El volumen de 263 páginas se divide en tres bloques temáticos, cada uno indaga en
distintas dimensiones de los artefactos visuales (representaciones artísticas) de las
disidencias sexuales: Bloque I: Visiones discursivas gais en la Historia del Arte, Bloque II:
Antropología, moda, e identidad bajo la percepción gay y Bloque III: Discursos gais en la fotografía, la
música, y la cinematografía.
El primer bloque, desanda los relatos de las versiones hegemónicas de la historia para
rastrear la huella del homoerotismo latente a través de los análisis de siete investigadores.
Antonio Marrero Alberto sigue esta huella por el rito de la adelfopoiesis cristiana como un
antecedente de uniones homoafectivas. Analiza relaciones bíblicas como la de David y
Jonatán o el pasaje del sueño de los Reyes Magos para incidir sobre el carácter de lo erótico
en lo sagrado. Traslada a su vez, sus observaciones al cuerpo del nazareno en la lectura de
su corporeización como punto de convergencia entre la evangelización, lo provocador y
lo sensual. Lo que permite abrir la puerta a nuevas lecturas hagiográficas. Por su parte,
Ramos Velázquez revisa la interpretación artística del mito de Ganímedes en el puente
temporal desde el Renacimiento hasta el arte digital contemporáneo. Con el fin de
subrayar la iconografía deseosa entre el dios y el joven Ganímedes expresadas en sus
gestualidades y corporeizaciones artísticas trasladadas hasta el siglo XXI a la obra digital
de Silverjow. Quien, lo incorpora al mito en redes sociales, superando su origen clásico
para convertirse en un símbolo transhistórico de resistencia simbólica y estética del deseo
no normativo. A su vez, David Martín López amplía y resignifica la práctica cultural del
Gran Tour, al releer analíticamente este viaje aristocrático, no solo como una travesía en
búsqueda de conocimiento del mundo clásico, sino que también, como una vía de
exploración del deseo y construcción de identidades sexuales, enmascarada en el estudio
de imágenes e imaginarios idealizados del cuerpo del hombre en el clasicismo. Revisa
entonces la ruta educativa por el mundo clásico, también como un viaje de fascinación e
idealización del cuerpo masculino.
Otros trabajos incluidos como el de Miguel Ángel Espinosa, explora la obra del pintor
Mark Beard y las máscaras identitarias de sus alter egos. Los cuales crean y recrean escenas
de jóvenes en situaciones íntimas donde la tensión entre amistad y deseo conviven en un
mismo espacio. Utiliza códigos visuales clásicos y les da un giro queer. Espinosa entonces
analiza lo privado y la intimidad masculina como metáfora de la fragmentación y
ocultamiento de la identidad. Por otro lado, el estudio de objetos culturales y estéticos
dentro del imaginario gay es realizado por Carlos Castro Brunetto. El autor indaga en el
elemento de transgresión de género y metáfora de artificialidad de identidad del pelucón.
Esto lo lleva a desplegar un amplio abanico de funcionalidades de la peluca que comienza
como elemento de poder político y distinción social hasta alcanzar una resignificación por
la cultura drag y queer. Para ello, el autor revisa y desafía los códigos de masculinidad
normativa y utilizará la potencia simbólica de la teatralidad del pelucón como signo de
resistencia cultural a partir de subvertir la solemnidad de este demostrando su conversión
a lo camp.
En el carácter del exceso, el desequilibrio de lo armonioso y lo performático, es tratado
por Ricardo Pérez Ramallo desde los discursos connotados y denotados dentro del
concepto neobarroco desde las culturas disidentes. El autor examina como el exacerbado
uso de ornamentación y el carácter teatral del barroco son un caldo de cultivo ideal para
reciclar iconografía histórica. Lo que tiene como finalidad, generar una amalgama visual
entre lo religioso y lo profano que desemboca en una iconografía blasfema y sensual. Por
el lado del investigador Pedro Muñoz Valdivia, analizará la obra de la artista cubana Rocío
García y sus obras homoeróticas que unifican lo expresionista con lo simbólico. Hará
especial hincapié en las obras donde convive lo erótico con lo demoníaco, sobre todo,
para destacar como el deseo comparte tallo con la condena. Sus creaciones fortalecen a
partir de su intensidad cromática y expresiva la dramatización de pasiones comprendidas
como extremas. El investigador remarca que el homoerotismo no se relaciona con lo