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Una mujer de letras y científica, traductora del Siglo de las
Luces: Mme d’Arconville y el prólogo a su Essai pour
servir à l’histoire de la putréfaction
Ángeles García Calderón
Universidad de Córdoba
id1gacaa@uco.es
Fecha de recepción: 30.06.2013
Fecha de aceptación: 15.04.2014
Resumen: Trabajo que se ocupa de analizar la figura y la obra de una de las
mujeres científicas más relevantes del siglo XVII: Mme d’Arconville, traductora de
obras inglesas e italianas, así como de ensayos propios, el hecho de contraer la
viruela a los 22 años y las secuelas físicas que dejó en ella la convertirían en una
trabajadora infatigable, formándose adecuadamente en los campos de la física,
anatomía, química, medicina, botánica y agricultura, a la vez que se relacionaba con
los humanistas y hombres de ciencia más relevantes de Francia gracias a su
elevada posición social y económica. Su carácter reflexivo y melancólico, unido a
una avidez de conocimientos fuera de lo común la llevarían a publicar
anónimamente hasta setenta volúmenes de obras, creyendo sus biógrafos que
escribió y tradujo bastantes más. En el laboratorio de su casa de campo de Meudon
llevó a cabos experimentos sobre las gomas, las resinas y los efectos de la
putrefacción para poder mejorar la conservación de los alimentos.
Palabras clave: Mujeres científicas, siglo XVIII, traducción.
A Woman of Letters and Science, Translator in the Enlightenment:
Mme d’Arconville and the preface to her Essai pour servir à
l’histoire de la putréfaction
Abstract: This paper attempts to survey the life and work of one of the most
important women scientists of the 17
th
century: Mme d’Arconville, translator of
English and Italian works, as well as of her own essays. The fact that she contracted
smallpox when she was 22 and its subsequent physical aftereffects made her an
indefatigable worker, properly educated in the fields of physics, anatomy, chemistry,
medicine, botany and agriculture. She was in close contact with the most relevant
French humanists and scientists thanks to her high social and economic status. Her
melancholic and thoughtful nature, together with an unusual thirst for knowledge led
her to publish seventy volumes of works anonymously, although her biographers
believed that she had written and translated many more. In the laboratory she owned
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in her country house at Meudon she carried out experiments on gums, resins and the
effects of putrefaction in order to improve food preservation.
Key words: Women scientists, 17th century, translation.
Sumario: Introducción. 1. Su figura y su obra. 2. El prólogo a su Essai pour servir à l’histoire
de la putréfaction. Conclusiones.
Introducción
Entre el grupo de mujeres-escritoras olvidadas que desarrollaron su
labor en pleno Siglo de las Luces y que no han merecido la atención que
debieran por parte de la crítica, ocupa un lugar importante Mme d’Arconville
tanto por su labor de traductora como por el de creadora en el mundo de la
investigación científica. Como afirma acertadamente una investigadora
sobre el estatus de la mujer escritora en el siglo XIX:
Le terme de femme-auteur apparaît au XIX
e
siècle, terme utilisé avant la
Révolution et qui est tombé en désuétude après la Première guerre
mondiale. Il a souvent été utilisé pour donner l’idée de la femme-auteur
comme monstre de la nature, ou pour lui donner un air de masculinité.
Mais en ci qui concerne son statut professionnel, tout d’abord elles ont
une difficulté à se nommer elles-mêmes1.
No obstante, antes del siglo XIX existieron mujeres-autoras que
escribían con plena conciencia de su labor creativa, pero habiendo debido
guardar una especie de compostura social o de humildad en sus
afirmaciones que las forzaban a justificarse por el propio hecho de escribir,
cuando no se refugiaban en un anonimato o pseudónimo, o bien utilizaban
el apellido del padre o del marido. Este sería el caso de la anatomista
francesa Marie Geneviève Charlotte Thiroux d’Arconville, más conocida
como Mme d’Arconville, que participaría en los bocetos del esqueleto
femenino, llevando a cabo en 1759 una de las ilustraciones más notables.
No obstante, este trabajo como todos los demás suyos, fue realizado
restringiéndose a la esfera del hogar y sometiéndose a los cánones
preestablecidos, como relata una conocida estudiosa del tema de las
mujeres científicas:
Se exigía a las mujeres cultas, incluso a las que trabajaban dentro de
los confines de sus hogares, que respetasen los prescritos límites de la
feminidad. La vida de Thiroux d’Arconville se ajustó a las normas de
conducta establecidas en 1811 por Madame de Genlis, educadora,
1
Josefina Bueno Alonso: «Le statut de la femme écrivain au XIX
e
siècle: Judith Gautier»,
Aproximaciones diversas al texto literario, Jerónimo Martínez, Concepción Palacios & Alfonso
Saura (eds.), Murcia: Servicio de Publicaciones, 1996, p. 54.
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comediógrafa y seguidora de Rousseau: si una mujer escribe libros,
debe evitar toda publicidad; debe mostrar gran respeto por la religión y
la moral austera; no debe contestar a las críticas que se hagan de su
obra por temor a que en su respuesta pueda transgredir la delicadeza,
modestia y suavidad femeninas. Thiroux d’Arconville se protegió ella
misma y protegió a su familia de la censura blica editando de forma
anónima sus obras sobre ciencia, historia y moral2.
1. Su figura y su obra
Geneviève-Catherine Darlus (1720-1805) hija de Guillaume Darlus,
un rico recaudador de impuestos, fue casada a los catorce años con Louis-
Lazare Thiroux d'Arconville, Presidente del Parlamento de París, que
también provenía de una dinastía de ricos recaudadores del Estado,
matrimonio del que nacerían tres hijos. El hecho decisivo en su vida y que
tendría una gran importancia en la dedicación a su profesión, sería el
contraer la viruela a los 22 años; la enfermedad la dejaría tan marcada
físicamente que la llevaría a un cambio radical en sus hábitos de vida:
desde ese momento renunciaría a los placeres mundanos para consagrarse
al estudio de la ciencia y las humanidades, siguiendo en esa línea hasta su
muerte en 1805.
De la dedicación por entero a su profesión se señalan dos
características que marcarán su trabajo: su carácter reflexivo, melancólico, y
una avidez de conocimientos, unido a un enorme deseo de compartirlos.
Consciente de las deficiencias que comportaba la educación femenina en su
época, aprendió inglés y frecuentó el «Jardin du Roi» para iniciarse en la
investigación física, seguir cursos de anatomía, historia natural y de
medicina. Tras adquirir una buena base en química se dedicó a estudiar
botánica y agricultura. En esta etapa trabaría relación con eminentes
humanistas y hombres de ciencia, entre los que se cuentan Voltaire y el
impulsor y editor de la primera enciclopedia y gran obra francesa del XVIII,
Diderot
3
, así como los componentes del entorno del ministro de Luis XV,
Choiseul. Familia política del famoso historiador, filólogo y lexicógrafo Jean-
Baptiste de La Curne de Sainte-Palaye
4
, frecuentaría al filósofo, científico y
2
Londa Schiebinger: «Marie Thiroux d’Arconville: una anatomista ‘sexista’», ¿Tiene sexo la
mente?: las mujeres en los orígenes de la ciencia moderna, trad. de María Cóndor Orduña,
Madrid: Ediciones Cátedra, 2004, p. 354.
