ISSN:
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Una perspectiva neurolingüística sobre la traducción y el
aprendizaje de idiomas
Gisella Policastro Ponce
Grupo de Investigación HUM-947
gisellapolicastro@hotmail.es
Fecha de recepción: 12.06.2013
Fecha de aceptación: 15.03.2014
Resumen: Los seres humanos contamos con un órgano desconocido y, al mismo
tiempo, fundamental para nuestra vida diaria: el cerebro. El presente trabajo de
investigación parte de una aproximación a la neurolingüística, con el propósito de
analizar las relaciones existentes entre el cerebro, el aprendizaje lingüístico y la
actividad traductológica. Este estudio va dirigido a personas especializadas y/o
interesadas en el ámbito de la lingüística y de la traducción, al objeto de conocer la
influencia que tienen, en el aprendizaje, los mecanismos neurológicos.
Palabras clave: cerebro, neurolingüística, traducción, aprendizaje lingüístico,
idiomas, neurología, lingüística, aspectos cognitivos.
A neurolinguistic Perspective concerning Translation and
Language Learning
Abstract: The most important organ of the human body is, as the same time, the
least-known: the brain. This research work presents an approach to neurolingüistics
in order to analyse the relations between the human brain, the language learning
process and translation aspects. This study is mainly addressed to those people
interested or specialised in the field of linguistics and translation, for the purpose of
understanding the influence of the neurological processes on the acquisition of
knowledge.
Key words: brain, neurolingüistics, translation, language learning, languages,
neurology, linguistics, cognitive aspects.
Sumario: Introducción. 1. El cerebro y el lenguaje. 1.1. El órgano “creador” del lenguaje. 1.2.
Partes del cerebro destinadas al lenguaje. 1.3. Hemisferio izquierdo y hemisferio derecho.
2. El aprendizaje lingüístico en el cerebro. 2.1. Factores que influyen en el aprendizaje de
una lengua. 2.2. El cerebro bilingüe. 3. El cerebro en la traducción. Conclusiones.
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Introducción
El propósito del presente trabajo de investigación lo constituye el
estudio de uno de los órganos vitales de nuestro organismo, el cerebro, en
relación con su importancia para el aprendizaje lingüístico y la actividad
traductológica, basado en los resultados obtenidos hasta el momento por la
ciencia de la neurolingüística, entre otras disciplinas afines.
Para poder realizar una aproximación a la neurolingüística es
necesario conocer en primer lugar cuál es el objeto de estudio de esta
disciplina. Tal y como su nombre indica, la neurolingüística combina la
perspectiva científica de la neurología con la aplicación práctica del
lenguaje, al objeto de estudiar los mecanismos que regulan la comprensión,
producción y conocimiento del lenguaje oral y escrito en el cerebro humano.
Se trata de una ciencia multidisciplinar que, partiendo de los resultados
alcanzados por otras ciencias y desde sus propias investigaciones, abarca
diversas disciplinas, como la lingüística, la psicología, la psicolingüística, la
neurología, la neurobiología, la neuropsicología, la medicina, entre otras.
Es preciso señalar que esta ciencia tiene sus orígenes en el análisis
de las patologías del lenguaje y los trastornos del aprendizaje, como la
dislexia o las afasias y su correspondencia con las lesiones cerebrales,
considerándose, por consiguiente, en comparación con otras disciplinas
antemencionadas, una ciencia fundamentada principalmente en aspectos
fisiológicos que repercuten en el proceso lingüístico en el cerebro.
Dada la relevancia que el cerebro presenta para la comprensión de la
conducta humana y para la interpretación de las relaciones ente la mente y
el lenguaje, consideramos interesante la aplicación de la neurolingüística,
(sin olvidar otras numerosas disciplinas lingüísticas que entran en juego)
sobre la producción, compresión y traducción de una lengua, con el
propósito de descubrir los límites de su capacidades y aprovechar los
descubrimientos neurológicos del órgano de aprendizaje para mejorar y
perfeccionar la enseñanza de las lenguas.
