconter ce qui a été fait par les Acteurs qu’il introduit
sur la scène, et ne point les faire parler eux-mêmes.
3°. La principale qualité de la Narration Historique, c’est
la rapidité. Le Narrateur se hâte d'arriver à l'évènement;
et c’est pour lui surtout qu’est vraie cette maxime
d'Horace:
Et brevitate opus, ut currat sententia neu se
impediat verbis lassas onerantibus aures.
6
6
Horacio, Sátiras, Libro 1, 10, vv. 9-10:
"Debe la obra ser breve; que transmita la idea,
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4°. Le Récit exclut les pensées brillantes & les tours
recherchés; tout cet appareil déguise la vérité, plutôt
qu’il ne l’embellit. Les tours recherchés, les pensées
brillantes, conviennent moins à un homme de bon sens,
qu’à un Rhéteur qui veut attirer sur lui une partie de
l'attention qui n’est dûe qu’au sujet.
5°. Le talent de bien narrer, est peut-être le plus agréable
des talents, mais c'est le moins commun; quoique tout le
monde croie le posséder & se mêle de l’exercer. Que
d'ennuyeux conteurs ou rencontre tous les jours dans le
monde!
7
Entre 1780 y 1815 la novela seguiría siendo un género secundario en
Francia; no obstante, y debido a una emergencia de la rehabilitación de la
mujer como ente social, la literatura de narración se convierte en el terreno
de las novelistas, sobre todo en Francia y en países francófonos, donde
surgen escritoras que reivindican describir en sus heroínas locas y furiosas
pasiones, como así ocurre, entre otras, en las obras de Isabelle de Charrière,
Ysabelle de Montolieu, Madame de Genlis, Madame de Krüdener, Madame
Cottin, Madame de Staël, Madame de Souza y la duquesa de Duras. De
todas ellas serían importantes para el desarrollo del género histórico Genlis
y Cottin.
Limitándonos al siglo en que eclosiona verdaderamente la novela
histórica, el XIX, en él se opera una conjunción entre novela e historia.
8
No es
aventurado situar en primera línea a Alfred de Vigny y Victor Hugo. En
Cinq Mars y en Stello, ya se respira un sentimiento del arte tan hondo y
verdadero que hace que los dos relatos sean admirables “tableaux
historiques”. Por su parte Victor Hugo, en Notre-Dame de Paris, hermosa
epopeya escrita, se revela como un maestro en varias facetas: artista e
historiador, anticuario y poeta. Su obra, llena de finos y delicados matices de
no sea que las palabras fatiguen los oídos."
7
Traité élémentaire du genre épistolaire, de l'apologue et de la narration, à l’usage de MM. Les
Humanistes du Collège Royale de Limoges. Limoges: Léonard Barbou, 1780, pp. 121-122.
8
Tanto en el tono como en el espíritu las páginas de los historiadores (Michelet, Augustin
Thierry) tienen bastantes coincidencias con la de los cultivadores del género histórico (Balzac,
Hugo, etc.).
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 59
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sentimiento y observación, es una de las cumbres de la novela histórica
francesa.
9
3. Paul Lacroix, "Le bibliophile Jacob"
El parisino Paul Lacroix de Niré (1806-1884), conocido también como "le
Bibliophile Jacob", así como por los seudónimos de Pierre Dufour y Anthony
Dubour, pronto comenzaría una carrera de dramaturgo que duraría poco, y
posteriormente otra de "feuilletoniste" para la prensa. Su figura atraviesa el
siglo XIX, delimitando una trayectoria que oscila entre el escritor-periodista
y el conservador de la Bibliothèque de l’Arsenal”, en París, desde 1855. La
aparición de son Histoire du seizième siècle sería muy bien acogida,
concediéndosele a los 28 años la Legión de Honor.
Su fama se cimentaría en la publicación en el Mercure du dix-neuvième
siècle, de crónicas de gran éxito, que serían completadas con Les Soirées de sir
Walter Scott à Paris, en 1829, de enorme repercusión y que serían
reeditadas continuamente. De esta época proviene su pseudónimo de
“Bibliophile Jacob. Su pasión por la novela histórica bebe en esos
momentos del relato histórico de Alfred de Vigny Cinq Mars, así como
de los dramas históricos del colaborador del Globe, Ludovic Vitet,
10
muy
bien definidas por el autor como “scènes historiques” y que ya aclara de
inicio en su “Avant-propos” que no se trata de teatro.
11
El éxito de algunas de sus novelas lo lleva a decantarse por el relato
histórico, basado fundamentalmente en la Edad Media. Al mismo tiempo, su
9
Aunando modos de relatar y estilos, una definición lógica y asumible en su mayor parte por la
crítica del tiempo podría ser la siguiente:
La novela histórica es un relato en el que la ficción se mezcla con la verdad de hechos o
costumbres históricas; en la que el autor escribe no solo por diversión, sino también para la
instrucción de sus lectores; en la cual se propone desenredar los hilos de una intriga, anudada
con más o menos fortuna, así como aclarar las oscuridades existentes o llenar los vacíos de la
historia.
10
Político y escritor que llegaría a ser elegido miembro de la “Académie Française”, publicaría
entre 1826 y 1829 tres “scènes historiques” (Les Barricades, Les États de Blois, La mort de Henri III),
que le proporcionaron una gran notoriedad, reuniéndolas luego en un volumen con el título de
La Ligue (1844).
11
“Ce n’est point une pièce de théâtre que l’on va lire, ce sont des faits historiques présentés
sous la forme dramatique, mais sans la prétention d en composer un drame. (Les Barricades,
Scènes historiques. Paris: Jules Renouard, J. L. J. Brière, 1826, p. V).
