Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 10, 2021, pp.230-232, ISSN: 2255-1905
BORNAY, Erika. Las hijas de Lilith, Ediciones Cátedra, 2020.
MARINA CARO ROJAS
Universidad de Málaga
Si tenemos en cuenta uno de los temas que
más nos ocupan, dentro de los principales
focos de debate en la actualidad; el papel, la
proyección y la imagen de la mujer; debemos
hacer una retrospectiva histórica para conocer
cómo hemos llegado a configurar los
estereotipos que hoy nos definen. Los
símbolos y perfiles que la sociedad consume y
divulga como propios en el presente, poseen
un largo entramado histórico que ha
desembocado en patrones y actitudes con una
iconografía propia que, aunque adaptada a la
nueva era de la modernidad, sufren de un
arraigo permanente a la cultura de la imagen a
través del arte.
Dicho esto, la obra que hoy pretendo
reseñar, es la perfecta aliada para conocer y
comprender cómo han evolucionado estos
patrones iconográficos y de identificación de
las mujeres, vistos desde una óptica social
marcada por la religión, la mitología, la
literatura y, sobre todo, la mirada masculina
ante el gran desconocido mundo femenino. Erika Bornay nos ofrece una completa visión de las
representaciones de mujeres que no encajan dentro del grupo de lo moralmente aceptado a
lo largo de la historia, las cuales han sido objeto de desprecio, pero al mismo tiempo de un
deseo inalcanzable. El arte ha sido el encargado de mitificar y representar a estas mujeres,
convirtiendo la connotación negativa que se tenía de las mismas, en una valiosa y adorada
colección de imágenes que son uno de los tesoros mejor guardado de la historia del arte.
El concepto de femme fatale, aunque acuñado en el siglo XIX, es un término que sigue en
rabiosa actualidad, siendo protagonista de estereotipos todavía vigentes y que continúa
llamando la atención de un público que, desde diferentes perspectivas, se siente atraído por
esta construcción. Muestra de ello fue la gran acogida que tuvo hace unos años la ya
terminada exposición temporal Perversidad, Mujeres fatales en el arte moderno (1880-1950), en el
Museo Carmen Thyssen de Málaga. La femme fatale hoy nos acompaña en cine, fotografía,
en cantantes, artistas… La mujer empoderada sigue arrastrando ese halo de fatalidad, ya que
intrínsecamente seguimos añadiendo un punto de maldad a todo aquello que nos resulta de
una libertad anhelante, sobre todo, si se trata de la mujer.
Reseña: BORNAY, Erika: Las hijas de Lilith
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Mujer, sustantivo que llega a adquirir la categoría de adjetivo si tenemos en cuenta que,
además, es un título que históricamente se ha ido delimitando de forma constante para definir
y encauzar los comportamientos del sexo femenino. La mujer debe ser así, y si no lo es, es
que el mal se ha apoderado de ella. Bornay parte de Lilith para crear este árbol genealógico
de mujeres perversas que han llevado un recorrido paralelo en la historia. En la introducción
del libro, dejará claro el contexto social en el que nace esta denominación de la mujer fatal y
nos aclarará conceptos como el de la hipocresía social, la moral, la misoginia e incluso cómo
se refleja en la sociedad el nacimiento de los movimientos feministas, que pusieron en
cuestionamiento la naturaleza del sexo femenino.
Encontrar a la mujer al margen de su papel maternal y conyugal puso en entredicho todo
lo que hasta entonces se había construido. Aparece así el miedo y la ansiedad ante esta nueva
mujer, que ya no solo se podía ver en personajes históricos o mitológicos, sino que ahora se
materializaba en mujeres reales que convivían entre la sociedad. El temor ante que este
cambio se extendiera y se hiciese poderoso, rompió los esquemas que marcaban la jerarquía
social, cosa que condujo a la aparición de la filosofía antifeminista, fruto de la desconfianza.
El arte reinterpretó todo esto y, bajo el disfraz de una iconografía basada en los personajes
históricos de mujeres fatales, consolidó el legado de la más amplia representación de las
mujeres, aunque como ya digo, disfrazadas de estereotipos iconográficos, igual que ocurrió
con el desnudo en el Renacimiento.