1. El cerebro y el lenguaje
1.1. El órgano “creador” del lenguaje
Los seres humanos basan su sistema de comunicación en el
lenguaje, como proceso lingüístico y cognitivo que implica la capacidad de
abstraer el significado de un mensaje, oral u escrito, y producir una
respuesta. Este proceso implica una serie de mecanismos biológicos
innatos en el ser humano y responsables de nuestra interacción con los
demás individuos, que son generados por el aparato fonador y recibidos a
través del canal auditivo o visual. En el presente trabajo prestaremos
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atención a un órgano de nuestro cuerpo que se erige como el centro
neurálgico de esta actividad comunicativa y que es el verdadero
responsable de controlar a los demás órganos para producir el lenguaje: el
cerebro.
El cerebro constituye un mapa genético que recibe información de
cada una de las partes de nuestro cuerpo, produce todo tipo de respuestas,
basadas en nuestra experiencia, memoria, conocimiento y razonamiento, y
determina los métodos de procesamiento de la información. Su estructura
anatómica y funcional es muy compleja y particular, puesto que funciona
como motor del sistema nervioso central y debe ser capaz de llevar a cabo
acciones de control de gran complejidad, algunas todavía incluso
desconocidas por el ser humano.
“Para producir el habla los músculos articuladores (lengua, mandíbula)
han de contraerse siguiendo una secuencia adecuada. Si se escribe un
mensaje, también han de controlarse los músculos de la mano. Para la
creación de signos en el lenguaje gestual (lenguaje de signos) la
postura del cuerpo, expresión facial y movimientos de las manos deben
estar perfectamente coordinados. Cada uno de los músculos necesarios
es controlado por los nervios que en última instancia están controlados
con las áreas del cerebro”. (Obler y Gjerlow 2001:32)
Esta cita extraída de la obra de Loraine Obler y Kris Gjerlow, El
lenguaje y el cerebro (2001) explica cómo se desarrolla la función colectiva
entre los diferentes sistemas y áreas de nuestro cuerpo y la implicación del
cerebro como supervisor en cada fase del proceso lingüístico. No obstante,
este miembro de nuestro cuerpo se compone a su vez de unas unidades
básicas funcionales mínimas que son las verdaderas responsables del
mecanismo de interconexiones y computaciones que tienen lugar en su
estructura interna. Las células del sistema nervioso o neuronas desarrollan
un comportamiento colectivo sistemático que nos permite ejecutar todas
nuestras capacidades mentales de forma inconsciente. A partir de las
conexiones sinápticas que tienen lugar entre ellas (que pueden ser
eléctricas o químicas), las neuronas transmiten información desde el axón
(componente de salida) de una neurona hasta la dendrita (componente de
entrada) de otra. Este tipo de interacciones representan una relevancia
destacada en el proceso lingüístico porque en ellas tienen lugar los
procesos de memoria y aprendizaje.
Tras esta concisa explicación a modo de introducción del
funcionamiento de la actividad cerebral, pasamos a considerar las “piezas
clave” del estudio anatomofisiológico de la neurolingüística.
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1.2. Partes del cerebro destinadas al lenguaje
Una vez efectuada someramente la explicación acerca del “órgano
pensante”, pasamos a analizar las regiones de la corteza cerebral
implicadas en el lenguaje. El concepto de localización del sistema lingüístico
y sus componentes se ha visto sometido a considerables modificaciones
desde que fuera tratado por primera vez por el famoso neurólogo francés,
Paul Broca, en 1861.
Resulta particularmente interesante para nuestro estudio las
interconexiones entre las diferentes estructuras y regiones cerebrales, así
como su comunicación con las demás partes de nuestro cuerpo. Desde una
perspectiva general, las áreas esenciales del cerebro implicadas en el
lenguaje son: el córtex y las regiones subcorticales
El córtex.
Es una capa de 1,5 a 4 milímetros de grosor (según la zona) que
recubre los hemisferios derecho e izquierdo en los que se divide el cerebro.
Su estructura, composición y funcionamiento actual son el resultado de un
proceso evolutivo de más de doscientos millones de años, a lo largo de los
cuales se fue forjando y constituyendo su configuración actual. Conocida
también como materia o sustancia gris
1
, se considera el área crucial para el
lenguaje, dado que su articulación está destinada a generar conductas
complejas y asociar la información sensorial con la repuesta motora.
Constituye un elemento decisivo para la capacidad intelectiva del ser
humano. Hoy en día, aún es posible identificar las tres partes fundamentales
de nuestro cerebro que albergan las cualidades humanas más primitivas
vinculadas al comportamiento animal y que interactúan con las demás áreas
del cerebro en una relación casi perfecta: el arquicórtex, el paleocórtex y el
neocórtex.
