Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 10, 2021, pp. 19-41, ISSN: 2255-1905
PROPUESTA DE RECONSTRUCCIÓN GRÁFICA DE LAS
IGLESIAS MEDIEVALES DE SANTO DOMINGO DE SILOS.
SÍNTESIS DE LA HISTORIOGRAFÍA RECIENTE
RODRIGO ANTOLÍN MINAYA
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Fecha de recepción: 08/04/2021
Fecha de aceptación: 24/07/2021
Resumen
Entre los siglos X y XIII la desaparecida iglesia de Santo Domingo de Silos se vio
sometida a continuas reformas y ampliaciones que se solapaban unas a otras. El presente
trabajo plantea propuestas de reconstrucción gráfica sobre la imagen aproximada que
pudo tener cada una de aquellas intervenciones, recurriendo para ello al estudio de las
diferentes hipótesis que han planteado los historiadores durante los últimos años. El
trabajo, por tanto, es un recorrido por la historiografía reciente, de la que tomaremos
las propuestas que consideramos más adecuadas a cada caso, las cuales intentaremos
justificar a partir de nuestras propias observaciones.
Palabras clave
Planimetría; románico; prerrománico; arqueología; planta.
PROPOSAL FOR THE GRAPHIC RECONSTRUCTION OF THE MEDIEVAL
CHURCHES OF SANTO DOMINGO DE SILOS. SYNTHESIS OF RECENT
HISTORIOGRAPHY
Abstract
Between the X and XIII centuries the disappeared church of Santo Domingo de Silos
was submitted to continuous reforms and extensions that overlapped each other. The
present work tries to raise proposals of graphical reconstruction on the approximate
image that could have each one of those interventions, in order to do so, it resorted to
the study of the different hypotheses that historians have been putting over the last few
years. The work, therefore, is a historiographical journey from which we will take the
proposals we consider most appropriate in each case, which we will try to justify on the
basis of our own observations.
Keywords
Planimetry; romanesque; pre-Romanesque; archaeology; plan.
Rodrigo Antolín Minaya
20
En 1751 comenzaba en Santo Domingo de
Silos la construcción de una nueva iglesia que
supuso la desaparición de su antiguo templo
románico, del que solo sobrevivió el brazo
meridional del transepto por haber sido
reutilizado antes como acceso a la capilla
barroca del santo
1
. Aquel edificio medieval no
fue el resultado de un proyecto unitario, sino
que su forma se fue definiendo por sucesivas
ampliaciones que, entre los siglos X y XIII, se
solaparon unas a otras. Este complejo proceso
constructivo ha generado un importante
número de propuestas de reconstrucción que,
con una interpretación diferente de las fuentes
conservadas, han intentado dilucidar la forma
que tuvo el edificio en cada momento, dando
lugar a variadas hipótesis sobre la evolución y la
estructura de la antigua iglesia
2
.
Para plantear esos modelos de
reconstrucción los historiadores han manejado
distintas fuentes, entre las que destacan los
restos arqueológicos conservados bajo el suelo
del actual edificio y aún visibles en su cripta
3
(fig.1), dos planos anteriores a la destrucción de
la iglesia atribuidos a Manuel Machuca y
Rodrigo Echevarría
4
(fig.2) y, por último,
algunas aportaciones documentales sobre el
monasterio, especialmente las de Grimaldo en
torno a 1090
5
, las de Jerónimo Nebreda cerca
de 1578
6
y las del abad Baltasar Díaz en paralelo
al desmontaje de la vieja iglesia
7
. Con todos estos datos se sucedieron hipótesis de
reconstrucción que, lejos de ser unitarias, presentan variaciones que intentaremos recoger en
nuestro estudio. En 1990 Isidro Bango presentaba un notable trabajo de investigación que
incluía plantas y secciones de alguna de sus fases constructivas
8
y que, desde entonces, ha
supuesto la base para las planimetrías silenses
9
. Sin embargo, desde aquella fecha han sido
muchas las propuestas historiográficas que han venido a matizar o corregir algunos aspectos
que el autor propuso hace cuatro décadas, siendo esa distancia la que nos hace considerar
necesaria una actualización de los modelos gráficos y de las conclusiones que llevaban hasta
1
Palacios, 2000: 303-313.
2
Sobre la historiografía de la iglesia silense ver: Bango, 1990: 317-322.
3
Sobre los restos arqueológicos: Bango, 1990. Merino/Reynolds, 2008.
4
Palacios, 2000: 406-407. Palomero/Palomero, 2013a: 480-481.
5
Valcárcel, 1982.
6
Ferotin, 1897.
7
Para aludir a los informes de Baltasar Díaz remitiremos a la recopilación y traducción que realizaron
Félix Palomero e Irene Palomero, ya que consideramos que resulta más accesible que las signaturas
originales del archivo silense a las que, a su vez, se remite en ese trabajo: Palomero/Palomero, 2013a.
8
Este trabajo presentaba plantas de cinco etapas constructivas y una sección: Bango, 1990. Después de
esta publicación sólo conocemos un trabajo que haya incluido plantas propias de las diferentes etapas:
Palomero/Ilardia/Reyes/Maté, 1999.
9
Las publicaciones posteriores a 1990 generalmente recurren al empleo de las plantas de Bango, bien
de forma directa o bien con aportaciones que toman su propuesta como base: Palacios, 2000: 139. Boto,
2003: 92. Valdez, 2012: 454.
Fig. 1. Restos conservados de la antigua iglesia
a los que remitiremos en este trabajo.
Dibujo del autor a partir del que publicó
Bango (Bango, 1990: 338). “V” tumba
del siglo X. “T” primera tumba de
Santo Domingo.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
21
ellos. Por este motivo el objetivo de nuestro trabajo es plantear un nuevo conjunto de
reconstrucciones que parta del análisis de la historiografía silense más reciente, tomando de
ella las aportaciones que actualmente resultan más ilustrativas para el estudio de los
desparecidos templos de Silos. Debido a que el conocimiento de las antiguas iglesias es
relativamente fiable para las partes bajas del edificio, pero más impreciso para sus partes altas,
hemos optado por plantear la reconstrucción gráfica con dos modelos de representación; las
plantas y las secciones, pues intentar presentar un alzado completo de los edificios dejaría
más a la imaginación que a los datos objetivos.
En este recorrido nos serviremos, principalmente, de cuatro propuestas historiográficas
que sen, por orden cronológico: el referido estudio de Isidro Bango en 1990, las
aportaciones de José Luis Senra en 2005, los trabajos de metrología realizados por José
Miguel Merino y María Reynolds en 2008 y las propuestas realizadas por Félix Palomero en
colaboración con otros autores en los años 1999 y 2013
10
. Si bien estas publicaciones citadas
no serán las únicas que consideraremos, sí que serán las más reiteradas.
A pesar de este objetivo definido, resulta imposible obviar por completo que esas
propuestas de reconstrucción gráfica llevan asociadas, frecuentemente, conclusiones que
enlazan con otros debates historiográficos del monasterio en los que la desaparecida iglesia
adopta un papel protagonista. Aquellas discusiones historiográficas, cuando surjan,
intentaremos exponerlas de forma sintética, justificando siempre nuestra posición respecto a
las mismas.
La primera iglesia en el siglo X
La reconstrucción de la primera iglesia que tuvo el monasterio de San Sebastián de Silos
11
en el siglo X resulta, sin lugar a dudas, la más compleja de todas las fases constructivas del
edificio, pues la escasez de datos de la que se parte ha hecho que cualquier interpretación
resulte siempre arriesgada. De hecho, en la larga trayectoria historiográfica del monasterio
únicamente destacan dos propuestas para la reconstrucción de este primer templo; por un
lado la de Bango, pionera en esta cuestión, que imaginaba una iglesia de nave única dotada
10
Bango, 1990. Senra 2005. Merino/Reynolds, 2008. Palomero/Ilardia/Reyes/Maté, 1999.
