
Las pinturas murales de la capilla de las Ánimas de la iglesia de San Juan Bautista de Málaga
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Fue promovido en origen por el magnate del comercio del alumbre Tobia Pallavicino, sin
duda uno de los hombres más poderosos de la República durante la segunda mitad del
Quinientos, ostentando consecutivamente los cargos de senador y gobernador entre 1554 y
1580. Su construcción se extendería desde 1558 hasta 1561, participando en su fábrica y
decoración importantes maestros canteros, estuquistas y pintores tales como Antonio
Rodeiro, Bartolomeo Riccio, Domenico Solari, Andrea y Battista D’ Aprile, Gaspare Forlani
y Luca Cambiasso. Todos ellos colaborarían bajo la dirección de Giovanni Battista Castello,
“il Bergamasco”, considerado el autor del diseño primigenio del palacio y la elegante
ornamentación de estucos, grutescos y una serie de frescos de temática mitológica que
decoran el vestíbulo, el salón del piso bajo y la logia del piso principal.
Hacia 1704, la mansión sería traspasada por Ignazio Pallavicino al marqués Giacomo
Filippo Carrega, cuya saga implementará una serie de ampliaciones que traerán consigo la
ejecución de importantes intervenciones artísticas para el adorno de estos nuevos espacios.
Las primeras reformas, llevadas a cabo entre 1710 y 1714, implicaron el refuerzo urgente de
la estructura ‒en mal estado tras un largo periodo de abandono‒ y la elevación de una planta
más en el edificio, pero será entre 1727 y 1745 cuando de la mano ya de Giambattista Carrega
se lleven a cabo las mayores transformaciones en el edificio. En este momento se diseñan y
ejecutan las estancias de mayor nobleza del palacio: la Galería Dorada y la capilla.
El artista encargado del diseño y la decoración de estos espacios será el pintor local
Lorenzo de Ferrari, el cual alcanzará una de las cimas del rococó ligur con su intervención
en la citada galería ‒edificada entre 1743-1744 y que sería su última obra‒. Suntuosa
composición de estucos dorados ‒en cuya elaboración pudo participar el gran estuquista
Diego Andrea Carloni‒ como marco de una serie de frescos, con la temática de la Eneida,
la exuberancia ornamental de la sala se ve refrendada por el juego visual proferido por la
instalación de espejos, cuyos estudiados reflejos incidirán en el fulgor de los dorados, la
luminosidad de la galería, la creación de sugestivas perspectivas y, en definitiva, la
transformación de la concepción real del espacio. De Ferrari toma como modelo la Galería
de los Espejos de Versalles, cuya tipología había sido ensayada con anterioridad en diversos
palacios genoveses. De hecho, el mismo maestro interviene en la decoración del palacio de
Spinola di Pellicceria, incorporando ciertos recursos que más tarde implementará en la galería
de los Carrega.
No obstante, será la capilla el elemento que concentre nuestra atención. La misma, parece
que fuera diseñada en su conjunto para acoger como pieza principal la imagen escultórica de
la Virgen con el Niño ‒también conocida como Madonna Carrega‒ realizada por el artista
francés Pierre Puget hacia 1680. No está claro el origen de la pieza, pero es probable que
fuera encargada en dicho año por algún miembro de la familia Balbi, en cuyo palacio se tiene
constancia de la presencia de la escultura en 1717. Entre 1734 y 1744 pasaría a manos de la
familia Carrega, permaneciendo en la capilla palaciega hasta el primer cuarto del siglo XIX
cuando, finalmente, la mansión será adquirida por la saga de los Cataldi y la imagen
abandonaría dicho espacio. Una réplica de la escultura mariana ocupa de nuevo la capilla
desde el año 2004 ‒coincidiendo con la Capitalidad Europea de la Cultural de la ciudad‒
promovida por la Cámara de Comercio de Génova que ocupa en la actualidad el palacio (fig.
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A pesar de su tamaño ‒de algo menos de un metro y medio‒ recopila a la perfección los
postulados estéticos del maestro francés, a medio camino entre el clasicismo y el barroco y
deudor del lenguaje berniniano como así lo atestiguan tanto la monumentalidad y la potencia