Las regiones subcorticales.
Son surcos o circunvoluciones que se encuentran bajo el córtex y que
presentan unas prominencias particularmente más pronunciadas que
permiten distinguir cuatro lóbulos, cada uno implicado en una función
1
El córtex, al igual que ocurre con otras zonas del sistema nervioso central, recibe esta
denominación de “sustancia gris” o “materia gris” porque se trata de una región contiene menor
cantidad de mielina. Esta sustancia es una lipoprotenía formada por esfingol, un alcohol
compuesto por una cadena de colina, fosfato y ácido graso y se localiza en las membranas de
las células del sistema nervioso. Las zonas del cerebro con alto contenido en mielina se
conocen como “sustancia blanca”, por el color que presentan estas zonas al utilizar
antiguamente técnicas de tinción, mientras que las regiones con bajo contenido de esta
sustancia adquieren un color grisáceo.
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lingüística diferenciada, considerados el área primaria de la región
subcortical:
a) bulo frontal; se encuentra situado en la región anterior al cerebro.
Es el área motora, encargada del movimiento de las articulaciones
para la producción del lenguaje.
b) bulo parietal; se encuentra situado en la región posterior. Se trata
de una zona sensorial encargada de recibir información de los
sentidos y procesar las sensaciones.
c) Lóbulo occipital; se localiza también en la región posterior y está
relacionado con el sentido de la vista.
d) bulo temporal; se extiende desde el lóbulo frontal hasta el lóbulo
occipital y se divide en dos secciones: anterior y posterior. Sus
funciones están relacionadas con el sentido de la audición y la
memoria.
Contiguas a cada área primaria, se localizan ciertas zonas muy
concretas del cerebro, situadas en el hemisferio izquierdo, donde tienen
lugar los niveles más elevados de procesamiento lingüístico y constituyen
las áreas secundarias de la región subcortical:
-Área de Broca; se identifica como el área responsable de la
codificación y programación motora del lenguaje
-Área de Wernicke; se trata del área de interpretación lingüística y de
comprensión, siendo capaz de evocar patrones de memoria
complejos.
Ambas áreas recibieron su nombre de los especialistas que las
descubrieron: Paul Broca, en 1861, y K. Wernicke, en 1874,
respectivamente, a partir de estudios postmortem realizados con cerebros
dañados, afectados por patologías relacionadas con el lenguaje, en
particular con pacientes afásicos. Estos estudios y observaciones
permitieron descubrir las estructuras neuronales específicas responsables
de funciones lingüísticas concretas y constituyeron el surgimiento de la
Neurología moderna.
Gracias a los avances desarrollados recientemente en
neuroradiología mediante estimulación eléctrica y a las técnicas de
neuroimagen, se ha mejorado sustancialmente nuestra capacidad de
estudio de la localización de las lesiones que causan determinados tipos de
patologías neurológicas y posibilitándose, de esta forma que los
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investigadores comprueben las correlaciones entre las localizaciones de las
lesiones y las áreas cerebrales implicadas en el funcionamiento lingüístico.
1.3. Hemisferio izquierdo y hemisferio derecho
Concluimos este punto con una visión más práctica y tangible de la
realidad neurológica, en la que se expone de forma breve la laterización del
cerebro.
Esta organización funcional congénita establece que cada hemisferio
cerebral está especializado en un tipo de actividad concreta que permite el
desarrollo diferenciado de las estructuras neuronales y comporta la
conexión motora entre los dos hemisferios cerebrales. Existe en el cerebro
humano un dominio de determinadas tareas específicas dominadas cada
una por los diferentes hemisferios cerebrales, quedando el hemisferio
izquierdo bajo el control de las funciones lingüísticas, el pensamiento lógico
o las matemáticas y el hemisferio derechos bajo el control de la función
espacial o las actividades artísticas. Asimismo, se conoce que el hemisferio
izquierdo controla la parte derecha del cuerpo y viceversa. En particular, la
lateralización del procesamiento lingüístico está presente antes de nacer las
principales asimetrías estructurales, del mismo modo que, en el momento
del nacimiento se observa una actitud preferente de estas áreas de forma
innata.
