El reconocimiento del traductor en las ediciones
prometido editar doce volúmenes. Finalizada en 1748 esta primera edición
de la colección en Portugal, terminó por contar con quince volúmenes, lo
que significa que, además de los libros no previstos, como los de la Rosa
Mystica, fueran incluidos otros por los responsables de su espolio.
En el primer volumen de la colección de quince volúmenes, Vieira
publica una carta al lector en la cual explica las razones que tenía para
editar sus sermones creados para la presentación oral.
Tras la modestia obligada al general de los jesuitas, Juan Pablo Oliva,
quien lo llevó a la empresa de poner en molde todos sus sermones, el
propio predicador pone de relieve la importancia de la traducción:
Sobre estas dos razones acrecentaran otras, para mí de menos
momento. Y no era la menor de ellas la corrupción con que andan
estampados bajo mi nombre, y traducidos en diferentes lenguas,
muchos sermones, o supuestos totalmente, no siendo míos, o siendo
míos en la substancia, tomados solo de memoria, y por esto informes,
o, finalmente, impresos por copias defectuosas y depravadas, con que,
en todos, o casi todos, vinieran a ser mayores los errores de los que yo
conocí siempre en los propios originales. (Vieira, 1680, “Lector”). [El
énfasis con cursivas es mío].
Además, su crítica a las traducciones y a las publicaciones en otras
lenguas es más detallada con respecto a las ediciones españolas. Estas
ediciones empezaron mucho antes de las ediciones portuguesas conocidas;
los primeros libros de los que tenemos registro son de 1660, así que Vieira
trata de un material hartamente conocido y de gran circulación.
La crítica a tales ediciones aparece en una segunda carta intitulada
“De los sermones, que andan impresos con nombre del autor en varias
lenguas, para que se conozca cuáles son propios y legítimos, y cuáles
ajenos y supuestos”. En la carta, además de confirmar o desautorizar la
autoría, Vieira dedica unas líneas a criticar las traducciones. Sobre el primer
libro Sermones de la primera parte impresa en Madrid, año de 1662,
advierte: “Sermón de las llagas de S Francisco, pág. 31. El primer de estos
sermones tienen muchos errores, y el segundo muchos más, por culpa de
los manuscritos, que andan muy viciados, y también de la traducción, que
cambió en algunas partes el verdadero sentido” [el énfasis es mío] y
prosigue su evaluación: “Y así en este como en los demás, hay muchas
cosas disminuidas, muchas acrecentadas, muchas cambiadas, ni hablando
en infinitos otros errores, o del texto, o de la traducción, o de la sentencia, y
sentido natural. Vea y combine el sermón de la Sexagésima, que sale en
este volumen, con ser este entre todos lo que se tradujo por ejemplar más
correcto, y con menos defectos”. (Vieira, 1680).