Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 11, 2022, pp. 9-31, ISSN: 2255-1905
LOS AROMAS Y LOS PERFUMES EN AL-ANDALUS:
SUS USOS Y CONTENEDORES
ALICIA GIRONA CALVÉ
Universidad Complutense de Madrid
Fecha de recepción: 31/01/2022
Fecha de aceptación: 03/06/2022
Resumen
En el presente artículo se pone en valor la importancia de la sensibilidad olfativa en la
cultura andalusí a partir de la consecuente configuración de obras artísticas, ya sean éstas
objetos suntuarios vinculados a las sustancias aromáticas o plasmaciones artísticas de
estos mismos objetos. Para ello, hay que prestar atención a las materias odoríferas más
preciadas, teniendo en cuenta su procedencia y el largo periplo comercial que sufrían
hasta llegar a la península ibérica. Es necesario, a su vez, comprobar cuáles eran los usos
de los aromas y en qué contextos eran utilizados. Finalmente, se atiende a las piezas en
sí, presentando diversos ejemplares de pebeteros e incensarios, esencieros y píxides, así
como también se analizan algunas representaciones de redomas contenedoras de
perfumes.
Palabras clave
Al-Andalus; esencieros; incensarios; olfato; pebeteros; perfumes; píxides
FRAGRANCES AND PERFUMES IN AL-ANDALUS:
THEIR USES AND CONTAINERS
Abstract
This article examines the importance of olfactory sensitivity in the Andalusian culture
from the consequent configuration of artistic works, whether these are sumptuary
objects linked to aromatic substances or representations of these same objects. For this,
it is necessary to pay attention to the most precious odoriferous substances, considering
their origin and the long commercial journey they underwent until they reached the
Iberian Peninsula. It is necessary, in turn, to verify which were the uses of the aromas
and in which contexts they were used. Finally, attention is paid to the pieces themselves
(censers and incense burners, small silver or rock crystal bottles, and pyxides) as well as
to some representations of perfume bottles typical of the palatine environment.
Keywords
Al-Andalus; censers; incense burners; perfumes; perfume bottles; pyxides
Alicia Girona Calvé
10
Introducción
A lo largo de la Historia, plantas fragantes, perfumes y óleos han sido utilizados en
distintos ritos por parte de diversas culturas, con lo que podemos adivinar cierta
consideración otorgada al sentido del olfato a través de todos los tiempos. Así pues, desde la
Antigüedad el uso de estas sustancias ha sido aplicado con funciones médico-mágicas,
rituales o religiosas. En civilizaciones como la mesopotámica y la egipcia, o la griega y la
romana se dio un uso masivo de materias aromáticas, sobre todo del incienso, en el culto de
los dioses y más tardíamente en el de la máxima autoridad
1
. Así, estos usos de dichos
elementos odoríferos se integrarán, como veremos, en el universo medieval occidental, ya
sea desde el punto de vista islámico, cristiano o judío
2
.
Estos numerosos empleos supusieron un gran aprecio de dichos materiales fragantes, de
manera que se convirtieron en un producto de elevado coste, en ocasiones similar al oro,
suponiendo, por tanto, una preeminencia de poder en su adquisición, con lo que
prácticamente sólo reyes tenían acceso a ellos
3
.
En este trabajo nos proponemos medir la importancia y presencia que todo este universo
odorífero llegó a alcanzar en el ámbito islámico, concretamente, en al-Andalus. Así, se
mostrará a continuación una breve aproximación de cómo los aromas fueron fundamentales
en diversas realidades que trataremos, entre ellas, en las celebraciones o rituales palatinos del
mundo andalusí, llegando a impulsar, así, fabricaciones de piezas artísticas exquisitas para su
consumición o salvaguardo.
Breve comentario historiográfico
A pesar de la mencionada relevancia de los usos de perfumes en el medievo islámico, se
trata de un tema poco estudiado desde la perspectiva de la Historia del Arte y, normalmente,
ha sido atendido de manera parcial. Nos hallamos ante un asunto complejo debido a su
necesario punto de vista multidisciplinar, pues es preciso atender a cuestiones antropológicas
y sensoriales, estudios sobre las propias sustancias y, cómo no, a la materia histórica, todo
ello con el fin de poder analizar y ofrecer un contexto adecuado a las piezas artísticas
relacionadas con las fragancias (contenedores y quemadores) y a la propia representación de
las mismas. No es posible realizar aquí, por la limitación del medio, un amplio estado de la
cuestión, con lo que debemos conformarnos con un breve comentario historiográfico,
mencionando algunas publicaciones punteras de cada una de las cuestiones que se han
precisado analizar.
En clave antropológica podemos señalar ciertos estudios como los de Mary Douglas
4
o
Alain Corbin
5
. De manera más divulgativa, aunque de reciente publicación, y a modo de
historia cultural del olor podemos referir el trabajo de Federico Kukso
6
. En cuanto a la propia
materia odorífera, el estudio de Cherif Abderrahman Jah atiende a los aromas en la sociedad
andalusí
7
, mientras que otros autores como Anya H. King se han centrado en el almizcle en
el mundo islámico
8
. Luisa Fernanda Aguirre de Cárcer presenta también estudios sobre estas
sustancias, usadas como perfume y en ocasiones de un modo terapéutico
9
, por lo que
1
Nees, 2012: 454.
2
Fuentes talmúdicas y posteriores, tales como los comentarios de Maimónides (1138-1204), indican
también el uso del incienso a la hora de acoger invitados en el hogar en el ámbito del judaísmo. Ver: Nees,
2012: 461.
3
Jah, 2001: 11.
4
Douglas, 1973.
5
Corbin, 1987.
6
Kukso, 2021.
7
Jah, 2001.
8
King, 2017.
9
Aguirre de Cárcer, 2001.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
11
estudiosos de Ibn Zuhr como Rosa Kuhne
10
también pueden aportar luz a nuestro enfoque.
Por otro lado, serán fundamentales las fuentes primarias, por ejemplo tratados botánicos,
médicos y farmacológicos, así como también existen menciones en escritos sobre xico e
incluso en la poesía
11
. Del mismo modo, ciertos hadices darán lugar a conocer la impresión
de la comunidad islámica respecto a los productos aromáticos. En relación con el comercio
de maderas, gomorresinas y óleos bienolientes, de nuevo Jah ha sido fundamental para tratar
las rutas, así como los estudios de Nigel Groom
12
, Sterenn Le Maguer o Michal Artzy entre
otros. Una vez más, es interesante en este aspecto acudir a las fuentes documentales
proporcionadas por viajeros de la época, tales como Ibn Ŷubayr o Ibn Baṭṭūa.
Entrando ya en ámbito artístico, como es natural, son fundamentales los estudios que
desde los propios museos y en exposiciones temporales se realizan de las piezas que albergan,
presentes estos en catálogos físicos y, en ocasiones, en la red. Por otro lado, trabajos llevados
a cabo por parte de investigadores especialistas en arte andalusí son también imprescindibles
a la hora de abordar estas obras cuya función era preservar la materia odorífera o activar su
fragancia mediante la combustión. También crónicas de la época ayudarán a ubicar las piezas
en sus usos y contextos. Por último, algunos análisis iconográficos de diversos autores sobre
las decoraciones también serán esenciales para acabar de redondear el asunto.
Así pues, todos estos aspectos se han procurado combinar y mostrar en las siguientes
páginas, aunque de manera reducida, por una parte por el medio elegido y por otra por el
hecho de que existe todavía mucho camino por recorrer en cuanto al tema estudiado. Por
tanto, pretendemos en lo venidero profundizar todavía más en ello, pues el presente artículo
realizado a partir de la matriz de una investigación elaborada en el curso 2020-2021 no es
más que un punto de partida.
Las sustancias aromáticas en al-Andalus
Las especias y esencias olorosas eran fundamentales en la tradición islámica y, como tal,
en al-Andalus. Entre otras razones, debido a la consideración de estas como algo beneficioso
para la salud, puesto que supuestamente tonificaban el cerebro y eran un estímulo sensorial,
fueron muy apreciadas por la población andalusí: masculina y femenina, y de todas las clases
sociales
13
. No debemos olvidar que estos elementos ya eran estimados por el profeta
Mahoma, precisamente a causa de este favorecimiento del bienestar corporal
14
.
