
Manuel Pérez Sánchez
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como instancia normativa que reclama el restablecimiento de la medida, el retorno a la
proporción, la restitución del principio.
Desde esta perspectiva, la publicación articula un discurso de reforma integral que se
opone abiertamente al horror vacui contemporáneo, a la dilución del ritmo, a la pérdida de
jerarquía ornamental, a la tendencia a saturar toda superficie disponible con un dorado
innecesario o con una ornamentación puramente epidérmica. Frente a ese delirio de lo
superfluo26, se propone una poética del vacío como elemento constructivo, una rehabilitación
del ritmo como principio articulador y una vindicación del módulo como unidad reguladora
de las proporciones. La mirada se dirige, así, hacia los repertorios ornamentales del
Renacimiento, del clasicismo depurado y, en ciertos pasajes, de la Edad Media interpretada
con rigor. Tradiciones que no buscan ser reproducidas mecánicamente, pues actúan como
sistemas coherentes capaces de seguir orientando la creación contemporánea.
La fuerza de El Museo de la Industria no se limita a la calidad de sus contenidos; destaca
también por la inteligente arquitectura editorial que convierte cada entrega en una unidad
orgánica. Texto, imagen y plantilla se articulan en un dispositivo didáctico en el que la palabra
orienta, el grabado ejemplifica y la plantilla operacionaliza. Redactado entre la tradición
tratadística y la literatura técnica contemporánea, el texto asume un carácter doctrinal,
orientado a formar el juicio y depurar el gusto. Más allá de describir modelos, transmite
principios formales, referencias estilísticas y advertencias compositivas que configuran un
canon operativo. Su vocación normativa no excluye la práctica profesional, pero se mantiene
intelectualmente exigente, ofreciendo a fabricantes, dibujantes y aficionados un instrumento
de orientación estética sin rebajar el nivel formativo. A ello se suma, en sintonía con los usos
de la prensa especializada del momento, una sección dedicada a novedades, noticias y
consejos de aplicación práctica27, siempre subordinada a los criterios estéticos y técnicos que
vertebran la publicación.
Los grabados que acompañan cada número —limpios en la ejecución, rigurosos en la
proporción, severos en la claridad de sus líneas— se presentan como láminas ejemplares de
valor normativo, concebidas para formar visualmente al lector. No proponen variaciones ni
fomentan invenciones libres; responden a una lógica disciplinaria que exige precisión formal,
coherencia estructural y adecuación funcional. Cada figura —verja, respaldo, alzado o
tirador— encierra una lección implícita que articula un principio e ilustra una pauta (Fig. 4).
Sin lugar para el capricho ni la licencia ornamental, se presentan como instrumentos
didácticos destinados a consolidar un criterio, organizar la mirada y educar la mano.
A este corpus gráfico se añade un elemento de enorme singularidad, la plantilla suelta,
grabada a escala real y reproducida por ambas caras. Lejos de desempeñar un papel
secundario como apéndice, este pliego constituye el núcleo técnico de la propuesta editorial.
26 Se posiciona con claridad frente a las derivas ornamentales del llamado estilo Napoleón III, cuya exuberancia
ecléctica —aún vigente en amplios sectores de la sociedad europea y española— es objeto de crítica velada pero
sistemática. Aunque dicho estilo atravesaba ya una fase de decadencia, mantenía su influencia en salones,
mobiliarios, escaparates y repertorios gráficos, configurando una sensibilidad opuesta al ideal de mesura,
claridad estructural y adecuación funcional que la revista promueve con insistencia. Sobre la construcción de
esa estética imperial, así como sobre su vigencia y posterior disolución, resulta fundamental el estudio de
Muñoz-Yusta del Álamo, 2020: 257-292.
27 Así, la revista también informaba sobre los logros de la industria artística española, como los obtenidos por
el platero valenciano don Félix Xerri con la custodia realizada para la iglesia de San Nicolás de Valencia,
premiada en la gran exposición de objetos de culto celebrada en Roma con motivo de la apertura del Concilio.
Del mismo modo, daba cuenta de innovaciones técnicas y consejos prácticos, como la aparición de un nuevo
papel pintado lavable con jabón, inventado en Dresde por M. Franke, o la manera más adecuada de limpiar los
bronces dorados.