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pasión por la bibliofilia lo conduce a recorrer Francia e Italia en busca de
obras raras o poco conocidas, que el autor se dedica a reeditar, utilizando
para ello el nombre de "Bibliophile Jacob" o de P. L. Jacob. Su colección de
autógrafos, que legaría a la Biblioteca del Arsenal tras su muerte, está
formada por más de 10000 cartas. Sus ediciones de autores franceses más
conocidas comprenden las de Marot, Rabelais, Perrault, La Fontaine,
Bachaumont, etc. Asimismo, publicó obras de erudición muy valiosas como
L'Origine des cartes à jouer (1836), Histoire de l'orfèvrerie et de la joaillerie (1850),
Mœurs, usages et coutumes au Moyen Age et à la Renaissance (1873), Paris à
travers les âges (1877), así como una Histoire de France par les principaux
historiens, en colaboración con el famoso historiador, ensayista, novelista y
político francés Henri Martin. Una relación de sus obras por él propio autor
incluye estas curiosas definiciones
12
: histoire, romans-histoires,
“romans de mœurs, contes et nouvelles historiques, littérature mêlée.
13
12
Se pueden encontrar al inicio de sus obras.
13
Amplios resúmenes de sus obras se pueden encontrar en la Revue des Romans. Recueils
d’analyses raisonnées des productions remarquables des plus célèbres romanciers français et étrangers,
cpmp por ejemplo el siguiente, de Eusèbe G***** Tome Second. Paris: Librairie de Firmin Didot
Frères, 1838:
LES DEUX FOUS, histoire du temps de François Ier, in-8, 1830, ouvrage publié sous le pseudonyme de
P. L. Jacob, bibliophile. Cette histoire du roi François Ier et de Diane de Poitiers n’est, à le bien
prendre, que l’histoire du vieux Paris, de son peuple, de ses coutumes, de ses usages, de ses
superstitions. L’auteur a voulu placer François Ier sur le premier plan, et après lui sa belle
maîtresse, et Triboulet, comme opposition au roi, et Caillette, comme contraste à Triboulet. Tous
ces personnages étaient sagement disposés quand il s’est mis à l’ouvrage; mais l’abondance des
matériaux à mettre en œuvre est venue déranger son plan, où sont entrés de toutes parts la ville,
la cour, le peuple, les soldats, les magistrats, tout le siècle, chacun parlant son langage, tantôt
patois, tantôt français, si bien que c’est souvent à ne pas s’entendre. Un grave reproche à
adresser encore à l’auteur, c’est d’avoir fait notre vieux peuple beaucoup trop laid; en effet, il
n’y a pas un honnête homme dans son livre, pas une femme honnête, pas un bourgeois qui ait
du cœur; ce n’est pas cependant ce que nous avons entendu dire de la noblesse de nos ancêtres,
de leur courage civil, de leur noble résistance aux excès du pouvoir. Des hommes qui ont
parcouru l’Italie en vainqueurs, qui sont restés fidèles à leur roi prisonnier en Espagne, qui ont
chassé l’Anglais du territoire, ne sont pas des hommes comme les peint M. Jacob. Il n’y as pas
jusqu’à Triboulet dont le véritable caractère soit méconnu: le joyeux Triboulet, grelots en tête,
marotte en main, bossu deux fois, faisant la grimace à tout le monde, était un fou et rien de plus.
Mais en revanche Caillette, le premier fou, le héros du livre, est une création originale. Caillette
porte un cœur noble sous la livrée de fou; il est fou par sa charge, mais sage de tête. C’est lui qui
amène Diane à Paris, lui qui l’aime sans oser le lui dire, lui qui est fait le témoin de cet amour
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 61
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3.1. Paul Lacroix y sus novelas históricas
Por lo que respecta a su labor como narrador, su aportación en el campo
de la novela histórica está muy bien cuantificada, según la opinión de un
crítico de su tiempo:
Si le bagage littéraire du bibliophile Jacob est plus
volumineux que celui de Vigny ou de Victor Hugo, il est
en revanche de moindre valeur. On ne saurait toutefois
lui refuser plus d'un genre de mérite. Conteur
infatigable, jeune homme qui s'est fait vieillard pour
nous dire les temps anciens, il a dessiné, avec esprit
toujours, et souvent avec vérité, le profil et l'allure des
générations éteintes. Il y a dans les Soirées de Walter Scott,
dans la Danse Macabre, les Francs Taupins, le Roi des
Ribauds, les deux Fous, plus de véritable érudition que
dans beaucoup d'histoires, plus d'intérêt que dans
beaucoup de romans de mœurs ou prétendus tels. Mais
il me paraît moins heureux dans tout ce qui est de
sentiment, de style et d'invention. C'est à lui surtout
qu'on pourrait reprocher d'avoir sacrifié l'homme
intérieur à l'homme extérieur, le style et l'intrigue aux
décors et aux costumes. Nisard lui reproche en outre
d'avoir «noyé sa précieuse érudition dans je ne sais quel
lavage de petits détails et d'arrangements prétendus
dramatiques qui lui ont ôté son relief d'érudit, en
augmentant peut être sa vogue de débitant et
malheureusement il n'a pas tort.
14
Pero no sería Désiré Nisard el único que le reprocharía a Lacroix el
haberse introducido en el terreno de la novela histórica, ya que mucho más
contundente sería la opinión de un importante teórico de finales del XIX
qui le tue, lui qui meurt à la fin du livre. «Caillette, pauvre cher fol,» dit François Ier en essuyant
deux larmes sur ses joues, «pauvre fol d’amour: il y a des larmes dans cette mort».
