Eva” en el proceso traductor…
A partir de estas reflexiones, Toury plantea una metodología basada
en el análisis contrastivo del TO y del TM, es decir, en confrontar ambos
textos, o mejor dicho, segmentos de ambos textos, para determinar las
relaciones que se establecen entre ambos. De esta forma, el método se
fundamenta en el establecimiento de pares “solución+problema” (véase nota
1), es decir, “sustitutos de traducción+segmentos sustituidos” o, conforme a
la terminología recurrente de Toury, “segmentos que
reemplazan+segmentos reemplazados”, que conllevaría una reconstrucción
del proceso de traducción. En definitiva, en el planteamiento inicial de un
traductor enfrentándose a una traducción pueden observarse dos
tendencias: o bien adherirse al TO
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o bien respetar las normas de la CM y
ofrecer un producto final que se rija por el concepto de aceptabilidad de la
traducción por parte del lector meta, teniendo en cuenta en esta variabilidad
de opciones las directrices estipuladas en el encargo de traducción
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.
En el primer caso, la traducción adoptará las normas de la lengua y
cultura origen, por lo que se podrían producir incompatibilidades con las
normas del polo meta, “en especial con aquellas que sobrepasan las
estrictamente lingüísticas” (Toury 2004: 98), pudiéndose originar
interferencias culturales bautizadas por Fuentes (2000) como “ruido
cultural”. Sin embargo, si se opta por la segunda vertiente, el proceso
traductor se supedita a las normas de la CM, por lo que se plantearán de
forma inevitable una serie de cambios con respecto al TO. Siguiendo esta
línea de pensamiento de orientación hacia el polo meta, Toury formula una
ley a modo de ejemplo de cómo se podría generalizar el comportamiento
traductor realizando la siguiente afirmación: “En traducción, las relaciones
textuales que se dan en el original a menudo se modifican, a veces hasta el
punto de ser totalmente ignoradas, en favor de otras opciones [más]
habituales que ofrece el repertorio meta” (Toury 2004: 337).
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Según Toury, la tendencia a adherirse al TO puede provocar la aparición de interferencias,
llegando a afirmar que “cuantos más rastros de interferencia (véase epígrafe 1) presenta una
traducción, tanto más podemos suponer que dicha traducción se ha ajustado a la configuración
del texto origen durante el proceso de traducción” (Toury 2004: 346). Llegados a este punto,
Toury también afirma que los traductores experimentados corren menos riesgo de producir
interferencias en sus traducciones: “[…] Incluso si se toma el texto origen como factor crucial
en la formulación de su traducción, los traductores experimentados se verán menos afectados
por su configuración” (Toury 2004: 347).
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Una de las definiciones más recientes y concisas del concepto “encargo de traducción” la
ofrece Silvia Parra Galiano al afirmar que dicho encargo consiste en un “conjunto de
especificaciones, explícitas o implícitas, que guía tanto el trabajo del traductor como el del
revisor. Generalmente, estas especificaciones se refieren a los plazos y a los requisitos
relativos a la presentación del TL [abreviatura utilizada por la autora para “texto de llegada”, en
este artículo se ha utilizado el término sinónimo TM como abreviatura de “texto meta”], así
como a los usuarios y a la finalidad de la traducción” (Parra 2005: 370).