3
L'Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, editada entre
1751 y 1772 dirigida por Diderot y d’Alembert.
4
Famoso entre otras publicaciones por su estudio en tres volúmenes sobre los trovadores
occitanos: Histoire littéraire des troubadours, contenant leurs vies, les extraits de leurs pièces,
et plusieurs particularités sur les mœurs, les usages et l'histoire du douzième et du treizième
siècles; (édition mise en ordre et publiée par l'abbé Millot; P., Durand neveu, 1774).
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matemático Condorcet y a otros químicos célebres como Lavoisier y
Macquer. Trabajando en el laboratorio de su casa de campo de Meudon, en
el que crearía un dispensario donde que las religiosas curarían a los
habitantes de los pueblos cercanos, pudo dedicarse a llevar a cabo
experimentos sobre las gomas y las resinas y a estudiar los efectos de la
putrefacción.
Jansenista por convencimiento, no es extraño que durante toda su
vida mantuviera una exigencia rígida en sus convicciones, así como una
dura disciplina, lo que le ayudaría a equilibrar su extrema sensibilidad y su
enorme gusto por la reflexión convirtiéndose en una mujer amante del
análisis profundo. Su categoría social y su fortuna la llevaron a desarrollarse
en el seno de un grupo social compacto que le pudo guardar las espaldas,
cosa poco común en el siglo XVIII en cuanto a las mujeres escritoras por
afición. Así, durante veinte años publicaría anónimamente obras de géneros
muy diversos, hasta conformar un total de setenta volúmenes, creyendo sus
biógrafos que aún había escrito muchos más.
Su obra de traductora representa un bastión ante los prejuicios y
preceptos establecidos sobre la condición de la «femme-écrivain» en el
Siglo de las Luces, en el que únicamente se aceptaba en parte a la mujer
traductora de relatos. Pero no sería solo traductora, sino también autora de
tratados y ensayos morales, así como de obras históricas bien
documentadas
5
. Una mención de las más conocidas y relevantes incluye las
siguientes: Avis d'un père à sa fille (trad. de Lord Halifax), 1756, Pensées et
réflexions sur divers sujets (ensayo) 1760, De l'amitié (ensayo) 1761,
Romans traduits de l'anglais (traducción) 1761, L'Amour éprouvé par la mort
(novela) 1763, Des passions (ensayo) 1764, Leçons de chimie (trad. de
Shaw),1766, Essai pour servir à l'histoire de la putréfaction (ensayo) 1766,
5
Entre las pocas referencias en español de la escritora francesa, podemos encontrar una breve
biografía en la obra de D. Vicente Díez Canseco, Diccionario biográfico universal de mujeres
célebres. Compendio de la vida de todas las mujeres que han adquirido celebridad en las
naciones antiguas y modernas, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días:
ARCONVlLLE (María Genoveva Carlota Thiroux de), hija de Mr. Durlus, asentista: nació en
Paris en 1720. Fue esposa del presidente de una de las salas del parlamento, y madre del
desgraciado Thiroux de Crosne, que ordenó la supresión del Cementerio de los Inocentes y
murió en el patíbulo en 1794. María Genoveva, renunciando desde muy joven a todas las
diversiones que la sociedad podía ofrecerla, se dedicó al estudio de las ciencias y de la
literatura, ocupándose sucesivamente en escribir y traducir obras de historia, de física, de
química, de historia natural y aun de medicina. Retirada a Picpus durante la época del terror, y
arruinada con motivo de los asignados, soportó con valor la pérdida de su fortuna, y murió en
1803 a los 8o años de edad. Entre las muchas obras que madama de Arconville escribió y
tradujo de las lenguas inglesa e italiana... (Madrid: Imprenta de D. José Félix Palacios, tomo I,
pp. 205-206).
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Mémoires de Mlle de Valcourt (novela) 1767, Mélanges de poésie anglaise
(traducción) 1770, Mélanges de littérature, de morale et de physique
(ensayo) 1775, Vie du Cardinal d'Ossat (ensayo histórico) 1771, Vie de
Marie de Médicis (ensayo histórico)1774, Histoire de François II (ensayo
histórico) 1783.
2. El prólogo a su Essai pour servir à l’histoire de la putréfaction
Muy preocupada por la conservación de los comestibles, Mme
Thiroux d’Arconville llevaría a cabo experimentos con más de treinta clase
de sustancias para averiguar cómo se podía controlar en cada una la
descomposición, siguiendo este procedimiento durante más de cinco años.
El prologo que encabeza su ensayo sobre los alimentos es un ejemplo de
seriedad, humildad, mesura y respeto hacia la investigación científica; su
transcripción es una muestra perfecta de las cualidades investigadoras de
nuestra escritora:
PRÉFACE
L'étude
de tout homme sensé doit toujours avoir l’utilité pour but. Ceux
dont la frivolité fait la base du caractère, & qui n'ont d'autre projet que
celui de se faire une réputation sans la mériter, ne cherchent à acquérir
que des connaissances vagues, & pour vouloir embrasser trop d'objets
à la fois; ils n'en saisissent en effet aucun. La Monarchie universelle est
une chimère. Les Alexandres même & les Césars, ces illustres
Conquérants ne l'ont réalisée qu'en perspective. II en est de même des
talents universels. On perd en profondeur, comme a dit un homme
d'esprit, ce qu'on gagne en superficie. Ceux au contraire qui sont assez
heureusement nés, pour que l'ambition commune à tous les hommes
les porte naturellement vers le bien néral, se sentent entraînés
comme malgré eux par des goûts utiles à la société. C'est cet instinct
heureux, fortifié par les principes d'humanité & de bienfaisance, qui a
formé les Newton, les Stahl6, les Boerhaave7, les Winslow, les Haller, &
plusieurs autres qui se sont distingués, & qui se distinguent encore par
leur amour pour les sciences qui peuvent être les plus avantageuses à
l'humanité. Ils ont sacrifié avec courage la frivole célébrité de briller dans
tous les genres, & de passer pour universels, au bonheur d'être les
bienfaiteurs de leurs contemporains; & des races qui les suivront. Une
6
Georg Ernst Stahl (1659-1734), médico y químico alemán que desarrolló la “teoría del flogisto”
para explicar las combustiones y las reacciones de los metales.
7
Herman Boerhaave (1668-1738), humanista, médico y botánico holandés que a pesar de sus
pocos descubrimientos tuvo una inmensa influencia en tres ramas del saber: química, botánica
y medicina
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préférence aussi noble & aussi désintéressée méritait des éloges aussi
multipliés que les succès ont été rapides, & l'hommage que nous
rendons à ces hommes divins doit être d'autant plus flatteur pour eux
qu'ils sont fondés sur l'estime & sur la reconnaissance.
