enclaustrada que dificulta ver los problemas desde una nueva perspectiva
que se salga de lo ya conocido.
En tercer lugar, según su modelo del autogobierno mental (mental
self-government), los individuos tienen ciertas preferencias y toman
decisiones sobre cómo utilizar sus propias habilidades. Distinguen tres
estilos de pensamiento: el ejecutivo, que prefiere seguir órdenes e
instrucciones, el legislativo que prefiere actuar por iniciativa propia y el
judicial que prefiere comparar, contrastar y analizar ideas. El estilo
legislativo es el que más se acerca a un modo de pensar creativo, ya que
tiende a salirse de lo convencional y lo preestablecido.
En cuarto lugar se sitúa la personalidad. Este es seguramente el
factor al que más le ha prestado atención la comunidad científica. Los
rasgos de la personalidad que se han asociado con más frecuencia a la
creatividad incluyen. autoestima y confianza en sí mismo (Feist, 1998;
Funke, 2000; Limiñana et al., 2010), apertura a nuevas experiencias
(Renzulli, 1978; Feist, 1998; Funke, 2000; Limiñana et al., 2010), inclinación
hacia el riesgo (Renzulli, 1978; Dacey, 1989; Funke, 2000; Sternberg, 2006)
y tolerancia a la ambigüedad (Dacey, 1989; Funke, 2000 Sternberg, 2006;
Limiñana et al., 2010). Sin embargo, el hecho de que existan una serie de
rasgos de personalidad indicadores de la creatividad, no significa que todos
los individuos desarrollen su potencial del mismo modo. De hecho, podemos
decir que el foco de atención no es ya la existencia o ausencia de
creatividad en el individuo o el mayor o menor grado en el que un individuo
es creativo, sino más bien en la forma en que cada uno la desarrolla, ya
que, como afirman Silvia et al., (2010), no hay una sola forma de entender la
creatividad del individuo. Es en este momento cuando se empieza a forjar la
idea de que existen diferentes “perfiles” de personalidad creativa. En este
sentido, han tenido cabida varias propuestas que se han centrado sobre
todo en el ámbito de la organización empresarial pero en este trabajo, nos
centraremos en el modelo desarrollado por Basadur (1998) que, aunque de
aplicación fundamentalmente empresarial, proporciona un marco más
genérico en el que tienen cabida otros ámbitos en los que se puede hablar
de personalidades creativas basadas en la resolución de problemas. El
CPSP o Creative Problem Solving Profile fue implementado para describir
estilos distintos de perfil creativo, entre los que se incluyen los siguientes:
perfil generador, que se centra en de la detección de problemas y nuevas
posibilidades y oportunidades; perfil conceptualizador, que, tras la definición
del problema, se centra en la aportación de ideas y alternativas que puedan
constituir diferentes opciones para resolverlo; perfil optimizador, que trata de
proponer formas de poner en práctica las ideas sugeridas teniendo en
cuenta todos los factores necesarios para llevarla a cabo con éxito; y, por