El enfrentamiento entre “New Science” y Literatura…
por supuesto también Leibniz y Christian Wolf, y la lista se alarga hasta
la actualidad.
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La pensadora de cuya obra nos ocupamos en este trabajo es
conocida como Lady Anne Conway (por nacimiento Anne Finch), y era una
de esa pequeña minoría prácticamente desconocida de las mujeres del siglo
XVII capaces de consagrarse al estudio de la filosofía. Estuvo asociada al
denominado Cambridge Platonists, que es para parte de la crítica la tercera
corriente en importancia de la filosofía inglesa del siglo XVII, tras Thomas
Hobbes y John Locke
19
, sobre todo con Henry More (1614-1687)
20
. El único
tratado que perdura de ella fue publicado, póstuma y anónimamente en
18
Henri Corbin: Prefacio a la segunda edición de Cuerpo espiritual y Tierra celeste, Madrid: Ed.
Siruela, 1996.
19
Sarah Hutton: Anne Conway: A Woman Philosopher, Cambridge: Cambridge University
Press, 2004.
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En torno al Christ's College y al Emmanuel College de la ciudad de Cambridge, e influidos
por un tradición humanista y neoplatónica, aparece a lo largo del siglo XVII un grupo de
escritores conocidos con el nombre de “platónicos”, que, partidarios de una interpretación
espiritualista y religiosa de la realidad y opuestos al materialismo y al mecanicismo,
representan desde el punto de vista de la filosofía una oposición más profunda al sistema de
Hobbes. Para Nathanael Culverwel (1618-1651), alumno del Emmanuel College y autor de An
Elegant and Learned Discourse of the Ligth of Nature (ed. póstuma, 1652), la ley natural y la
divina se identifican. La primera, revelada al hombre por la razón, es una aplicación de la ley
eterna impuesta por Dios y adaptada a la naturaleza del hombre. En Ralph Cudworth (1617-
1688), la posición es muy semejante. Pastor anglicano, graduado en Cambridge y, más tarde,
principal del Christ's College su obra fundamental The True Intellectual System of the Universe
(1678) habría formado parte, de no quedar inacabada, de un tratado “De la Necesidad y de la
Libertad”; póstumas aparecieron A Treatise concerning eternal and inmutable Morality (1731) y
A Treatise of Free Will. Frente al ateísmo, al materialismo o al fatalismo estoico, considera que
el hombre es libre y responsable de sus actos y que la justicia y el bien son eternos, formando
parte de la naturaleza de Dios. Los principios morales -el concepto de lo bueno y lo malo, de lo
justo y lo injusto- no se derivan de ninguna ley positiva; como participación de la razón divina,
son innatos en todos los hombres y ciertos e inmutables como los principios matemáticos.
Henry More (1614-1687), en su Enchiridion Ethicum (1668), considera el conflicto del hombre
entre las pasiones de su propia naturaleza y los imperativos de la razón; pero, subordinada a
ésta, existe una potencia especial que lleva a cabo el acuerdo entre esos imperativos y la
naturaleza. Las pasiones, en sí, no son condenables; únicamente es preciso dominarlas. Las
tres principales: admiración, concupiscencia y cólera, encuentran su contrapartida en las
virtudes de la prudencia, la sinceridad y la paciencia, ayudadas por la justicia, la caridad y la
probidad. Sin embargo, son las ideas morales de Locke, aunque menos radicales en apariencia
que las de Hobbes, las de influencia más profunda. Su criticismo y su naturalismo religioso
inician en Inglaterra las ideas de la Ilustración, al mismo tiempo que se extienden al continente.
El valor supremo es ahora el hombre, la Humanidad. La moral deja poco a poco de apoyarse
en normas trascendentes, puesto que lo natural y lo moral son equivalentes. Tolerancia,
humanidad, fraternidad, concordia e igualdad son algunas de las nuevas virtudes que oponen a
las antiguas, mientras que el supremo ideal se define como la felicidad individual y social. La
moralidad es innata, pero no a la manera de una idea, sino como un cierto ‘sentido moral’
comparable al sentido estético, cuya norma es la utilidad, la máxima felicidad para el mayor
número de hombres.