Reseña : Revenga Domínguez, Paula. El apóstol Santiago en el arte
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parroquia de Santiago Apóstol, la escultura de Santiago matamoros procedente de la Catedral
Metropolitana de Cali, la pintura de Santiago mataíndios de escuela cuzqueña en la que aparece el
santo sobre un caballo blanco y arrollando a un indígena o el Santiago mataespañoles realizado en
plata cincelada y correspondiente a la época de las luchas independistas que permitieron la
emancipación de las colonias americanas de la monarquía hispánica.
El catálogo de esta exposición se inicia con un estudio titulado “Iconografía de Santiago el
Mayor. Las representaciones del santo de los dos mundos, entre el relato bíblico y la leyenda”,
del que es autora Paula Revenga, curadora de la muestra. En él se hace un completo e interesante
recorrido por la hagiografía del santo, la importancia histórica de su devoción tanto en Europa
como en los reinos de la monarquía hispánica, sus formas de representación, las variantes de su
iconografía en el Nuevo Mundo y, por supuesto, las fuentes grabadas en que beben esas
representaciones. De ser discípulo de Cristo, Santiago pasa a peregrino evangelizador, para más
tarde transformarse en un caballero medieval que asiste a los cristianos de la Península Ibérica
en su lucha contra los musulmanes. Así se convierte en Santiago Matamoros y, al cruzar el
Atlántico, los españoles lo llevarán consigo para que vuelva a asistirlos en la nueva conquista
espiritual, esta vez del vasto territorio americano. La devoción del patrón de España correrá
como un río conforme se van conquistando nuevos territorios al otro lado del Atlántico y el
nombre de Santiago estará presente a lo largo y ancho de la geografía hispanoamericana; desde
México hasta Argentina, pasando por el Caribe, ciudades, pueblos, aldeas, llevan el nombre del
Apóstol, casi siempre asociado a otra palabra de origen indígena. Su carácter guerrero lo
acompaña siempre y en el Nuevo Mundo el santo será protagonista de algunos hechos
considerados como milagrosos en los que Santiago se aparecería en los cielos y campos de batalla
americanos -al igual que lo hiciera en la batalla de Clavijo-, ayudando a las huestes españolas a
alcanzar la victoria en campañas contra diferentes pueblos indígenas, según se recoge en diversas
crónicas de la conquista.
El popular “matamoros”, que se encuentra en catedrales, iglesias y palacios de España y
Portugal, llegó al Nuevo Mundo pero, obviamente, tal representación poco tenía que ver con la
conquista y colonización de aquellos lugares, en los que la figura del santo como caballero, sobre
el corcel blanco, no tardó en adecuarse a la protección que colonizadores y colonizados
precisaban en los territorios americanos, surgiendo nuevas iconografías que lo transformaron en
un santo “mataindios” y, más tarde, también en “mataespañoles”. En palabras Paula Revenga:
“su imagen, poderosa y guerrera, fascina inmediatamente a los nativos que se apoderan de este
Santo, convirtiéndole de Mataindios en protector de los mismos indios. Frente a este hecho, no
se puede hablar sólo de sincretismo, sino de algo que va más allá”, pues los indígenas acogerán
a Santiago dentro de su propio imaginario de ídolos ancestrales al verse inmersos en el proceso
de transculturación que la conquista llevó consigo, produciéndose en el ámbito americano una
resignificación de la figura del santo que tuvo consecuencias en su iconografía, pero que irá más
allá de lo puramente visual.
Es interesante que en algunas zonas como la región andina, los nativos asimilaron al santo de
la cristiandad con el Dios Illapa -el Rayo-, estableciendo la identificación de Santiago como el
Hijo del Trueno de sus textos sagrados. Puedo dar fe de que incluso en modestas iglesias de la
región de Parinacota, al norte de la actual Chile, he encontrado populares imágenes de Santiago
a caballo, que sin duda transmiten esta devoción al apóstol hermano de Juan y uno de los
predilectos de Cristo.
A continuación, en el estudio “Transculturación de Santiago apóstol en los Andes colonial”
redactado por María F. Astaiza se da cuenta de cómo, a partir de la conquista, se produjo un
reajuste y recreación de las culturas nativas tras el encuentro forzado con la española, y los
indígenas interpretaron el cristianismo según sus propias estructuras mentales y conceptuales.
En el caso andino, el mito religioso indígena ocupa la percepción de la conquista desde el