Mais s'il n'appartient qu'à des génies du premier ordre de porter leurs
vues sur de grands objets, parce qu'eux seuls font en état d'en voir
toute l'étendue, & d'en saisir
toutes les branches, pourquoi ne serait-il
pas permis de les suivre de loin, & d'oser marcher dans la carrière qu'ils
ont aplanie par leurs découvertes? J'ai donc cru pouvoir, sans témérité,
franchir la barrière qui semble séparer les nies faits pour créer en
observant, & pour en former des sultats aussi lumineux
qu'intéressants, d'avec les simples Historiens des phénomènes de la
nature. J'ai pensé que la connaissance des substances propres à
retarder ou à accélérer la putréfaction paraissent tendre tous les
corps organisés, était assez importante par elle-même, pour mériter
qu'on oubliât l'auteur en faveur de l’utilité de la matière qu'il traite.
Le peu de recherches qu'on a faites sur cet objet, laisse un vaste champ
pour les observations. M. Pringle8, médecin général des armées du Roi
d'Angleterre, est presque le seul qui s'en soit occupé. Il nous a donné
une suite d'expériences assez considérables dans plusieurs Mémoires
qu'il a lus à la Société Royale de Londres. Cet excellent ouvrage qui
prouve les connaissances profondes de son auteur, & son application
infatigable pour tout ce qui peut contribuer à perfectionner l’art de guérir,
nous laisse cependant encore plusieurs choses à désirer. Les grandes
occupations de M. Pringle ne lui ont pas permis de péter ses
expériences, ni de les multiplier autant qu'il eût été nécessaire pour en
former un corps complet, d'après lequel on t établir une théorie
certaine. J’ose même avancer qu'il s'est trompé quelquefois: mais il
n'est pas surprenant que dans une matière aussi neuve, lerreur
accompagne, & souvent même précède la vérité. C’est beaucoup que
d'oser entreprendre ce qu'aucun autre n'a tenté; c'est ce qui constate le
génie créateur. Ceux qui suivent la route qu'il a tracée, n'ont même, en
la prolongeant, d'autre rite que celui d'avoir saisi l'esprit de leur
maître, & d'avoir travaillé au tableau qu'il avait esquissé. D'après cet
aveu, je me flatte que M. Pringle ne me saura pas mauvais gré, si je
rapporte des faits qui lui ont échappé, & si mes expériences paraissent
même quelquefois contredire les siennes. La lumière réfléchie a
8
Se refiere a Jean Pringle (1707-1782) considerado el padre de la medicina militar, Chevalier
Baronnet, médico del rey y de la reina de Inglaterra, Doctor en medicina por la Universidad de
Leyde, Miembro de los Colegios de Medicina de Londres y Edimburgo, Presidente de la «Royal
Society» de Londres y asociado extranjero de la Academia de Ciencias, de las Academias de
Gottinga, de Harlem, de Nápoles y de Filadelfia, etc. Benjamín Franklin haría un encendido
elogio de su persona en 1782: “Eulogy for John Pringle (unpublished)”, Benjamin Franklin
Papers, vol. 37, edited by Ellen R. Cohn, Jonathan R. Dull, Karen Duval, Judith M. Adkins, Kate
M. Ohno, Michael A. Sletcher, Claude A. Lopez, and Natalie S. Lesueur, 2003, edición digital.
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quelquefois plus de clarté lorsqu'elle est réunie, que le flambeau même
qui la produit, quoiqu'elle lui doive son existence. La supériorité des
talents de M. Pringle, & le but que nous nous proposons tous deux,
excluent toute rivalité. On ne saurait être jaloux que de ses maîtres ou
de ses égaux, & le guide ne saurait en avoir.
L'auteur de la nature en créant tous les êtres qui composent l'univers,
assigna à chacun, selon son genre, des limites qu'ils ne passent jamais.
Mais quelque distance que nous apercevions entre l'inertie d'un caillou
informe & inactif, & le mécanisme merveilleux qui anime les animaux, &
qui les rend même capables d'une espèce d'éducation, la gradation est
si bien observée, & si insensible, que nos faibles yeux distinguent à
peine les bornes qui séparent chaque genre. Le règne minéral n'est ni le
règne végétal, ni le règne animal. Tout le monde en convient: cependant
les plus grands Naturalistes sont souvent embarrassés pour assigner
précisément le règne dans lequel on doit ranger certains individus. Les
observations les plus exactes & les mieux suivies trompent quelquefois
les observateurs les plus éclairés & les plus scrupuleux. N'a-t-on pas cru
que les Coraux, les Madrépores, & plusieurs autres productions
animales étaient des plantes formées du limon de la mer. L'illustre
Tournefort9 même est tombé dans cette erreur. Mais n'ayant pu
découvrir leur fructification, parce qu'en effet elles n'en ont point, il les a
rangées dans sa 17
ème
classe qui comprend les herbes dont on ne
connaît ni les fleurs ni les semences. La grotte d'Antiparos qu'il examina
avec tant de soin & dont il donne un détail très circonstancié dans son
voyage du Levant, lui persuada que les pierres végétaient. L'agrégation
des particules imperceptibles de gravier qui forme les Stalactites, ne lui
laissa aucun doute que ces additions de parties liées entre elles, par un
soc propre à les unir, étaient de véritables pierres. Ce n'est que de nos
jours qu'on a découvert que ces Stalactites qu'on trouve attachées ou
suspendues aux voûtes de tous les lieux souterrains & humides, étaient
de la même nature que le sédiment que la plus grande partie des eaux
de sources & de rivières charrient avec elles. Ce sédiment forme même
quelquefois une croûte si épaisse & si solide dans l'intérieur des canaux
passe l'eau qui en est chargée, qu'il semble qu'on y ait introduit de
seconds tuyaux pour garantir, ceux qui font à l'extérieur.
La fécondité de la nature, non seulement dans ses nombreuses
productions, mais dans ses différentes espèces, a donc
nécessairement induire en erreur les plus grands Naturalistes, & laisser
un vaste champ à de nouvelles découvertes. Le règne animal comme le
plus noble, & pour lequel les deux autres ont été créés, paraît tenir entre
eux le point du milieu. Les Coraux, les Madrépores & les autres
substances animales de cette classe, semblent appartenir au règne
minéral, par leur dureté & leur incorruptibilité, & les Anatifères, les
9
Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708) botánico francés que sería el primero en aclarar la
definición del concepto de género en las plantas.
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Polypes & les autres animaux de cette espèce appartenir au règne
végétal. Les premiers par la manière dont ils paraissent implantés, pour
ainsi dire, dans les corps auxquels ils s'attachent, & les seconds par
celle dont ils se multiplient. Cet enjambement (si l'on peut s'exprimer
ainsi) est une espèce d'empire que le règne animal exerce sur les deux
autres qui lui sont soumis, non seulement par la puissance qu'il a sur
eux, mais par le tribut qu'il en reçoit.