Palomero/Palomero, 2013a. Las conclusiones de Félix Palomero aparecen recogidas en obras colectivas en
las que trabaja junto a otros historiadores y arqueólogos, sin embargo, al ser repetidas por él en diversos
artículos y ponencias optaremos por enunciarlas bajo su nombre.
11
Esa fue su advocación hasta 1125: García de la Borbolla, 2001: 130.
Fig. 2. Plantas del edificio realizadas en el siglo XVIII. Echevarría
(izquierda) y Machuca (derecha).
Rodrigo Antolín Minaya
22
de cámaras laterales y sección semicircular en el interior del ábside y, por otro lado, la de
Palomero que proponía un edificio con el mismo núcleo sico de nave única y cabecera
cuadrada pero sin los añadidos que había defendido el anterior investigador (fig. 3).
Para llegar a estos modelos los historiadores partían de un enorme vacío documental que
apenas permite confirmar que el monasterio existía ya en el siglo X y no tendría, por entonces,
una posición destacada dentro de su territorio, siendo con probabilidad uno más del mosaico
de pequeñas fundaciones monásticas que salpicaban su región
12
. Ante esta situación, los
historiadores apenas pudieron servirse de un limitado registro arqueológico, en el cual solo
un fragmento de muro en el lado septentrional se acepta de forma consensuada como un
vestigio del primer templo (fig. 4). A este fragmento debemos sumar los hallazgos y las
conclusiones de Vivancos, Del Río y Rivalta
13
sobre una tumba del siglo X que,
12
Senra llega a plantear la posibilidad de que temporalmente quedase integrado en algún monasterio de
mayor entidad: Senra, 2002: 2539.
13
Vivancos/Del Río/Rivalta, 2003-2005.
Fig. 3. Propuestas sobre la primera iglesia de Santo Domingo de Silos: Isidro Bango a la
izquierda (Bango, 1990: 344) y Félix Palomero a la derecha
(Palomero/Ilardia/Reyes/Maté, 1999: 38).
Fig.4. A la derecha la posición de la primera iglesia en el conjunto del templo medieval (tramo
de muro conservado y tumba del siglo X marcados en negro). A la izquierda
el fragmento de muro altomedieval conservado. Imágenes del autor.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
23
originalmente, se encontraba en el exterior de un antiguo edificio y que, después, quedó
cubierta por la ampliación meridional (la que analizaremos en el siguiente apartado), lo que
significaba, a juicio de los investigadores, que originalmente tuvo que existir un primer
edificio de nave única que se ajustaría a los modelos que propusieron Bango y Palomero.
Entre las dos propuestas que podemos valorar para nuestra investigación creemos que la
de Bango resulta más aventurada y menos ajustada a la realidad material que conservamos.
Este autor consideró que al núcleo básico de la nave y la cabecera debían añadirse las cámaras
laterales y un tramo semicircular en el interior del ábside, sin embargo, los restos
arqueológicos de aquellas estructuras presentan evidentes diferencias técnicas que no parecen
ajustarse al mismo plan de obras que el fragmento de muro prerrománico conservado. Al
respecto, los restos de la cámara norte fueron analizados por Palomero, quien defendió que
aquella estancia era un elemento adosado en una etapa posterior y no contemporáneo a los
restos del primer edificio
14
, algo que compartimos a partir de nuestras propias observaciones
ya que, además de la ruptura del muro para adosar la estancia, observamos la continuidad
técnica en la cara externa del paramento, donde no aparecen disposiciones diferentes de los
sillares ni recodos que inviten a pensar en la existencia original de otra estructura adosada a
él. En relación al sector conservado del ábside (fig. 6) centramos nuestras observaciones en
las marcas de herramientas conservadas en los sillares, donde detectamos el empleo de
azuelas de filo corto que dejan marcas cóncavas e irregulares en el muro norte y el uso de
cinceles diferentes (o al menos una ejecución distinta) en los bloques del ábside, algo que
denota el empleo de un utillaje propio en cada sector. Con estos datos nos atrevemos a
defender, como ya hicieron otros autores
15
, que ambas estructuras, tanto la mara norte
como el ábside semicircular, responden a momentos constructivos diferentes al del muro
prerrománico y no resultaría oportuno considerarlas dentro de un mismo plan de obras.
14
El autor defiende que la cimentación de la mara norte necesitó, incluso, repicar los sillares del muro
de la primera iglesia para adosarse a él, lo considera una prueba de dos fases constructivas diferentes:
Palomero/Palomero, 2013a: 490.
15
Palomero et alii, 1999.
Fig. 5. Planta y sección de la primera iglesia de Silos. Dibujos del autor.
Rodrigo Antolín Minaya
24
Por otra parte, la interpretación de Palomero, dentro de la dificultad que implica cualquier
reconstrucción con datos tan exiguos, la consideramos más prudente, ya que se ajusta a los
escasos restos materiales que podemos confirmar en este momento y, además, propone una
tipología de iglesia que es común a los edificios cercanos del siglo X con los que,
aparentemente, compartía una misma entidad y unas mismas circunstancias históricas
16
. Por
este motivo nos decantamos por esta hipótesis como la base para nuestras propuestas
gráficas, ya que constituye un modelo similar al que se utiliza en el entorno cercano de Silos
durante la décima centuria.
Una vez elegido el modelo para nuestras planimetrías aún nos quedan por definir dos
elementos que debemos incluir en la reconstrucción: la posición de los accesos y la escala del
edificio. Respecto a las puertas que pudo tener esta primera iglesia
17
hemos optado por incluir
algunas modificaciones sobre las propuestas históricas del edificio ya que, en primer lugar,
creemos adecuado defender la existencia de más de un acceso, pues la mayor parte de las
iglesias monásticas altomedievales incorporaron, al menos, una entrada para laicos y otra para
el clero
18
. En relación con esta hipótesis debemos tener presente que los edificios
conservados del siglo X cercanos a Silos, con los que compartiría unas mismas circunstancias
históricas en este momento, situaron siempre una de esas entradas en el lado meridional
19
,
razón por la que resulta coherente proponer una puerta en ese mismo punto, lo que
coincidiría con su contexto artístico más próximo. La posición del segundo acceso que
resulta más variable e imprecisa en los cercanos edificios contemporáneos, sin embargo, en
este trabajo hemos optado por
representarlo en los pies del
templo ya que aquella ubicación,
además de ser en la que lo
situaron Bango y Palomero, no
era extraña en su contexto
histórico, apareciendo así en los
cercanos edificios alto-
medievales de San Julián de
Lara
20
o Cueva de Juarros
21
, los
cuales se articularon con una
entrada meridional y una
occidental como proponemos
en nuestro modelo gráfico de
Silos.
Por último, para establecer la
escala y las proporciones del
edificio hemos optado, como ya
hicieron los dos autores
referidos, por tomar como
referencia las medidas de los
16
Caballero, 2015: 14. La arriesgada propuesta de Bango, por el contrario, implicaba la aceptación de
un modelo de edificio que no se ajustaba a la realidad constructiva de su región y obligaba a establecer
complejas relaciones con templos geográficamente lejanos y de entidad muy diferente a la que debía tener
el humilde monasterio silense en el siglo X, como los de Recópolis, Leire o Peñalba, los cuales difícilmente
pudieron constituir modelos extrapolables al pequeño cenobio silense de la décima centuria: Bango, 1990:
343.
17
Ante la falta absoluta de datos materiales o documentales optamos por representar esos accesos sin
ningún derrame.
