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ENSAYO, AUTOBIOGRAFÍA Y SERIES: LA BELLEZA DE ANDARSE POR LAS TRAMAS


ESSAY, AUTOBIOGRAPHY AND SERIES: THE BEAUTY OF ANDARSE POR LAS TRAMAS


María Paz Cepedello Moreno Universidad de Córdoba fe2cemom@uco.es

imagehttps://orcid.org/0000-0002-0480-4394


Puesto que hace tiempo que las series amenazan con sustituir a la literatura, algunos, pocas, han decidido unirse al enemigo, cansados o no de combatir, para convertirlas, las series, en tema literario. En el año 2014, de las manos y el corazón compartido de Luna Miguel y Ana Santos, aparecía una antología titulada Serial, donde fueron invitados o conminados, quien sabe, poetas de distinto pelaje y condición a componer sobre su serie, sobre la serie, sobre una serie. Entre ellos estaba Javier García Rodríguez que recogió el guante y junto a poemas dedicados a narraciones televisivas de rabiosa actualidad entremete

«El infierno feliz de Nellie Oleson»1. Sí, La casa de la pradera. Porque se hicieron series antes de Los Soprano, pero no eran obras de arte ni alta cultura. Ahora que sí lo son, ya veremos durante cuánto tiempo, el poeta (y más cosas) ha decidido hacer de su capa ensayo y nos ofrece, ocho años después de aquella antología, Andarse por las tramas. Literatura y series de televisión (Eolas & Menoslobos, 2022).


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1 Este poema también aparece recogido en Andarse por las tramas (p. 79)

MARÍA PAZ CEPEDELLO MORENO

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En la contraportada de este librito de 99 páginas, el autor afirma y cuestiona la naturaleza ensayística de su obra que es una forma de decirle al receptor literario «apáñatelas como puedas». Y eso hacemos cuando, tras la lectura de las dos citas que portican la obra (de Luis Eduardo Aute y R. M. Rilke, por este orden y de esta manera escritos), nos vemos obligados a reajustar nuestro horizonte de expectativas porque las series son una excusa. El objeto es la belleza en forma seriada, de 24 fragmentos, como una temporada de Doctor en Alaska o de Anatomía de Grey, de diferente naturaleza formal que no semántica. Las preocupaciones éticas y estéticas de García Rodríguez están articuladas en este collage autobiográfico que es Andarse por las tramas; más collage que pastiche, más pastiche que parodia, más parodia que teoría, pero también teoría, literaria, claro, y comparada. Y poesía, que es lo suyo.

Los primeros fragmentos del libro, en prosa, plantean intensos e interesantes interrogantes sobre la belleza, entendida esta como estéticamente convincente, a partir de los temas y tramas sobre los que se edifica un puñado de series que han formado parte de la peripecia biográfico-audiovisual de su autor. Todo ello atravesado por el pensamiento teórico y literario que le proporciona su formación y dedicación, porque si algo caracteriza la escritura de García Rodríguez es la imbricación de la reflexión sobre el hecho literario en el hecho literario. Ahí está la «poliacroasis» de Tomás Albadalejo (p. 21) para hablar del seriespectador, como botón de muestra.

Entre los fragmentos en prosa merecen ser destacados, a mi juicio, «La belleza de la pasión catódica: vivir del Cueto» (p. 35) y «Belleza y pasadizo: M*A*S*H y La broma infinita» (p. 43). En el primero lo autobiográfico da paso a lo autoficcional para recrear libérrimamente una conversación entre el autor del libro cuyas preguntas no leemos, al modo de Entrevistas breves con hombres repulsivos de D. F. Wallace, y Juan Cueto. En su jugoso discurso que es monólogo, el escritor, periodista y director televisivo se regocija de uno de los grandes logros de las series en general y de la televisión el particular, a saber, la muerte del AUTOR que Barthes y Foucault diagnosticaron, prematuramente, según parece y el cuestionamiento de la noción tradicional del ARTE que desearon Duchamp y Benjamin. En el segundo fragmento destacado, los juegos intertextuales, hipertextuales, metatextuales se dan cita y emergen como protagonistas de las relaciones entre dos discursos (M*A*S*H y La broma infinita),

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o más (M*A*S*H novela, M*A*S*H película, M*A*S*H serie) que se entretejen merced al constante movimiento de ida y vuelta entre artes que es tan antiguo como el mundo y algunos parecen descubrir ahora.