Ces gradations insensibles d'un gne à l'autre, & les ressemblances
apparentes entre plusieurs des êtres qui composent l'univers, dévoient
nécessairement y jeter de la confusion, & mettre dans une incertitude
continuelle, pour assigner avec quelque degré de certitude la classe
l'on devait ranger chaque substance. La Chimie a contribué beaucoup
sans doute à débrouiller ce chaos. Ses expériences nous ont fait
découvrir la nature & l'essence d'un grand nombre de corps, & les
Naturalistes en ont tiré de grands avantages.
Mais peut-on faire un pas dans les différentes parties de la physique,
sans le secours de cette science si vaste? C'est particulièrement à
l'étude de la fermentation, de ses différents degrés, & surtout à celui de
la putréfaction, que nous sommes redevables d'un très grand nombre
de connaissances utiles. II n'y en a peut-être pas même de plus
intéressantes dans toute la Physique. C'est pour ainsi dire la clef de
toutes les autres, & l'histoire de la nature entière. Tout ce qui a vie, soit
animal, soit végétal, est soumis à son pouvoir. Les minéraux sont les
seuls qui lui échappent, parce qu'ils ne sont formés que d'addition de
parties sans mouvement & sans action. Le temps & l'art peuvent
détruire leur agrégation, mais ils ne changent point leur nature. Leur
existence n'est que passive, & qui n'a pas en foi ce principe moteur qui
anime tous les êtres sensibles, ne saurait le perdre, & ne peut varier
que dans la forme. Il n'en est pas de même des animaux & des
végétaux. Leur seule existence est un principe de destruction. Toute la
nature y tend par des progrès plus ou moins sensibles, & cette
progression même, pour être moins rapide, n'en est pas moins sûre, &
n'en parvient pas moins au but général. Cette fleur que la rosée du
matin fait éclore, & qui doit se flétrir le soir10, ne paraît jouir à nos yeux
qu'un instant de sa fraîcheur & de sa beauté. Mais ce cèdre orgueilleux
dont la tête altière semble percer la nue, qu'un siècle à peine peut voir
naître & mourir, ne jouit peut-être pas plus longtemps de son état de
perfection. Son accroissement est trop peu sensible à la faiblesse de
nos organes, pour que nous puissions nous apercevoir du moment il
commence à dégénérer. Dès qu'un corps organisé n'acquiert plus, il
s'avance à pas plus ou moins rapides vers sa destruction. On peut donc
regarder la putréfaction comme le vœu de la nature, & les deux degrés
de fermentation qui la précède comme ses préliminaires. À peine un
10
Alusión a un famoso poema de Ronsard.
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enfant a-t-il atteint l'âge de puberté, qu'en acquérant des forces, il perd
de la délicatesse de ses traits, & de la fraîcheur de son teint. II semble
que la nature, en fortifiant ses organes, veuille l'avertir par la perte des
grâces extérieures, qu'il en fera bientôt de même de ses autres facultés.
Mais comme la nature est aussi féconde qu'ingénieuse dans ses
productions, elle ne paraît détruire que pour créer de nouveau, &
n'exerce jamais son empire que pour accorder des bienfaits. Par ses
soins vigilants, rien n'est anéanti, tous les genres le prêtent un secours
mutuel, & passent successivement d'un gne à l'autre par des lois
invariables qu'elle même s'est prescrites, & qu'elle n'enfreint jamais. Les
rapports que ces lois ont entre elles, & le principe immuable qui les unit
indispensablement au mécanisme de l'univers, sont à la vérité d'un
ordre trop sublime pour pouvoir être conçus par des êtres faibles dont
l'ignorance est le partage. Mais si le Créateur ne nous a pas jugés
dignes de nous élever jusqu'à la connaissance des causes, il n'en est
pas de même des effets qui peuvent contribuer à notre bonheur, ils
paraissent se multiplier à nos yeux à mesure que nous acquérons de
nouvelles lumières sur les phénomènes de la nature, & cette jouissance
doit être un motif de plus pour nous exciter à travailler sans relâche pour
augmenter nos richesses.
D'après l'exposé que je viens de faire, on voit évidemment qu'il n'y a que
le règne végétal & le règne animal qui puissent entrer en fermentation;
parmi les Végétaux, il y en a un grand nombre qui peuvent éprouver les
trois degrés, tels que, presque tous les fruits à noyau & à pépins, le
raisin, les poires, les pommes, toute la classe des graminées, & tandis
qu'il y en a d'autres qui ne peuvent subir que les deux derniers, tels que
les animaux & un grand nombre de végétaux. Boerhaave fait pour
donner des lois en Chimie comme en Médecine, n'attribue de
fermentation proprement dite, qu'aux végétaux, parce qu'il n'en compte
que deux degrés, la spiritueuse l'acide. II exclue la putréfaction de ce
genre, ne la regardant point comme une véritable fermentation, & il la
range dans une classe à part. Si ce n'était pas une espèce de
blasphème d'avancer que cet homme célèbre a pu se tromper, j'oserais
répéter ce que j'ai déjà dit plus haut, que tous les corps organisés
tendant à la putréfaction, la fermentation acide, & même la spiritueuse,
ne sont que des moyens préalables que la nature emploie pour parvenir
à son but. En effet toute substance abandonnée à elle-même, soit
végétale, soit animale, se putréfie en peu de tems. On pourrait donc, ce
me semble, considérer la putréfaction avec quelque fondement, comme
la véritable fermentation.
Le premier acte de la nature sur les corps susceptibles du premier
degré de fermentation, & abandonnés à eux-mêmes, est d'exciter en
eux le mouvement indispensable à cette opération. Ce n'est d’abord
qu'un léger frémissement, mais bientôt ce frémissement s'augmente par
degrés. Toutes les parties se rapprochent les unes des autres, & s'en
éloignent tour à tour. Un mouvement tumultueux succède à une
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agitation d'abord insensible, un bouillonnement accompagné de
sifflement termine enfin cette merveilleuse opération. Après que la
liqueur a subi toutes ces révolutions, elle se calme insensiblement, & ne
laisse au fonds de la cuve qui la contenait, qu'une matière grossière &
inactive. C'est ainsi que la nature sans aide change & transforme un
corps qui sans ce travail resterait toujours dans un état d'imperfection.
Un suc grossier tel que celui des raisins, s'affine & se subtilise par un
mouvement qui s'excite de lui-même dans toutes les molécules de la
liqueur fermentant. Ce mouvement les divise chacune en particulier, les
recombine ensemble, & les sépare ensuite pour les réunir de nouveau.
