Mª del Carmen Perez Palomo
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Vislumbrará la autora, los motivos que afectaron a los mismos por su condición de creadores,
la búsqueda de mercado y sus reglas, y el atraso artístico español con respecto a otras naciones
europeas. Será igualmente determinante en lo anterior, las tradiciones culturales, políticas y
económicas nacionales, sumándosele la importancia de los apoyos de críticos, mecenas y
jurados decisivos en el futuro de los artistas y de sus obras en certámenes oficiales o en la
distribución de premios de la nación. Las provincias de Ultramar y Andalucía serán también
puestos en valor. El extranjero se enfoca como futuro del artista ante ese atraso de España y
el problema de mercado artístico de este país.
Las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes como institución con sus normas y
funciones, son abordadas por Ignacio Henares Cuéllar y Lola Caparrós Masegosa en un
preciso título sobre estos certámenes promovidos por el Estado desde 1853. El estudio se
centra en el periodo de 1901 a 1915, en el que se abrirá el certamen a la participación
internacional, además de desarrollarse su reglamentación: clasificación de obras,
presentación, recepción, admisión, colocación, inauguración, premios y otros aspectos
organizativos.
Caparros Masegosa, en otro de los capítulos, matiza los premios en las exposiciones de
Bellas Artes, siendo la medalla de honor lo que consagre la personalidad artística de los
autores de la época, avalando el mérito excepcional de una obra determinada que pasaría a
propiedad del Estado y aportaría además una recompensa económica, no sin antes pasar por
el curioso entresijo de polémicas en las adjudicaciones.
Según analiza Gemma Pérez Zalduondo, el reglamento por el que se regían las
Exposiciones de Bellas Artes en 1910 añadía como novedad la incorporación de los
concursos musicales. Se impulsará la música instrumental y las óperas, además de indagarse
en la historia de la música, en el folklore, recopilación de cantos y bailes populares y otras
cuestiones de la materia.
Las pensiones artísticas de las Diputaciones Provinciales entre 1846 y 1924, con su papel
subsidiario, abría al artista el camino a través de la docencia en escuelas de Bellas Artes para
acceder a los puestos más destacados de la gestión del sistema institucional de las mismas,
según nos explica minuciosamente en su ensayo José Manuel Rodríguez Domingo. París o
Roma serán los centros de formación de los pensionados y donde poder ampliar su mercado.
El “efecto Fortuny”, el sistema de influencias, los criterios de normalización, los requisitos,
el nivel económico, la edad, la formación, los ejercicios, el destino, la dotación, fueron todos
los factores que componían estas ayudas, completadas con los temas pictóricos que la política
de Diputaciones proponía para su concesión y que el artista debía culminar.
El factor político no solo se deja sentir en los pensionados de las
Diputaciones sino también en el institucionalismo artístico de Canarias, como trasmite David
Martín Pérez en su disertación. La Gomera vivirá una situación caciquil a nivel político,
económico y sobre todo cultural, destacando las controversias entre el pintor de José Aguiar
y el Cabildo de la misma ciudad.
Catalina Cantarellas Camps sitúa en Baleares la importancia de las Comisión Provincial
de Monumentos y la figura de José María Quadrado como proteccionista del patrimonio
Balear: reparando, consolidando y reutilizando bienes para su conservación. Se acentúa la
conciencia patrimonial que nace del resultado de las transformaciones históricas, sociales,
económicas y culturales.
Entre 1880 a 1930, los artistas, y en concreto, los pintores nacionales, van a ir buscando
otros horizontes nuevos de mercado para sus obras y para el conocimiento de su
personalidad artística. En este ámbito ubica Ana María Fernández García el concepto de
“mercado de imitación” que se expande en América. El coleccionismo y las exposiciones
universales asentaron este avance en el desarrollo del arte del momento, junto con la labor
de galerías de colecciones privadas y casas de subastas. Marchantes, críticos, el gusto por lo
español, la buena relación cultural, la inmigración española, fueron factores determinantes
en este mercado por Norteamérica y Latinoamérica, dejando una producción de obras
españolas óptima durante cincuenta años.