La interpretación en los centros sanitarios…
es responsabilidad suya, pues si esto ocurriera, el intérprete se sentiría
intimidado por la tarea y no sabría cómo abordarla. Lo ideal es que se
adopte un enfoque asertivo, directo y a la vez comprensivo (Acinas, M.P.,
2004: 98-99).
4.2. La preparación psicológica y emocional del intérprete.
a) Características e implicaciones de la actividad de interpretación social en
el ámbito sanitario
En principio, para sobrellevar la actividad que se requiere en estos
contextos, el intérprete debe tener estabilidad emocional: debe ser una
persona equilibrada, que sepa controlar sus emociones e impulsos y que no
se altere con facilidad en su trabajo.
A pesar de todo, hay ciertas situaciones en las que el intérprete puede
verse afectado de forma más evidente, por ejemplo, si trata con pacientes
con los que pueda verse identificado, con personas que han experimentado
situaciones violentas (torturas, abusos, graves pérdidas familiares
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), si trata
con usuarios alterados en exceso o con patologías graves o si le resulta
imposible ofrecer ayuda, es decir, se siente impotente al no poder realizar
su trabajo.
De este modo, una implicación excesiva con el paciente o sus
problemas puede ser perjudicial para el intérprete, ya que puede crearse
una unión emocional que le lleve a querer ayudar por encima de sus propias
posibilidades. Las consecuencias de esta vivencia pueden llegar, por
ejemplo, hasta el punto de sufrir el síndrome de estar quemado o burnout
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o al desgaste por empatía o compassion fatigue
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. Así lo demuestran
algunos estudios realizados a este respecto, como por ejemplo, el llevado a
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La mayoría de los intérpretes que trabajan en los servicios sociales tratan especialmente con
el colectivo de inmigrantes y se encuentran con usuarios que presentan un cuadro clínico que
se ha acordado denominar “Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple o síndrome
de Ulises” (aún no aparece en referencias como el DMS-IV) y que se caracteriza, de acuerdo
con algunas investigaciones, como las llevadas a cabo por Joseba Achotegui, profesor de
Psiquiatría y director de un centro hospitalario en Barcelona, por la acumulación de estresores
y duelos como la soledad, el fracaso, la lucha por la supervivencia (alimentación, vivienda) o el
miedo (Achotegui, 2004: 39-52).
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Se trata de un término muy conocido y utilizado en psicología que Freudemberguer acuñó en
1974 para referirse a la experiencia de agotamiento, decepción y pérdida de interés por la
actividad laboral de determinados profesionales como resultado del mantenimiento de
expectativas demasiado elevadas (Masc, C. et alii, 2007: 50).
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Éste podría definirse como las emociones y conductas naturales resultantes del conocimiento
de un evento traumático experimentado por otra persona. Se caracteriza por cuatro grupos de
síntomas: reexperimentación del suceso, evitación de situaciones relacionadas con la vivencia,
embotamiento psíquico e hiperarousal o hiperactivación (Morrissette,2004: 53-54).