Dans ce choc, & dans cette union réciproque les diverses parties du tout
empruntent mutuellement les unes des autres ce qui leur manque, &
forment enfin un nouveau composé dont les principes & les produits
diffèrent entièrement du premier. Un suc épais & trouble se change en
une liqueur claire & transparente. Sa couleur louche & indécise prend
de l'éclat & du brillant, son goût fade & doucereux se tourne en force, &
de presque inodore qu'il était, il acquiert le parfum le plus exquis. C'est
ainsi que le moût transformé en vin produit cet esprit subtil &
inflammable, dont on ne pouvait même apercevoir aucun vestige avant
que la nature lui eût imprimé le mouvement qui seul pouvait lui donner
son dernier degré de perfection.
Cette liqueur, toute admirable qu'elle est, & capable de se conserver
sans se corrompre pendant un grand nombre d'années, pourvu qu'on la
tienne dans un vaisseau fermé & dans un endroit frais abandonnée à
elle-même, & exposée à l'air extérieur, perd cependant bientôt tous les
avantages qu'elle avait reçus de la nature. Sa couleur brillante, son
odeur suave, sa saveur agréable, & surtout cet esprit inflammable qui
formait son caractère distinctif. Elle pâlit, elle se trouble, elle prend un
goût & une odeur acides, & si on la laisse en cet état, sans y apporter
de remède, elle passe bientôt à la putréfaction. II semble que la nature
ait épuisé tout son pouvoir dans la fermentation spiritueuse, & qu'elle
n'ait plus rien à donner aux hommes après un tel présent. Fatiguée &
impuissante, elle ne sait plus que décroître, & nous donne dans une de
ses opérations les plus parfaites l'image de la vie humaine.
Tous les corps susceptibles des deux derniers degrés de fermentation
ne l’étant pas du premier, comme je l'ai déjà dit, plusieurs passent
d'abord à la fermentation acide, sans donner aucun indice de cet esprit
ardent qui est un des caractères distinctifs de la fermentation
spiritueuse. Les substances de ce genre ne restent pour l'ordinaire que
peu de temps dans l'état d'acidité, & passent assez promptement à la
putréfaction. Mais ce dernier terme qui réduit tous les corps dans la
même classe, quoique si différents les uns des autres dans leur origine,
est toujours précédé de la fermentation acide, ne fut-ce que pour un
instant. Car dans le règne animal, par exemple, ce passage est
quelquefois si rapide, que les observateurs les plus attentifs & les plus
exacts, ont peine à le saisir. C'est cependant cet instant souvent
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insensible qui seul peut dévoiler le mystère de la putréfaction. Cette
opération merveilleuse que la nature exécute sur tous les corps
organisés, est bien digne sans doute d'attirer notre attention, & de nous
exciter au travail le plus assidu, & le plus opiniâtre pour en découvrir les
ressorts. Les avantages que la Chirurgie & la Médecine peuvent en
retirer pour la guérison d'un grand nombre de plaies & de maladies,
présentent un objet si intéressant pour le genre humain, qu'on ne saurait
s'y porter avec trop d'ardeur. La difficulté, & peut-être 1’impossibilité de
pouvoir parvenir à une théorie certaine, ne doit pas rebuter, quand il
s'agit d'une découverte aussi utile aux hommes. Le seul espoir même
incertain de devenir le bienfaiteur de l'humanité est d'un si grand prix
pour les âmes bien nés, qu'il mérite au moins qu'on tente de le réaliser,
& qu'on ne saurait trop l’acheter.
Je suis bien loin de penser que j'aie acquis sur cet objet aucun droit à la
reconnaissance des hommes. Le peu d'expériences & de recherches
qu'on a faites sur cette matière ne m'ont pu fournir les secours qui
m'eussent été nécessaires dans une entreprise d'une aussi grande
étendue. La carrière est trop peu battue, pour qu'on puisse y marcher
d’un pas assuré. Tout est nouveau, & des faits qu'on croyait constatés,
se trouvent souvent détruits par d'autres. Dans ce labyrinthe inconnu on
ne marche qu'au hasard, & l'on attend des observations les
éclaircissements que la nature seule peut donner, & qu'on est même
souvent bien éloigné de prévoir. Je sens tout ce qui manque à cet essai,
pour le rendre aussi utile que curieux: mais la difficulté de faire des
expériences en grand, dont les résultats différent toujours de ceux qu'on
a recueillis des expériences faites en petit, le peu de sources où je
pouvais puiser des lumières propres à m'éclairer dans mes travaux,
doivent me servir d'excuses, si cet ouvrage ne remplit pas l'attente de
mes lecteurs, & s'il n'est pas tel à beaucoup près qu'on pourrait le
désirer. Tout informe qu'il est, je ne rougis pourtant pas de le présenter
au Public, dans l'espoir qu'il pourra être de quelque avantage à ceux qui
voudront perfectionner ce que je n'ai fait qu'ébaucher, si je puis leur
épargner l'ennui & le dégoût des premiers éléments dans une route
toute nouvelle, & leur en aplanir quelques difficultés, je me croirai trop
récompensé de mon travail & de mes soins.
Les observations de M. Pringle sur les substances sceptiques &
antiseptiques m'étant tombées par hasard entre les mains, me firent
naître le désir de répéter quelques-unes de ses expériences, sans avoir
alors d'autre objet que celui de satisfaire ma curiosité sur une matière
aussi nouvelle & aussi intéressante. Le pouvoir merveilleux surtout que
M. Pringle attribue au quinquina, non seulement pour conserver les
substances animales, & les empêcher de se corrompre, mais encore
pour les rétablir dans leur premier état, lorsqu'elles étaient putréfiées,
me frappa d'étonnement. Je me hâtai de répéter cette expérience pour
m'assurer d'un fait aussi extraordinaire: elle me réussit comme à lui,
mais trois fois seulement, quoique je l'aie répétée plusieurs. Je rendrai
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compte dans cet ouvrage, lorsque je parlerai du quinquina, des
différentes variations que j'ai observées dans les effets de cette écorce.
Je puis assurer seulement qu'il y a des substances aussi puissantes
qu'elle, pour conserver & même pour rétablir.
M'étant donc assuré, en répétant cette expérience, de la vérité du fait
que M. Pringle avait avancé, j'en répétai plusieurs autres du même
genre; mais les résultats des miennes ne s'étant pas toujours trouvés
conformes à ceux des siennes, particulièrement dans celles qu'il a faites
avec la camomille, j'ai pris le parti de travailler d'après mes propres
idées, & de faire une suite d'expériences sur un très grand nombre de
substances connues. Elles sont au nombre de près de 300. II y en a
quelques-unes que j'ai répétées plusieurs fois, non seulement pour les
constater plus rement, mais encore pour en comparer les résultats
avec ceux d'autres substances que je leur croyais analogues
relativement au pouvoir, mais que l'expérience m'a appris être très
différentes dans leurs effets. Les diverses températures qu'occasionne
la changement des faisons, le froid & le chaud, l'humidité & la
sécheresse, la variation presque continuelle des vents, les orages,
l'exposition, même du lieu l'on fait les opérations, tout contribue à
rendre les résultats des expériences faites sur une même matière très
différents les uns des autres, & pourrait tromper l'observateur, s'il n'avait
pas égard à ces différentes circonstances. La puissance conservatrice
d'une substance anti putride est probablement la même dans tous les
tems. Mais le corps auquel on rapplique ayant plus de tendance à la
putréfaction dans les grandes chaleurs que lorsqu'il gèle, par la
dilatation que cette chaleur produit dans le tissu des fibres animales;
cette puissance agit avec moins d'efficacité en été qu'en hiver, parce
qu'elle trouve plus de résistance. On ne saurait donc apporter trop de
soin dans ses observations, ni pousser le scrupule trop loin, quand il
s'agit de constater des faits dont l’humanité peut retirer quelque
avantage.
