Captain Pantoja and the Special Services
En virtud de esta breve descripción de la obra, el texto de partida
presenta complejos retos de traducción, entre otros, los culturemas, las
variedades diafásicas y diastráticas del lenguaje, el humor, la sexualidad y
el estilo narrativo. Todas ellos fueron asumidos con mejor o peor suerte por
Gregory Kolovakos y Ronald Christ, traductores de la versión
estadounidense de la novela que se publicó en 1978 bajo el título Captain
Pantoja and the Special Service. Llama la atención que la gran potencia
tradujera con relativa celeridad esta obra del nobel peruano y de otros
autores latinoamericanos del momento habida cuenta de la escasa tradición
traductora del país. De hecho, en su manifiesto Why Translation Matters
(2010), Edith Grossman denunciaba la indiferencia de la sociedad
estadounidense (editores, académicos, revisores, lectores) hacia las
traducciones en lo que considera “un muro de acero” que se levanta en
torno al país. Años atrás, M. E. Mudrovcic (2002: 131), entre otros, ya
anunciaba esta situación recabando experiencias de traductores y escritores
latinoamericanos que sudaron tinta para publicar en EE. UU.: "Historically,
U.S. publishers have been reluctant to translate the literature of their
southern neighbors into English. Such publicatio`n projects were often
perceived as high risk and non-profitable ventures. It seems as if many
publishers found a kernel of truth in the statement Russell Baker made in his
New York Times column; 'American will do almost anything for Latin America
except read about it'".
Sin embargo, la traducción de Pantaleón y las visitadoras se enmarca
en un contexto de inaudito interés literario por la producción de países del
otro lado de la frontera, por la “otra América”. Aparte del afamado Boom de
los 60, movimiento que situaba a los autores latinoamericanos en un puesto
de honor en la escena mundial, por la creatividad técnica de sus obras y la
vitalidad de su contenido, muchos consideraron que motivos políticos
avivaron el fuego de las calderas de la industria traductológica y propiciaron
una irrupción sobredimensionada de la prosa latina en el Norte del
continente. Ciertamente, nos encontramos en plena Guerra Fría, época en
la que la revolución cubana había intensificado el sentimiento de identidad
colectiva del pueblo latinoamericano (Krause 2010: 24). Como respuesta, a
partir de 1959, los Estados Unidos deciden hacer un pulso ideológico a la
isla y empiezan a invertir de manera intensiva en cultura latinoamericana y,
por ende, en traducción, edición, certámenes literarios, entre otras
iniciativas, a fin de dulcificar las relaciones con los países vecinos y ganar la
simpatía de los intelectuales y escritores de izquierdas.3 De hecho,
3El interés por la traducción de literatura latinoamericana en EE.UU. no fue azaroso sino fruto
del pulso de las dos potencias durante la Guerra Fría. M. Boyd (2013) relata que, fruto de la
política anticastrista, surgieron programas como Alliance for Progress, de promoción social,