Gracias a una larga y amplia red comercial a la que prestaremos atención más adelante,
dichas sustancias perfumadas llegaban a al-Andalus importados a través de las rutas de las
especias. Estos podían usarse de diversas maneras y en distintos estados, como serían en
forma de perfumes líquidos y cosméticos o, incluso, destinados al sahumerio. En cuanto a
esto último, debemos tener en cuenta que la palabra incienso se refiere además de al
olíbano a cualquier materia que pueda quemarse para perfumar un lugar cultual o
doméstico, ropa o partes del cuerpo humano
15
.
Si clasificamos estas estimadas esencias según su origen, podemos comenzar a acercarnos
a aquellas provenientes de la vegetación. De entre los productos fragantes que se pueden
extraer naturalmente de la familia de las burseráceas se hallan los más conocidos: el olíbano
(llamado también en español incienso) y la mirra. El primero se obtiene cuando la corteza de
las boswellia, especialmente de las Boswellia sacra
16
(que nace en Omán, Yemen y Somalia
17
) se
10
Kuhne, 1974.
11
Le Maguer, 2016: 138.
12
Groom, 1981.
13
Silva Santa-Cruz, 2013: 41.
14
Jah, 2001: 113.
15
Le Maguer, 2016: 138.
16
Le Maguer, 2015: 175.
17
Le Maguer, 2016: 139 y 137.
Alicia Girona Calvé
12
rompe, exudando así unas gotas de resina
18
. En cuanto a la mirra, se extrae de los árboles
Commiphora myrrha
19
. Esta resina es llamada en al-Andalus murr y crece en Arabia y Abisinia.
Surge en forma de lágrimas semitransparentes y encarnadas, y su sabor es amargo. Dicha
sustancia olorosa era conocida ya en torno al 1700 a. C., y, tal y como nos muestran las
fuentes veterotestamentarias, era un objeto de deseo propio de elevadas riquezas o reyes
20
.
Sin embargo, precisamente el olíbano y la mirra son aquellas materias aromáticas menos
mencionadas en las fuentes árabes escritas
21
, pues su frecuencia en la zona de la península
arábiga ocasiona que no sean consideradas productos de riqueza. Ello contrasta, con la visión
de estos productos en el Mediterráneo antiguo, donde eran muy apreciados
22
. Así, parece que
el incienso y la mirra fueron en su mayor parte comercializados fuera del mundo arábigo,
mientras que otras exóticas esencias se buscaban en las clases altas y las cortes principescas
de la realidad árabe islámica
23
.
El alcanfor o al-kāfūr se trata de una sustancia aromática cristalizada que se extraía de las
raíces y ramas del alcanforero (Cinnamomum camphora), un árbol de la familia del laurel. Según
el comerciante veneciano Marco Polo, en el «Reino de Fansur» (costa suroeste de Sumatra),
se podía extraer el mejor alcanfor del mundo. Conforme narra el Corán, brota fluidamente
18
Kenna, 2005: 10.
19
Le Maguer, 2015: 175.
20
Jah, 2001: 83
21
Entre los siglos VII y XVI encontramos menciones en la poesía, obras lexicográficas y en tratados
botánicos, médicos y farmacéuticos. Los aromas continentes de feromonas de animales son evocados
comúnmente en poesías románticas e incluso eróticas, vinculadas a la mujer de clase alta, no en vano se
han comprobado sus capacidades afrodisíacas. Las obras lexicográficas transmiten información sobre la
ortografía y el significado de los nombres de las plantas, el origen geográfico de las mismas y ciertos datos
relevantes. En cuanto a las referencias desde el campo de la botánica, las principales son las obras tituladas
Kitāb al-nabāt wa-l-šaǧar (Libro de las plantas y los árboles), escritas por al-Amaʿī (ca. 741-828) en el siglo VIII
o IX y por Abū anīfa al-Dīnawarī (m. 895) en el siglo IX. Los escritos sobre medicina proporcionan
aclaraciones sobre el lugar de cosecha y de obtención de estas materias, su descripción física, sus
propiedades medicinales, así como también mencionan los nombres por los que se conoce al producto
dependiendo del origen geográfico y su calidad. Es sabido que al menos unos 110 autores del mundo
musulmán realizaron un tratado de medicina en lengua árabe entre el siglo VIII y el XIII. Sin embargo, de
este corpus escrito tan solo un cuarto del total ha llegado a nosotros en forma de manuscritos, mientras
que la otra parte de la producción ha pervivido a través de citas en obras posteriores. Podríamos mencionar
a este respecto a annā Ibn Māsawayh (ca. 777-857) y su Kitāb ǧawāhir al-īb al-mufrada, donde se lleva a
cabo una clasificación y sistematización de las diversas sustancias, dividiéndolas en principales (almizcle,
ámbar, madera o palo áloe, alcanfor y azafrán) y secundarias. También, dentro del mundo andalusí,
existieron grandes teóricos dedicados a estas materias. Entre ellos podríamos citar a Abū l-Qāsim al-
Zahrāwī (936-1013), médico de al-Hakam II y conocido como Abulcasis. Este escribió un tratado
enciclopédico sobre ciencias curativas donde se indica el uso de sustancias aromáticas como remedio de
constipados o afecciones de garganta, así como el uso de esencias tales como el almizcle, el ámbar o el
alcanfor para combatir enfermedades cerebrales, cardiacas o geriátricas. Hay que significar también al
toledano Ibn Wafid (997-1074) o, de época más tardía, al malagueño de finales del siglo XII Ibn al-Bayār.
Este importante botánico y farmacólogo escribió Ǧāmiʿ li-mufradāt al-adwiya wa-l-aġiya, donde se compila
un gran número de entradas de especies de hierbas, alimentos y drogas, señalando qué males pueden
remediar estas sustancias de manera terapéutica, su naturaleza y su procedencia. Dicho tratado se basa en
sus propias experiencias y observaciones, así como en múltiples fuentes de carácter lexicográfico,
naturalista y médico, citando hasta unos 150 autores, donde se hallan, por ejemplo, a los clásicos
Discórides (siglo I) o Galeno (129-199). Para todo ello ver: Le Maguer, 2016: 138-139; Aguirre de Cárcer,
2001: 96 y 99; Silva Santa-Cruz, 2013: 43; Holod, 1992a: 42.
22
Le Maguer, 2015: 176-179.
23
Le Maguer, 2015: 181.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
en una fuente sagrada del Paraíso24. La cotizada fragancia, se utilizaba en al-Andalus para la
preparación de perfumes agregándola a polvos de musgo y sándalo con agua de manzana o
mezclándola con agua de rosas. También era habitual encontrarlo como un componente en
la producción de medicinas (para ojos, encías o como dentífrico)25.
Planta de la familia de las gramíneas, con tallos duros, hojas estriadas y flores rojizas y
pequeñas es el esquinanto o ijir (Styrax officinale L.), el cual, según las fuentes se utilizaba
para aromatizar las sesiones cortesanas del soberano al-Ma’mūn (786-833)26.
En al-Andalus era común el uso del estoraque o may’a (Styrax officinale L.), para
contrarrestar el hedor. Como medida preventiva contra enfermedades derivadas por la
insalubridad que generaba la fetidez, el médico sevillano también destacado filósofo y
poeta Ibn Zuhr (1094-1162) prescribía sahumerios con esta planta, madera de aloe indio,
incienso o ámbar. El estoraque era importado, puesto que no era posible su cultivación en
las tierras de la península ibérica. En medicina se utilizaba en estado de líquido o de textura
balsámica. Asimismo, se recomendaban inhalaciones de éste junto con incienso, almáciga,
agáloco y otros productos para abrir el apetito y activar las digestiones lentas27.
La sandáraca (Callitris quadrivalvis Vent.), en árabe sandarūs, es la resina que fluye de la
corteza de la tuya articulada (Tetraclinis articulata Masters) o alerce africano. También se puede
designar con este término a la resina de enebro. Fue utilizada a la manera de incienso,
perfumando con su agradable olor los lugares sagrados. A su vez, la fumigación de la misma
fue habitual como una costumbre apotropaica y taumatúrgica para prevenir epidemias,
saneando con ella los interiores y su ambiente.