Mes expériences ont été faites à la ville & à la campagne: mais pour
être certain de leur exactitude, je n'ai jamais changé de lieu dans l'un &
l'autre endroit & j'ai tenu un Journal très circonstancié, non seulement
de l'état je trouvais chaque jour, ou au moins tous les deux jours, les
substances que j'avais mises en expérience, mais encore le jour,
l'heure, le degré du thermomètre & tout ce qui peut avoir rapport aux
différentes variations dont la température est susceptible dans notre
climat. Je donnerai un de ces Journaux à la fin de cet ouvrage, & le
relevé que j'en ai fait, pour faciliter mon travail, afin que mes lecteurs
soient en état de juger du soin & de la précision que j'ai apportés à mes
observations. La quantité de bocaux qu'il faut avoir en même temps en
expériences, est fort embarrassante, mais elle est indispensable; car
c'est le seul moyen d'être en état de comparer la puissance antiseptique
des différentes substances qu'on emploie. La difficulté de travailler en
grand sur cette matière m'a contraint de faire tous mes essais en petit:
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mais j'ai eu l'attention d'employer les mêmes doses & de les peser
exactement. J'ai toujours mis, par exemple, deux gros de viande dans
chaque bocal, avec deux onces de la liqueur dont je voulais éprouver le
pouvoir antiputride. Lorsque la substance que je mettais en expérience
était saline ou gommeuse, j'en faisais dissoudre un gros dans deux
onces d'eau commune. J'ai employé aussi quelquefois à sec les mêmes
substances que j'avais employées dissoutes dans l'eau commune, afin
d'en comparer le pouvoir, & j'ai presque toujours observé qu'elles
étaient plus puissantes à sec. La gomme adragant en est une preuve
convaincante: car dissoute dans l'eau, loin d'être antiputride, elle hâte la
corruption, puisqu'un morceau de viande se conserve dans ce mucilage
moins longtemps qu'un pareil morceau abandonné à lui-même, au lieu
qu'à sec elle rend la viande inaltérable.
Comme il est certain qu'aucune substance ne se putréfie sans avoir
passé préalablement par la fomentation acide, quand ce ne serait que
pour un instant, comme je l'ai déjà dit plus haut, j'ai souvent trempé un
morceau de papier bleu dans les liqueurs que j'avais en expérience,
pour m'assurer du moment elles devenaient as cessantes avant que
de passer à la putréfaction. Je me suis servi quelquefois aussi du sirop
violât: mais ces moyens ne m'ont procure que des connaissances très
vagues, & d'après lesquelles on ne saurait établir aucune théorie
certaine. Car souvent ces liqueurs, sans être acides par elles-mêmes,
teignaient en rouge le papier bleu dès le premier instant qu'on les
mettait en expérience, & par conséquent avant que la viande eût pu leur
communiquer aucune qualité, puisqu'elle était fraîche, & ces liqueurs
conservaient la même faculté, quoique l'odeur en fût devenue d'une
putridité insupportable, tandis que d'autres devenaient tides, sans
avoir donné auparavant le plus léger indice d'acidité; il en a été de
même du sirop violât qui n'a point verdi avec des liqueurs très putrides.
II est vrai que j'ai observé aussi plusieurs fois le contraire, par rapport au
papier bleu: car il m'est souvent arrivé de mettre une liqueur en
expérience, laquelle pendant plusieurs jours, ne faisait aucune
impression sur le papier bleu, qui venait ensuite à le teindre faiblement,
& qui de jour en jour donnait plus d'intensité à la couleur. Au bout de
quelque temps, cette liqueur teignait plus faiblement, & lorsqu'elle
contractait une odeur fétide, elle ne teignait plus du tout le papier bleu.
Mais la différence de ces faits dans des expériences du même genre,
prouve qu'on ne saurait compter sur eux pour en tirer aucune induction
qui puisse conduire à des découvertes utiles. Je les rapporterai
cependant exactement, quand je rendrai compte de mes expériences,
afin de n'avoir point à me reprocher d'avoir supprimé aucune des
circonstances qui pourraient instruire ceux qui voudront travailler d'après
mes observations.
Je ne me suis pas contenté de faire des expériences sur la chair des
animaux. J'en ai fait aussi sur le lait & sur les œufs, & j'ai trouvé que ces
derniers se conservaient mieux que la chair avec les mêmes
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substances. J'ai observé aussi que de toutes les viandes le veau était
celle qui résistait le plus longtemps à la putréfaction; que la viande
noire, par exemple, qui a ordinairement ce qu'on appelle vulgairement
du fumet, ne se corrompt pas plus facilement que le bœuf & le mouton.
A l'égard du poisson, il est en général plus incorruptible que la viande,
lorsqu'on le met avec des substances ou des liqueurs conservatrices:
mais lorsqu'il est putréfié, son odeur est beaucoup plus insupportable
que celle des autres animaux au même degré de putréfaction. On
trouvera dans cet Essai des observations du même genre, & très
curieuses sur la bile humaine, & sur le fiel de bœuf: celui qui les a faites,
a bien voulu, non seulement me les communiquer, mais me permettre
d'en faire usage. La profondeur de ses connaissances, tant en
Médecine qu'en Chimie, donnent à ses expériences un poids & une
valeur dont le Public sentirait tout le prix, si sa modestie ne surpassait
pas encore ses talents, & me permettait de le nommer. M. B
ERNARD
D
E
J
USSIEU
, à qui l'on est redevable d'un si grand nombre de découvertes
par l'étendue de son savoir en tout genre, & particulièrement en Histoire
Naturelle, qui réunit à ses éminentes qualités celle de communiquer à
ceux qui défirent s'instruire, les connaissances que la justesse de son
esprit, jointes à un travail infatigable lui ont acquis, a bien voulu me faire
part des observations qu'il a faites sur les familles naturelles des
Plantes. Je m'étais flatté qu'en employant le suc de leurs racines, de
leurs feuilles ou de leurs fleurs, j'y trouverais peut-être des antiputrides
très puissants: mais excepté le myrte qui a préservé de la putréfaction
pendant plus de six mois la chair que j'avais mise en expérience avec
son suc, tous les autres ne m'ont paru avoir qu'un pouvoir très inférieur
à celui de plusieurs autres substances, tels que les sels métalliques, les
résines, les extraits, etc. j'avais espéré que les labiées & les
ombellifères donnant dans la distillation une huile essentielle
aromatique, laquelle en vieillissant dépose une matière fort analogue au
camphre, pourrait produire sur la viande le même effet que cette espèce
de résine qui la rend incorruptible: mais elles sont bien loin d'avoir cette
vertu. J'ai voulu tenter aussi le pouvoir des eaux minérales, mais
aucunes ne m'ont réussi, est l'eau de Passy de M. Calfabigi11 est la
seule qui ait conservé la viande sans fétidité l'espace d'un mois. Je n'ai
trouvé en néral de substances capables de préserver la chair de
putréfaction d'une manière inaltérable, que parmi les sels talliques,
les extraits, les liqueurs spiritueuses & les acides. Toutes les autres ne
conservent que du plus au moins. On trouvera à la fin de cet ouvrage
une table de la puissance antiputride de ces différentes substances,
depuis celles qu'on peut considérer comme des antiputrides absolus,
jusqu'à celles qui accélèrent la putréfaction; puisqu'elles corrompent la
viande plutôt qu'elle ne se corromprait en l'abandonnant à elle-même.