18
Moreno, 2018: 71.
19
Caballero, 2015: 14.
20
Huidobro, 1929.
21
Pascual / Escribano, 2019.
Fig. 6. A la derecha la posición de la iglesia en el conjunto del templo
medieval (en negro las partes conservadas e indicada la
Puerta de San Miguel). A la derecha el fragmento de ábside
conservado. Fotografía de Félix Palomero.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
25
ábsides de la ampliación del siglo XI, entre los cuales el septentrional pudo haber rea-
provechado la cabecera de este primer edificio. Esos datos nos hablarían de una cabecera
cuadrada con unos cinco metros en cada lado que, por la proporción habitual de los templos
prerrománicos, se uniría a una nave ligeramente más ancha y con una longitud que, con los
datos actuales, resulta imposible de definir (fig. 5).
La “Iglesia del Santo” a mediados del siglo XI
La llegada de Domingo Manso en 1041 supuso un cambio de rumbo en el monasterio
que, a juicio de la mayor parte de los historiadores, no tardaría en materializarse en una nueva
iglesia, la cual, según los datos aportados por Bango y Elizabeth Valdez, nacía como una
ampliación meridional del anterior edificio que pudo estar concluida en 1056
22
. Los aludidos
estudios de Vivancos, Del Río y Rivalta sobre aquella tumba del siglo X vinieron a confirmar
la existencia de dicha ampliación meridional del edificio, ya que demuestran que lo que
originalmente era un templo de nave única se convirtió en una iglesia de tres naves que arrasó
los antiguos enterramientos situados en su lado sur. Estos datos dejan pocas dudas sobre la
existencia de una campaña arquitectónica que supuso la reforma, al menos en anchura, de
una construcción anterior.
En el caso de esta iglesia el volumen de los datos conservados cambia radicalmente
respecto a los que teníamos para la reconstrucción del primer edificio, pues aquí las
referencias documentales empiezan a ser significativas
23
, los restos arqueológicos, como
ahora veremos, son más numerosos y contamos, además, con el plano de Machuca orientado
a la representación de esta iglesia. Con este panorama se llegó a múltiples propuestas de
reconstrucción que organizaremos en cuatro partes: la cabecera, la nave, los accesos y las
posibles cámaras laterales.
La cabecera de este edificio fue derribada durante la primera ampliación románica pero
afortunadamente sus restos arqueológicos salieron a la luz en 1776 durante la construcción
de la nueva iglesia neoclásica y fueron minuciosamente descritos en su momento, lo que nos
permitió conocer su forma interna semicircular, las dimensiones de sus altares y las monedas
enterradas bajo ellos
24
. Aquellas estructuras, de las que conservamos el pequeño tramo
semicircular del ábside norte al que antes aludimos (fig. 6), debieron ser conocidas en el siglo
XVIII, directa o indirectamente, por Manuel Machuca ya que es la tipología que trasladó de
forma precisa a su plano de la iglesia (fig. 2). Con aquellos datos documentales la
historiografía silense definió el espacio de una forma consensuada como una cabecera triple
con ábsides rectos al exterior, forma semicircular interna y medias columnas en los muros
divisorios. De esta forma unitaria se recoge en los planos de Bango, Senra y Palomero (fig.7),
y será, por tanto, la que traslademos a nuestra propuesta sin variaciones.
Respecto a la nave del edificio hemos conservado, a nivel arqueológico, el arranque de
tres pilares cilíndricos, los cuales se mantuvieron en las posteriores ampliaciones románicas
y fueron representados en el plano de Echevarría
25
. La existencia de este registro
arqueológico hizo que los algunos investigadores como Román Sáiz, Bango o Palomero en
sus primeros estudios
26
, apostasen por un edificio de planta cuadrada que estaría centralizado
por esos soportes y que, a su juicio, no podría prolongarse más hacia los pies por aparecer
allí los pilares de la ampliación tardorrománica. Aquella propuesta, sin embargo, convivía con
22
En esa fecha se cita por primera vez la triple advocación de los nuevos ábsides: Bango, 1990: 325 y 342.
Valdez alude a la mayor anchura de la nave norte respecto a la central como una posible evidencia de ese
proceso de ampliación: Valdez, 2012: 20.
23
García, 1990: 31-67.
24
Senra, 2005: 333-335.
25
Ese plano representaba cuatro pilares, de los cuales uno se ha perdido por completo. Según los datos de
Bango tendrían un diámetro de 0,90 metros: Bango, 1990: 338. Una imagen publicada en abierto en:
Palomero/Palomero, 2013b: 171, figura 10.
26
Esos planos, en el mismo orden que se citan, en: VV.AA., 1973: 72. Palomero et alii, 1999: 41. Bango,
1990: 350.
Rodrigo Antolín Minaya
26
la interpretación de otros autores que, como sucede en el plano de Machuca, optaban por
defender un edificio rectangular, siendo esa tipología la que retomaron Senra y Palomero
gracias a los datos documentales recogidos por Baltasar Díaz durante el desmontaje de la
fachada tardorrománica27. Dentro de las propuestas de estos autores nos sentimos más
cercanos a la interpretación que hizo Senra, el cual defendía la existencia de un tramo más en
la nave, algo que justificaba por la similitud con el plano de Manuel Machuca28 y, sobre todo,
por la longitud del primer proyecto del claustro anexo, cuyas dimensiones originales
coincidirían con una hipotética iglesia de tres tramos29. Esa posible relación entre la longitud
del antiguo templo y el proyecto original del claustro también ha sido planteada por Boto y
Valdez30, quienes defendieron esa misma dependencia entre la longitud de los dos proyectos
arquitectónicos, apoyándose la segunda autora en las referencias documentales de Baltasar
Díaz. La idea de que ambos espacios monásticos pudieron correr en paralelo tiene toda la
lógica constructiva si pensamos en la mayor parte de los monasterios románicos,
encontrándose aquí reforzada por el hallazgo de aquellos tambores que sugieren una mayor
longitud del templo y por la existencia de un proyecto original del claustro coincidente con
esa longitud, motivo por el que valoramos aquellas propuestas como las más fiables para ser
trasladadas a nuestro plano31.
Respe
Respecto a las entradas que pudo tener este templo del siglo XI contamos con más datos
que en el anterior caso. En el lado sur tenemos constancia documental de la existencia de
27 Baltasar Díaz documentó el hallazgo de capiteles similares a los de este edificio utilizados como
material de relleno en la fachada del siglo XII, lo que indicaría que originalmente debieron existir más
columnas además de las cuatro conocidas: Senra, 2005: 342-343. Palomero/Palomero, 2013a: 487-488.
28 Machuca llegó a conocer parte del edificio en alzado, por lo que su planta no debe atribuirse a un
mero convencionalismo, sino que pudo tener más datos de los que hoy conocemos con los restos
arqueológicos.
