
Entrevista a Ana Ballesteros (COVAP)
errados pensando que se puede ir por ese camino, que puede haber
una vía interesante de desarrollo profesional?
B: Pues pienso que no, que es una vía acertada. En el sector he podido
conocer a gente de muy diversa procedencia: traductores, pero también
ingenieros, periodistas, filólogos… el mundo del comercio internacional
en realidad está abierto a aquellas personas a las que les guste. En
cuanto a la formación, aparte de la que se adquiere con la propia
experiencia, es conveniente acudir a cursos especializados. Por
supuesto, los idiomas suponen una baza fundamental y, la ventaja que
se tiene desde los estudios de Traducción e Interpretación es que
existen pocos estudios o carreras universitarias que fomenten el que se
estudie más de un idioma.
P: ¿Algún aspecto que puedas mencionar respecto a otro tipo de
desarrollo, el personal? ¿Crees que se crece y se puede enriquecer uno
también en el plano personal?
B: El enriquecimiento personal es fundamental para el desarrollo de
cualquier tarea en la vida. Mientras aprendes con la experiencia diaria,
aumentas la autoestima, el desarrollo personal y la autorrealización.
P: ¿En qué idiomas crees que es necesario prepararse para trabajar en
el sector agroalimentario?
B: En exportación, el inglés es un idioma que se da por sentado, es
condición sine qua non. Además del inglés, actualmente puede ser muy
positiva la preparación en idiomas hasta ahora considerados raros y
que ya no lo son tanto, como chino, ruso y otros por decirlo así,
exóticos. Una realidad que quizá no sea demasiado conocida es que,
por ejemplo, Rusia es el 5º destino en cuanto a volumen de exportación
de productos agroalimentarios españoles.
P: El carácter cosmopolita de los estudiantes de traducción, la voluntad
de entender otras culturas, ponerse en el lugar del otro, es importante?
B: Desde luego, es necesario ponerse en el lugar del importador,
conocer su cultura, saber apreciarla… por ejemplo, cometí un error de
bulto en mis primeros contactos comerciales, en este caso, con un
cliente japonés. Para los japoneses, una tarjeta de visita debe
entregarse inclinando la cabeza y ofreciéndola sujeta con las dos
manos, y yo la ofrecí con una sola mano y mirando a la cara, cosa que,
para la cultura japonesa, resulta enormemente ofensiva. Pero bueno,
uno va corrigiendo las cosas. Y también hay que tener en cuenta que
las personas con las que se suele tratar están acostumbradas a su vez