Pour m'en convaincre, j'ai toujours eu soin dans toutes mes expériences
11
Calfabigi se hizo famoso por sus experimentos con las aguas minerales de Passy.
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d'avoir pour point de comparaison deux gros de bœuf à sec, ou plongés
dans deux onces d'eau commune.
Pour m'assurer du pouvoir des liqueurs conservatrices que je regarde
comme inaltérables, j'ai soumis la chair qui avait séjour dans ces
liqueurs à toutes les épreuves possibles; quand les morceaux de viande
que j'avais mis en expérience, avoient passé un temps considérable
plongés dans la liqueur conservatrice, & que par conséquent ils avoient
éprouvé la révolution des saisons, je les mettais à sec, (sans les presser
à la vérité) au bout des quelques mois, lorsque je les trouvais sains &
sans odeur, je découvrais les bocaux qui les contenaient: car jusqu'alors
ils avoient été couverts d'un papier lié avec une ficelle. J'ouvrais la
fenêtre de la chambre ils étaient, & comme j'ai eu soin de ne faire
cette épreuve qu'en été, ils étaient exposés par ce moyen non
seulement à l'impression de l'air extérieur, mais les insectes pouvaient y
déposer leurs œufs; cependant je n'en ai jamais aperçu aucun. J'ai
renfermé ensuite les bocaux dans une armoire l'air n'avait que très
peu d'accès. Enfin, pour dernière épreuve, je les ai mis à un second
étage très élevé, dans une chambre exposée au midi, au lieu que
jusqu'à ce moment l'endroit que j'avais choisi, était exposé au nord, &
mes morceaux de viande ainsi que des œufs & des morceaux de
poissons, n'ont contracté depuis plusieurs années que je les conserve
aucune espèce de corruption. II est vrai qu'ils sont totalement
desséchés, fort diminués de volume, très durs, & qu'ils paraissent
enduits d'une espèce de vernis sans doute aux liqueurs dans
lesquelles ils ont séjourné longtemps.
Dans le cours de mes expériences j'ai remarqué plusieurs fois que les
liqueurs que j'employais, contractaient avant que de se corrompre, &
souvent même sans tendre à la putréfaction, des odeurs singulières.
Quelquefois elles étaient agréables; mais elles n'avoient aucune
analogie avec celle qu'elles tenaient de la nature. Ce qui m'a le plus
surpris, c'est que tous les sels métalliques dont le plus grand nombre
n'a point d'odeur particulière, acquéraient tous celle dégraisse
échauffée, ou ce qu'on appelle vulgairement odeur de graillon, lorsque
la viande avait séjourné pendant quelque temps dans leur dissolution;
elle a même conservé cette odeur jusqu'à présent quoiqu'elle soit
entièrement desséchée.
J'ai souvent observé que les liqueurs que j'employais dans mes
expériences donnaient des signes extérieurs de fermentation par les
bulles d'air qu'on voyait s'élever du fonds du bocal, à la surface du
liquide, & y former une espèce de bouillonnement & de mousse
semblable à celle du vin de Champagne; mais ce qui m'a paru très
surprenant, & qui ne m'est arrivé qu'une seule fois, c'est qu'ayant mis du
mouton putréfié dans une forte décoction de quinquina, la liqueur qui
d'abord était trouble, est d'un jaune foncé, ayant déposé le quinquina au
fonds du bocal, s'éclaircit par degrés, & devint d'une couleur de rubis
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très brillante. Ce fut dans cet espace de temps qu'elle éprouva le
mouvement de fermentation dont je viens de parler, après quoi l'odeur
fétide qu'elle avait contractée par la putridité de la viande qui y avait
séjourné, fut bientôt couverte par une odeur vineuse. Enfin l'odeur
putride diminua insensiblement, & lorsque je retirai la viande, elle était
assez ferme, belle, de sa couleur naturelle, & n'avait plus qu'une légère
odeur de boucherie.
Un fait qui ne m'a pas moins surpris que le précédent, quoique je l'aie
observé plusieurs fois, c'est que des morceaux de viande que j'avais
mis en expérience, & qui s'étaient corrompus, non seulement n'avoient
point augmenté de volume, & n'avoient point perdu de leur fermeté,
contre la loi générale de tous les corps qui se putréfient, mais en avoient
même acquis. L'on sait cependant que la putréfaction en désunissant
les parties du corps qui se corrompt, dégage l'air intérieur, les rend plus
lâches, & donne par ce moyen plus d'accès à l'air extérieur, & à
l'humidité: car sans ces deux grands agents universels, nulle espèce de
fermentation ne peut s'opérer, & la putride encore moins que les deux
autres. Ces contrariétés apparentes dans les opérations de la nature sur
de certains objets, tandis qu'elle est si uniforme dans d'autres, est une
des causes principales qui retardent les connaissances physiques. Ce
n'est que par des expériences souvent répétées, & le travail le plus
opiniâtre qu'on peut espérer de parvenir à la découverte des secrets
qu'elles renferment. Notre peu de lumière dans ce labyrinthe obscur
jointe à nos préjugés, nous dérobent sans cesse la vue des chaînons
imperceptibles qui lient indispensablement entre eux des phénomènes
qui nous paraissent contradictoires, quoiqu'ils fassent partie du
mécanisme invariable que l'auteur de la nature a établi dans l'univers.
Nous ne devons donc accuser que notre ignorance, si nous
n'apercevons pas l'analogie des faits qui nous paraîtraient évidents, si
nos connaissances étaient plus étendues.