También de origen vegetal son las maderas, como por ejemplo el agáloco índico que era
conocido en al-Andalus como al-’ūd al-hindī o al-‘ūd al-ayyib. Esta fragante madera procea
de los árboles de género Aquilaria y Aloexylum y se exportaba desde Oriente. Esto último
ocasionaba un elevado coste, por lo que siempre se consideró que se trataba de un producto
tan solo utilizado por monarcas. Su resina era usada para la aromatización de mezquitas y, de
hecho, según noticias del geógrafo Ibn Ŷubayr (1145- 1217), así se hacía en la Meca. En al-
Andalus también fue utilizado para este propósito. Además, esta materia permitía también la
elaboración de perfumes y jarabes28.
El sándalo o andal fue igualmente muy valioso. Se trata de un árbol con características
similares a las de un nogal. Su madera, de color pajizo o marrón-rojizo dependiendo de su
origen, produce un agradable efluvio29, que según Ibn Māsawayh puede ser dulce, fuerte o
inodoro30. También el aceite que se puede hallar en el corazón del tronco es apreciado. Esta
especie nace en las costas de India y Malasia y en las islas Nicobar y Célebes. El sándalo
amarillo se importaba a al-Andalus para ser vendido en los zocos31.
Finalmente, de olor más penetrante eran aquellas esencias de procedencia animal.
Ejemplo de ello sería el almizcle, al-misk en al-Andalus, muy utilizado por la sociedad de este
territorio, procedente de las regiones de Asia central32. Se trata de una segregación seborreica,
de perfume potente, contenida en una bolsa glandular hallada en el vientre del llamado ciervo
almizclero siberiano o kabarga (Moschus moschiferus)33. Conforme se señala en el tratado de Ibn
24 Jah, 2001: 70-71. Ase muestra en el Corán, sura 76, aleyas 5-6: «Los justos beberán en copas una
mezcla alcanforada, de una fuente de la que beberán los siervos de Allāh y que harán manar abundancia».
25 Jah, 2001: 70-71.
26 Jah, 2001: 80.
27 Jah, 2001: 80-81.
28 Jah, 2001: 71-73.
29 Jah, 2001: 88.
30 Aguirre de Cárcer, 2001: 107.
31 Jah, 2001:88.
32 Le Maguer, 2016: 138.
33 Jah, 2001: 91-92.
13
Alicia Girona Calvé
14
Māsawayh, el olor del mejor almizcle se parece al de las manzanas de Damasco o del Líbano34.
Este aroma ha sido asociado al del Paraíso35, con lo que no es extraño que la poesía andalusí
utilice metafóricamente la mención de esta fragancia36.
El ámbar gris, ‘abīr o ‘anbar es una concreción mórbida que se encuentra en el vientre del
cachalote (Physeter macrocephalus). Constituye un volumen ceroso, grisáceo y sólido fácil de
ablandar con el calor37. Se encuentra en la costa sur de Yemen, en la costa del Índico38, y en
masas pequeñas flotando en las costas del Coromandel o en Sumatra. Más próximo a al-
Andalus, se podía hallar en las aguas de la costa de al-Garb, en el Océano Atlántico39. En el
ámbito de la perfumería y la medicina fue muy apreciado en la cultura andalusí, pudiendo ser
usado también como afrodisíaco. La fumigación de este producto era recetada por médicos
en épocas de epidemias y también a aquellos pacientes con deposiciones patológicas, quizás
enfermos de cólera40. La escasez y el misterio que persistió durante años en cuanto al origen
del ámbar gris explicaría su valor económico y literario41.
Por último, la algalia sería otro ejemplo de sustancia aromática de origen animal. En al-
Andalus al-gāliyya, se trata de un líquido meloso segregado por la glándula perineal que tienen
algunas civetas o gatos de la algalia, originarios de Asia. Sin embargo, este término también
se puede referir al abelmosco (de origen vegetal) o a la mezcla surgida al combinar ámbar y
almizcle en un perfume. Es así, por ejemplo, para el médico y visir Ibn al-Jaīb. Según sus
textos, los elementos fragantes procedentes de animales se conocían en al-Andalus como
perfume al-Zabāda, usado en las esencias de invierno y primavera42.
El comercio de las materias odoríferas: una breve síntesis
Debido al espacio limitado del propio medio, adentrarnos de manera plena en la gran
complejidad del comercio de estas sustancias odoríferas es una tarea inviable, a pesar de ello,
sí que es posible desarrollar algunas líneas recogiendo ciertas ideas generales.
Desde el tercer milenio a. C. se conoce el uso doméstico de olíbano en Omán43. Sin
embargo, la utilización de camellos en las rutas de comercio es aquello que pudo intensificar
el trato del incienso desde la península arábiga, con lo que la fecha de este gran desarrollo va
ligada a la domesticación de estos animales de carga, de manera que se ubicaría
cronológicamente a partir del siglo XII a. C., fecha asignada tradicionalmente a este
adiestramiento44. Así es mo empezó a florecer dicha actividad mercantil siendo monopolio
de los reinos del sur de Arabia, pues, aunque el olíbano era ampliamente usado en los templos
de esta zona, también lo era en el mundo mediterráneo45.
En la Antigüedad, Egipto fue uno de los mayores importadores de incienso, pues ya se
utilizaba tanto para la quema en rituales y ambientes domésticos, como para la momificación.
34 Aguirre de Cárcer, 2001: 100.
35 Ya que, según la tradición islámica, Mahoma en su Ascensión al Más Allá y en la visita de los Ocho
Cielos contempló cómo la muralla que cercaba el Jardín o Paraíso de la Eternidad se construía con ladrillos
de plata, oro y rubí unidos gracias a una mezcla de almizcle y ámbar diluida con agua de rosas. Este sería
el perfume que exhalaría por toda la eternidad. También la tierra donde crecía el árbol celestial Tūbà se
componía de almizcle y ámbar. Ver: Jah, 2001: 91.
36 De ello hace uso Ibn Hānī’ al-Ilbīrī (s. X), hablando del Wādī Baŷŷāna «He pisado una tierra, donde los
guijarros son perlas; / la tierra, almizcle, y los jardines, majestades». Para todo ello ver: Jah, 2001: 92.
37 Jah, 2001: 92.
38 Le Maguer, 2016: 138.
39 Jah, 2001: 92.
40 Jah, 2001: 92.
41 Le Maguer, 2016: 138.
42 Jah, 2001: 90.
43 Le Maguer, 2015: 175.
44 Artzy, 1994: 133.
45 Le Maguer, 2015: 175.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
15
Los textos egipcios hablan de las rutas del comercio de dicha gomorresina y de expediciones
para importarla, señalando la procedencia desde el misterioso país de Punt (probablemente
Somalia), tal y como se deja testimonio en la tumba de Hatshepsut. Pero también se habla de
traslado de este producto desde el llamado Retenu (el Levante mediterráneo) en época de
Tutmosis III
46
.
Ya en la Antigüedad Tardía, en Nubia, en Qar Ibrīm, hay pruebas de que entre el año
400 y el 500, existía circulación de olíbano desde el Cuerno de África o el sur de Arabia a
regiones más septentrionales
47
.
En la Edad Media, con la islamización de Arabia del sur, no cayó este trato de incienso,
pues se continuaron con las bases ya establecidas y la zona siguió erigiéndose como centro
de comercio de este material aromático
48
. Ello es debido a que, por una parte, los cristianos
utilizaban olíbano para sus iglesias, mientras que a la vez también en China era un bien
preciado, al menos desde el período T'ang (618-907) y el desarrollo del budismo en esta área
49
hasta la dinastía Song del Norte (960-1127)
50
.
Otro ejemplo de lugar donde el complejo movimiento del comercio de incienso en la
Edad Media se ha hecho patente es Šarma, situado en la costa oceánica del Yemen, zona
donde crecen árboles de boswellia sacra y donde existió un almacén activo desde 980 y 1140.
Curiosamente, los trozos de resina encontrados aqson de copal, producidos por árboles
del nero Hymenaea que crecen en África oriental y Madagascar, lo que reafirma la
importancia de los vínculos comerciales entre Šarma y África oriental. Cabe señalar a su vez,
que a 50 km de Šarma se encuentra el puerto de al-Šir, con prerrogativa de exportación de
incienso. De hecho, trece fuentes relatan la participación del puerto de al-Šir en el negocio
del incienso
51
, entre ellas el testimonio del viajero Marco Polo
52
.
En cuanto a las rutas de las especias, existían cuatro grandes vías a seguir que permitían,
finalmente, la llegada de las sustancias odoríferas a la península ibérica. Uno de estos caminos
estaría conformado por las rutas marítimas orientales que atravesaban el océano Índico
53
.