14
M. de Lasicotière: Mémoire sur le roman historique. Présenté au Congrès Scientifique de France, tenu
au Mans, en septembre 1839. Mans: Imprimérie-Librairie de Ch. Richelet, 1839, p. 45. La opinión
que cita Lasicotière, del político, escritor y crítico literario Désiré Nisard (1806-1888), es de su
obra: Essai sur la littérature anglaise et considérations sur le génie des hommes, des temps et des
révolutions. Paris: Furne et Charles Gosselin, éditeurs, 1836, tome II, p. 334.
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respecto de la evolución de la novela histórica en Francia, como se deduce
por la siguiente cita:
Pour achever de déconsidérer un genre hier encore
glorieux et respecté, il ne fallait plus qu'ajouter
l'obscénité à la violence. Le bibliophile Jacob, Roger de
Beauvoir, Regnier-Destourbet, et tous enfin, étalèrent à
qui mieux mieux, et presque d'un bout à l'autre de leurs
prétendus romans historiques, les plus répugnantes
indécences. «Le latin dans les mots brave l'honnêteté»: le
vieux français aussi, et l'obscénité passe à la faveur de
l'archaïsme. Quelques-uns s'établirent tout à leur aise
dans la langue de Rabelais. Et c'est ainsi que le genre
cher à Walter Scott,-à Walter Scott, le plus scrupuleux, le
plus chaste des romanciers et qui regretta toujours
quelques touches un peu chaudes dans le portrait
d'Effie,- sombrait dans le dégoût, au milieu des
protestations indignées qui ne se firent pas attendre.
15
De la misma época, una obra tan prestigiosa como la del historiador de
literatura Eugene Gilbert: Eugène Gilbert: Le roman en France pendant le XIXe
siècle, en su segunda parte dedica un apartado (chapitre II) al "Roman
historique":
La première tentative de roman historique, en France, à
cette époque, fut le Cinq-Mars d'Alfred de Vigny. La
Chronique du règne de Charles IX de Mérimée, Notre-Dame
de Paris de V. Hugo, quelques œuvres de P. Lacroix ou
de Roger, divers contes de Nodier, les Chouans de Balzac,
le Don Alonzo de Salvandy, et les baroques élucubrations
du vicomte d'Arlincourt vinrent à la suite. Puis
apparurent les innombrables romans d'Alexandre
Dumas et de son école, qui inoculèrent à ce genre la
fantaisie, l'imagination riche jusqu'au dévergondage, et
même l'invraisemblance.
Nous pourrions rattacher encore au roman historique
Stello et les Servitude et grandeur militaires d'A. de Vigny.
15
La cita es de la conocida obra de Louis Maigron: Le Roman historique à l’Époque Romantique.
Essai sur l’influence de Walter Scott. Paris: Hachette, 1898 (rééd. Honoré Champion, 1912), p. 185.
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 63
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Mais, ces nouvelles étant plutôt guidées par une pensée
philosophique, contenant la quintessence des idées et
des croyances du- poète, nous préférons les joindre au
roman personnel.
16
Sin embargo, el libro del editor científico belga Gilbert ni siquiera
dedica unas líneas a nuestro autor, a pesar de analizar
minuciosamente autores y novelas francesas de la época en el
capítulo II de la Segunda Parte de su obra (“le Roman historique”)
Cinq-Mars de Vigny, La Chronique du règne de Charles IX de Mérimée,
Notre-Dame de Paris de Victor Hugo y “Le Roman de cape et d’épée” de
Alexandre Dumas.
Todas estas opiniones de críticos e historiadores de literatura tenían el
terreno abonado en los juicios emitidos por los escritores contemporáneos de
Lacroix, que no parecían aprobar la afición del archivero a la creación de
novelas, siendo uno de los más decisivos el de Balzac, quien lo catalogaría
como “le point culminant de la médiocrité”
17
.
No menos sangrante sería la opinión de Flaubert, expresada por medio
de sus personajes en su última novela: Bouvard y Pécuchet (1880), culmen del
ingenio humano por las opiniones emitidas en esta especie de enciclopedia
crítica redactada a modo de farsa, y que pretende reunir en un libro todos
los conocimientos de la humanidad. En la obra, en el momento en que los
dos copistas se dedican a leer novela histórica, citan el nombre del bibliófilo
de manera desdeñosa: La couleur de Frédéric Soulié, comme celle du
bibliophile Jacob leur parut insuffisante”.
18
El que las opiniones de Balzac y Flaubert influyeran en la crítica de la
época y posteriormente es algo que está fuera de toda prueba, si pensamos
que se trata de los dos escritores más relevantes en la novela francesa, no
16
Paris: Librairie Plon, 1896, p. 86 (rééd. Paris: Plon-Nourrit, 1900), el subrayado es mío.
17
Honoré de Balzac: “Lettre du 29 mai 1833 Madame Hanska)”, Lettres à Madame Hanska, éd.
par Roger Pierrot. Paris: Laffont, 1990, t. I, p. 41.
18
Gustave Flaubert: Bouvard et Pécuchet (1880), éd. par Claudine. Gothot-Mersch, Paris:
Gallimard, 1979, p. 202. El citar a Jacob junto a Soulié se debe a que sus relatos históricos
rivalizaron. Frédéric Soul (1800-1847) es un escritor hoy muy poco leído actualmente, pero
que en su época no dejaba a nadie indiferente: su obra irrita o seduce, pudiéndosele achacar
sobre todo su falta de corrección y revisión; pero en cuanto a creación, invención, estudio de
caracteres, disposición de la trama y combinación de efectos nadie llega a su altura, logrando
con ello atrapar a su lector desde la primera línea.
