Mitos o mártires de la historiografía artística: visualizando un ecosistema crítico mujer-mujer en los albores del siglo XXI
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o su potencial simbólico antipatriarcal, se corre el riesgo de continuar elaborando discursos
verticales que, aunque formulados desde una óptica de género, permanecen ligados a los
mismos patrones de exclusividad y excepcionalidad. Esto se traduce en una sobreexposición
de algunas figuras y en la marginación sistemática de cientos de creadoras que, pese a haber
desarrollado trayectorias artísticas relevantes, no forman parte del imaginario colectivo ni de
los programas formativos.
Este diagnóstico se apoya en una base de datos ampliada, compuesta por 918 artistas, y
en un corpus de relaciones críticas que permite visualizar no solo los nodos centrales de
atención, sino también las periferias simbólicas que permanecen apenas articuladas. El uso
combinado de herramientas de minería de datos, técnicas de visualización de redes (Gephi),
análisis cualitativo y cruce de fuentes documentales ha permitido ir más allá del mero listado
para proponer una mirada estructural al ecosistema crítico construido por mujeres sobre
otras mujeres.
Así, conceptos como centralidad, aislamiento, modularidad o concentración discursiva no
se utilizan aquí de forma metafórica, sino como herramientas analíticas que permiten
describir con precisión la configuración actual de este ecosistema. La gran centralidad, en
este caso, de figuras como Christine de Pizan, cuya prominencia se justifica tanto por el
número de monografías como por su peso fundacional en el pensamiento feminista, pone
en evidencia el rol que juegan ciertas autoras como matrices simbólicas de todo el discurso
de género en la Historia del Arte. Sin embargo, esta concentración también alerta sobre la
falta de distribución equitativa de la atención crítica, incluso dentro de los marcos feministas.
Es decir, no basta con sustituir nombres masculinos por femeninos en los manuales o
exposiciones: lo que está en juego es la transformación de los marcos epistemológicos desde
los que se valora, jerarquiza y narra la producción artística.
Frente a la fascinación por el ‘genio femenino’ como réplica especular del genio
masculino, este manuscrito ha ofrecido una aproximación más compleja y relacional,
centrada en la producción artística como resultado de múltiples factores (históricos,
socioculturales, afectivos, institucionales) que atraviesan cada trayectoria. En lugar de repetir
los mecanismos del canon desde otro lado de la balanza, es urgente repensar las formas de
representación, inclusión y validación desde marcos de análisis más horizontales,
contextuales y dinámicos. Por ello, los gráficos ofrecidos aquí no deben ser entendidos solo
como un recurso visual, sino como una herramienta metodológica que permite cuestionar
las lógicas tradicionales de construcción del conocimiento histórico-artístico.
Al mostrar tanto las concentraciones críticas como las ausencias estructurales, este tipo
de visualización ofrece una cartografía alternativa del campo historiográfico, abriendo nuevas
vías para la investigación, la docencia y la divulgación en clave feminista, pero no
necesariamente canonizante. Por concluir, esta investigación no pretende clausurar debates
ni ofrecer un nuevo listado “correcto” de artistas de una forma simplista o agarrarse a los
tópicos generales de la actualidad, sino problematizar los modos en que construimos sentido
en torno a sus nombres, obras y trayectorias, ya que solo de este modo, desde una mirada
crítica, situada y meticulosa, será posible transformar no solo los contenidos, sino las
estructuras desde las que narramos la Historia del Arte.
La neutralidad es imposible, pero sí son posibles la conciencia metodológica, la
transparencia en las fuentes y una actitud epistemológica abierta. Este estudio busca así
contribuir a una historia del arte más justa, compleja y plural. Se subraya que, aunque cambie
el sujeto que escribe (de hombre a mujer), si se mantienen las mismas estructuras canónicas
y se repite la visibilización de ciertas artistas, se perpetúa el mismo error de base que la
historiografía debe superar.