29 Senra, 2005: 343.
30 Boto, 2003: 126. Valdez, 2012: 18-19.
31 Palomero defendía una longitud mayor del edificio basándose en el hallazgo documentado de “seis
capiteles” reutilizados en la fachada. En este trabajo, sin embargo, creemos que aquellas piezas no deben
valorarse necesariamente como sinónimo de más tramos en el edificio, pues perfectamente pudieron
proceder de los apoyos laterales de los muros, los cuales también fueron desmontados durante la ampliación
románica.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
27
dos accesos: por un lado una puerta cerca del ángulo oriental denominada de “San Miguel”
(indicada en la figura 6) que al menos desde el siglo XVI actuaba como conexión con el
claustro y, por otro lado, la “puerta de la iglesia” que fue citada por Grimaldo en el siglo XI
como punto frente al que se enterró a Domingo Manso32 y que se encontraría,
aproximadamente, en un arcosolio moderno situado actualmente en el centro de la panda
norte del claustro33. Estas dos entradas fueron representadas en los planos de Georges
Gaillard34 y Bango, sin embargo, una corriente de opinión diferente optó por rechazar la
existencia del acceso citado por Grimaldo, defendiendo que dicha puerta documentada debía
ser la de San Miguel y que la tumba del santo se habría desplazado al centro de la panda
claustral en un momento posterior35. Dentro de este debate existe una referencia documental
que no ha sido valorada con la suficiente atención, nos referimos a una noticia del año 175436
en la que era tabicado un arco frente a la tumba del santo (aproximadamente donde hoy se
abre el arcosolio moderno), el cual coincidía con la posición en la que Grimaldo había aludido
a la entrada y en la que Gaillard y Bango habían situado la puerta de sus planos. Este dato
nos parece sugerente, ya que la existencia de un arco calado en ese punto del muro de la
iglesia nos puede estar remitiendo a un vestigio de aquella antigua entrada, lo que hace que
consideremos adecuado plantear allí su existencia. Sobre la funcionalidad de estos accesos
volveremos más adelante.
Respecto a las otras entradas que pudo tener el templo no hemos conservado referencias
explícitas, pero hemos decidido incorporar, como en los planos de Senra y Palomero, una
más en el lado norte y otra a los pies. Respecto a la decisión de incluir un acceso en el lado
septentrional nos hemos basado en la existencia allí de una puerta tardorrománica que genera
una simetría perfecta con la que proponíamos frente a la tumba del santo y que podría
haberse servido de un acceso anterior abierto en esta iglesia del siglo XI37. La existencia de
un ingreso en este lado puede justificarse también por cuestiones funcionales, ya que el
núcleo de población silense se situaba en este extremo y, al menos desde el siglo XII, tenemos
evidencias del uso de la puerta norte como la entrada de los fieles a la iglesia38. Respecto a la
puerta de los pies decidimos representarla por la nueva posición político-administrativa que
el monasterio había adquirido en este momento y que lo había elevado a uno de los
principales centros monásticos del oriente castellano, una circunstancia que hace posible la
existencia de una entrada de carácter oficial en poniente que resultó común en los centros
monásticos de la región desde la segunda mitad del siglo XI39
El último aspecto que vamos a valorar en esta iglesia es la posible presencia de estancias
laterales junto a la cabecera, cuya existencia se plantea por haber conservado la cimentación
de una mara en lado norte, la cual fue utilizada como sacristía y base del campanario desde
el siglo XII. Esta estancia plantea un interesante debate historiográfico sobre su origen y
funcionalidad que ha llevado a tres propuestas diferentes: por un lado la de aquellos
investigadores que desligan su construcción del edificio altomedieval y la consideran como
la base del campanario realizado siglo XII, por otro lado los que piensan que pudo existir en
32 “intra claustrum fratrum, ante portas eclesie”: Valcárcel, 1982: 308. Ese enterramiento se sitúa,
actualmente, frente al capitel 23 del claustro, muy cerca del centro de la panda norte: Valdez, 2003.
33 Valdez, 2012: 454.
34 Gaillard, 1932: 67.
35 Orduña, 2015: 19. Senra lo representaba así en su plano de 2009 (fig. 7), sin embargo, en otras
publicaciones cita la existencia del segundo acceso: Senra, 2002: 2555; 2005: 342.
36 Palacios, 2000: 115.
37 Esta posibilidad también es planteada por Bango, aunque no llegó a trasladarla al plano: Bango, 1990:
349, nota 186.
38 Boto, 2003: 138.
39 La entrada principal a los pies del templo la encontramos en los cercanos monasterios de San Pedro
de Arlanza, a finales del siglo XI, o en los de San Quirce de los Ausines y San Millán de Lara, ya en la
centuria siguiente.
Rodrigo Antolín Minaya
28
este momento pero que, por imaginar el enterramiento del santo frente a la puerta opuesta,
no tendría una cámara similar en el lado sur y, por último, los que defienden que la estancia
norte debía tener una simétrica en el lado contrario40. Dentro de este debate creemos que la
primera postura, la que considera la estancia como el campanario del siglo XII, debe
descartarse por la coincidencia exacta de la cimentación con el ángulo del antiguo edificio
prerrománico, lo que parece indicar que cuando se planifica aún no existía la ampliación
románica41. Respecto a la segunda postura debemos recordar que la posición de la tumba del
santo frente a la puerta de San Miguel, que impedía considerar una construcción en este
punto, ya la descartamos en los párrafos anteriores, por lo que no sería argumento para
rechazar su existencia.
Nuestra posición frente al debate, por tanto, se vincula a los modelos propuestos por
Gaillard y Bango, lo cuales imaginaron dos estancias simétricas que serían reflejo de un
transepto, para el primero, y cámaras propias de la liturgia hispana para el segundo. Sobre su
hipotética existencia Bango valoró el derrame opuesto de la puerta de San Miguel en el plano
de Echevarría y la simetría exacta de aquella entrada con la que llevaba a la estancia
septentrional42, unos argumentos a los que deberíamos sumar las cuestiones funcionales
derivadas de la existencia de la segunda puerta meridional frente a la tumba del santo de la
que antes hablamos. Esa segunda entrada fue documentada por Grimaldo en el siglo XI
como el acceso de los monjes a la iglesia, un dato que nos obliga a considerar que la puerta
de San Miguel, situada apenas a cinco metros de aquella, debía tener una funcionalidad
distinta, en la cual podría encajar su uso como paso a una hipotética estancia desaparecida.
La existencia de aquellas dos puertas tan cercanas entre y la certeza de que la occidental
era el ingreso de los monjes al claustro, hace que nos decantemos por defender esa hipotética
cámara meridional que daría sentido funcional a la puerta que hoy conocemos con el nombre
de San Miguel, siendo así como lo trasladamos a nuestros planos43 (fig. 8).
40 Sobre estas tres interpretaciones recomendamos ver las propuestas de la figura 7, cada una de las
cuales responde a uno de estos planteamientos.
41 Palomero indicaba que esa posición del campanario es habitual en la región, sin embargo, la
observación debe matizarse pues las torres septentrionales cercanas rara vez aparecen desplazadas hacía el
centro de la nave y nunca se separan de su cuerpo de escaleras. Resulta más probable, como defendiese
Bango, que la colocación de la torre esté condicionada por alguna estructura previa. Palomero et alii, 1999:
40-41.
42 Bango, 1990: 348-349.
43 La construcción del claustro románico tuvo que implicar necesariamente el derribo de aquella
hipotética estancia. En ese momento la presencia de dos entradas cercanas entre pudo llevar a priorizar
la de San Miguel, más cercana al coro, y provocar el desuso de la otra.
Fig. 8. Planta y sección de la iglesia del siglo XI. Dibujos del autor.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
29
La ampliación oriental. Primera intervención románica
La ampliación oriental de la antigua iglesia del santo fue la primera obra románica del
edificio. La mayor parte de la historiografía reciente coincide en separar esta intervención de
la construcción del transepto, el cual sería un espacio añadido tras un paréntesis constructivo
que, según los casos, se considera más o menos amplio
44
. Para la datación de esta
construcción contamos con dos fechas extremas: por un lado la documentada consagración
de 1088
45
y, en el otro extremo, la adición del transepto cerca del 1125
46
. Esa última
referencia temporal goza de un amplio consenso de los historiadores como fecha post quem
en la que el cuerpo oriental ya debía hallarse finalizado, sin embargo, la imprecisa
consagración de 1088 ha convertido su datación en uno de los principales debates sobre la
antigua iglesia, pues algunos historiadores han vinculado la ceremonia al antiguo templo
altomedieval gracias al hallazgo de las monedas conmemorativas bajo sus altares y han
descartado, de esta forma, que existiera por entonces la ampliación oriental
47
, mientras que
otros han preferido relacionarla con unas hipotéticas obras románicas que estarían avanzadas
pero aún sin uso
48
. Estas discrepancias nacen del complejo carácter de la ceremonia
documentada, pues aquella parece estar más relacionada con el deseo de trasladar al
monasterio a la poderosa comitiva que la ofició que con el propio estado del edificio, ya que
la consagración no se ajusta de forma precisa a ninguna de las dos construcciones, pues el
templo altomedieval llevaba varias décadas en pie y el románico, en caso de existir en este
momento, aún estaría inconcluso y sin altares. Esta situación ha hecho que, en cualquiera de
las opciones, los historiadores hayan tenido que buscar argumentos que justifiquen sus
posturas y lo que era una referencia temporal objetiva termine convirtiéndose en objeto de
arduo debate.