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sólo en el siglo XIX, sino posiblemente en todas las épocas: uno poseedor de
una imaginación fabulosa, que lo lleva a transcribir fielmente las
“incidencias” de la sociedad de su tiempo; el otro, Flaubert, dueño de un
estilo de escritura prácticamente perfecto.
19
La influencia de los dos en la
vida literaria de la época sería tenida muy en cuenta para los posteriores
juicios de la crítica.
Un amplio fragmento de una especie de ensayo-prólogo a sus obras, nos
da una idea muy aproximada de los materiales históricos y narrativos que
Lacroix tenía en cuenta para redactar sus relatos:
L'HISTOIRE ET LE ROMAN HISTORIQUE
1er novembre 1833
Fréquentez-vous les bouquinistes? C'est que se
trouve la meilleure société; aristocratie de naissance,
aristocratie de fortune, aristocrate de talent, toutes trois
se coudoyant de bonne intelligence: car il est difficile de
passer trois de front dans une boutique de vieux livres,
et il faut acquérir une adresse de mouvements toute
bibliognostique pour circuler entre les ruines pendantes
des volumes empilés. Le moindre choc, le moindre
souille peut écraser l'imprudent sous un amas d'in-folio,
sous un déluge de poussière. Ou dirait une image des
catacombes de Rome, le seul ébranlement de l'air
détermine la chute d'une voûte. [...].
Un jour, en furetant parmi la bouquinaille de Guillemot,
je découvris une Cosmographie universelle de Belleforêt,
ouvrage assez rare et peu estimé, quoique l'original
Munster le soit beaucoup, et quoique le traducteur
vaille dix fois mieux que le cosmographe latin, qu'il a
considérablement amélioré par d'excellens Mémoires
relatifs à la France. À côté des trois volumes in folio
posait une petite édition des Antiquités des villes et
châteaux de France, par André Duchêne, ouvrage très
connu, mais estimé aussi mal à propos que les Essais sur
19
Parece ser que corrigió 19 veces su Madame Bovary, hasta llegar a estar satisfecho de su
resultado final.
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 65
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Paris de Sainte-Foix, l'Histoire de France d'Anquetil et
nombre d'autres livres usuels dont la réputation est faite
et appuyée sur la base de vingt éditions. Je feignis de
vouloir acheter les deux in-douze de Duchêne, et j'en
demandai le prix. [...].
Monsieur, me dit en s'approchant avec intérêt le
nouvel auditeur que je m'étais fait par la chaleur et la
conviction de mes paroles, monsieur, êtes-vous
historien?
Non, monsieur, repris-je froidement, je suis romancier.
Cette réponse, qui désenchanta mon homme, brisa en
deux son sourire et glaça la familiarité de confrère qu'il
m'exprimait déjà du regard; j'examinai ce questionneur
de manière à le juger physiologiquement: c'était un
vieillard poudré à blanc, comme je l'avais remarqué sans
pouvoir deviner à quelle classe il appartenait, car J. B.
Thiers, docteur en théologie et curé de Vibraie, a omis
la définition des genres dans son Traité des perruques.
Cependant, à voir le correct arrangement de cette
chevelure postiche, le costume propre et symétrisé du
porteur d'icelle, sa cravate bien blanche et bien nouée,
son chapeau lissé à la brosse, son habit râpé, mais le plus
soigneusement du monde, ses bottes lustrées sans une
tache de bouc, on pouvait se faire idée d'un caractère
froid, positif comme une date, régulier comme le front
de bataille d'une bibliothèque; sa figure était à l'avenant,
grave plutôt que sévère, inerte plutôt qu'immobile, jaune
plutôt que pâle: il n'avait guère que trois ordres à sa
boutonnière, et probablement pas moins de vingt
brevets de sociétés savantes dans son portefeuille.
Monsieur, lui dis-je piqué de l'accueil assez peu
flatteur qu'il faisait à ma réponse, vous n'êtes pas
romancier?
Assurément, non, monsieur, reprit-il piqué à son tour
et rougissant comme une rubrique d'ancien livre de
droit; j'ai l'honneur d'être historien, et vous annonciez
assez de connaissances pour me sembler digne de l'être.
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Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
Je vous remercie de l'éloge, monsieur, repartis-je
décidé à rompre une lance en faveur du roman
historique; mais j'y serais plus sensible, si je n'avais la
faiblesse de mettre sur la me ligne l'historien et le
romancier. Peut-être donnerais-je la préférence à celui-ci,
depuis que Walter Scott, Manzoni, Victor Hugo ont
composé Notre-Dame de Paris, les Fiancés et Quentin
Durward.
Quelle hérésie, monsieur! s'écria l'historien blessé au
vif dans sa propre estime; vous n'oseriez soutenir ce
monstrueux paradoxe.
Je l'oserais, et ne désespérerais pas d'y réussir, si je ne
craignais d'être aussi imperturbablement ennuyeux que
le père Lebossu dans son Traité du poème épique. Avez-
vous jamais lu des romans historiques?
Oui et non, monsieur; j'en ai lu comme des journaux,
comme des brochures, comme tout ce qu'on oublie d'une
heure à l'autre. Que reste-t-il aujourd'hui des célèbres
romans de d'Urfé, de la Calprenède et de Scudery?
c'est à peine si on relit ceux de Voltaire et de Marivaux.
On cite beaucoup Tom Jones et Clarisse, on les admire
sur parole; les enfans aiment Gulliver, les écoliers
Faublas, les femmes la Nouvelle Héloïse, les hommes Gil
Blas, voilà tout; Anne Radcliffe est à présent est
madame de Genlis; j'ai entendu vanter quelque part un
M. Paul de Kock, qui écrit des gaudrioles: cela est bon
pour le peuple le plus gai et le plus léger.