Pero como era de esperar, la poesía hace acto de presencia, para seguir pensando en la belleza, a veces a través de otros (Keats y José David Pujante), a veces inspirado por otros (Floki, genial personaje de Vikingos). Si hasta ahora Andarse por las tramas era difícilmente asible a partir de este momento se vuelve Inclassificáveis, como ese genial álbum de Ney Matogrosso. Entre poemas se introducen fragmentos donde se riza el rizo del dialogismo bajtiniano y la intertextualidad genetteana, que no es igual que la bartheseana, como se sabe. Así, el amor de Minerva X por Mazinger Z («Belleza y futuro: el “crush” de Minerva X», p. 57), que recuerda a «El nunca correspondido amor de los fuertes por los débiles» de Marco Denevi donde encontramos una versión insospechada de las circunstancias en que Perseo acabó con la Gorgona, coexiste con «la belleza de la violencia» del láser Soprano (p. 69) a través de un extenso fragmento donde se reproduce el contenido de una entrada del blog La polvera de Teresa Lacierva, que tiene como objeto este revolucionario sistema frente a otras formas de depilación láser2, o con otro, más breve, tomado de Cómo escribir una serie dramática de televisión de Pamela Douglas,

«El mito antes del #metoo» (p. 67). Javier García no desaprovecha ocasión de ser políticamente incorrecto para no dejar de ser correcto.

No he considerado hasta ahora, y es pieza fundamental en la escritura de este autor, la importancia del humor, que va in crescendo a medida que esta obrita avanza, conectado las más de las veces con cuestiones teóricas como la ficción a tenor de The Crown (p. 83) o el uso de la literatura como «arma cargada de futuro» si se pone al servicio de las nuevas formas de narración seriada y televisada (y para nadar y guardar la ropa el pretendido ensayista concita declaraciones a favor y en contra de las series como formas artísticas,

o no, de autores/as y también amigos/as contra-dicciéndose (p. 87), léase Vicente Luis Mora o Marta Sanz entre otros).

No podía acabar este libro sin que Aristóteles asomase la patita (vale recordar que García Rodríguez es neoaristotélico en términos teórico-literarios o sea


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2 Para ver otros ejemplos de esta práctica que el autor denomina “apropiacionismo crítico”, léase, por ejemplo, Literatura con paradiña, hacia una crítica de la razón crítica (García Rodríguez, 2017).

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reputado especialista en la Escuela de Chicago), esta vez, en el bar de Moe, temporada 23, episodio 21 de Los Simpson. Y después de ello un grafiti alusivo a la resurrección de Brian y una reflexión whatsappera que incluye rutilantes éxitos de «seriedad» patria (Los hombres de Paco, Ay señor, señor, etc.).

La «Nota final», tras los agradecimientos, se cierra con una sentencia casi impúdica del autor quien asevera que «Este ensayo es un ensayo. Y como tal, un ensayo» (p.97). Para leer Andarse por las tramas. Literatura y series de televisión, como para otras obras de García Rodríguez, es conveniente tener presente aquella idea de Richard Rorty según la cual leer textos es contemplarlos a la luz de otros textos y después «ver qué pasa». Lo que pasa aquí, aun a riesgo de negar la mayor, es que esto no se parece a un ensayo autobiográfico sobre series, y literatura, más bien resulta una reflexión fragmentaria y poética -es conveniente renunciar a la catalogación genérica canónica- sobre la belleza a tenor de las series, y la literatura. Al fin, la belleza, la belleza