En relación a estas cuestiones nuestra postura sobre la datación del edificio intenta alejarse
de cualquier planteamiento hipotético y valora, únicamente, aquellos datos que podemos
considerar objetivos. En esta línea la única certeza que tenemos es que la ceremonia de
consagración tuvo lugar en los altares del templo altomedieval que antes comentamos
49
y,
por tanto, es aquel edificio el que se hallaba en uso en el año 1088, careciendo de cualquier
dato documental o material que permita presuponer la existencia de obras románicas ya
iniciadas. Nuestra lectura, en este sentido, defiende que la ampliación oriental románica debe
considerarse, a falta de más datos, posterior a la fecha de aquella consagración documentada,
pues plantearlo de otra forma sería entrar en un terreno hipotético que carece de cualquier
respaldo documental que lo avale.
Las propuestas que intentan defender la existencia de este edificio en 1088 se encuentran,
en gran medida, condicionadas por aquellas corrientes historiográficas que defendieron que
esta ampliación oriental del templo debía ser anterior a la obra del claustro, por lo que una
datación temprana del patio obligaba a retrotraer la fecha de la iglesia, como poco, a finales
del siglo XI
50
. Esta dependencia entre el claustro y la ampliación oriental ha sido, a nuestro
juicio, frecuentemente sobrevalorada, ya que realmente nos hallamos ante proyectos
44
La propuesta de dos intervenciones constructivas diferentes se basa en la existencia de una irregular
costura conservada entre los dos cuerpos que, para la mayor parte de los autores, es el reflejo de una
interrupción temporal de las obras. Sobre este debate, y con una imagen de la costura, recomendamos:
Senra, 2009: 206-207.
45
A esta consagración se consiguió trasladar a una importante comitiva desde el concilio de los Husillos:
el cardenal Ricardo, el arzobispo Bernardo de Toledo, el obispo Pedro de Aix-en-Provence, el obispo
Raimundo de Roda y el obispo Gómez de Burgos: Valdez, 2012: 35-36.
46
En el siguiente apartado presentaremos con más detalle los argumentos para la datación de este
cuerpo.
47
Senra, 2005. Palomero/Palomero, 2013a.
48
Bango, 1990.
49
Senra, 2005: 333-336.
50
Sobre las corrientes historiográficas que defienden la anterioridad de la iglesia alta respecto al claustro
recomendamos: Boto, 2003: 91-99.
Rodrigo Antolín Minaya
30
independientes que no aparecen condicionados entre
51
y la cronología de uno no debe,
necesariamente, repercutir sobre la del otro. Por tanto, ese carácter precedente de la
ampliación oriental resulta un planteamiento encorsetado y carente de respaldo documental,
ya que la secuencia constructiva del monasterio perfectamente pudo iniciarse antes en las
pandas claustrales y trasladarse después a la iglesia, sin que la cronología del patio tenga que
verse modificada por ello
52
. De esta forma, la idea de que la iglesia románica tenía que existir
en 1088 como respaldo para la datación temprana del claustro no resulta necesaria para una
coherente secuencia constructiva del monasterio.
Esta primera iglesia románica, pasando ya a las cuestiones estructurales que nos atañen
para este trabajo, era una ampliación oriental del antiguo edificio que supuso el derribo de la
cabecera prerrománica y dio lugar a un nuevo cuerpo arquitectónico que, por los
condicionantes geológicos, tuvo que construirse dos metros por encima del antiguo templo
y conectado a él por una amplia escalera, dando lugar a las denominaciones de “iglesia baja”
(que hace referencia al edificio prerrománico) e “iglesia alta” (que es la ampliación románica).
El primer aspecto que debemos valorar es la alineación que se generó entre los dos edificios,
donde Bango afirmaba haber detectado una desviación en el eje que resultaba sugerente para
explicar la asimetría de las pandas claustrales y que, en consecuencia, llegó a ser valorada en
posteriores publicaciones
53
. El dato, sin embargo, ha sido cuestionado en estudios más
recientes que, con un apoyo técnico más preciso pusieron en duda la existencia de dicha
desviación, siendo así apuntado tras las mediciones que llevaron a cabo Palomero y Téllez
54
y confirmado por los precisos estudios de metrología de Merino y Reynolds. Estos últimos
investigadores, arquitectos de formación y profesión, utilizaron recursos y técnicas más
precisos que los que se habían aplicado hasta entonces y consiguieron, de esta forma, calcular
los ángulos y las desviaciones de cada elemento arquitectónico conservado, llegando a
rechazar de forma contundente la existencia de una asimetría entre ambos edificios
55
. Por
este motivo, decidimos representar nuestros planos con una correcta alineación de los dos
cuerpos de la iglesia y consideramos adecuado descartar aquella supuesta desviación que ha
arrastrado consigo otros modelos planimétricos posteriores, pues los recursos y técnicas
empleados por los citados autores resultan más precisos que los instrumentos que se
utilizaron en las mediciones previas.
Para la reconstrucción de esta primera intervención románica los historiadores se han
servido, principalmente, del minucioso plano de Echevarría, ya que a nivel arqueológico
apenas se conserva el arranque de un pilar cruciforme
56
. Con esta fuente común el modelo
de reconstrucción para el cuerpo de la iglesia, al margen de la cabecera, resulta bastante
unitario y su representación es muy similar en todos los planos que se han realizado sobre el
edificio. Aquí, los diferentes investigadores coinciden en identificar un cuerpo central con
cuatro pilares con columnas dobles en sus frentes, los cuales muestran una tipología de
soporte que ha servido de argumento para diferentes propuestas cronológicas sobre la
iglesia
57
. En el eje central de este cuerpo existía una cúpula que fue documentada por
51
Senra defendía la relación del claustro con la iglesia baja y no con esta ampliación: Senra, 2009: 207-
208. Valdez, por su parte, hablaba de un “absoluto divorcioentre el claustro y la ampliación oriental:
Valdez, 2012: 177.
52
Nuestra postura en este debate se inclina hacia ese orden constructivo: primero se hicieron las pandas
del claustro y después la ampliación oriental de la iglesia. Esta secuencia ya fue planteada por Senra, con
el que compartimos el orden constructivo, pero no ciertos matices cronológicos, especialmente su propuesta
de retrasar la fecha de construcción del transepto: Senra, 2005.
53
Bango, 1990: 355. Otras publicaciones que llegaron a valorar ese dato: Boto, 2003: 94. Senra, 2009:
225.
54
Palomero et alii, 1999: 55.
55
Merino/Reynolds, 2008: 558.
56
La imagen de ese pilar en abierto en: Palomero/Palomero, 2013b: 172, figura11.