No obstante, el hemisferio izquierdo y derecho configuran un sistema
altamente integrado y actúan siempre conjuntamente, si bien se activará
con mayor intensidad un hemisferio u otro, en función del tipo de tarea que
se ejecute.
Mediante el estudio de cnicas de imagen no invasivas durante el
desarrollo de actividades lingüísticas, se ha podido constatar que la mayor
parte de las estructuras neuronales relacionadas con tareas de tipo
lingüístico se concentran en el hemisferio izquierdo. Sin embargo, a medida
que aumenta la complejidad de compresión del mensaje, entran en activo
otras regiones corticales. Las regiones análogas al área de Broca y
Wernicke en el hemisferio izquierdo “parecen intervenir en aquellas tareas
de procesamiento que superan los límites de la oración” (Benítez-Burraco,
2007:3).
Podemos deducir igualmente que el cerebro organiza la información
lingüística según considera más apropiado, aunque todavía se desconocen
con certeza los parámetros en los que se basa, dado que se han
identificado determinados casos de individuos que al sufrir algún tipo de
lesión cerebral durante las primeras fases de desarrollo, se ha producido de
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forma automática una “transferencia del lenguaje” del hemisferio izquierdo al
derecho.
Uno de los casos analizados acerca de este fenómeno queda
recogido en el Estudio de la reorganización funcional del lenguaje en un
paciente con lesión perinatal del hemisferio izquierdo, de E. de la Guía
Jiménez et. al., en el que se describe el caso clínico de un hombre de 34
años al que se le diagnostica a edad temprana una extensa lesión perinatal
izquierda. El paciente es sometido al primer estudio con
magnetoenefalografía (MEG) y los resultados muestran que se había
producido un traspaso de las funciones receptivas del lenguaje desde el
área afectada hasta otras zonas ilesas. Dicha reorganización funcional se
debe en gran parte a la plasticidad que manifiesta el cerebro a edad
temprana y que comienza a desaparecer al alcanzarse la edad adulta y que,
además, no se manifiesta de igual forma en todos los individuos. Otro
aspecto a tener en cuenta en este caso es que, durante la transferencia
automática del cerebro, se ha observado un déficit de las tareas propias del
hemisferio derecho, concretamente la capacidad visuoespacial, un
fenómeno de saturación conocido como crowding hyphotesis.
Queda de manifiesto que, directa o indirectamente, nuestro
aprendizaje lingüístico y nuestra capacidad comunicativa están gobernados
por el cerebro, si bien nos encontramos aún en aras de descubrir cómo
podemos beneficiarnos del conocimiento neurológico, con fines lingüísticos
y pedagógicos.
2. El aprendizaje lingüístico en el cerebro
2.1. Factores que influyen en el aprendizaje de una lengua
La persona que ejerce la traducción o la interpretación debe reunir
una serie de habilidades muy particulares y específicas, que requieren, por
un lado, de una exquisita formación y aprendizaje lingüístico, cognitivo e
hermenéutico, y por otro lado, entra en juego la capacidad innata, genética y
casuística con la que un individuo cuenta, casi desde que nace, para
comunicarse, aprender una nueva lengua o desarrollar un código lingüístico.
Por consiguiente, conocer el funcionamiento de nuestro cerebro se
considera indispensable, basándonos en esta reflexión para desarrollar el
aprendizaje de una lengua, con el objeto de aproximarnos a la traducción a
través del cerebro. Una vez que hemos identificado los elementos físicos y
áreas cerebrales que intervienen en el proceso lingüístico, el siguiente paso
será estudiar cuáles son los factores primordiales a tener en cuenta en
dicho proceso.
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En primer lugar, como se ha indicado con anterioridad, todos los
seres humanos contamos con un equipamiento básico para el aprendizaje
comunicativo, que nos diferencia de otros seres vivos, por el mero hecho de
ser personas. Sin embargo, algunos individuos poseen mayor
predisposición y facilidad para expresar sus sentimientos e ideas mediante
la lengua, ya sea hablada o escrita, y aprender con rapidez el dominio de
una o varias lenguas. Este aspecto puede estar relacionado: a) con una
mayor capacidad intelectual para formarse lingüísticamente; b) con una
habilidad motora especial, que permita al individuo ejercitar ciertos
movimientos musculares que permiten la producción del habla. Si bien
ambos implican ciertas condiciones innatas, cada lengua implica un
intelecto específico y una destreza motora diferente, que puede adquirirse
con la práctica y con el adiestramiento muscular, respectivamente. Como
explica Eduardo Punset en su obra El alma está en el cerebro: “la
organización genética provee los instrumentos para el lenguaje y, a su vez,
el ejercicio del lenguaje modifica nuestro cerebro”.