J'ai enfin tenté de faire mes expériences au bain-marie, pour ne rien
négliger de tout ce qui pouvait contribuer à rendre mes observations
plus complètes & plus sûres. Je m'étais flatté que cette variété en
produirait dans les résultats de mes recherches, & qu'elle m'aiderait
peut-être à faire de nouvelles découvertes. Mais ce moyen ne m'a été
d'aucune utilité, & ne m'a appris que ce qu'on sait jà: car quoique
j'eusse pris soin que l'eau du bain marie dans laquelle je mettais plonger
mes bocaux, ne fût jamais au degré de l'eau bouillante; cependant la
viande cuisait par degré, & dès lors elle devenait moins susceptible de
putréfaction, parce qu'elle perdait une partie de son suc, que ses fibres
se resserraient & donnaient pat conséquent moins d'accès à l'air
extérieur. II en a é de même du bain de sable. Cette cuisson
cependant ne garantissait pas la viande de la corruption, elle en
retardait seulement l'effet.
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J'ai souvent observé que la moisissure qui annonce ordinairement la
putréfaction, était en même tems un préservatif contre elle, quand elle
couvrait en entier la superficie de la liqueur dans laquelle la viande était
plongée, ou qu'elle entourait exactement cette viande, lorsqu'elle était à
sec. On peut donc conclure, à ce que je crois, de cette observation, que
l’humidité qui engendre la moisissure, & qui corrompt la viande quand
on la garde trop longtemps, produit sous la forme de moisi un effet tout
contraire, lorsqu'elle enveloppe exactement cette viande, puisqu'il la
préserve de la putridité. J'ai éprouvé en effet dans mes expériences que
la viande ne se gâte que dans les endroits qui ne sont pas couverts de
cette espèce d'enduit, parce qu'il garantit le corps du contact de l'air
extérieur, & de l'humidité à laquelle la moisissure doit son origine.
Après avoir rendu un compte exact des différents moyens que j'ai
employés pour découvrir quelles sont les substances les plus propres à
arrêter ou à retarder la putréfaction des matières animales; il ne me
reste plus qu'à exposer à mes lecteurs le plan que j'ai adopté dans cet
Essai, pour mettre le plus d'ordre & de méthode qu'il est possible dans
la fuite des expériences qui formeront tout le corps de cet ouvrage. Je
commencerai par celles qui ont pour objet les substances animales
abandonnées à elles-mêmes. Ensuite je passerai à celles je n'ai mis
en usage que l'eau commune, non-seulement pour, éprouver son
pouvoir anti-sceptique, mais pour me servir de point de comparaison.
Enfin j'irai par gradation, à commencer depuis les matières qui n'ont
conservé la viande saine qu'un seul jour, & qui par conséquent doivent
être plutôt considérées comme des sceptiques que comme des
antiputrides, jusqu'à celles qui l’ont rendu inaltérable, afin que mes
lecteurs soient en état de comparer eux-mêmes ces différents degrés
de puissance. Chacun de ces degrés formera une espèce de classe à la
fin de laquelle je hasarderai quelques réflexions sur les divers
phénomènes qu'elle m'aura présenté, & le résultat que je pense qu'on
pourra en tirer. J'aurai soin d'indiquer la différence des saisons & des
températures; parce qu'elles en font naître nécessairement dans l'état
du corps dont on a dessein d'observer les changements. Si ce travail
peut jeter quelques faibles lueurs sur une matière aussi étendue que
l’est celle que je traite, & qu'il puisse servir à donner des connaissances
sur un objet aussi intéressant, quelque imparfait que soit cet Essai, je ne
le croirai pas inutile, & je ne regretterai pas des soins dont on n'est que
trop récompensé, lorsqu'on peut se flatter de procurer quelque avantage
à l'humanité12.
Como hemos podido deducir a través de su lectura, el prólogo de
Mme d’Arcanville pone de relieve el modo humilde, respetuoso y serio del
12
Essai pour servir à l'histoire de la putréfaction, par le traducteur des Leçons de Chymie de M.
Shaw, premier médecin du roi d’Angleterre, Paris: Didot le Jeune, 1766, pp. i-xxxvj.
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método de trabajo utilizado por la investigadora, del que conviene destacar
varios puntos, que hemos señalado en la transcripción del prólogo en
cursiva:
a) La valoración del trabajo de sus antecesores en la investigación
científica, a los que rinde honores por sus logros.
b) La continuación del mismo camino que habían emprendido éstos,
antes que ella.
c) La importancia de los trabajos científicos, así como la justificación
de los errores de sus predecesores, a los que pide disculpas por su
atrevimiento en seguir la línea de sus trabajos.
d) La humildad por su atrevimiento al adentrarse en un campo tan
importante.
e) El reconocimiento de sus carencias, debidas en parte a sus pocos
medios económicos para llevar a cabo una labor personal de tanta enjundia.
f) La insistencia en repetir sus ensayos para lograr un mayor índice
de fiabilidad.
g) La defensa de sus propias ideas basadas en la reiteración de las
pruebas por medio de múltiples intentos.
h) La presentación escrupulosa a los lectores de los resultados
obtenidos.
i) La manifestación de la incertidumbre en los resultados obtenidos,
que demuestran una carencia absoluta de dogmatismo.
j) El halago y reconocimiento a sus colegas por su colaboración.
k) El reconocimiento de la propia ignorancia cuando no se llega a
conclusiones satisfactorias en las investigaciones.
Tras enfatizar en todas estas puntualizaciones a su propia obra, la
investigadora finaliza su prólogo con una reflexión profunda a la vez que
humilde, poniendo de relieve cuáles son los verdaderos objetivos de los
científicos: el servicio a la Humanidad.
Conclusión
Confinada a una vida virtuosa por el estigma de la viruela, Marie
Geneviève Charlotte Thiroux d’Arconville encontraría compensaciones en el
placer que se deriva del trabajo científico, convirtiéndose en una de las
pocas mujeres del XVIII que no solo llevaría a cabo la traducción de
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múltiples trabajos científicos, sino también un programa propio de
experimentos. Autora prolífica, escribiría o traduciría de modo anónimo
docenas de textos de materias científicas, literatura, moral e historia. Sus
escritos revelan una amplia cultura y enormes cualidades científicas, que
tuvo que desarrollarlas siempre bajo un absoluto anonimato. Mujer
comprometida con su época, con los demás y consigo misma, su disciplina
y el amor por el trabajo concienzudo y bien hecho la llevarían a destacar en
un mundo en el que la condición femenina no posibilitaba el acceso a la
cultura, destacando solo las más osadas en el campo literario.
En un mundo dominado por los hombres, casi nunca proclives al
acceso de la mujer al mundo de la cultura, y menos aún al científico, su
sutileza y bien hacer unidos a una gran dosis de modestia y paciencia la
llevarían a triunfar en todos los campos en que los había hecho el sexo
opuesto, tratando no de oponerse a él, sino complementándose con él y
sirviéndose de los propios recursos y experimentos de éste.
Referencias bibliográficas
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(Mme d’): Essai pour servir à l'histoire de la putréfaction, par le
traducteur des Leçons de Chymie de M. Shaw, premier médecin du
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¿Tiene sexo la mente?: las mujeres en los orígenes de la ciencia
moderna, trad. de María Cóndor Orduña, Madrid: Ediciones Cátedra,
2004, p. 353 ss.