Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte,
6
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2017, pp.153-155. ISSN: 2255-1905
!
GÓMEZ ROMÁN, Ana María: Escultores de "terrible condición". La escultura en el
sistema de las artes desde el siglo XVI al XIX, Granada, Editorial Universidad de
Granada, 2015, ISBN: 978-84-338-5817-7
DAVID CEJAS RIVAS
Universidad de Córdoba
D
Ana María Gómez Román da comienzo a
su libro Escultores de “terrible condición”. La
escultura en el sistema de las artes desde el siglo
XVI al XIX, con una cita de Vasari –padre
del género biográfico como metodología
para el estudio de la Historia del Arte–
sirviendo ésta como declaración de
intenciones sobre el método presente en la
elaboración del discurso de este libro, el
cual se verá acompañado del análisis
sociológico para contextualizar
históricamente el entorno que envolvía a
los artistas.
La obra presenta un prólogo de Ignacio
Henares Cuéllar que, recurriendo a la
historiografía, manifiesta el método y
temática seguidos en la investigación de la
autora, muy en la línea de otras fuentes
bibliográficas del mismo estilo como
Nacidos bajo el signo de Saturno de Rudolf y
Margot Wittkower. Además, los apartados
preliminares e introductorios de este libro
presentan gran calidad, vislumbrándose en
ellos la propia esencia del título de la obra
a reseñar y cómo “la terrible condición” se
trata de un concepto muy recurrente en las
propias centurias modernas –marco
temporal– como sinónimo del carácter y
bravura que tuvieron que desarrollar
algunos artistas, o incluso ocultar, en función de las tesituras rodantes en sus vidas, ya que le
afectaba su condición –de manera positiva o negativa– en su vida profesional.
De este modo, el libro queda dividido en 12 capítulos con sus consiguientes subapartados,
en la mayoría de los casos. Siendo idónea esta estructura para evidenciar al lector de las
transformaciones históricas por las que atraviesa el escultor de artesano a artista, así como su
ascenso social y reconocimiento.
David Cejas Rivas
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En el primer capítulo alude a cómo con la llegada de la modernidad los artistas, en general,
y los escultores, en concreto, se reafirman ante el mundo, partiendo del modelo italiano
cuna del arte en estos momentos– y ello repercutirá para que los artistas presenten ambición
por convertirse en artistas de corte, hallando infinitud de casos al respecto.
En el segundo, continúa su relación con el anterior mostrando la ambición y la altivez
como rasgos cruciales en el ascenso social del escultor, haciendo capaz de valer el interés de
su creación como pieza original, alejándose de lo mecánico, manual y artesanal en pos de la
llamada “locura creativa” como referiría la sociedad de la época. En este capítulo se
profundizará detalladamente en la biografía de algunos artistas como Alonso Cano, Nicolás
de Bussy y los hermanos Bernardo, José y Diego de Mora, entre otros, sirviendo incluso
como título para los epígrafes que comprenden el capítulo.
En el tercer apartado se profundiza en la manía nobiliaria, praxis de numerosos artesanos
que, introduciéndose en familias con linaje, obtendrían reconocimiento y abandonarían dicho
rango gremial para congratularse social y artísticamente. Para ello, se recurriría a enlaces
matrimoniales hipergámicos y la ocupación de determinados cargos como escultor de cámara
o escultor del rey. No obstante, estas acciones no fueron suficientes para ganarse el afecto
de los círculos elitistas, políticos e intelectuales de la época. Un hecho que se mantendrá
latente hasta la generación de la Academia de San Fernando en el siglo XVIII, donde
preponderaría la erudición como signo de “nobleza”.
El cuarto capítulo presentará gran extensión, ya que se aludirá a la dialéctica establecida
entre la orografía y el espíritu artístico profundizando en las vidas de algunos escultores como
Torcuato Ruiz del Peral y Manuel Roldán de Villavicencio –que dan opción a elaborar un
epígrafe monográfico sobre ellos–, así como escenas concretas de otros artistas como
Martínez Montañés y León Leoni que contribuyen a mostrar que el escultor es un hombre
muy limitado, no siendo ni ángel, ni demonio.
En quinto lugar, la escultura e inquisición se trataría de un capítulo imprescindible al
referirnos a las producciones escultóricas de las centurias modernas, puesto que el Santo
Tribunal ejercía un gran poder político, económico, social y artístico en la Monarquía
Hispánica, perdurando sus influencias hasta la centuria decimonónica. Ello produjo censura
y cohibición de la creatividad artística, afectando directamente a todas las representaciones
escultóricas que no fuesen místicas, devocionales o programáticas, pero como se ve en otros
apartados de la investigación, habría numerosas e interesantes excepciones presentes a lo
largo de este libro.