Así, en la isla de Sumatra y Java, los comerciantes musulmanes procedentes de Yemen e Irán
recogían productos cultivados tales como el benjuí (lūbān ya: incienso de Java), el alcanfor,
el agáloco o áloe indio, el sándalo o el clavero entre otros, los cuales se embarcaban desde
los puertos de Sarhà y Qāqula
5455
. Seguidamente, los barcos musulmanes se iniciaban en las
rutas cercanas al Golfo Pérsico, siendo ya en Hāsik el lugar en que se recogía incienso
(kundur)
56
. Será en el puerto de Yarawn, donde los barcos procedentes de Pakistán y de la
India descargarían sus materias con el fin de que las mismas continuaran su viaje por vía
caravanera hasta llegar a Jurasán y al Fārs (Persia interior). También, al adentrarse
completamente en dicho golfo, se alcanzaba la confluencia del Tigris y el Éufrates y desde
46
Artzy, 1994: 131.
47
Le Maguer, 2016: 141-142.
48
Cabe señalar que Arabia del sur no solo basaba su riqueza en los productos aromáticos locales, como la
mirra y el olíbano, sino que también ejercía un papel de intermediario en el comercio de especias
procedentes de la India, llegando estas hasta el Mediterráneo. Para todo ello ver: Le Maguer, 2015: 176.
49
Le Maguer, 2015: 181.
50
Le Maguer, 2016: 138.
51
Le Maguer, 2016: 142.
52
Jah, 2001: 75.
53
Jah, 2001: 13.
54
Jah, 2001: 14.
55
El cartógrafo y geógrafo de Tánger Ibn Baṭṭūa (1304-1377) nos describe la calidad de la materia
conseguida en estas tierras, señalando el tamaño del árbol del benjuí que podía alcanzar la altura de un
hombre, que el alcanfor precisaba para su formación un sacrificio animal a los pies de su tallo, al tiempo
que narra las características del aloe indio. Es importante destacar que esta madera era considerada como
más valiosa que la seda. Ver: Ibn Baṭṭūa, 2002: 714.
56
Jah, 2001: 15.
Alicia Girona Calvé
16
ahí, al remontar su corriente navegando, se llegaba a Basora. En este enclave se
mercantilizaban los materiales que habían de llegar a Siria y Egipto a través de rutas del
interior. Asimismo, era posible remontar el Tigris y adentrarse en la ciudad de Bagdad, capital
del califato abasí. En ocasiones, los navegantes musulmanes tomaban la vía que iba desde
India a Adén (Yemen), ciudad por antonomasia de los comerciantes hindúes y egipcios, y de
ahí se adentraban en la ruta del Mar Rojo hasta Jedda (hoy territorio de Arabia Saudí). Este
camino era peligroso por los encrespamientos del mar y los grandes arrecifes existentes en
las zonas cercanas a la costade Nubia, que hacían que las embarcaciones árabes se escoraran
en demasía o incluso naufragaran
57
.
El camino por tierra hacia el mar Mediterráneo y a al-Andalus se podía llevar a cabo
mediante la ruta Iraq-Siria-Palestina o Nubia-Alto Egipto-Delta del Nilo (más penosa debido
a su desierto)
58
. En cuanto a las rutas náuticas por el Mediterráneo, por supuesto, el avance
cristiano hacia el sur de la península ibérica hizo que las entradas al territorio andalusí por
parte del ámbito musulmán fueran variando según su cronología. Así, una vez conquistados
estos territorios a mediados del siglo XIII, ya en la última época nazarí (siglos XIV-XV) el
viaje marítimo se terminaría en Almería o Málaga
59
. Una vez dentro de al-Andalus existían
numerosos caminos de interior en tiempos del Reino Nazarí de Granada, reutilizando
algunos ya conformados desde época romana y califal. De esta manera, cabría destacar el de
Cartagena o Málaga hacia Granada y dos rutas diferentes desde Almería hacia la capital del
reino. Era allí donde acababa el largo periplo del viajero y del mercader musulmán
60
.
El uso de los perfumes y aromas
Ya han sido señalados variados usos y funciones en ambiente secular que las fragancias y
elementos aromáticos tenían en la realidad medieval islámica, como por ejemplo en la
medicina
61
o en la perfumería. Pero existen otros empleos y beneficios de estas sustancias
que no han sido citadas por el momento, y en ello cabe tener en cuenta el potente papel que
estas jugaban en la sociedad. Así pues, en la esfera pública y oficial, era fundamental en las
ceremonias de bienvenida o de hospitalidad, es decir, en la recepción de los huéspedes por
sus anfitriones. Este ritual consistía en pasar un quemador de perfume (maǧāmir) alrededor
de las visitas con la intención de que estas no sólo respiraran el agradable aroma, sino que se
perfumaran mediante las fumigaciones pudiendo ser entonces presentados ante el califa o la
figura de alto rango en cuestión
62
.
Esta práctica, común semanalmente en la corte de Bagdad
63
, corresponde a una forma de
mostrar la riqueza, el estatus propio, el modo de vida y los buenos modales. Así pues, Al-
Masʿūdī (956-957), en su libro titulado Kitāb murūǧ al-ahab, describe dicho uso en la corte
del Califa al-Maʾmūn (786-833)
64
. La costumbre llegó a difundirse a partir del acto de regalar
estos quemadores como obsequio diplomático, de manera que será adoptada por dinastías
57
Jah, 2001: 16-17.
58
Jah, 2001: 22-23.
59
Jah, 2001: 25-26.
60
Jah, 2001: 27-30.
61
Así, el tratado de Ibn Wāfid, Kitāb al-adwiya al-mufrada, nos muestra que en el siglo XI se tenía constancia
en al-Andalus de la mayoría de sustancias simples aromáticas conocidas en Oriente y utilizadas con
finalidades terapéuticas. Esto evidencia el saber andalusí en este ámbito, como mínimo, desde la
transmisión escrita, aunque no se puede afirmar si era este el estado verdadero de la práctica medicinal.
Ver: Aguirre de Cárcer, 2001: 127-128.
62
Le Maguer, 2016: 140.
63
Al-Ferzly, Michelle: “Incense burner”. En: https://www.agakhanmuseum.org/collection/artifact/in-
cense-burner-akm602 [28/03/2021]
64
Le Maguer, 2016: 140.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
musulmanas no árabes como los selyuquíes, que además integrarán estos hábitos como modo
de legitimación65.
En al-Andalus se tiene constancia de esta costumbre, como se puede asegurar a través del
testimonio del historiador Ibn Hayyān (987-1075), pues narra cómo en el ambiente festivo
de la circuncisión del nieto del rey al-Ma’mūn de Toledo, en 1063, se realizaron estas
prácticas66.
Los ropajes eran también susceptibles de ser asperjados o incensados para distintos fines.
El primero era el medicinal, pues alejaba las pestes, pero también con voluntad de apelar a la
sensualidad. Además, guardar la ropa con fragancia en baúles o vasijas contribuía a su
preservación67.
Por otro lado, los salones de recepción vacíos de la corte bagdadí se perfumaban con
ciertas esencias como serían el agua de rosas, almizcle y madera de aloe68. Es común que, a
la hora de proceder a la combustión del incienso en el mundo musulmán, se haga mediante
lo que se podría llamar un «quemador de incienso», siendo este cualquier artefacto que
permita consumir estas resinas o maderas aromáticas en un contexto secular. Estos objetos
pueden designarse en la lengua árabe con cuatro términos diferentes69.
Más allá de las turificaciones, estas sustancias olorosas también eran profusamente
apreciadas en preparaciones culinarias, pudiéndose emplear para aromatizar los recipientes,
generalmente, usando para ello almizcle, ámbar gris, agáloco y diversas especias70.
Finalmente, los productos fragantes se destinaban a rituales mágicos que requerían humo
para ahuyentar a genios malvados y, también, durante las ceremonias, especialmente las
bodas71. Con respecto a este último ámbito, es conocida la utilización de materias bienolientes
por parte del gobernante abasí, al-Maʾmūn, en sus nupcias con Būrān b. al-asan b. Sahl
(807-884) en el año 82572, especialmente el ámbar gris y la madera de agáloco de alta calidad,
procedente de la India73.