Considerada nuestra “aptitud” lingüística, otro factor determinante y
sobre el que se ha estudiado a lo largo de las últimas décadas es la edad. A
nivel científico, queda demostrado que el cerebro de un niño es
compuesto por una enorme plasticidad y capacidad para generar mayor
número de neuronas, que irá perdiendo conforme crezca y alcance la edad
adulta. Este hecho ha llevado a defender la idea errónea de que sólo los
niños son capaces de aprender correctamente una lengua y que el adulto
será incapaz de adquirir una excelente competencia lingüística. A partir de
estas reflexiones, consideramos que realmente pueden tener lugar dos
procesos diferentes de aprendizaje lingüístico:
a) Un aprendizaje “natural”; que tiene lugar en el cerebro de un niño. El
cerebro de un individuo al nacer está compuesto por una herencia
genética y biológica, con capacidad de generar estructuras básicas.
Podríamos comparar al cerebro de un niño con una tabla rasa, que
parte de una base “vacía”, que necesita ir completándose poco a
poco. A medida que va creciendo y entrando en contacto con el
entorno, el niño, de forma natural e inconsciente, va creando en su
cerebro una organización y comprensión de su lengua materna que
poco a poco va a ir adquiriendo estructuras cada vez más
complejas. Por tanto, los niños aprenden una nueva lengua de una
forma mucho más espontánea, pida y natural, tienden a asimilar
esta nueva lengua mediante la comparación con su lengua materna
y casi sin esfuerzo.
b) Por otra parte, el cerebro del adulto no cuenta con la plasticidad
inicial de un cerebro infantil y su aprendizaje resulta menos natural y
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más complejo. Sin embargo, los adultos gozan de un mayor
almacenamiento de la información lingüística y una mejor capacidad
de memoria. Para aprender una nueva lengua, el hombre adulto
analiza y comprende las reglas lingüísticas. Dado que cada lengua
tiene su propia estructura semántica, sintáctica y morfológica, el
cerebro de un adulto es capaz de asimilar y profundizar en las
particularidades de cada lengua que, por su parte, el cerebro de un
niño a penas aprecia.
Por tanto, defendemos la existencia de una edad idónea para
aprender los aspectos lingüísticos básicos, que según Penfield y Roberts
(1959), oscila entre los cinco años, edad en la que el cerebro alcanza su
tamaño completo, hasta los diez años, edad en la que el hemisferio
izquierdo comienza a adquirir un papel primordial en la formación de la
lengua, aunque consideramos la posibilidad de que el individuo sea capaz
de aprender un idioma a cualquier edad. Actualmente, a partir de estudios
basados en el aprendizaje de lenguas a diferentes edades, se están
desarrollando técnicas de enseñanza apropiadas para cada caso, basadas
en estudios psicolingüísticos y que resultan, al mismo tiempo, de gran
interés para las técnicas de enseñanza traductológicas.
Otros factores que intervienen en el aprendizaje lingüístico son los
factores físico-sociales, principalmente, el entorno social en el que el
individuo se eduque, la cultura lingüística en la que nazca, dónde se
instruya y los individuos con los que se relacione. Estos factores sociales
están intrínsecamente relacionados con los primeros años de vida del ser
humano, que son cruciales para la formación lingüística y cerebral, en
particular, y para cualquier tipo de educación, en general.
A continuación, pasaremos a presentar una visión general de la
actividad neurolingüística en el estudio de un idioma, a partir del análisis del
bilingüismo como punto de partida.
2.2. El cerebro bilingüe
El término “bilingüe”, en un primer análisis, hace referencia al
individuo que es capaz de comunicarse de forma independiente en dos
lenguas. En consecuencia, desde una perspectiva neurolingüística,
consideramos un cerebro bilingüe, aquel que utiliza en la tarea lingüística
mayor número de áreas cerebrales que un monolingüe.