Je ne défendrai ni M. Paul de Kock ni madame de
Genlis, quoique celle-ci ait publié des romans presque
aussi historiques que ses Mémoires, ni Anne Radcliffe, ni
même mademoiselle de Scudery, malgré mon
dévouement à la cause des dames; je ne me ferai pas non
plus le panégyriste des romans de mœurs, qui suppléent
à la comédie et complètent l'œuvre morale du théâtre.
Les romans de Jean-Jacques Rousseau, de Lesage, de
Louvet, sont d'admirables peintures des vices de
l'homme et de la société, de même que les pièces de
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 67
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
Molière et de Beaumarchais. La littérature actuelle
produit encore des ouvrages du plus haut mérite dans ce
genre, et le nom de roman, qu'on avait l'habitude de
donner à des élucubrations triviales ou absurdes, mal
digérées et plus mal écrites, s'applique aux productions
vraiment remarquables de notre époque. Ainsi, pour
choisir un exemple qui touche à mes sympathies les plus
chères et les plus fraternelles, je nommerai avec orgueil,
entre les noms de Janin, de Dumas et d'Eugène Sue, mon
ami Jules Lacroix, qui n'a encore fait qu'un roman, Une
Grossesse, et qui a pris son rang par ce livre de drame, de
pensée et de style. Le roman n'est qu'une forme multiple
qui se prête à tous les caprices de l'imagination, à toutes
les ressources du talent: dans le roman se sont fondus
tous les genres, comme dans un creuset les métaux qui
s'allient pour créer le bronze; le roman réunit la tragédie
et la comédie, la satire et l'élégie, la philosophie et la
science, l'épopée et l'histoire...
L'histoire, monsieur! l'histoire en roman! A mon tour,
je vous demanderai si vous savez bien ce que c'est que
l'histoire?
Nous pourrions nous dire l'un à l'autre: «Vous êtes
orfèvre, monsieur Josse!» Toutefois, je vous répondrai
naïvement que je fais de l'histoire dans mes romans,
comme Varillas faisait du roman dans ses histoires.
L'histoire, à votre sens, consiste-t-elle dans l'Art de
vérifier les dates? N'y a-t-il qu'une manière d'être
historien, en renchérissant de sécheresse, mais aussi
d'exactitude, sur les Mabillon, les Baluze, les Clément?
En un mot, la dissertation et la chronologie, est-ce là
toute l'histoire? autant vaudrait réduire à l'anatomie la
connaissance des hommes! L'histoire peut être, ce me
semble, divisée en trois classes, qui se subdivisent elles-
mêmes en autant d'espèces qu'il y a de variétés d'esprit:
l'histoire mathématique, l'histoire abstraite ou
problématique, l'histoire pittoresque; la première
appartient au bénédictin, qui veut des chartes et les
hiéroglyphes de la diplomatique; la seconde au rhéteur,
qui veut des systèmes; la troisième au peintre et au
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poète, qui veulent des couleurs et des tableaux. Je me
range dans cette dernière classe, la plus riche et la plus
brillante des trois, quoique à la tête des deux autres se
présentent les noms de Vignier, de Labbe et de la
grande congrégation de Saint-Maur d'une part, et
d'autre part ceux de Bossuet, de Voltaire et de Guizot.
L'histoire pittoresque, qui descend de Grégoire de Tours,
du moine de Saint-Gall, de Joinville, de Froissard, de
Monstrelet et des chroniqueurs du quinzième siècle, est
arrivée à Thierry et à Walter Scott...
Walter Scott! voilà l'iconoclaste, le Calvin de l'histoire!
il a gâté le public en l'amusant. L'instruction n'est pas
une chose divertissante, et j'approuverais la fantasque
inspiration qui a rimé le Code civil, plutôt que de tolérer
les oripeaux dont vous affublez l'histoire. S'il ne faut
qu'une définition, écoutez la mienne: l'histoire doit être
nue comme la vérité ou comme les personnages des
compositions de David. Ce célèbre génie avait compris
que c'était salir la toile que d'y admettre la
représentation des costumes, et d'y donner, par
exemple, à une botte autant de place qu'à une tête
académique, il en est de même pour l'histoire, dans
laquelle votre pittoresque est un ornement étranger et
superflu. [...].
Je devrais vous démontrer d'abord que l'histoire
pittoresque n'est autre chose que le roman, c'est-à-dire la
représentation mobile et dramatique des passions
humaines en jeu sur une scène plus ou moins vaste; il
suffirait de prendre en main deux ou trois ouvrages
anciens et modernes, la moindre chronique de saint ou
de ville, la vie du maréchal de Boucicaut, celle de Jeanne
d'Arc, celle de du Guesclin, celle de Bayard, et tant
d'autres histoires qui rivalisent d'intérêt avec les
romans les mieux imaginés; je n'aurais qu'à citer un
livre nouveau qui a déjà toute l'autorité d'un vieux,
l'Histoire de Charles-Édouard, véritable roman historique,
selon les exigences de l'histoire la plus fidèle, touchant
et pathétique récit d'aventures extraordinaires que
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 69
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n'eussent pas dédaignées Amadis des Gaules ou
Palmerin d'Angleterre. Lisez, monsieur, cette excellente
histoire, qui plaide si fort en faveur du roman historique;
lisez aussi Quentin Durward et tout Walter Scott, qui a
raccommodé le public avec l'histoire. Le roman
historique, tel que je l'entends, tel que l'entendait Walter
Scott, mon maître, est un enfant du dix-neuvième siècle,
enfant robuste et vivace, à la naissance duquel n'ont
contribué en rien ni mademoiselle de La Force, ni
mademoiselle de Lussan, ni madame de Genlis, ni les
cotillons littéraires de l'autre siècle: le breton Lesconvel,
dans ses petits in-douze, intitulés Nouvelles
historiques, est aussi étranger que Baculard
d'Arnaud, le sentimentaliste, à l'origine d'un genre
mitoyen de l'histoire. On peut dire que le roman
historique national existait en germe dans les travaux du
marquis de Paulmy, de Legrand d'Aussy et de Lacurne
de Sainte-Palaye. Dès lors, Sauvigny, traducteur incolore
de Grégoire de Tours et de Sidoine Apollinaire, tenta
un essai qui réussit, les Amours de Pierre-le-Long et de
Blanche Bazu. Tressan imita et châtra nos romans de
chevalerie, qui lui durent pourtant d'être connus. La
tendance du goût était si manifeste, que Velly, Villaret
et Garnier, dans leur Histoire de France, ont tâché de
mêler à leur rhétorique cette couleur locale puisée dans
les contemporains, que les historiens philosophiques
travaillaient à effacer de plus en plus...
