La traducción de textos agroalimentarios (alemán-español): una propuesta didáctica 35
Estudios Franco-Alemanes 11 (2019), 23-48
serie de textos a los estudiantes, que éstos deberán traducir, y que
posteriormente se revisarán en clase, siendo el docente quien determine los
errores e inexactitudes, y quien aporte una versión definitiva de traducción.
En este sentido, y para una enseñanza responsable, nos planteamos, al igual
que Delisle y Bastin, las siguientes cuestiones (2006: 18):
¿Se puede hacer algo mejor que entregar a los estudiantes textos para que los
traduzcan y luego corregirles los errores? ¿Cuántos de estos errores se debe a
la falta de método? ¿No se podría enseñar a traducir y a redactar al mismo
tiempo? (…) ¿Cuáles son las dificultades comunes que presentan todos los
textos pertenecientes a un mismo tipo? (…) Además de las aptitudes
lingüísticas, ¿cuáles son las aptitudes fundamentales que se requieren para
lograr una buena traducción? ¿Qué posibilidad existe de desarrollar estas
aptitudes?
No resulta fácil resolver estos interrogantes, y lo que es más importante,
llevar a la práctica las posibles respuestas que podamos darles. En primer
lugar, porque no todos los textos exigen del traductor –o del/de la estudiante
de traducción– la misma competencia. En el caso de los textos literarios y
humanísticos, es precisa una sensibilidad artística; en otras palabras:
traducir literatura implica leer literatura, y más allá de esto: disfrutar del
placer de leer literatura y de traducirla. Frente a otro tipo de traducción,
como puede ser la jurídica, la audiovisual o la científico-técnica, el traductor
literario en raras ocasiones se gana la vida haciendo este tipo de traducción,
por lo que no existe un aliciente económico en el ejercicio de tal actividad.
Aquel que traduce literatura, lejos de perseguir ganancias económicas, lo
hace más por satisfacción personal que por conseguir una remuneración a
cambio.
En todo caso, el docente ha de conseguir que sus estudiantes consigan
alcanzar la regla de oro que García Yebra (1989: 43) determina para
cualquier tipo de traducción: “decir todo lo que dice el original, no decir
nada que el original no diga, y decirlo todo con la corrección y naturalidad
que permita la lengua a la que se traduce”. En otras palabras: es necesario
desarrollar la competencia traductora del estudiante. Traducir es algo más
que la decodificación de un mensaje emitido en una lengua original o de
partida y su posterior codificación en la lengua meta (Hurtado, 1996: 34):
Si la traducción fuera un mero proceso de transcodificación de una lengua a
otra, para aprender a traducir bastaría con aprender lenguas y confrontarlas, y