Entre las técnicas más innovadoras aplicadas a la neurolingüística
destacan unos sensores eléctricos ubicados en diferentes zonas de la
cabeza y que son capaces de captar la actividad eléctrica de las neuronas.
Gracias a su aplicación se ha podido comprobar que cuando un individuo
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bilingüe se comunica, tanto el hemisferio izquierdo como el derecho,
presentan una actividad muy intensa e integrada. Como se anali en el
apartado 1.3. del presente trabajo, el hemisferio izquierdo ejerce un dominio
en el desarrollo de las tareas lingüísticas, aunque ambos actúan siempre de
forma conjunta y muy especialmente en el cerebro bilingüe, donde tiene
lugar un alto procesamiento de la información. Esto permite al cerebro
bilingüe la capacidad de adaptarse con facilidad al cambio de tareas y
mejorar el desarrollo de tareas no lingüísticas, asociadas a un aumento de
la actividad del hemisferio derecho. Empero, el individuo capaz de
comunicarse de forma alterna en dos lenguas diferentes deberá tener en
cuenta que su actividad cerebral puede sufrir una pequeña ralentización al
emitir un mensaje en una lengua, independientemente que se trate de su
lengua materna o su segunda lengua.
A lo largo del siglo XX se han realizado innumerables estudios desde
diferentes ciencias (psicología, medicina, neurología, lingüística) aplicadas
al estudio del cerebro y su relación con el lenguaje, dada la relevancia que
presentan respecto a la comprensión de los procesos cognitivos que tienen
lugar en este órgano. Existen actualmente diversos grupos de investigación
que tratan de averiguar la implicación cerebral en el aprendizaje de lenguas
y, aunque muchos de ellos aún no han obtenido resultados concluyentes,
todos comparten la misma opinión: el cerebro bilingüe es completamente
diferente al monolingüe. Uno de los estudios que mayor trascendencia
presenta, desde nuestra perspectiva, corresponde a la separación de las
áreas que procesan cada uno de los idiomas. Este hecho se evidencia a
partir de casos en los que algunas personas bilingües, al sufrir un accidente
cerebral, pueden perder la capacidad de comunicarse en una lengua,
mientras que la otra lengua permanece intacta. Ello manifiesta, de una
parte, la relación cerebral entre la lengua materna y la segunda lengua y, al
mismo tiempo, nos demuestra que contamos con órgano tremendamente
inteligente, que actúa de forma autónoma, utilizando diferentes áreas
cerebrales para organizar nuestra información lingüística.
2. El cerebro en la traducción
Continuamos profundizando en las propiedades neurolingüísticas,
reservando este apartado al estudio del cerebro en la actividad
traductológica, que representa el objeto de estudio de la tesis doctoral que
ha inspirado la elaboración del presente artículo.
Del mismo modo que el cerebro es esencial para la producción del
lenguaje, su importancia es igual o mayor para la actividad traductora, en la
que el traductor cuenta o debe contar un cerebro bilingüe, un alto desarrollo
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neurolingüístico y una capacidad lingüística muy avanzada. En este punto
se sitúa a la traducción como proceso de asociación entre la lengua
materna y la lengua meta y se advierten los altos niveles de procesamiento
lingüístico que tienen lugar en las diferentes regiones cerebrales, en función
del tipo de actividad traductológica que se realice.
Si bien existen numerosos estudios muy recientes e incluso en curso
actualmente sobre esta materia, el presente trabajo, como ya se ha
indicado, presenta un enfoque introductorio que recoge los principales
procesos internos que ocurren en el cerebro cuando el traductor o intérprete
activan su cerebro. Para ello, identificamos a continuación las tres fases
2
en
las que, consideramos, se puede estructurar el proceso de traducción:
1 Comprensión. Basada en la captación del sentido del mensaje en la
lengua original, que implica la asociación de este concepto a un saber
lingüístico previo, que nuestro cerebro capta rápidamente y un saber
extralingüístico, que nuestro cerebro deberá identificar y asimilar en
cada caso y que otorga mayor particularidad al significado.
2 Desverbalización. Se considera un paso puente, donde se realiza una
interpretación profunda y se descodifica el mensaje original. En este
nivel tiene lugar una compleja operación de exégesis.