57
La tipología de soporte resulta poco frecuente durante el siglo XI, algo que obligó a Bango (defensor
de esa cronología) a establecer paralelos muy puntuales con otros edificios hispanos de ese momento. Para
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
31
Jerónimo Nebreda y representada en los planos de Machuca y Echevarría, la cual, por las
repetidas alusiones a ella como “ochavo”, pudiera interpretarse al exterior como un
cimborrio octogonal
58
. En relación a este cuerpo central de la ampliación románica no hemos
encontrado posibles aportaciones personales que pudieran modificar lo ya expuesto por
otros autores.
La cabecera sería la última estructura que nos queda por definir en el edificio y para ello
no tenemos más datos que el plano de Echevarría, el cual representaba el sector como una
cabecera de tres ábsides con medias columnas adosadas tanto al interior como al exterior,
siendo el central más ancho y profundo que los laterales y contando, además, con un amplio
presbiterio rectangular rematado por un tramo semicircular. Para la interpretación de este
sector hemos decidido tomar en consideración las reflexiones y propuestas de Senra
59
y los
modelos planimétricos de Merino y Reynolds
60
que son, a nuestro juicio, quienes lo han
analizado con una mayor fidelidad a la fuente original y han rechazado, en consecuencia, las
licencias que otros autores tomaron en la representación de este sector. Los citados
investigadores, ante la falta de cualquier vestigio material en esta parte del edificio, optaron
por considerar la cabecera de la misma forma que fue representada en el plano de Echevarría,
una opción que debe considerarse como válida al ser la única fuente de referencia que
tenemos para su conocimiento. Por tanto, no creemos adecuado que puedan establecerse en
este sector variaciones que se alejen de lo representado en aquel plano del siglo XVIII, pues
ese caso estaríamos cayendo en especulaciones que se alejarían de la única referencia fiable
para su reconstrucción. (fig. 9).
Senra la difusión de ese modelo de pilar resulta más frecuente en la duodécima centuria: Bango, 1990.
Senra, 2005.
58
Bango, 1990: 361-362.
59
Senra, 2005: 349-351.
60
Merino/Reynolds, 2008: 562.
Fig. 9. Planta y sección de la ampliación oriental. Dibujos del autor.
Rodrigo Antolín Minaya
32
La construcción del transepto.
Siguiendo la secuencia constructiva que tomamos como referencia en este trabajo, la
siguiente intervención en la iglesia monástica serían los brazos del transepto que se añadieron
al templo cerca del año 1125
61
. El brazo meridional, reaprovechado como entrada de la capilla
barroca, ha llegado hasta nosotros completo, lo cual permite una reconstrucción fiable que
deja pocos resquicios, a nivel estructural, para las aportaciones personales. Esta construcción
románica es un espacio rectangular, de 7,95 x 5,60 metros
62
, dotado de un pequeño absidiolo
en el muro oriental y con una portada, conocida como Puerta de las Vírgenes, en el lado
occidental
63
. Aquel acceso era la conexión de la iglesia con el claustro, cuya unión se generaba
a partir de una amplia escalinata que actualmente cuenta con modernas transformaciones.
El desaparecido brazo septentrional, a juzgar por el plano de Echevarría, debía ser
simétrico al que conservamos y únicamente difiere de éste en la ausencia de un acceso desde
el exterior. La puerta que aparece documentada en su lado occidental es una intervención del
siglo XVI que se hizo para unir la iglesia con el relicario construido en el exterior y que no
existía en el proyecto original del edificio que aquí analizamos
64
.
La construcción del transepto, más allá de las cuestiones estructurales, adquiere una
especial importancia por ser una referencia temporal que ha ayudado a la datación de las
primeras obras del claustro. La fecha de aquellos primeros relieves del patio ha sido uno de
los principales campos de batalla de la historiografía silense, pues desde los primeros años
del siglo XX se inició un enfrentamiento entre los defensores de su datación temprana
(finales del siglo XI) y aquellos que pretendían retrasarlos varias décadas, el cual era en
realidad un debate sobre la autonomía o dependencia del románico hispano respecto al
francés. En la actualidad el trasfondo de aquella discusión ha quedado superado, pero aún
siguen vigentes dos líneas de interpretación que sitúan estas obras, según los casos, en el
entorno del año 1100 o en el segundo cuarto del siglo XII
65
. En este debate el transepto ha
resultado un elemento fundamental, pues su edificación cerca de 1125 supuso el derribo de
parte de las estructuras claustrales que se encontraban ya construidas, lo que parece
evidenciar el carácter precedente de la obra del patio respecto a la del transepto
66
.
En este contexto la secuencia constructiva resulta, a nuestro juicio, relativamente clara y
no encontramos argumentos convincentes que pudieran sugerir que las arquerías del claustro
se hicieron después del transepto, a pesar de que existen algunas investigaciones que
intentaron justificarlo de esa manera
67
. Del mismo modo, la compleja escalera que se
construye y la destrucción de dependencias monásticas previas deja claro, como antes
expusimos, que los proyectos de la ampliación oriental y el claustro se hicieron de forma
independiente el uno del otro y no plantearon en origen, ni siquiera, una futura unión directa
entre ambos espacios, por lo que la dependencia cronológica de uno respecto al otro no debe
valorarse de forma tan determinante como a veces se ha hecho.
Al margen de este debate historiográfico orientado a la datación de las obras claustrales,
y volviendo a las cuestiones estructurales que afectan a nuestros planos, debemos remarcar
que en el caso del transepto nos hallamos ante una referencia objetiva donde apenas existen
variaciones o propuestas dispares que pudiéramos aportar en este estudio, ya que la
edificación ha sido representada de la misma forma en todas la propuestas planimétricas que
61
La mayor parte de los investigadores, a partir de la relación escultórica con los capiteles de San Pedro
de Dueñas, proponen una horquilla que oscila entre 1120 y 1130: Moralejo, 1990: 211. Klein, 1990: 299.
62
Bango, 1990: 341.
63
Sobre esta portada, ver: Klein, 1990. Moralejo, 1990.
64
Palacios, 2000: 151-156.
65
Sobre las diferentes propuestas para la datación del claustro recomendamos: Boto, 2003.
66
Al defender este transepto y la iglesia alta como estructuras posteriores al claustro nuestra posición
en el debate nos lleva a situar las primeras obras del patio en ese entorno del año 1100 en el que se han
posicionado la mayor parte de los autores recientes: Boto, 2003.
67
Klein, 1990. Moralejo, 1990.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
33
se han hecho sobre el templo y, del mismo modo, es como lo trasladamos a nuestros planos
(fig. 10).
La ampliación occidental y la torre
La siguiente intervención en la iglesia es una ampliación occidental que, a partir del antiguo
templo prerrománico, aumentó la longitud del edificio hacia los pies y construyó una nueva
fachada. Este proceso constructivo puede relacionarse con la segunda campaña de obras del
claustro, ya que la ampliación de las galerías del patio parece realizarse en paralelo al
crecimiento de la iglesia
68
, lo que nos llevaría a una datación que, teniendo en cuenta las
segundas obras claustrales, podría ser cercana a la mitad del siglo XII
69
. Esta cronología
aparece apoyada también por la construcción de la puerta septentrional cerca de la década de
1170 (hablaremos de ella con detalle en el siguiente apartado) que tuvo que romper el muro
de esta ampliación occidental y recolocar los sillares para adaptarse a él
70
, lo que nos permite
saber que en ese momento la intervención de los pies ya había finalizado y nos sirve como
fecha post quem para su datación.
