.
Pinturas que siguen plasmando las disquisiciones religiosas y morales avanzadas en Las dos
sendas, el bien y el mal, la dualidad entre conceptos que permanece en buena parte de su
producción, en la que tantas veces la mujer se enfrenta a esas disyuntivas añadidas a lo
ortodoxo y lo heterodoxo, lo religioso y lo profano en una misma composición e iconografía,
con ejemplos en Nuestra Señora de Andalucía, La consagración de la copla, La saeta, El retablo del
amor o Cante Hondo.
En este análisis del reflejo de la mujer en sus obras hay que considerar la serie de desnudos
femeninos, bajo la influencia de la gran formación artística adquirida desde sus primeros años
junto a su padre y hermanos mayores y aumentada con el conocimiento de lo aprendido en
libros, revistas ilustradas, museos y viajes. Desnudos integrales con sutiles elementos como
la cinta roja al cuello de la Musa gitana o la Nieta de la Trini, los zapatos rojos de una de las
mujeres de Rivalidad o las mantillas blanca o negra en Las dos sendas y La Venus de la Poesía que
aun acentúan más la sensualidad de las representadas. El pecado y La gracia contraponen
sendos desnudos de espalda o de frente, Más allá del pecado representa dos sensuales e
insinuantes desnudos femeninos, Salomé y Ofrenda al arte del toreo cuya parte inferior de sus
piernas envuelven sendas telas plateada y roja o Cante hondo con una mujer desnuda tocada
con mantilla y peina sujeta una guitarra sacralizando al cante.
En paralelo mujeres semidesnudas, ataviadas con elementos muy simbólicos están
representadas en Diana, En la Ribera, Contrariedad o Naranjas y limones, con la compañía del
perro del maestro, el fiel galgo Pacheco, en una espera quizás de un cliente y de nuevo apoyada
en un quicio, la vanitas con el espejo y las joyas o la sensualidad de la mezcla de las naranjas y
los senos desnudos, tienen una evocación y una fusión entre sensualidad y erotismo frecuente
en la producción del cordobés.
Igualmente hay que mencionar algunas otras pinturas de simbólico significado en su
producción y cuya composición se centra en dos figuras femeninas de características y
significados bien distintos como Ángeles y Fuensanta, Rivalidad, Mujeres sobre mantón, Humo y
azar, Seguiriya gitana, Mas allá del pecado o La buenaventura.
Muchas y de distinta consideración son las opiniones vertidas sobre la mujer en la pintura
del maestro, pero curiosas resultan algunas suyas propias, conocidas por sus manifestaciones
y entrevistas recogidas en diferentes publicaciones, siendo de destacar la de Rafael Inglada
en 2021, con numerosos testimonios publicados en la prensa entre 1899 y 1930. Incluye
algunas declaraciones del pintor de las que citaremos la dada a Verdugo Landi en 1922 al
opinar sobre moda femenina: “Deben llevar las mujeres falda larga o corta ¿y por qué? […]
Pues bien: yo creo que deben usar falda corta, por que exalta más la gracia, porque parecen
más jóvenes. Claro que la mujer que tenga las piernas feas, no debe salir a la calle. Me parece
a mí. Siempre afectuoso y amigo de verdad, Julio Romero de Torres” o lo que comenta a
Montero Alonso en 1924 referido a su viaje a Tánger en 1903: “El maestro sigue, con su
pintoresco ceseo cordobés: Otra vez encontramos en Tánger una mora de belleza
imponderable. Yo pensé inmediatamente que podría ser una modelo ideal para mis tipos de
mujer. Decidido a traérmela a España, se lo digo y la muchacha acepta […] Cuando nos
vimos ya todos embarcados, di gracias a Dios por aquel perfecto modelo que la casualidad
me había deparado. Y de pronto llegan al barco unos moros reclamando a la muchacha que
se les iba y a viva fuerza hubo que dársela […] La fatalidad me quitaba otro modelo”