En el territorio andalusí, no fue hasta el siglo IX cuando se inició en la península ibérica
el uso de artículos de aseo personal como cosméticos para el pelo y la piel, así como también
los desodorantes. Estos útiles se realizaban en las farmacias, siendo la más destacable la de la
65 Le Maguer, 2019: 60. En: https://congres-gismomm.sciencesconf.org/data/pages/Livret-
congres_2019.pdf [28/01/2022]
66 «A continuación les condujeron al salón de los perfumes que estaba situado en lo alto, sobre el río, y
que era el s lujoso de los salones. Comenzaron a ser perfumados por el aroma de los pebeteros de plata
que contenían áloe indio, mezclado con ámbar de Fustat; luego sus vestidos fueron asperjados con agua
de rosas mientras que se vertían sobre sus cabezas perfumes embotellados en frascos de cristal tallado.
Luego les acercaron esencieros de cristal de muy bella factura y forma que contenían diversas algalias, el
s escogido almizcle tibetano, el s puro ámbar magrebí y la esencia del sauce barmakí. Con tantos
perfumes sus bigotes terminaron goteando perfume y sus canas recuperaron su color». Citado en: Silva
Santa-Cruz, 2013: 43.
67 Holod, 1992a: 42.
68Al-Ferzly, Michelle: Incense burner”. En: https://www.agakhanmuseum.org/collection/artifact/in-
cense-burner-akm602 [28/03/2021].
69 Para todo ello ver: Le Maguer, 2016: 144-145.
70 Le Maguer, 2016: 140.
71 Le Maguer, 2016: 140.
72 En relación con dicho casamiento, Ibn Jaldún (1332-1406) también aporta otra información acerca del
uso de materias olorosas: «durante el festín de esponsales Al Hasan distribuyó ricos obsequios a los
servidores del califa: sobre los de primera categoría hizo esparcir bolitas de almizcle de las cuales cada una
encerraba una cédula que amparaba la propiedad de una aldea u otro inmueble. Las bolitas fueron
recogidas y cada uno de ellos obtuvo posesión de la propiedad que la buena fortuna y el azar le habían
deparado». Citado en Silva Santa-Cruz, 2013: 43.
73 Le Maguer, 2016: 140.
17
Alicia Girona Calvé
ciudad palatina Madīnat al-Zahrā74. También fue en ese momento en que se integraron las
fragancias de intenso olor para perfumar salones y estancias o aromatizar los ropajes de los
altos cargos. Esta costumbre viajó a nuestras tierras de la mano del músico iraquí Ziryāb
(789-857) desde la corte de Bagdad75. Este había caído en desgracia en la corte abasí, por lo
que se trasladó a Occidente hacia el año 811, siendo el músico favorito de la corte omeya.
Fue, pues, el importador de las refinadas normas y modas abasíes tanto en la indumentaria
como en comida, educación, higiene y decoración76.
En el mundo islámico en general, los perfumes, aromas, e inciensos no solo estuvieron
presentes en el ámbito más profano, como la alimentación, la higiene y la esfera social, sino
que eran utilizados también en el marco religioso77. No en vano, según la doctrina
musulmana, la agradable fragancia es apreciada por Allāh, lo cual condiciona su uso previo a
la oración, durante los rezos y en las fiestas del Ramadán78. Documentos que tratan sobre los
cultos primitivos en la Cúpula de la Roca mencionan cómo el califa promotor de dicho
santuario, Abd al-Malik (646-705), hizo ungir la sagrada reliquia con una esencia conseguida
mediante la mezcla de almizcle, ámbar gris, agua de rosas y azafrán. También mandó quemar
madera de la India a su alrededor a través de turíbulos de oro y plata79.
Otra fuente de la época del mencionado califa omeya también indica esta costumbre,
señalando además que la fumigación se producía tras bajar las cortinas que se extendían entre
las columnas, moviendo los incensarios hasta que el aroma había llenado todo el espacio
sagrado. Después, tras abrir los cortinajes de nuevo, los incensarios eran portados frente al
edificio para que desde la calle esta fragancia pudiera ser disfrutada y llamar a la oración
mediante el sentido olfativo y el pregón a todo aquel que deseara rezar80. En al-Andalus se
conoce que, en época califal (929-1031), la mezquita de Córdoba era perfumada «con un
arrelde de áloe y un cuarto de arrelde de ámbar gris»81.
El uso de gratos olores en el momento del Ramadán está certificado igualmente a través
de fuentes de la época. Así el geógrafo Ibn Ŷubayr (1145-1217) en su Rihla habla de cómo
en la mezquita de la Meca, durante la noche del 25 se traían cirios en candelabros de cobre
para rodear y encuadrar un mihrab de madera tallado, mientras sirvientes sostenían también
algunos cirios en el almimbar y uno de ellos se encargaba de manejar un incensario fumigando
un aroma de agáloco82.
En el mundo andalusí y en tiempos de Almanzor (938-1002), según escribe Ibn ‘Idari (s.
XII), era especialmente en la noche 27 del mes de Ramadán, la laylat al-qadr, cuando se
quemaba en la mezquita cordobesa mucho incienso83 (bujur), ámbar gris y palo áloe84.
Las fuentes no describen qué morfología debían tener los incensarios utilizados en estos
ambientes religiosos. Sin embargo, es probable que fueran similares a los que se
74 Holod, 1992a: 42-43.
75 Silva Santa-Cruz, 2013: 42.
76 Holod, 1992a: 42.
77 Rosselló Bordoy, 2002: 139.
78 Silva Santa-Cruz, 2013: 43.
79 Nees, 2012: 457.
80 Nees, 2012: 457-458.
81 Citado en: Silva Santa-Cruz, 2013: 43.
82 Ante él, en los peldaños del almimbar, un grupo de servidores sostenía en sus manos los candelabros
de los cirios; uno de ellos manejaba un incensario esparciendo un aroma de aloe fresco, que una y otra vez
se renovaba». Ibn Ŷubayr, 1988: 183-184.
83 No es extraño, pues en relación con el incienso existe un adī atribuido a Mahoma recogido en lo que
se ha llamado «medicina del Profeta» que señala: «El mejor sahumerio es el que se hace con incienso. Fue
el sahumerio que hizo la Virgen María en el momento de su parto. A la casa en la que se hace un sahumerio
con incienso no se acerca ni el envidioso, ni el adivino, ni el Šayān [demonio], ni el brujo». Ver: Jah, 2001:
76.
84 Calvo Capilla, 2019: 38. 18
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
19
acostumbraban a usar en el rito cristiano, globulares con una bóveda calada por donde surtiría
el sahumerio, aunque, por supuesto, sin imágenes de seres (ni siquiera de aves con
significados anímicos, aunque estas sí podrían decorar los turíbulos de una realidad islámica
secular) y sin cruces
85
.
Pebeteros y contenedores de las materias fragantes
El popularizado y refinado uso de perfumes y productos odoríferos vegetales y animales,
generó la necesidad de crear muy diversos recipientes para su resguardo o artefactos
destinados a efectuar en ellos la consumición de las materias con el fin de propagar el
preciado aroma. De esta manera, en la corte andalusí se desarrollaron unas importantes
manufacturas de lujo para fabricar estos continentes
86
, continentes tan exquisitos y privativos
como el contenido que debían preservar. Como hemos visto, materiales como el ámbar, el
almizcle o el alcanfor (bases fundamentales de muchos de los perfumes) procedían de muy
lejanas tierras y debían pasar por largos periplos antes de alcanzar su lugar de destino. Ello
hacía que estas esencias fueran consideradas como los más suntuosos presentes, como si de
cantidades elevadas de oro, plata o seda se tratara
87
.
Además de los tipos de contenedores que examinaremos aquí, se conoce que estas
sustancias se podían presentar también en vasijas de barro o cestas, en copas o redecillas
cuyo material era el oro, o en forma de estatuillas realizadas de ámbar, las cuales, en ocasiones
se entregaban con joyas o en bandejas de oro. En las situaciones más excepcionales, también
velas perfumadas podían iluminar las estancias durante toda una noche
88
.
Pebeteros e incensarios
Estos útiles, que servían en el periodo
andalusí para prender las sustancias,
tendrán unas características tipológicas
comunes, dejando de lado su morfología.
Así, estarán compuestos por una pieza
que se destine a albergar el perfume o las
materias aromáticas a consumir, y,
normalmente, una tapa o cubierta
necesariamente con caladuras, pues estas
últimas son precisas para que el
sahumerio pueda ser llevado a cabo.