3 Reexpresión. Tiene lugar en el cerebro un proceso de transformación
del lenguaje de una lengua a otra. Implica los mayores niveles de
procesamiento y actividad neuronal, con una gran lateralización
cerebral. El cerebro debe construir el mensaje en la lengua meta,
intentando conservar significado y significante, y tratando de ejercer
en la lengua meta el mismo efecto que ha provocado en él, el
mensaje en la lengua original. Entran en luego mecanismos
lingüísticos, extralingüísticos, relacionados con la memoria, la
experiencia, etc.
Enumeradas las tres fases que consideramos cruciales para el
ejercicio de la actividad interpretativa o traductológica, se presenta a
continuación un posible modelo interpretativo-explicativo, basado en un
análisis epistemológico y empírico, de la implicación del cerebro como
órgano ejecutor, en el intento de ilustrar el complejo proceso
neurolingüístico que “inconscientemente” el traductor y/o intérprete ejecutan
en su día a día:
2
Inspiradas en el estudio del Modelo Interpretativo de García Yerba (1982: 30-33) y de
Hurtado Albir (1990: 71).
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Interpretación
El cerebro del intérprete recibe las señales auditivas a través del
córtex auditivo y se transfieren al área interpretativa o área de Wernicke. En
dicho área tiene lugar el primer paso de comprensión del mensaje en la L1.
Una vez que se ha desverbalizado, el mensaje llega a través del fascículo
arqueado al área de Broca, responsable de la codificación del mensaje. No
obstante, deberá producir una respuesta en L2, por tanto el proceso
cerebral que tenga lugar en el área de Broca será muy diferente al que se
genera en los individuos monolingües al codificar el habla. En este proceso
interpretativo tendrán lugar un mayor número de áreas cerebrales y una
lateralización más significativa. Finalmente, el mensaje codificado en la L2
es enviado a las áreas motoras para realizar su producción.
Traducción
En la actividad traductora, en lugar de estar implicado el sentido de la
audición, observamos un mensaje codificado en formato escrito, por tanto
utilizaremos para ello el córtex visual. El cerebro transmitirá el mensaje
visual al área de Wernicke para su comprensión. Una vez desverbalizado el
mensaje en la L1, nuestro cerebro debe reexpresar su contenido en la L2 y
realizará la misma función que en la tarea interpretativa, enviado el mensaje
al área de Broca, puesto que en ella reside la función motora. Sin embargo,
en este caso, se activarán los circuitos neuronales correspondientes a la
producción escrita para proceder a la reexpresión de este mensaje en L2 en
formato escrito.
Antes de concluir este punto, resulta necesario aclarar que si no
existe comprensión es imposible que se realice cualquier tipo de traducción
y que dicho proceso atiende a factores cognitivos, contextuales y
personales, igualmente influenciados por nuestra actividad cerebral. Nuestro
cerebro es consciente de que esta primera fase de comprensión es el
núcleo de todo acto comunicativo, y por ello reserva para el ejercicio de esta
tarea, un área subcortical mínimamente mayor (Área de Wernicke) que el
área subcortical destinada a la producción del lenguaje (Área de Broca).
Conclusión
Concluye en este punto nuestra aproximación y profundización
neurolingüística inicial de los procesos mentales del individuo, lingüista,
traductor y/o intérprete, que accede a la anatomía cerebral a través del
análisis lingüístico y, al mismo tiempo, identifica los procesos de producción,
comprensión y aprendizaje del lenguaje por medio de estrategias
neurolingüísticas.
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El propósito que con este estudio se persigue es ofrecer una
aplicabilidad práctica y factible de los aspectos enumerados con
anterioridad, valorando las dicotomías y similitudes que existen en la
relación entre el lenguaje y el cerebro. Sin olvidar la perspectiva
humanística, que queda latente desde el primer momento, dado que al
tratarse de una práctica basada en la persona, los factores tanto a priori
como a posteriori a tener en cuenta son de una gran versatilidad.
El conocimiento y profundización del individuo desde la perspectiva
de diferentes disciplinas que intervienen en su formación educativa y
lingüística, la importancia de analizar la aproximación del funcionamiento
cerebral y conocer la fisiología del lenguaje en relación a su influencia en la
didáctica de idiomas se enmarca dentro una línea de investigación que
continúa su curso actualmente y que pretende ofrecer resultados muy
positivos en relación a la metodología de aprendizaje lingüístico basado en
el estudio del cerebro.
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