Elegy Written in a Country Churchyard
doble fin del arte, esto es, instruir y deleitar, heredado de la tradición
clásica,
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se formula con Dennis en la siguiente teorización: el placer de la
poesía religiosa es crucial para la iluminación del alma, “That as great
Passion only is the adequate Language of the greater Poetry, so the greater
Poetry is only the adequate Language of Religion” (Dennis 1718: 426-427).
El auge del sermón fúnebre ve su ocaso en la mitad del siglo (Parisot
2011: 91). Sin embargo, debido a su preciado valor instructivo y
reconfortante, en plena época de creciente mortandad, el sermón fúnebre
se reviste con otra estética, la de la elegía fúnebre
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y, después con la de la
“Poesía de las Tumbas” en las primeras décadas del Prerromanticismo. La
primera mitad del siglo XVIII “witnessed the culmination of an elegiac wave
that had long been accumulating scope and power” (Draper 1967: 1). Por su
parte, este tipo de elegía está conformada por una estructura singular y
exacta, comenzando por “La lamentación por una muerte repentina, idea de
juventud, belleza o ánimo perdidos, alabanza al difunto(a) y, como
conclusión, nueva lamentación o invocación a la razón en un tono de
resignación cristiana” (García Peinado 2005: 2). La elegía, asimismo, se
articula en torno al epitafio, al epicedio, la oda y el sermón, que gravitan en
la lamentación, en el elogio al difunto y en el consuelo de la fama, que se
sustituye por la gloria eterna.
El tenor melancólico del verso mortuorio que envuelve a la elegía
fúnebre se remonta a las elegías, monodias y epitafios de la época
isabelina
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Es a partir de la segunda mitad del XVII, concretamente a partir
de los años cuarenta cuando estalla la Guerra Civil, en una atmósfera en la
2 Esta doble faz de la poesía recuerda la utilidad de la imitatio en el arte poético para prodesse et delectare, tópico
literario propuesto por el poeta latino Horacio en su Ars Poética o Epistula ad Pisones.
3 Elegia en latín o elegos en griego es “a song of lamentation, especially a funeral ode” (Houlbrooke 1998: 327). En
primer término, se basa en la enjundia de las primeras elegías griegas, normalmente acompañadas por las notas del
oboe doble o aulos, que hacen eco de la epistemología del vocablo, es decir, que expresan el lamento por el difunto,
“In antiquity, elegi were originally funerary laments” (Grafton 2010: 303). Cabe decir que la elegía no se limita a esta
función exclusivamente, por lo que se encuentran aquellas de índole marcial y amorosa, política y moral, “the elegy
has a very specific life as a kind of sardonic love poem”, (Frow 2006: 131). Peter Sacks comenta que la elegía
aborda un vasto abanico de temas, tales como epigramas marciales, la filosofía política, o “commemorative lines, or
amatory complaints” (Sacks, 1985: 2).
4 El Renacimiento inglés retoma los arquetipos clásicos latinos, por lo que la elegía por la muerte de una figura
solemne o un aclamado poeta adopta un estilo pagano. A principios del siglo XVII, las piezas elegíacas continúan
con la tradición renacentista, destacando los poemas amoroso-elegíacos, y aquéllas que tratan sobre la muerte tan
solo se centran en el eulogio de las virtudes y hazañas del difunto, obviando “the pains of illness, death-bed scenes,
the terrors of hell, corporeal mortification, worms, damp charnels, and graveyards deep in the shade of cypress and
melancholy yews” (Draper 1967: 25-28). Entre los que cultivan esta última tendencia descuella el poeta metafísico
Henry Vaughan (1622-1695) con su poema “Charnel House”, así como los poetas de la escuela de Ben Johnson o
los denominados Cavaliers hasta que el verso mortuorio queda impregnado por el dogma religioso puritano.