Puesto que la introducción del incienso
en la cultura islámica se debió en buena
parte a la influencia de la liturgia cristiana
o bizantina, no es de extrañar que los
primeros incensarios islámicos
encontrados en zonas cercanas a la
civilización bizantina se parezcan mucho
a los tipos cristianos
89
.
Una morfología típica de pebeteros desde los primeros tiempos del islam es la que
configura un cuerpo cilíndrico apoyado sobre tres patas, cubierto por una tapa cupulada y
con un largo mango con el cual sujetar y transportar la pieza evitando las quemaduras (Fig.
85
Calvo Capilla, 2019: 38.
86
Silva Santa-Cruz, 2013: 43.
87
Holod, 1992a: 43.
88
Holod, 1992a: 43.
89
Baer, 1983: 45.
Fig. 1. Pebetero con mango, siglo X-XIV, Museo
Arqueológico y Etnológico de Córdoba
(30146a). Fotografía de: S. Maroto Romero.
Extraída de Ceres.
Alicia Girona Calvé
20
1)
90
. Estos se hallarán comúnmente en los periodos
omeyas y en los primeros momentos del califato
abasí
91
. Dichas tipologías se repetirán desde los inicios
de la religión mahometana, de al-Andalus al este de
Irán, pasando incluso por el Egipto copto. Los pies en
forma de pezuña serán comunes en Oriente Medio y
en Irán hasta el siglo XIV, mientras que será al este del
mencionado país y en Asia Central donde en el siglo IX
y X se encontrará habitualmente perforado también el
cuerpo del pebetero
92
.
Otra forma de quemador será la que carezca de este
vástago para el agarre, supliéndose por dos asas a cada
lado, aunque persistirán comúnmente el cuerpo
cilíndrico (siendo existente también el cuadrado
93
) y las
tres patas torneadas unidas mediante remaches (Fig. 2).
Este modelo fue extendido por toda la realidad
islámica, tanto en tierras de la península ibérica como
en el Próximo Oriente, constituyendo pequeños
edículos sobre dos pies y rematados por figuras de
aves
94
, asociadas al alma o a la ascensión hacia la luz de
dios
95
.
Existe algún incensario de factura islámica fabricado
con la intención de ser agitado en movimiento pendular
(Fig. 3), tal y como ocurre en la liturgia cristiana. Como
se ha podido ver en el resto de ejemplos
hispanomusulmanes, no era común esta característica.
La razón de ello debemos buscarla en los intercambios
comerciales que se daban en la península, pues no
existían unas fronteras tan rígidas, con lo que las
influencias eran comunes. De hecho, es probable que
esta pieza fuera ejecutada con el fin de ser destinada a
un entorno cristiano
96
.
Para finalizar con las tipologías de estos quemadores
andalusíes, cabe señalar la existencia de incensarios
completamente esféricos. Estos, gracias a la integración
del dispositivo mecánico de estabilización llamado
suspensión Cardan, eran aptos para rodar por el suelo
de la estancia mientras las sustancias odoríferas se
quemaban en su interior sin ser derramadas, ya que
90
Otro ejemplo más temprano sería el pebetero con mango del siglo VIII conservado en el Museo
Arqueológico de Jordania (J1633). Ver: “Pebetero”, En: https://www.qantara-
med.org/public/show_document.php?do_id=988 [consulta: 25/03/2021].
91
Le Maguer, 2016: 146.
92
“Pebetero”. En:
https://www.qantara-med.org/public/show_document.php?do_id=988 [25/03/2021].
93
Baer, 1983: 46-48.
94
Como el ejemplar conservado en el Instituto Valencia Don Juan (3071), realizado entre el siglo XI-XII.
Ver: Nebreda Martín, 2017: 610.
95
“Pebetero”. En: http://ceres.mcu.es/pages/Main [12/05/2021].
96
mez Vílchez, Soledad (2020): “Incensario almorávide, una pieza única en el arte hispanomusulmán”.
En:https://www.alhambra-patronato.es/incensario-almoravide-una-pieza-unica-en-el-arte-hispanomu-
sulman [21/05/2021].
Fig. 2. Pebetero, época almohade (1144-
1212), Museo Arqueológico y
Etnológico de Córdoba (DO-
000092/6). Fotografía de: Á.
Holgado Manzanares. Extraída
de Ceres.
Fig. 3. Incensario almorávide, siglo XII,
Museo de la Alhambra (R.
3085). Imagen cedida por el
Museo de la Alhambra.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
21
dicho ingenio permitía que su recipiente interno siempre se mantuviera horizontal
97
. De
factura andalusí los encontramos en el siglo XI
98
y se podría considerar como un precedente
de los más vistosos incensarios selyúcidas (del siglo XIII) o mamelucos (de los siglos XIV-
XV), realizados con plata nielada
99
. En museos españoles se conservan algunos ejemplos (Fig.
4) y, tras estudios comparativos y análisis de la materia, se ha sugerido que estas ricas piezas
suntuarias podrían tener un origen sirio-egipcio, de época mameluca, datadas del siglo XIV
o XV y que habrían llegado a Granada a través del comercio con dicho reino o como regalo
diplomático
100
, siendo por tanto propias de ajuares domésticos en contextos palaciegos
101
.
En otros ámbitos islámicos se ha comprobado la existencia de pebeteros zoomorfos
(leones, palomas, perdices, halcones…). No así en al-Andalus, si bien es cierto que se
conocen algunos trabajos escultóricos en metal en forma de animales que probablemente
tuvieran una factura andalusí destinadas a otras funciones. Ejemplo de ello serían los
surtidores de fuente como el denominado Ciervo de Córdoba, hoy en el Museo Arqueológico
Provincial de Córdoba (550)
102
, o el autómata generador de sonidos conocido como Grifo
de Pisa del siglo XI y conservado en el Museo dell’Opera del Duomo de Pisa
103
. Así pues, los
pebeteros de forma animalesca fueron muy populares durante el periodo selyuquí (1040-
1196). Estos suelen representar leones (Fig. 5) o pájaros, llegando a alcanzar tamaños de
importancia y, como es de suponer, los comitentes de estas obras fueron normalmente
príncipes o personajes cercanos a la corte. Algunos ejemplares aviformes (Fig. 6) procedentes
de Irán y datados de hacia los siglos XII y XIII se debían de vender en el mercado, siendo
estos un elemento apotropaico, ya que se asociaba su forma a la buena fortuna
104
.
97
Hernández Sánchez, 2017: 266.
98
Como es el caso del fragmento de un incensario esférico de la segunda mitad del siglo XI conservado
en el Museu Arqueològic de la Ciutat de Dènia (73). Ver: Azuar, 2019: 138.
99
Azuar, 2019: 138.
100
Hernández Sánchez, 2017: 270.
101
Hernández Sánchez, 2017: 267.
102
Robinson, 1992a: 210-211.
103
Robinson, 1992b: 216-218.
104
“Bird-Shaped Incense Burner”. En: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/456304
[28/03/21].
Fig. 4. Pebetero esférico, siglos XIV-XV, Museo
Arqueológico Nacional (50871).
Imagen cedida por el Museo
Arqueológico Nacional. Inv. 50871.
Fotografía: Ángel Martínez Levas.
Alicia Girona Calvé
22
Fig. 5. Quemador de incienso del emir Saif al-Dunya wa’l-Din Muhammad al-
Mawardi, 1181-1182, Metropolitan Museum de Nueva York
(51.56). Extraída de: The Met, Incense Burner of Amir Saif al-
Dunya wa’l-Din ibn Muhammad al-Mawardi [En línea].
Fig. 6. Quemador de incienso aviforme, siglos XII-XIII, Metropolitan
Museum de Nueva York (49.60.1). Extraída de: The Met,
Incense Burner of Amir Saif al-Dunya wa’l-Din ibn Muhammad
al-Mawardi [En línea].
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
23
Esencieros
Los esencieros permitían conservar y transportar
de manera manejable las sustancias aromáticas y
perfumes, al ser unos frascos de pequeñas
dimensiones destinados a preservar esencias más
bien líquidas.
Los podemos encontrar en plata con decoración
repujada, en forma de redoma, conformados por un
cuerpo esférico sostenido sobre un pie anillado y con
un largo cuello. Es el caso del esenciero de plata
propio del contexto del Califato Omeya de Córdoba,
ejecutado en el siglo X y albergado en el Museo
Arqueológico y Etnológico de Córdoba
(CE024205)105. Asimismo, existen otros ejemplares
contemporáneos que incluso poseen inscripciones
cúficas en la zona media del cuerpo (Fig. 7)106.
