Paula Revenga Domínguez
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Francisco de Cleves, Segismundo Laire, Odoardo Puccinelli, fray Juan de la Miseria o Regino
Páramo.
El volumen se estructura en dos partes, perfectamente diferenciadas incluso en la
materialidad del papel utilizado, división que a su vez responde a la intención conceptual del
trabajo de investigación realizado, que ha pretendido, además de ofrecer el Catálogo de las
piezas museizadas, adentrarse en el análisis amplio de lo que fue la Colección artística de la
institución conventual, tal y como indica la división establecida en el propio título de la obra.
En este sentido, el libro recoge dos ensayos introductorios, uno firmado por Esther Alegre
Carvajal, que se ocupa de la historia del establecimiento conventual, desde su fundación por
parte de Teresa de Jesús en 1569 como convento masculino de carmelitas descalzos, hasta la
secularización de su espacio, ocurrida en las últimas décadas del siglo XX, pasando por su
desamortización en 1837 y su posterior restitución por otra comunidad religiosa, la de
franciscanos misioneros de Filipinas. Largo espacio temporal en el que se atiende
especialmente a los avatares de sus arquitecturas, construidas y reconstruidas, y los destinos
de sus obras artísticas dispersas y vueltas a reunir.
Cuestiones interesantes llaman la atención en el texto, como es la relectura que su autora
realiza de la intención fundacional de Teresa de Jesús, explicada tradicionalmente como un
hecho fortuito producto del azar, y ahora reinterpretada bajo una mirada más compleja en la
que concurren razones políticas, ideológicas, espirituales y territoriales. O el análisis que se
ofrece sobre el tipo de fundación original de carácter rupestre, que difería de las fundaciones
previas realizadas por Teresa de Jesús. Muy sugerente es el espacio dedicado a la presencia
de Juan de la Cruz en Pastrana y su coincidencia con el príncipe de Éboli, hecho que se
vincula, en parte, a la rápida expansión de esta rama masculina de la reforma carmelita.
Cuestiones todas ellas que ponen en evidencia el profundo conocimiento de la autora sobre
las circunstancias históricas de Pastrana en la Edad Moderna. Y pese a la información que se
ofrece, quedan en el aire análisis más amplios sobre figuras que también se formaron en esta
institución, como Jerónimo Gracián, Nicolás Doria, e incluso Mariano Azzaro o Juan
Narduch.
El segundo ensayo, realizado en colaboración por Esther Alegre y Macarena Moralejo,
está destinado al análisis de la Colección Artística de dicho establecimiento. En él se pone un
gran empeño por historiar la llegada de cada una de las piezas artísticas al convento, enfoque
que permite ir reconstruyendo el proceso de mecenazgo que realizan los sucesivos miembros
de la Casa ducal de Pastrana y con ello ofrecer atribuciones interesantes para algunas obras,
como las de Francisco de Cleves o Segismundo Laire, ligadas al patronazgo del III Duque de
Pastrana. También se analizan y se datan pormenorizadamente las diversas ampliaciones y
reconstrucciones tanto de las estancias conventuales como de su iglesia, lo que permite
reestablecer el lugar para el que fueron realizadas piezas tan destacadas como las de Carreño
de Miranda. O esa contextualización histórica permite afianzar antiguas atribuciones de obras
a Eugenio Cajés o a Alonso del Arco, que con importantes lazos familiares en Pastrana,
permiten vincular estancias en la villa con encargos de obras.
De la primera etapa del convento rupestre se analizan un conjunto de obras, muy
interesantes, que narran los hechos fundacionales, debidas todas a la mano de fray Juan de la
Miseria, ese italiano llamado Juan Narduch muy conocido porque realizó el primer retrato,
el ‘vero retrato’, podríamos decir el retrato oficial de Teresa de Jesús, y del que apenas se
conservan obras. En Pastrana se cuenta con cuatro obras seguras salidas de su mano y otras
dos que se le han atribuido.
Muy destacada en el museo y también en el análisis que se dedica en este volumen, es la
serie de los seis grandes lienzos que, cuentan la Fundación del convento de San Pedro, cuyo
promotor fue Fray Pedro González de Mendoza, hijo de los príncipes de Éboli. Sobre ella
se explica el alto valor narrativo y pedagógico que tiene, la intención de traducir en imágenes
de forma precisa los textos de Teresa de Jesús, que acaba de ser canonizada (1622), la
fidelidad de los retratos y el papel central de la figura de Ruy Gómez de Silva y la exaltación
de la familia ducal. En esta serie también se estudia un aspecto muy interesante, como es la
importante labor de restauración de las piezas que llevó a cabo el pintor Regino Páramo en