El sexto capítulo queda vinculado al papel de la mujer como artista y como modelo, siendo
representada en las manifestaciones artísticas como diosa y como demonia. De este modo,
se constata cómo el papel de la mujer quedaba relegado a ser una figura que observar y
admirar, en lugar de tener un papel activo dentro del mundo de las artes. Aunque algunas
mujeres consiguieron imponerse y desarrollar la labor escultórica, generalmente quedaron
ensombrecidas por los hombres en un mundo ideado por y para estos. De este modo, el
espacio creativo reservado para ellas en los talleres quedará relegado a colaboradoras y, en
raras ocasiones, ejecutoras del proceso artístico. No debemos obviar que se trataban de
espacios familiares como el taller de Pedro de Mena, Pedro Roldán y Francisco Salzillo, entre
los más interesantes.
En el séptimo apartado se explica el papel de las figuras en movimiento dentro de las artes
plásticas, donde el movimiento en sí queda vinculado a la acción ejercida por el artista sobre
una materia inerte, a la que da vida. No obstante, se desarrollaría otra posibilidad de
movimiento en el arte –yendo más allá de la propia creación artística– se trata de la ideación
de efigies con algunos miembros móviles, otorgando así gran verosimilitud. Así como
también se comenta el debate finisecular del Setecientos que generaría una apreciación
estética en la naturaleza –por parte de las culturas más protestantes– denominada
pintoresquismo de gran desconocimiento en el mundo artístico.
El octavo capítulo quedará marcado por la institucionalización de las artes y la docencia
que, en España, tendría lugar en 1752 con la inauguración de la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando.
Reseña: GÓMEZ ROMÁN, Ana María.: Escultores de “terrible condición”.
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En siguiente lugar, se explorarán los caprichos, reproducciones y hurtos como objetos
paradigmáticos en la historia del arte que, si bien eran considerados de menor valor
económico, ello permitía que pudieran ser consumidos por amplios sectores de la sociedad
moderna. Por lo tanto, hay que destacar que estos acontecimientos se desarrollarán en el
siglo XIX, al efectuarse un cambio en las concepciones estéticas, de mercado y clientelas
artísticas.
Los capítulos décimo y undécimo se pondrán en conexión, temáticamente, con los
primeros del libro, ya que en ellos se alude a cómo los artistas, al igual que las monedas,
debían mostrar dos caras: pública y privada, puesto que las acciones, silencios, infortunios y
maledicencias, se tratan de aspectos delicados que repercuten en las relaciones entre el
entorno y el artista, lo cual afectará a la vida de éste y con ello a sus producciones.
El último capítulo, podría funcionar a modo de conclusión de todo lo anterior, pero no
es así. Aunque nuevamente repasará cuestiones tratadas previamente –como ocurre en otros
capítulos del libro–, se encargará de aportar nuevos asuntos como las esculturas de viento y
fuego –el arte en la meteorología, un hecho desde la antigüedad–, pero sobre todo hay que
centrarse en cómo la subjetividad del sentimiento estético permite indudablemente que, a lo
largo de los siglos, existiera un crecido interés por todo lo “diferente”. No obviándose cómo
el ser humano siempre ha tenido una necesidad imperiosa de dominar e interpretar los
elementos de la naturaleza. Así como se centrará en el siglo XIX y las transformaciones que
esto traerá consigo al papel del escultor y sus obras, fruto de la sociedad emergente y los
cambios políticos, económicos y culturales que producirán una nueva estética.
Finalmente, respecto a la estructura de este libro, debemos referir cómo a pesar de que,
en cada capítulo, se efectúan saltos temporales que pudieran confundir al lector
momentáneamente, esto no ocurre porque la conexión entre las ideas es muy acertada.
Además, el hilado entre los diferentes capítulos y sus respectivos epígrafes es extraordinario
por la concordancia y sucesión de conceptos diferentes de principio a fin. De este modo, un
maremágnum de ideas relativas a la escultura, el carácter altivo de los escultores y la terrible
condición de los mismos se tornan un todo en el genio creador.
También, este libro sirve como base documental para otros investigadores que quieran
centrarse en un escultor o época de manera más específica, ya que en este trabajo se abarca
una vasta horquilla cronológica y espacial que aglutina a un sinfín de escultores. Entonces,
se puede recurrir a las numerosas fuentes –tanto bibliográficas como documentales– citadas
por Ana Gómez en esta investigación, permitiendo acercamientos monográficos de
algunos de los numerosos escultores compilados, a la par que otorga gran riqueza
informativa, así como demuestra la historicidad del discurso, un hecho esencial en cualquier
historiador del arte que se precie.
Además, se da a conocer el lado más “terrible” de algunos escultores que lograron la fama
gracias a su fuerte carácter, sin el cual –quizás– no hubiesen alcanzado el status social y
reconocimiento artístico obtenido. No se debe obviar cómo el ego, en ocasiones, puede ser
esencial en el perfeccionamiento –o más bien intento del mismo– por parte de alguien para
lograr sus metas profesionales, o incluso, en el ámbito privado.
En conclusión, recogeremos una idea clave extraída de esta investigación, como es la cita
que la autora hace de Miguel Ángel Buonarroti, se hace con el cerebro y no con las manos”, prueba
evidente de la libertad creativa que acusan los maestros escultores recogidos a lo largo de
esta obra.