Francisco Jesús Flores Matute
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Mientras otros estudios venían a dilucidar de alguna forma esta última afirmación, al ser
localizada obra suya en Córdoba, Sevilla, Granada o Cádiz, este de aquí viene a completar la
gran cantidad de esculturas sacras que el malagueño había realizado para la actual provincia
de Cádiz y la ciudad autónoma de Ceuta y que, hasta la presente, habían sido erróneamente
adjudicadas a otros escultores o, directamente, se encontraban invisibilizadas.
La razón de esta presencia tan grande de esculturas religiosas de Salvador debe buscarse,
como es lógico, no solo en la buena consideración que su labor tuviera entre sus
contemporáneos, sino también en las fructíferas relaciones comerciales que tenía Málaga con
otros puertos mediterráneos y con la comunidad inglesa, sobre todo con la gaditana comarca
del Campo de Gibraltar, habida cuenta que, como hemos visto, ni un solo pueblo de dicha
comarca carece de alguna escultura del malagueño. De entre todos ellos, sería la iniciadora
en la confianza hacia la labor profesional de Salvador la ciudad de Tarifa, la cual ya se
encomendó en el pasado a otros escultores malagueños que posteriormente alcanzarían el
triunfo más absoluto, como Fernando Ortiz. Seguramente por esa vinculación comercial con
Málaga a través de ambos puertos, que facilitaba enormemente el transporte, y por el
conocimiento que entre sus habitantes existiría de la profesionalidad y dotes artísticas
cualitativamente considerables de los escultores malagueños, teniendo en cuenta sus buenas
experiencias anteriores, es por lo que se confiaría en un jovencísimo Salvador Gutiérrez de
León, a la postre digno sucesor de Fernando Ortiz, para llevar a cabo las importantes
empresas religiosas que se estaban acometiendo en los nuevos templos de la localidad, a la
sazón, la parroquia de San Francisco y el Hospital de San Bartolomé.
A partir de aquí, los buenos resultados obtenidos con estos encargos serían constatados
por el entorno poblacional inmediato a Tarifa, provocando finalmente que distintos mecenas
de dichas poblaciones circundantes –civiles o eclesiásticos- le encargaran obras de cierta
entidad a Salvador, incluyendo la colonia británica de Gibraltar, en la que se sumaría, a buen
seguro, el conocimiento que ya su nombre despertaría de antemano entre la comunidad
inglesa cuando visitaba Málaga. Y es que, no lo olvidemos, Gibraltar sirvió de punto de apoyo
en sus viajes por Andalucía a la referida comunidad.
En cuanto a Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, los encargos vinieron
claramente por parte de la orden capuchina, por lo que cabe preguntarse qué monje
capuchino de origen malagueño podría haber influido en estos conventos gaditanos para que
se le terminaran encargando las imágenes titulares de los mismos –La Divina Pastora- a
Salvador y no a otro escultor más cercano geográficamente y de probada solvencia
profesional, como por ejemplo, el sevillano Juan de Astorga o el gaditano José Fernández
Guerrero.
Por último, el caso de Ceuta es explicable en la labor culta y modernizadora que quiso
llevar el obispo del momento, Pablo Hernández, con su catedral, al eliminar el retablo
barroco de la cabecera del templo, considerado, seguramente, de “mal gusto” y sustituirlo
por un elemento como el tabernáculo realizado en el estilo del “buen gusto”, tal y como así
lo pensaban las academias artísticas de la época, es decir, en el estilo clásico más absoluto,
carente de cualquier afectividad irracional. Para ello, fijaría su mirada en Málaga, pues el
cabildo catedralicio de esta ciudad se encontraba exactamente en la misma situación a la hora
de terminar el presbiterio, acorde a los aires renovadores y profundamente academicistas del
momento, y había logrado solventar el asunto con el tabernáculo provisional –que finalmente
casi se convirtió en definitivo- de Martín de Aldehuela. Quizás por ello, al final recabara la
tarea de realizar la reforma completa del altar mayor de la catedral ceutí a algunos artistas
malagueños, entre los que se encontraría Salvador Gutiérrez de León –si es que no lo dirigió
todo él mismo, como ya hemos teorizado- teniendo en cuenta la evidentísima inspiración
que el nuevo tabernáculo ceutí tenía en el de la catedral malagueña realizado por Aldehuela.
En definitiva, con este estudio no solo podemos ver el poder de atracción que ejerció la
obra del escultor malagueño en su época y las redes comerciales que estableció sino que, más
importante aún, acrecentamos el antaño moderado catálogo de su producción religiosa,
pudiendo vislumbrar interesantes aspectos artísticos del escultor con una visión más global