Paula Espinosa
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distintas: (1) apelativos a partir de nombres propios, en los que destacan las
apócopes, la alusión al carácter y los juegos lingüísticos (cf. Tabla 1, ejs. a, e y c);
(2) sustantivos y locuciones sustantivadas, en donde son frecuentes también las
apócopes y la lexicalización de respuestas imprecisas típicas (cf. Tabla 2, ejs. b y
h); (3) adjetivos ciertamente arraigados a la cultura meta (cf. Tabla 3, ej. g); (4)
algunos adverbios cercanos a formas inglesas y, por el contrario, otras locuciones
propias de la lengua meta (cf. Tabla 4, ejs. b y d); y (5) verbos y expresiones
verbales, sobre todo con sentidos específicos (cf. Tabla 5, ej. a). Asimismo, se
han observado abundantes (6) figuras retóricas, especialmente metáforas e
hipérboles (cf. Tabla 6, ej. d e i), dada su compatibilidad expresiva con la
expresividad de la lengua coloquial. Finalmente, destacan dos mecanismos
típicos en la lengua coloquial: (7) la explicitación del tabú, normalmente en forma
de insultos, expresiones ofensivas y palabras malsonantes (cf. Tabla 7, ejs. a, f y
h); y el procedimiento opuesto, (8) su atenuación, que incluye eufemismos y
disfemismos (cf. Tabla 8, ejs. c y e).
Como respuesta a la segunda pregunta, relacionada con la presencia de
oralidad ficticia, se han observado distintos elementos que imitan la oralidad en
el medio escrito (en concreto, en comentarios en redes sociales). En los tres
ejemplos, tanto en inglés como en castellano, se identifican frases cortas y
normalmente faltas de cohesión, que en conjunto transmiten una acumulación
acelerada de ideas, tal y como suele ocurrir al conversar coloquialmente. Más al
detalle, destaca la intensificación mediante exclamaciones, interjecciones y
palabras compuestas (comentario 1); la inclusión de palabras malsonantes y usos
típicos de la lengua coloquial hablada (comentario 2) e, incluso, el uso de
emoticonos que simulan la expresión facial (comentario 3).
Por último, como respuesta a la tercera pregunta, se ha identificado un
vocabulario específico de las drogas que los adolescentes (sobre todo posibles
consumidores) emplean como una variedad de propósito críptico, por lo que se
puede considerar un argot. Estos personajes utilizan opciones eufemísticas y
disfemísticas (cf. Tabla 9, ej. c), para establecer una comunicación más íntima y
excluyente, lo que, al fin y al cabo, puede constituir una cierta marca de identidad
grupal (Payrató, 1988).
El traslado del conjunto de elementos que representa la coloquialidad en la
novela emplea, en su mayoría, usos actuales y cotidianos que se adecuan al
registro coloquial (Briz, 1996), de modo que aumentan las posibilidades de
cumplir las expectativas del lector meta (Boase Beier, 2006) y de contribuir a una
caracterización verosímil. A su vez, por lo general, las traducciones salvaguardan