Ah! monsieur, quelle histoire que celle des vieux
romans de chevalerie! qu'aurait dit de cette hérésie le
père Griffet, auteur du Traité des différentes sortes de
preuves qui servent à établir la vérité de l'histoire?
La lettre tue et l'esprit vivifie, c'est parole d'Évangile
et de chroniqueur: outre la vérité des faits, n'est-il pas
une autre vérité relative non moins importante? parce
que les faits se ressemblent, toutes les époques se
ressemblent-elles? Les évenemens qui composent
l'histoire ne varient que par leur caractère: une guerre,
une bataille, une révolte, un traité de paix seront partout
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Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
identiques, si l'on ne fait ressortir les contrastes qui les
différencient à l'infini. C'est en cela que les romans de
chevalerie sont précieux pour l'histoire; ils faussent ou
négligent l'ordonnance matérielle des faits, mais ils sont
l'expression particulière du temps qui les a produits; ils
offrent une image des mœurs, des usages, de la vie
privée et publique de nos ancêtres, cette précieuse
partie de l'histoire oubliée ou dédaignée jusqu'à présent,
comme si elle n'était pas la chair qui couvre les os et
l'épiderme qui couvre la chair! Il me semble que
l'histoire est la manière neuve, fertile et vraiment
logique par laquelle revivent les hommes d'autrefois,
résurrection de l'ame et du corps dans cette autre vallée
de Josaphat.[...].
Est-ce ma faute si l'histoire et le roman historique
sont tellement mêlés ensemble que je ne puisse toucher
l'un sans l'autre? Quoique la définition soit d'ordinaire le
prétexte d'un non-sens phraséologique, je sumerai la
mienne selon mes œuvres. Le roman historique ne
renverse pas l'histoire pour s'élever à la place
qu'elle occupait; il la respecte au contraire, il la répare, et
ne construit que sur les terrains vagues l'histoire a
jeté à peine quelques fondations, éta quelques
murailles, ou seulement apporté quelques pierres; c'est à
peu près le travail tic l'artiste qui achève aujourd'hui un
monument du moyen-âge et qui suit les erremens de son
devancier, auquel il s'efforce de s'incorporer si bien,
qu'on attribue tout l'œuvre à la même main et à la même
époque.
Quoi! vous avez la prétention de remplir les
fréquentes lacunes que Dieu a laissées dans les annales
de l'humanité?
Je ne remplis pas ces lacunes par des théories, mais
par des faits homogènes à ceux qui précèdent et
suivent: ici je devine la cause, là, c'est l'effet; j'invente
avec d'autant plus de peine, que toujours il faut rassortir
et recompléter. Quand on déterra le Laocoon sous des
décombres à Rome, au seizième siècle, le groupe était
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 71
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
mutilé; un sculpteur fut chargé de la restauration, et eut
le bonheur de ne pas gâter le plus beau monument de
l'antiquité. Phidias ne reconnaîtrait pas lui-même les
traces d'un ciseau étranger.
En vérité vous avez trop de scrupules pour un
romancier! Comment, vous vous piquez d'avoir de la
conscience dans un roman?
Un roman qui me coute plus de travail, et souvent
exige plus de lectures et de notes que bien des histoires!
Je vous en fais juge: prenez une histoire de France, la
meilleure même, celle du père Daniel, cherchez-y de
notables différences, outre le matériel des faits, dans
deux règnes différens placés aux deux extrémités de la
monarchie. Les faits dans l'histoire sont le dessin, une
esquisse correcte et arrêtée, si vous voulez; mais est
la couleur sinon l'esprit d'une époque? et cet esprit,
chose indéfinissable, se compose de mille détails oiseux
en apparence, de mille riens fort important par leur
réunion: tels les grains de sable de la mer. Le père Daniel
mériterait moins que les autres historiens le reproche
que je leur adresse; car il a relaté les principaux usages
de chaque règne, et il est descendu quelquefois, pour
ainsi dire, dans les petits appartemens de l'histoire: chez
lui pourtant les ministres de Clovis ressemblent à ceux de
Henri IV, la première race n'a pas un caractère bien
distinct de la troisième, le Paris du huitième, siècle est, à
coup sur, le Paris du siècle de Colbert, les relations entre
les rois francs oui l'air d'être réglées par le cabinet de
Riswick, les guerres de Charlemagne sont modelées
d'après celles de Louis-le-Grand, en un mot le temps
moderne se reflète à chaque page dans les temps
moyens. Ces historiens, y compris Daniel, semblent fuir
les termes techniques, et il arrive de cette absence
habituelle du mot propre, que les contemporains de
saint Louis ou de Dagobert se présentent vêtus,
meublés et armés comme nous: s'agit-il de l'oriflamme
dans les croisades, on dirait le drapeau tricolore de la
République une et indivisible, sinon la cornette du
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régiment de Champagne; s'agit-il d'une chaire ou d'une
table au douzième siècle, on dirait un fauteuil à la
Voltaire et un bureau à la Tronchin, sinon des meubles
de Boule; s'agit-il enfin d'un pourpoint, d'une cotte
hardie ou d'un chaperon, on dirait un chapeau à plumes
ou une casquette, une redingote ou un habit à la
Robespierre. Ces observations peuvent s'étendre à
l'infini, se renouveler à chaque page; elles sembleront
d'abord mesquines, tyranniques, ridicules, et bientôt on
s'apercevra qu'elles sont graves, rationnelles, capitales,
on verra que toutes les connaissances en faisceau
doivent servir de base à l'histoire de même qu'au roman
historique; autrement on bâtit dans le vide.[...].