De la ampliación occidental hemos conservado, a nivel arqueológico, un tramo del muro
norte y el arranque de tres pilares compuestos
71
. Con estos restos, y con el plano de
Echevarría, la intervención puede definirse como una ampliación o reforma de dos tramos
en el lado occidental del antiguo templo prerrománico, representándose de esa forma en
todos los planos que se han hecho sobre la iglesia. En esta ampliación la estructura menos
conocida, como ya indicaba Boto
72
, es la fachada que se levantó a los pies, para cuya
reconstrucción estructural únicamente contamos con un plano de Román Sáiz
73
que
representaba una portada abocinada con cuatro columnas a cada lado y que, pese a poder ser
68
Boto, 2003: 138. Senra, 2005: 342-343.
69
Esther Lozano indica que en el año 1158 debía hallarse en construcción la segunda parte del claustro
y alude a una datación similar en autores como Valdez o Boto: Lozano, 2010: 197-198 y nota 3.
70
Esa ruptura del muro occidental se observa en las antiguas fotografías de la excavación de 1964:
Bango, 1990: 370-371.
71
Merino/Reynolds, 2008: 557.
72
Boto, 2003: 135-137.
73
Pérez, 1955.
Fig. 10. Planta y sección con la construcción del transepto. Dibujos del autor.
Rodrigo Antolín Minaya
34
un convencionalismo
74
, decidimos mantener en nuestra reconstrucción ante la ausencia de
más datos
75
.
Respecto a los demás accesos, y descartando que la aludida portada tardorrománica del
lado septentrional sea parte de esta intervención, optamos por mantener las entradas que ya
habíamos planteado en los anteriores edificios, incluyendo solo la nueva portada occidental
de la que hemos hablado. Por este motivo mantenemos la ausencia de derrame que habíamos
propuesto anteriormente para aquellas puertas.
Junto a la ampliación occidental hemos decidido incluir la torre románica, no porque
necesariamente perteneciese a esta intervención, sino porque su construcción hubo de
producirse en un momento muy cercano. Para esta conclusión cronológica hemos valorado
el cuerpo de escaleras que se construye desplazado del campanario y que, al aprovechar el
ángulo formado por la iglesia alta y el transepto, debe ser posterior a la construcción de aquel
último (cerca de 1125). En el otro extremo hemos valorado cómo la torre condicionó la
construcción del pórtico norte que, como después veremos, se data en el último cuarto del
siglo XII y parece levantarse cuando ya existía el campanario. Estos dos datos, por tanto, nos
ofrecen una horquilla que oscilaría entre 1125 y el último cuarto del siglo.
Sobre la estructura del campanario apenas conservamos la cimentación de su base
76
y una
somera descripción de Nebreda que decía
77
: Fue levantado un campanario, bastante
elevado, a la manera de un castillo terminado con cilindros o bien columnas en los ángulos y
otras decoraciones”. Aunque realmente no conocemos su alzado, quizá pudo ser el modelo
para un particular tipo de torre que se difundió en la Sierra de la Demanda a finales del siglo
XII, las cuales fueron construidas por talleres con claros vínculos silenses y repetían una
misma tipología que aún es reconocible en los campanarios de Vizcaínos de la Sierra,
Jaramillo Quemado o Jaramillo de la Fuente
78
(fig. 11).
74
Bango pensaba que dicha forma fue representada por Sáiz tras conocer los restos arqueológicos
durante las obras del museo (Bango, 1990: 340). Sin embargo, en una visita en 2017 el actual abad de Silos
dudaba de aquel dato, ya que él estuvo presente en dichas obras y no tenía constancia de esos supuestos
hallazgos. Además, la publicación del plano de Sáiz es anterior a las citadas obras del museo.
75
Lozano planteó una interesante hipótesis sobre la posible existencia de arquerías ciegas en aquella
fachada, sin embargo, carecemos de datos materiales que nos permitan trasladarlo a nuestros modelos
gráficos: Lozano, 2009.
76
Bango, 1990: 338.
77
Palomero/Palomero, 2013a: 491.
78
Resulta llamativo que algunos rasgos similares a los de esta tipología aparezcan en lugares tan
distantes como la extremeña torre de Santa María de Trujillo: Rubio/Rubio, 2010: 28. Quizá, la existencia
de un modelo similar en una obra de primer orden como Silos pudiera justificar la difusión de la tipología
en lugares tan alejados.
Fig. 11. Planta y sección
de la amplia-
ción occidental.
Dibujos del
autor.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
35
Las últimas intervenciones románicas. La puerta norte y el pórtico
La última intervención románica de la iglesia silense se centra en la construcción (o
reforma, según lo que venimos exponiendo en este trabajo) de una portada en el lado norte
y un pórtico rectangular tras ella, el cual actuaba como paso intermedio entre el núcleo de
población y la iglesia, situándose, por los condicionantes geológicos, unos dos metros por
debajo del nivel de la calle
79
. Esta intervención, gracias a los vestigios escultóricos asociados
a los que después aludiremos, ha venido datándose de forma relativamente consensuada en
una pequeña horquilla de tiempo que oscilaría entre 1170 y la última década del siglo XII
80
.
La existencia del pórtico románico era conocida por los historiadores gracias a la
representación esquemática recogida en el plano de Echevarría y por las referencias
documentales de los abades Jerónimo Nebreda y Baltasar Díaz. Las excavaciones del siglo
XX sumaron a aquellas fuentes un importante número de restos arqueológicos, entre los que
destacan: dos lienzos del lado norte del pórtico, la mitad de la portada exterior con cuatro
escalones (fig. 12), parte del enlosado original, el tímpano de la portada interior y varias
fotografías antiguas de esa puerta y su enlace con el muro de la iglesia. Con todos estos datos
conservados se llegó a identificar el pórtico como una estancia rectangular de “90 pies de
largo y 27 de ancho”
81
a la que únicamente se sumaba un pequeño pasillo oriental entre el
muro de cierre y la torre, el cual fue reconocido por Bango gracias al recodo en el que
finalizaba la construcción en ese extremo
82
.
Del pórtico románico tenemos un conocimiento preciso de su planta gracias al plano de
Echevarría y a los restos arqueológicos conservados, sin embargo, no conocemos
prácticamente nada sobre la forma que pudo tener en alzado, pues sobre ello no han quedado
representaciones gráficas ni referencias documentales. Esta situación ha dado lugar a dos
modelos de interpretación sobre la forma en la que se cerraba su cara exterior, existiendo
autores que defendían el uso de un muro macizo y otros que apostaban por una galería abierta
de arcos semejante a la de otros rticos castellanos
83
. Entre estas dos opciones es la segunda
79
En el siglo XVI Nebreda ya hablaba de la “calle principal” situada en el frente de este pórtico: Ferotin,
1897: 360.
80
Boto, 2008: 46. Ocón, 2017: 318. Antolín, 2020.
81
Esas medidas (27 x 8 en metros) fueron legadas por Baltasar Díaz y son similares a la escala de los
planos modernos: Palomero/Palomero, 2013a: 492, nota 69.
82
Bango, 1990: 340. La imagen de ese recodo en abierto en: Antolín, 2018: 100, figura 26.
83
Una síntesis de este debate historiográfico en: Boto, 2003:139-140.
Fig. 12. Restos de la escalera del pórtico conservados bajo la actual
iglesia. Fotografía del autor.
Rodrigo Antolín Minaya
36
la que ha alcanzado un mayor consenso durante las últimas décadas, pudiendo destacar los
argumentos y justificaciones que esgrimieron autores como Bango, Frontón, Palacios o
Boto
84
, los cuales defendieron la existencia de aquella galería abierta con arcos que nosotros
incluimos en nuestra propuesta y que ya tratamos con detalle un anterior trabajo de
investigación
85
.
