Hoy en día los estudiantes de Traducción tienen a su disposición
infinidad de recursos tanto en papel, como en formato electrónico y
audiovisual; existen comunidades de estudiantes, grupos de intercambio,
actividades organizadas por organismos públicos que ofrecen diversas
formas de estar en contacto con personas de otros países, conocer otras
culturas, aprender idiomas, obtener recursos especializados,
asesoramiento, etc. El estudiante del futuro tendrá que aprovecharse de
estas oportunidades y sacar el máximo rendimiento a los recursos de los
que dispone para crear un hábito de autoaprendizaje y desarrollo
profesional, que será sin duda alguna un añadido en sus habilidades.
Que un estudiante sea capaz de analizar sus dificultades, sus
problemas de aprendizaje, los errores cometidos y sacar de ello un
feedback propio a modo de lección aprendida es una habilidad esencial que
debe cultivarse desde los inicios en las instituciones educativas. En la última
década los enfoques en educación han cambiado. Desde el punto de vista
del constructivismo social, basado en Kiraly (2000), citado en Marshman y
Bowker (2013: 71), el aprendizaje es más efectivo si el estudiante participa
activamente en las actividades formativas pudiendo retener mejor los
conocimientos:
This approach encourages the use of realistic and situated projects in
which students work and build knowledge and skills collaboratively and
become active learners, rather than passive receivers of knowledge that
may appear divorced from real-world needs and applications.
En este sentido, Orlando (2013: 206) apunta también: “Self-
assessment and metacognition play an important part when one wants to
give students the possibility to reflect on their progress and become ‘actors’
in their own learning process”. Que el estudiante pase a tener un papel
realmente activo en su aprendizaje es uno de los objetivos que los modelos
didácticos deben implementar en sus programas.
Por otro lado, también es importante, además de utilizar y aprovechar
los recursos disponibles, aprender a clasificar y a evaluar la información
obtenida. El estudiante debe tener un criterio propio de evaluación de las
diferentes fuentes documentales para descartar aquellas que son poco
fiables o que simplemente no le aportan la información que necesita en ese
momento; debe tener la habilidad de identificar la información que necesita
y desechar rápidamente aquella que no le interesa.
Si el estudiante comete errores y nada más, no está aprendiendo, no
si no se preocupa por identificarlos y se pregunta por qué los ha cometido y
qué haría para que no se repitan. Cuando les entregan una traducción, una
redacción, un trabajo, un examen corregido, etc., muchas veces miran la