Ces connaissances se bornent au grec et au latin,
parce que nombre d'ouvrages à consulter sont écrits en
ces deux langues. Le latin surtout est indispensable,
pour les chroniques et les diplômes. Mais je ne vois pas
de quelles connaissances vous voulez parler, si ce n'est
l'art du tailleur, de l'ébéniste, de l'armurier, enfin un
abrégé de l'Encyclopédie?
Ne riez pas: l'historien ou le romancier, comme je
l'entends, doit avoir une teinture de toutes les sciences,
teinture légère, il est vrai, mais suffisante pour une
appréciation vraie des choses, et comme préliminaire
d'une étude plus approfondie; car toutes les sciences, les
plus abstraites et les plus étrangères, ont leur place
dans l'histoire ou dans le roman. Il n'est pas jusqu'à
l'astrologie, jusqu'à l'alchimie, jusqu'à la chiromancie,
qu'il ne faille avoir effleurées! Dieu me garde d'oser
prétendre à cette universalité de savoir qui ferait ma joie,
et qui est hors de la portée de ma mémoire! Cependant
j'y supplée de mon mieux avec les livres, et j'aime à me
bien représenter moi-même et à toucher du doigt les
objets que l'histoire et le roman font surgir devant une
recherche intelligente; partant j'aime à les crire et à
les montrer tels que je les ai vus. Voilà comme le détail
me conduit par degrés à l'ensemble; je façonne chaque
pierre une à une pour ériger le monument.
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 73
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
Vous m'étonnez de plus en plus, monsieur. Eh quoi!
pour être romancier il faut être archéologue, alchimiste,
philologue, linguiste, peintre, architecte, financier,
géographe, théologien, que sais-je? abstracteur de
quintessence de l'Académie des inscriptions et belles-
lettres?
Ne voyez-vous pas l'Académie descendre dans la lice
du roman et rompre une lance pour les beaux yeux de
la cruelle Renommée? c'est une sorte de chevalerie que
la manie dos romans, mais les académiciens ne sont
plus solides sur les arçons. Voltaire jugeait du mérite
d'un ouvrage par le nombre des traductions; voyez nos
romans traduits et retraduits on Allemagne, en
Angleterre et jusqu'en Russie. Les étrangers ont-ils tort
ou raison?
Il ne m'appartient pas de casser les arrêts du public;
mais vous m'avez presque tenté de devenir romancier
aussi.
Pourquoi pas? Si vous êtes historien, il ne vous faut
guère de plus que de l'imagination.
De bonne foi, vous pensez que le romancier peut
devenir l'historien?
S'il met un mors et une bride à cette fougueuse cavale
d'imagination. Quelquefois d'ailleurs il est historien sans
sortir de sa sphère de romancier. Ainsi la conspiration
de Mallet, mise en scène par mon vieil ami M.
Dufongerais, est plus belle dans ce petit cadre que
l'histoire n'aurait pu la faire en la peignant à larges traits.
Une eau-forte de Rembrandt a un prix duquel
n'approchent pas les grandes gravures de l'école de
Borne. M. Dufongerais égale les premiers historiens.
On sera bien surpris, bien scandalisé, je ferai un
roman, afin de montrer... que j'ai tout ce qu'il faut pour
cela; les romanciers feront de l'histoire à leur tour. Mais
donnez-moi un spécimen de votre manière de travailler
74 ÁNGELES GARCÍA CALDERÓN
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
et de cette exactitude historique dont vous vous
vantez...
20
Conclusión
Hombre culto, lector empedernido y constante, al que se ha calificado con
los apelativos de “homme-livre du XIXe siècle” y roman-histoire du XIXe
siècle”,
21
tras una etapa de menosprecio y desdén hacia su figura, los
estudiosos actuales de su obra tratan de situar al personaje y su obra en el
punto justo; a este respecto, y teniendo en cuenta la admirable capacidad de
síntesis que poseen los profesores y académicos franceses, nadie mejor que
uno de ellos para explicar la importancia del personaje y la significación de
sus narraciones históricas:
De nos jours, ce sont plutôt les pratiques érudites et
bibliophiliques de Paul Lacroix qui retiennent
l’attention; il faut bien avouer que ses œuvres littéraires
sont fort oubliées. Et pourtant, sans préjuger de leur
valeur, il est incontestable qu’elles ont compté en leur
temps. [...].