Erika Bornay divide su libro en tres partes diferenciadas, lo cual convierte esta pequeña
enciclopedia de iconografía de la femme fatale, en una obra bastante didáctica. Su claridad a la
hora de exponer y diferenciar cada uno de los temas que aborda, sitúa a este ejemplar como
uno de los must para cualquiera que necesite aprender desde cualquier nivel, o como recurso
de consulta una vez trabajado el contenido. La autora es capaz de separar los contextos
históricos, las corrientes pictóricas y las referencias iconográficas de una forma tan ligera, que
la lectura de sus páginas es realmente fluida. Aunque esta característica del libro no es de
extrañar, ya que Bornay es una apuesta segura si quieres leer sobre la mujer en el arte. Leyendo
Las hijas de Lilith, tenemos el placer de disfrutar de los escritos de una historiadora del arte
especializada en la investigación de la iconografía de la mujer en el arte; que además, recibió
el premio MAV (Asociación de Mujeres en las Artes Visuales) como mejor teórica - crítica
en el año 2013.
En la primera parte de la obra de Erika Bornay, la historiadora nos pondrá al día sobre
Lilith y cómo a partir de ella se va a ir desencadenando todo un entramado de conductas y
sus correspondientes respuestas. A lo largo de siete interesantes capítulos profundizaremos
sobre esa construcción de supremacía masculina frente a la femenina, para dar paso
posteriormente a la segunda parte de Las hijas de Lilith, en el que conoceremos los principales
estilos que comenzaron a definir ese lenguaje iconográfico que adaptará la personalidad de
la femme fatale en las artes plásticas. Bornay nos hablará tanto de prerrafaelitas, como de
simbolistas, Art Nouveau y literatos dentro del esteticismo y el decadentismo. Estos capítulos
suponen una breve explicación de los movimientos artísticos que sentarán las bases de estas
representaciones femeninas, al mismo tiempo que una brillante introducción a la siguiente
parte del libro: la imagen.
Es quizá esta parte de la obra, la más llamativa, puesto que encontramos numerosas
imágenes de obras, en su mayoría pictóricas, escogidas con especial delicadeza y expuestas
con una edición inmejorable. Estas, como ya destacamos anteriormente, están además muy
delimitadas y ordenadas, de manera que es muy fácil acudir a este libro para realizar consultas.
Entre sus quince capítulos, podemos encontrar temas tan controvertidos como el culto a las
niñas púberes, la misoginia o las cortesanas y prostitutas; y también un repaso por todas las mujeres
que protagonizan algún personaje representativo de la mujer fatal. Así, por ejemplo, en el
capítulo dedicado a los personajes bíblicos, encontraremos breves monografías de Eva,
Salomé, Judit y Dalila, con sus correspondientes referencias artísticas. Igual ocurre con los
personajes literarios o los personajes históricos.
Marina Caro Rojas
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También podemos destacar uno de los capítulos que, a mi parecer es de los más
interesantes a nivel iconográfico, hablo del capítulo XXII Perversas connivencias: la mujer y la
bestia; en el cual podemos aprender sobre la relación que existe en el arte acerca de esta
peculiar simbiosis. De todas las asociaciones con animales salvajes que encontramos, llama
especialmente la atención la serpiente, animal por excelencia para encarnar la fatalidad. Si
eres de los que te sentiste fascinado con la serpiente que rodeó a Britney Spears en los
premios de la MTV en 2001, algo que también pudimos ver en artistas de carácter nacional,
como Mónica Naranjo; este capítulo te ayudará a profundizar sobre el animal emblemático
de la mujer fatal y cómo su iconografía es tan poderosa que perdura hasta la actualidad.
En resumidas cuentas, Las hijas de Lilith realiza un recorrido a través de la imagen, de la
mujer como encarnación de lo pecaminoso en las sociedades; asimismo, se deja ver cómo el
empleo de dicha imagen es usada para culpabilizarla y también exculpar al hombre. Las obras
de arte van a ser el modo de liberar a la mujer de su represión erótica, pero al mismo tiempo,
de seguir culpando a la mujer de ese sentimiento que no debe tener.
Pero la femme fatale, como parte de una construcción social, también puede ser anulada. El
epílogo del libro nos deja bastante claro cuál fue la respuesta para detener el poder de la
mujer fatal: trivializar. Y para ello, el arte fue el mejor aliado. Convertir una imagen poderosa,
que hasta llega a imponer respeto, en una insignificante; se consigue transformando el
lenguaje pictórico y democratizando la representación iconográfica de la fatale, en un objeto
más de decoración. ¿Podríamos sentir que, de algún modo, volvemos al principio?
¿Podríamos considerar que la imagen de la mujer es un juego de vaivenes manejado siempre
por una sociedad dominada jerárquicamente? Si algo hemos aprendido leyendo estas páginas,
es que lo que se reprime, es aquello que preferimos mantener bajo control, porque no
sabemos la fuerza que puede alcanzar.