Otra tipología de perfumadores son unos frascos de
muy pequeñas dimensiones hechos de cristal de roca,
esencieros procedentes, en su mayoría, del Egipto
fatimí (969- 1170). Estos se difundieron por el Cairo
tras la caída de dicha dinastía, originándose una suerte
de subastas en las que algunos cruzados debieron
participar. Es de esta manera como acabaron en
territorio de la península ibérica, haciendo las veces de
relicarios107.
Otros se importarían a Europa y a al-Andalus desde
el comercio, siendo comprados por un elevado precio,
pues el material, cuarzo puro y de una claridad y
calidad característica, era muy estimado en la época.
No en vano existía una demanda importante de
estos objetos por parte de las élites108. En el Museo
de la Alhambra (4620) se conserva una de estas
piezas del siglo X109 (Fig. 8), aunque este ejemplar en
concreto es prefatimí, del periodo îjsidi110.
Cabría señalar, por último, uno de los “esencieros”
más estudiados por la historiografía, el hallado en
Albarracín (Museo de Teruel, 00629). Sin embargo, en
la actualidad se discute dicha función, pues se ha
propuesto que, por su tamaño y morfología, se trataría
más bien de una cantimplora111.
105 Ver: Azuar Ruiz, 1992: 214.
106 Ver: “Esenciero”. En:
http://ceres.mcu.es/pages/ResultSearch?txtSimpleSearch=Esenciero&simpleSearch=0&hipertextSearch=1
&search=advanced&MuseumsSearch=&MuseumsRolSearch=1& [21/05/2021]
107 Casamar, 1995: 498.
108 “El cristal de roca egipcio”. En: https://www.alhambra-patronato.es/cristal-roca-egipcio [25/05/2021].
109 Casamar, 1995: 498.
110 “El cristal de roca egipcio”. En: https://www.alhambra-patronato.es/cristal-roca-egipcio [25/05/2021].
111“Cantimplora”. En:
http://ceres.mcu.es/pages/ResultSearch?txtSimpleSearch=Los%20Tejadillos-
&simpleSearch=0&hipertext
Search=1&search=simple&MuseumsSearch=&MuseumsRolSearch=1&
[21/05/2021].
Fig. 8. Esenciero de cristal de roca, siglo
X, Museo de la Alhambra
(4620). Imagen cedida por el
Museo de la Alhambra.
Alicia Girona Calvé
24
Píxides y cajitas
Se encontrarán en al-Andalus tres tipologías fundamentales de cajas, realizadas muchas de
ellas con marfil, ya sea enteramente o utilizando un cubrimiento de placas de esta materia.
Así, hallamos la arqueta rectangular con cubierta plana o la arqueta rectangular con cubierta
troncopiramidal. Estas fueron desarrolladas bajo las influencias bizantinas y serán
denominadas en árabe safat (pl. asfāt). Una tercera morfología de contenedor sería la que
conforma los recipientes cilíndricos derivados de la tradición clásica, las llamadas píxides,
que en el entorno musulmán son conocidos como huqq (pl. hiqā)112. Del mundo islámico, se
han conservado en la actualidad un mayor número de cajas rectangulares que de botes. Ello
podría señalar cierta excepcionalidad de los últimos, probablemente por su proceso de
fabricación más complejo, pues estas se obtienen a partir de dos secciones transversales al
colmillo que tras ser tratadas configuran la caja en sí y su tapa113. De hecho, las procedentes
del al-Andalus omeya son extraordinarias, ya que se componían generalmente de una sola
pieza extraída de un bloque sólido de marfil o de la punta de la cavidad pulpar114.
Los herrajes de los marfiles andalusíes no ejercían soporte estructural esencial, aunque sí
permitían su cierre, lo cual implica un contenido valioso115. El uso de botes y píxides para
albergar perfumes es claro, pues las propias fuentes así lo indican. Tal es el caso de los
testimonios de Ibn Hayyān a la hora de describir los presentes que el califa ‘Abd al-Rahmān
III dedicó al jefe bereber Mūsà b. Abī l-‘Āfiya116.
De la misma manera, casi literalmente, algunas piezas nos hablan de su propio uso.
Recorriendo la base de la cubierta del bote de la Hispanic Society of America de Nueva York
(D752) (Fig. 9), se halla una inscripción en que el propio recipiente se describe en primera
persona como: «un recipiente para almizcle, alcanfor y ámbar gris»117. De todo ello se puede
extraer que estos botes, en realidad, eran un estuche con el que presentar las dádivas, en este
caso, lujosos perfumes118.
Los botes ejecutados en los talleres de ciudad de al-Zahrā se habrían fabricado como
bellos recipientes para magníficos regalos. Muchos de ellos se realizaron en marfil, material
excepcional en la zona del mediterráneo y que, por tanto, denotaba gran riqueza. No
obstante, a mediados del X en al-Andalus fue abundante gracias a los contactos comerciales
con África a través de los aglabíes de Túnez119. Aun con ello, se trataba de un bien selecto,
por lo que estos contenedores de marfil eran estimadísimos por diversas razones.
Primeramente, por la exclusividad de su propia materialidad (de monopolio regio), pero
también por la dificultad existente en la talla de la misma, con lo que se exhibía la pericia y
minuciosidad del artífice que la trabajaba. Por último, su vinculación con los ricos contenidos
que solían albergar, hacía de estas piezas un objeto de deseo.
De entre estos ejemplares, cabe señalar el bote de Zamora (Fig. 10), actualmente en el
Museo Arqueológico Nacional (52113). Se trata de una píxide cilíndrica, realizada en marfil
y ornamentada a partir de finísimas tallas, cuya tapa tiene forma entre cónica y cupulada, y es
112 Silva Santa-Cruz, 2013: 47 y 50.
113 Armando, 2017: 73.
114 Armando, 2017: 76.
115 Rosser-Owen, 2012: 304.
116 «Nueve botes y cajas llenos de diversos perfumes, entre ellos un bote de plata, de forma redonda, lleno
de sándalo mezclado con ámbar, un bote de marfil blanco con incienso aderezado con ámbar, otro bote
de marfil también con bisagras de plata que contenía una vasija iraquí llena de excelente algalia, una tercera
caja de marfil con bisagras de plata y techo plano con perfumes reales». Citado en: Silva Santa-Cruz, 2013:
44.
117 «La vista que ofrezco es la más bella de las vistas, el pecho todavía firme de una joven encantadora. La
belleza me ha otorgado un manto revestido de joyas, de modo que soy un recipiente para el almizcle, el
alcanfor y el ámbar gris». Ver: Anderson/Rosser-Owen, 2015: 36.
118 Silva Santa-Cruz, 2014: 529-530.
119 Holod, 1992a: 43.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
25
coronada por un gracioso botón con seis gajos o amalaka
120
. Gracias a su dedicatoria, se
conoce que estaba destinada a la princesa Subh, madre del que iba a ser heredero y concubina
preferida del califa al-Hakam II
121
.
Otro ejemplo de pieza que sigue esta morfología, también aprovechando la propia forma
del colmillo, es el llamado bote de al-Mugīra (Fig. 11), datado del 968, hoy en el Museo del
Louvre (4068). Cabe realizar aquí un paréntesis para analizar una iconografía de poder
relacionada con aquello que nos concierne, el aroma, presente en este ejemplar, y que se va
a repetir en diversas ocasiones en los objetos ejecutados en los talleres palatinos del siglo X.
Desde la corte abasí por la afluencia de objetos orientales y, quizás, también con la llegada
de Ziryāb, llegó a al-Andalus una fórmula iconográfica del soberano que encarnaba la
dignidad principesca. Esta se basa, sobre todo, en una imagen sedente y frontal del califa,
sosteniendo una redoma de perfume, la llamada «copa de los mundos». Ello se configuró en
la zona de Mesopotamia en el siglo IX, a causa de los mercenarios turcos que se adhirieron
al ejército abasí
122
. Estas escenografías de poder representadas en las artes suntuarias
andalusís han sido identificadas, según algunos investigadores, con retratos arquetípicos de
los propios califas o miembros de la familia real de Córdoba
123
.