Sobre la forma y organización de aquellas posibles arquerías son muy pocos datos los que
tenemos y, hasta donde sabemos, únicamente Palomero intentó trasladarlas gráficamente a
un plano
86
. En esta cuestión es necesario valorar la posición descentrada del acceso que
generaba dos pandas de longitudes desiguales, teniendo unos cinco metros la del lado oriental
y casi catorce metros la del occidental, por lo que podemos intuir la existencia de una galería
de arcos asimétrica similar a la de otros pórticos como los de Rebolledo de la Torre o
Jaramillo de la Fuente. Con esas medidas conocidas, y si tomamos una proporción media de
los arcos utilizados en las galerías castellanas
87
, pensamos que el lado oriental pudo tener
entre dos y tres arcadas, mientras que el occidental tendría entre cinco y siete, siendo esos
datos los que optaremos por trasladar a nuestros planos.
Sobre la forma que pudiera tener aquella arquería únicamente queremos destacar la
existencia en el lapidario de Silos de un capitel de cuatro cestas, hoy fragmentado
88
, que se
correspondería con un soporte cuádruple similar a los utilizados en las pandas del claustro y
que nunca ha sido valorado como posible pieza de este pórtico (fig. 13). Aunque
desconocemos la procedencia exacta de aquel capitel no tenemos constancia, a nuestro juicio,
de otros lugares del monasterio que pudieran acoger un soporte cuádruple similar más allá
de esta galería, a lo que deberíamos sumar la existencia de pórticos románicos vinculados a
las corrientes silenses, como los sorianos de San Pedro de Caracena, San Martín de Berzosa
o San Martín de Rejas de San Esteban, que a finales del siglo XII utilizaron este tipo de
soporte en sus arquerías. Por este motivo, hemos decido incluir en la reconstrucción de la
galería porticada una de esas columnas cuádruples que no resultaban inusuales en los pórticos
tardorrománicos cercanos y que parece constatarse por el hallazgo de la pieza arqueológica.
Respecto a los accesos de la construcción contamos con tres puertas que debemos
presentar estructuralmente: una que daba al exterior de la calle, otra que conectaba con la
iglesia y una tercera situada en el pequeño pasillo del lado oriental. Respecto a la portada que
84
Bango, 1990: 340. Frontón, 1998. Palacios, 2000: 216. Boto, 2008: 46.
85
Antolín, 2018. Aunque este trabajo de formación contiene múltiples errores resulta de interés en
algunas conclusiones estructurales y en el material gráfico que contiene.
86
Palomero et alii, 1999: 327.
87
Estas proporciones las justificamos en: Antolín, 2018: 313-314.
88
Esta pieza, a primera vista, parece un capitel doble pero realmente es un bloque fragmentado que en
su parte posterior conserva el arranque de otras dos cestas, en las cuales se observan restos del plumaje de
algunas figuras que permiten relacionarlo con otras tallas tardorrománicas del monasterio.
Fig. 13. Capitel cuádruple conservado en lapidario del monasterio. A la izquierda una vista frontal
y a la derecha el arranque de las cestas posteriores fragmentadas.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
37
llevaba a la calle hemos conservado parte de su cara interna (fig. 12), lo que nos permite
definirla como un acceso abocinado de cuatro recodos y cinco escalones que se proyectaba
un metro hacia el interior del pórtico. Para representar la cara exterior de esta puerta, de la
que no tenemos referencias estructurales, hemos decidido valorar la propuesta iconográfica
de Frontón89, quien hablaba de una única arquivolta decorada que podría corresponder, en
consecuencia, con una única pareja de columnas. En relación a la portada interior (entrada
norte de la iglesia) debemos recordar que es la que tuvo el conocido tímpano que hoy se
conserva en el museo silense90 y cuyos rasgos plásticos han permitido datarlo de forma fiable
en el último cuarto del siglo XII91. Esta puerta se conoce bien a nivel estructural gracias a los
restos arqueológicos de su machón oriental y a las fotografías antiguas que mostraban su
estado en las excavaciones de 196492, gracias a lo cual pudo definirse como una entrada
abocinada con tres recodos y tres parejas de columnas que se proyectaban casi un metro
hacia el interior del pórtico. La última entrada del edificio sería una pequeña puerta situada
en el extremo oriental que podría ser similar a los sencillos ingresos que se abrieron en los
lados cortos de otros pórticos castellanos (Jaramillo de la Fuente, por ejemplo), pero que
aquí se encuentra precedida por un estrecho pasillo que queda entre el muro de cierre y la
torre, el cual cuenta con un perfil inclinado de roca que originalmente pudo estar ocupado
por algunos escalones que dotarían de funcionalidad a la puerta93. Por ese motivo, hemos
decidido representar en este punto una escalera que ofrece un carácter funcional al espacio y
da sentido a la existencia de la puerta en ese lado (fig. 14).
89 Frontón, 1996.
90 Sobre los estudios iconográficos del tímpano hallado en 1964, ver: Ocón, 2017. Valdez, 2020.
Antolín, 2020.
91 Boto, 2008: 46. Ocón, 2017: 318.
92 Esas fotografías publicadas en abierto en: Antolín, 2018: 90-91, figuras 18-19.
93 En este pequeño pasillo desaparece el enlosado del suelo y se conserva un sector de roca de perfil
inclinado que lleva hasta la puerta. Desde el siglo XVI fue la conexión con un moderno relicario construido
en su exterior: Palacios, 2000: 152-153.
Fig. 14. Planta y sección del pórtico norte. Dibujos del autor.
Rodrigo Antolín Minaya
38
Conclusión
La importancia del monasterio de Silos en el románico hispano es el resultado de un
conocimiento parcial de los edificios que se levantaron durante el periodo medieval, ya que
solo las arquerías de su claustro, y apenas algunas dependencias, han sobrevivido completas
hasta nuestros días
94
. Esa compleja trayectoria histórica, repleta de proyectos y propuestas de
reforma arquitectónica, nos hace valorar la pérdida que supuso la renovación de su antigua
iglesia, pues aquel edificio que desaparecía era un completo lienzo sobre la evolución artística
del periodo medieval hispano, el cual nos hubiese dejado modelos arquitectónicos de
diferentes etapas prerrománicas, de los proyectos tempranos del nuevo estilo románico y de
la evolución de las formas artísticas hasta el siglo XIII.
La existencia de un templo con tantas fases constructivas era el resultado de continuos
proyectos de ampliación que vinieron a solaparse unos a otros, los cuales hacen que su
interpretación general resulte compleja desde múltiples aspectos: la forma de los edificios en
planta, los elementos decorativos que se asocian a cada parte, la imagen de los alzados, las
posibles repercusiones sobre el proceso constructivo del claustro o la datación de cada fase.
Todos estos interrogantes son el resultado de un conocimiento parcial de las estructuras del
antiguo edificio que da lugar, inevitablemente, a múltiples hipótesis sobre las etapas
constructivas. En este trabajo hemos intentado presentar de forma breve las propuestas más
destacadas que los historiadores han realizado durante los últimos años para elegir, de forma
razonada, las que consideramos más adecuadas para los modelos gráficos que presentamos.
Con ello, hemos intentado ofrecer un recorrido ordenado y coherente que sirva como
referencia sobre la forma que pudo tener cada una de aquellas etapas constructivas.
El conjunto de representaciones gráficas, por tanto, no se trata de propuestas definitivas,
sino que, realmente, son simples aproximaciones visuales que se acercan, con mayor o menor
fortuna, a la imagen original que pudieron tener aquellos edificios. No sería descartable que
cualquier autor, dados los múltiples interrogantes que aún existen sobre la desaparecida
iglesia, pudiera introducir en estos modelos ciertas correcciones y variaciones que no serían,
en muchos casos, menos válidas que las que hemos propuesto.
94
Ver: Palacios, 2000.
Propuesta de reconstrucción gráfica de las iglesias medievales de Santo Domingo de Silos
39
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