María de la Luz Núñez
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Introducción
La palabra “supay”, significa diablo o demonio en el quechua actual y tiene la misma
connotación que el término judeocristiano. Sin embargo, varias evidencias demuestran que dicho
concepto no existía en el quechua precolonial. El lexicón de Santo Tomás (1560), tiene dos
entradas para “çupay”, una primera lo traduce como: “ángel, bueno, o malo”; mientras que una
segunda como “demonio, o trasgo de casa”
1
. En ese sentido, se trataba de un concepto ambiguo
–que fluctuaba entre la bondad y la maldad–, o un espíritu fantástico o trasgo, pero que hacía uso
de un término católico (ángel) para definirse. Algunos años después, el sermón XXXVIII del
Tercer Catecismo (1583), menciona que solo a través de la oración el hombre cristiano de alma
buena vence al “enemigo”, y traduce dicha palabra por “supay”
2
. Por lo tanto, este término quedó
fijado en su connotación negativa y, además, como un ente que debe ser combatido, vencido y
doblegado.
Además, la religión católica también se encargó de relacionar dicha connotación negativa de
“supay” con los indios o con elementos que formaban parte de sus creencias. El sermón XXIX
del mismo Catecismo, dedicado a la oración del Ave María, traduce al “dragón infernal” que huye
de la presencia de la Virgen María con las palabras “supay amaru”
3
. Cuando, para los naturales,
el "amaru" era una criatura de los yungas o valles calientes, se relacionaba con el pasado, o era un
nombre que implicaba la presencia de fuerzas extraordinarias
4
.
Asimismo, Dedenbach-Salazar señala que en los capítulos del 20 al 22 de Ritos y tradiciones de
Huarochirí
5
, la palabra “waka” –espíritus o deidades relacionadas con los antepasados andinos– es
reemplazada por el término “supay”
6
. Estos dos ejemplos concuerdan con la afirmación de
Ossio, quien dice que la religión católica difundió en los andes la idea de que todo lo pagano era
malo o cosa del diablo; asimismo, también concuerda con la idea de Mujica respecto a que dicha
religión planteó una relación entre las características fisionómicas de los indios (representados en
las wakas) y los demonios
7
.
Durante el virreinato del Perú, dicha asociación entre características negativas e indígenas se
vio reflejada en algunas pinturas de las iglesias. Las artes sirvieron como un mecanismo de
evangelización y adoctrinamiento, así como también como medio de transmisión de los oficios
europeos
8
, trabajos que permitían a los naturales tener algunos privilegios en la sociedad colonial.
Las pinturas evangelizadoras conformaban una poderosa herramienta no solo visual sino
también narrativa y lingüística, ya que presentaba categorías inexistentes en el mundo
prehispánico como la de pecado o infierno. De ahí que las obras del estilo que desarrollaron los
pintores de la ciudad del Cuzco –que forman parte del estilo denominado barroco andino–
presentara demonios que se relacionaban con deidades o creencias andinas.
Cinco siglos después, las portadas de los discos de la banda de folk metal peruano, Yana
Raymi, muestran a personajes que parecen reminiscencias de los demonios de las pinturas en
mención, aunque, debido al contexto metalero en el que aparecen y al que pertenecen, su
significado es opuesto. Ellos no expresan debilidad ni sirven para excusar el dominio de nadie,
por el contrario, muestran agresividad, coraje y siguen siendo los enemigos de los conquistadores,
pero ahora son más fuertes que ellos. En tal sentido, la hipótesis que defiendo es que los
personajes de las portadas de Yana Raymi son ecos de los demonios que figuran en algunas
pinturas cuzqueñas del siglo XVI, pero ahora su significado se puede entender como una crítica
a la dominación española mediada por la iglesia católica, y como una revaloración de lo andino.
En ese sentido, planteo que los personajes de las portadas de Yana Raymi pueden ser una
representación neobarroca de esos demonios.
1
Santo Tomas, 1560: 131.
2
Folio 179 derecha, p. 373.
3
Folio 190 derecha, p. 395.
4
Dedenbach-Salazar, 2013: 99-300.
5
Texto que data de principios del siglo XVII.
6
Dedenbach-Salazar, 2013: 344-345.
7
Ossio, 1973; Mujica, 2013: 199.
8
Martínez, 2017: 51.