Así, en uno de los medallones mencionados del bote de al-Mugīra, encontramos la
representación de dos figuras (Fig. 11), las cuales se encuentran sentadas en un trono
sostenido sobre leones lo cual nos lleva a significar una posible alusión al trono de
Salomón que flanquean a un instrumentista de cuerda. Ello nos sitúa en un ambiente
120
“Bote de Zamora”. En: http://www.man.es/man/coleccion/catalogo-cronologico/edad-media/bote-
zamora.html [23/05/2021].
121
Anderson/Rosser-Owen, 2015: 35.
122
García García, 2010: 64.
123
Sin embargo, el hecho que en muchas de ellas se prescinda de plasmar la figura regia con barba, signo
de rango principesco, ha propiciado que esta idea sea discutida. Para todo ello ver: García García, 2010:
62.
Fig. 9. Píxide, Hispanic Society of
New York (D752).
Imagen cedida por la
Hispanic Society of New
York.
Fig. 10. Bote de Zamora, 964,
Museo Arqueológico
Nacional (52113). Foto-
grafía de: A. M. Feli-
císimo. Extraída de:
Bote de Zamora [En
línea].
Fig. 11. Bote de al-Mugīra, 968,
Museo del Louvre
(4068). Extraída de:
Louvre, Pyxide au nom
d'al-Mughira [En línea].
Alicia Girona Calvé
26
palatino donde la música y la poesía era
fundamental. Pero no solo es evocado aquí el
sentido auditivo. Uno de los sedentes porta el
frasco o redoma con perfume y una flor de tallo
largo o espiga
124
. La perspectiva jerárquica, las
acciones y sus atributos nos evidencian que los dos
personajes sentados a la turca son los que
pertenecen a un mayor rango, siendo posiblemente
esta una representación estereotipada del califa y
del destinatario de la píxide
125
, su hermano,
sosteniendo un abanico redondo
126
.
Es interesante poner el foco en esta
representación del esenciero o redoma, pues su
forma recordaría a los esencieros de plata ya
mencionados con anterioridad el conservado en
el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba o
el del Museo Arqueológico Nacional (Fig. 7),
datados de aproximadamente la misma cronología.
Curiosamente, sus dimensiones coinciden con las de
estas píxides cilíndricas, encajando perfectamente en
su interior
127
. Si estos perfumes se ofrecieran de tal
manera, con múltiples y diversos envoltorios para
aumentar la expectativa (como hay evidencias de
que era costumbre), es posible que lo que se
mostrara representado en el exterior del contenedor
de marfil a partir de esta iconografía de poder, fuera
a lo que estaba destinado el objeto que contenía.
Otras cajas eborarias de la misma cronología, ya
sean cilíndricas o rectangulares, también poseen este
tipo de imagen. Así, de nuevo en un medallón
polilobulado que decora la píxide de Ziyād ibn Aflah
(V&A Museum, 368-1880), del año 969,
descubrimos al califa sentado cruzando sus piernas
sobre un trono, entre dos personajes siendo uno de
ellos portador de dos de estos objetos contenedores
de perfumes y se está disponiendo a rociar con la
fragancia al monarca (Fig. 12). En el caso de la
arqueta de Leyre (Museo de Navarra, CE000038)
(Fig. 13), datada de la época de Abd al-Malik (1004-
1005), se sigue con esta iconografía propagandística
y de poder. Esta pieza es de mayores dimensiones
por lo que debía ser destinada a otras funciones,
aunque como objeto cortesano que es, nos presenta
en su decoración estas prácticas palatinas.
124
Parece ser que este atributo proviene de un tópico literario propio de la poesía panegírica, que muestra
al soberano como fuente de prosperidad. Ver: García García, 2010: 61.
125
Silva Santa-Cruz, 2014: 536. Sin embargo, existen interpretaciones alternativas. Se ha sugerido una
lectura astrológica de la píxide donde estas figuras gemelas resultarían ser Géminis y el tañedor de ud una
representación de Venus, siendo la escena en conjunto una alegoría del verano. Ver: Anderson, 2016: 107-
130.
126
Holod, 1992c: 194-195.
127
Anderson/Rosser-Owen, 2015: 42.
Fig. 12. Medallón polilobulado de la píxide de
Ziyād ibn Aflah, 969, Victoria &
Albert Museum (368-1880).
Extraída de: Ivory Pyxis of Ziyad
ibn Aflah, Umayyad Spain, c. 969-
970 [En línea].
Fig. 13. Medallón polilobulado de la Arqueta de
Leyre. 1004-1005, Museo de
Navarra (CE000038). Fotografía
de: A. M. Felicísimo (detalle).
Extraída de: Arqueta de Leyre [En
línea].
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
27
Volviendo de nuevo a las píxides, son de necesaria mención el bote de Sayf al- Dawla
128
o la caja de menor altura dedicada en una inscripción al califa cordobés al- Hakam II,
conservada actualmente en el Victoria & Albert Museum
129
(217-1865). Esta última posee
una tapa con una inusual talla calada. Es de suponer que se diseñó para contener sustancias
odoríferas, difundiéndose así el aroma a través de los agujeros
130
(Fig. 14).
Sin embargo, no todos los botes cupulados utilizados como recipientes para esencias u
objetos preciados eran de marfil. Una pieza metálica prácticamente contemporánea (entre el
siglo X o principios del XI) a las anteriores y con las mismas características de las que
acabamos de describir nos lo demuestra. Es el bote de plata sobredorada hoy preservado en
la Real Colegiata de San Isidoro de León. Su morfología es idéntica e incluso el remate con
fruto gallonado está presente aquí
131
.
Finalmente, un ejemplo de safat rectangular de marfil y de reducidas dimensiones es la
llamada Arqueta de la hija de ‘Abd al-Rahman III (posterior al 961)
132
. Esta cajita se conserva
en el Victoria & Albert Museum (301-1866), y debió ser ejecutada en los talleres de Madīnat
al-Zahrā, pues su decoración vegetal que recubre toda la superficie a excepción de la
inscripción es propia de este entorno
133
.
128
Realizado hacia el 1004-1008 y conservado en el Tesoro de la Catedral de Braga (02019). Ver: Holod,
1992d: 202.
129
Anderson/Rosser-Owen, 2015: 54.
130
“Pyxis”. En: https://collections.vam.ac.uk/item/O76562/pyxis-unknown/ [20/05/2021]
131
Reproducida y analizada en: Silva Santa-Cruz, 2013: 54.
132
“Casket”. En: https://collections.vam.ac.uk/item/O76558/casket-unknown/ [consulta: 29 enero
2022]
133
Holod, 1992b: 192.
Fig. 14. Caja calada, 964, Victoria & Albert Museum (217-1865). Extraída de:
V&A Collections (2003) Pyxis [En línea].
Alicia Girona Calvé
28
Conclusiones
En la introducción nos preguntábamos acerca de la importancia otorgada en la sociedad
andalusí al sentido del olfato y a los perfumes o aromas gratos. Así, ha sido posible valorar
esta relevancia mediante las diferentes fuentes en que se consideraban (poemas, tratados
médicos y de herbolarios, e incluso en hadices) o siguiendo el recorrido de las largas y pesadas
rutas y travesías del comercio de las especias que cruzaban los mercaderes para hacer viable
su consumo y que se pudiera disfrutar de las agradables fragancias. Se ha examinado también
el estimado uso de materiales bienolientes tanto en el marco secular como en el religioso, y
cómo su preservación y utilización produjeron objetos suntuosos muy deseados y estimados.
A lo largo de estas páginas se ha pretendido mostrar, asimismo, cómo estas sustancias
eran apreciadas por las diversas religiones, por lo que, las transferencias de modelos de las
piezas artísticas vinculadas a contener o a arder dichas materias olorosas eran habituales. De
esta manera, ha sido posible entrever la pervivencia de tipologías bizantinas y del próximo
oriente, así como también se han observado algunas relaciones con el entorno cristiano, no
en vano todo ello pertenece a un mismo universo medieval.
Así pues, la importancia de los aromas era máxima, y todo lo examinado a lo largo del
ensayo nos permite recrear y reconstruir estos ambientes históricos (ceremonias y contextos
privados) y reivindicar el valor de este sentido olfativo que, normalmente, se deja de lado,
aminorado por el boato percibido a través de la vista o el oído. No hay duda, por tanto, de
que un buen perfume, debido a su significado (ya sea este el de manifestar pureza o atributo
de poder) tenía una relevancia de gran magnitud y una más que considerable presencia en la
cultura andalusí.
Los aromas y los perfumes en Al-Andalus
29
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