C’est surtout par ses romans historiques qu’il s’est
distingué. Il les publie tout d’abord chez Eugène
Renduel, qui a fait ses armes sous la Restauration auprès
du libéral Touquet, et qui a été assocdans les années
1830 à la mode romantique il édite alors Hugo, Sue,
Nodier, Musset, Soulié, Gautier. Avant les cycles de
Dumas qui paraissent la décennie suivante, les romans
de Paul Lacroix dessinent, dans les années 1830, une
fresque historique, ainsi que l’attestent les sous-titres des
romans suivants: Les Deux Fous, histoire du temps de
François Ier, 1524 (1830), Le Roi des ribauds, histoire du temps
de Louis XII, 1514 (1831), La Danse macabre, histoire du
temps de Charles VII, 1437 (1832), Les Francs-Taupins,
histoire du temps de Charles VII, 1440 (1834), Pignerol,
20
Romans relatifs à l’Histoire de France aux XVe et XVIe siècles, par Paul L. Jacob, Bibliophile. Paris:
Auguste Desrez, Imprimeur-Éditeur, 1838, pp. I-VI. Los subrayados son míos.
21
Las denominaciones provienen de una de las mejores especialistas en la obra de Paul Lacroix,
la professeure (catedrática) de littérature française du XIXe siècle” de la Universidad de
Orléans.
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 75
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
histoire du temps de Louis XIV, 1680 (1836), La Folle
d’Orléans, histoire du temps de Louis XIV, 1692 (1836), La
Sœur du Maugrabin, histoire du temps de Henri IV, 1606
(1838), La Chambre des poisons, histoire du temps de Louis
XIV, 1712 (1839) et il y a encore quelques romans au
début des années 1840.
La reprise de la locution «histoire du temps», suivie du
nom d’un roi et d’une date, sans tisser une continuité
chronologique, ni dresser un panorama systématique
des temps passés, témoigne d’un désir de relier ces
œuvres entre elles, et d’occuper, pour ainsi dire, le
terrain du roman historique –voire de l’histoire: dès la
préface des Deux Fous, Lacroix évoque «cette série de
romans-histoire qu’il s’apprête à publier les années
suivantes, expression qui, au rebours de l’appellation
commune «roman historique», manifeste le désir
d’outrepasser les bornes du seul territoire romanesque.
En 1841, à l’ouverture du roman Le Chevalier de
Chaville, une page de l’éditeur Dumont dresse la liste
des «romans-histoires» déjà parus, par ordre
chronologique de la fiction, avec, cette fois, la date
placée en tête du titre.
L’ambition de Lacroix est donc double: constituer une
fresque historique, et faire du roman historique une
écriture légitime de l’histoire. L’expression de «romans-
histoires», avec ce trait d’union qui accole les termes
sans les hiérarchiser syntaxiquement, place le genre
romanesque au niveau même de l’histoire, en une
relation dont on ne sait d’ailleurs si elle est d’égalité ou
d’équivalence. Tout l’argumentaire de Lacroix vise à
gommer la frontière entre le roman historique et
l’historiographie. Il rythme ses préfaces: «Voici un livre
où l’histoire est tellement incorporée dans le roman, et le
roman dans l’histoire, que moi-même je n’oserais
distinguer la part du vrai et du faux. Ce n’est pas de
l’histoire; est-ce du roman?»; «est-ce ma faute si l’histoire
et le roman historique sont tellement mêlés ensemble
que je ne puisse toucher l’un sans l’autre?»; «Le roman
76 ÁNGELES GARCÍA CALDERÓN
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
est souvent de l’histoire, comme l’histoire peut être du
roman.»
22
La cita ya nos pone sobre la pista del exceso de documentación del que se
rodeaba el autor para construir su obra, llegando la mayor parte de las veces
a convertirse en una lectura farragosa e inútil para el lector, abrumado por la
multitud de información.
Por lo que concierne a la influencia o difusión del autor en España, sus
novelas históricas no correrían la misma suerte entre nosotros que, por
ejemplo, las de una antecedente suya que cultivaba el género histórico, Mme
de Genlis, a la que el prestigioso bibliógrafo de traductores Fernández
Montesinos en su conocido manual dedica tres páginas y 26 entradas para
las obras traducidas de Mme de Genlis entre 1785 y 1850
23
. Por el contrario,
el espacio asignado a Lacroix se limita a tres referencias:
1838-1839. Los dos bufones, historia del tiempo de Francisco
I…, Madrid, S.Albert, 2 vols.
1846. Claudio Lepetit y su mono…, trad. Por D. J. N. E., Cádiz,
Núñez y Arjona, 2 vols.
1848. Piñerol, historia del tiempo de Luis XIV, año de 1680…,
Madrid, Gil, 2 vols.
24
De Los dos bufones y Piñerol no figura en los libros el nombre del
traductor. Las iniciales del traductor de Claudio Lepetit y su mono
corresponden a Don Juan Nicolás Enrile, perteneciente a una familia
gaditana noble de marinos emparentada con la nobleza francesa y con
marinos genoveses.
25
Referencias bibliográficas
Déruelle, Aude: “Romans historiques et romans de mœurs chez le
bibliophile Jacob”, Littératures, 75, 2016, pp. 113-124.
22
Aude Déruelle, “Romans historiques et romans de mœurs chez le bibliophile Jacob”,
Littératures, 75, 2016, pp. 113-124.
23
José F. Montesinos: Introducción a una historia de la novela en España en el siglo XIX. Seguida del
esbozo de una bibliografía española de traducciones de novelas (1800-1850), Madrid, Editorial Castalia,
4.ª ed. 1982 (1955), pp. 198-200.
24
Op. cit., p. 203.
25
Cf. la nota 74 de Pliegos de cordel, Bernardo Núñez, impresor popular y su Gerineldo de El
Puerto de Santa María”.
Un autor olvidado de relatos históricos: Paul Lacroix Le Bibliophile Jacob 77
Estudios Franco-Alemanes 6 (2014), 53-77
Flaubert, Gustave: Bouvard et Pécuchet (1880), éd. par Claudine. Gothot-
Mersch, Paris: Gallimard, 1979.
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