PALACIO PRIETO, Jo Luis (COORD.): 90 años de cultura. centro de
enseñanza para
extranjeros, xico: Universidad Nacional Autónoma
de México, 2012.
ISBN/ISSN: 9786070218392
MARTHA FERNÁNDEZ
Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM
D
La historia del arte en el centro de enseñanza para
extranjeros
de la UNAM.
Heredero de la Escuela de Verano, el Centro de
Enseñanza para Extranjeros de la Universidad
Nacional Autónoma de México, cumplió 90 años
de enseñar y difundir la historia, la
cultura y el
idioma del país a estudiantes nacionales y
extranjeros, el año 2012. Su alto nivel educativo ha
sido un
garante central de la muy elevada imagen
que México ha
podido alcanzar, especialmente en
el exterior. Al mismo tiempo, quienes alguna vez
hemos impartido clases en el CEPE, hemos
podido darnos cuenta del enorme interés que existe
entre los extranjeros por conocer a fondo una
nación que cuenta con una tradición histórica,
artística y cultural
milenaria.
Por todo ello, esta reseña es un homenaje a los
fundadores
de la Escuela de Verano y a todos los
que han continuado y ampliado sus expectativas en
el CEPE a lo largo de todos estos
años.
Si lo que se ha pretendido en esa legendaria
dependencia ha sido enseñar y difundir la riqueza
cultural de México, es obvio que un lugar central
tendría que ocuparlo el arte, un mundo en el cual
percibimos la enorme creatividad que ha caracterizado
a nuestra nación desde la época prehispánica,
así
como muchos de los signos de identidad que nos diferencian del resto del mundo. Como bien
decía
Leonardo da Vinci: “El arte es el camino al conocimiento”.
En el libro 90 años de Cultura. Centro de Enseñanza para Extranjeros, que recoge las conferencias del ciclo
programado para celebrar el nonagésimo aniversario de la fundación del CEPE, encontramos
la enorme
importancia que se concede al estudio y a la enseñanza de la historia del arte mexicano desde la época
prehispánica hasta nuestros días; es cierto que dentro de esa sección existe una necesaria periodicidad
histórica, pero al reflejar la enseñanza que se imparte en el Centro, también
están contempladas las metodologías
antiguas y modernas que se han aplicado en la investigación de
la historia del arte, así como la historia del estudio
del arte virreinal y el manejo de conceptos como
modernidad y modernismo.
Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 2, 2013, pp.109-112. ISSN: 2255-1905
Martha Fernández
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De esta manera, la sección de arte del libro que comento tiene cuatro capítulos que muestran un
panorama
amplio sobre la historia del arte en México. El primero, que hace las veces de introducción
al estudio del arte es
de Paula Revenga Domínguez y se titula: “Metodologías, interpretaciones y tributos de la historia del arte”; lo
primero que aborda la autora es la definición o definiciones de la
historia del arte como disciplina científica; con
ciertas variantes, todas coinciden en dos aspectos casi obvios, pero de alguna manera también casi olvidados entre
algunos especialistas: la historia del arte
se ocupa, evidentemente de la obra de arte, ése es su objeto de estudio,
pero también es historia, de
manera que hacer historia del arte exige, dice la autora, “además de un análisis
interdisciplinario, un
ejercicio crítico de valoración sin el que no se puede considerar que hacemos historia” y
todo ello se debe, como bien afirma Paula Revenga, a que la obra de arte tiene una condición dual, por una parte
“es un hecho y un documentos histórico con ‘capacidad testimonial’, pero a la vez posee una
‘capacidad
estética’ que la distingue del resto de los objetos producto de la actividad humana”. En pocas palabras, al ser la
historia del arte producto y reflejo de una sociedad determinada en un momento histórico concreto, el
estudio del objeto artístico no puede desligarse de la historia.
Para abordar su objeto de estudio, el historiador del arte se ha servido de varias metodologías, Paula
Revenga hace un recuento de algunas de ellas: el método biográfico, los métodos filológicos,
el método
formalista, el método iconológico, el sociológico, el estructuralista y el semiótico, acomo
las teorías de carácter
psicológico. Concluye con una reflexión muy interesante sobre la necesidad de considerar todos esos métodos
como complementarios unos de otros, no como excluyentes entre sí, de manera que afirma: “Nosotros, por el
contrario, preferimos partir de la base de que la historia del arte tiene que buscar el acercamiento más amplio y
enriquecedor posible a las obras, y para ello hace falta una aproximación interdisciplinar que conozca las
diferentes metodologías que los historiadores han accionado, sobre todo desde el siglo XIX. Cualquier
estudio sobre el arte y sus
manifestaciones ha de abordarse con claridad y objetividad, desde distintas vertientes,
valorando el
tiempo y la evolución como elementos constituyentes de la esencia de la historicidad, y teniendo en
cuenta que las ideas estéticas, los principios artísticos, los significados, intereses e intenciones, y las mismas formas,
no constituyen aspectos aislados o preámbulos obligados, sino que forman una trama
en la que se entreteje la obra.”
Yo agregaría que, además, un verdadero investigador también busca e inventa metodologías propias para
acercarse y explicarse las obras de arte que seleccionó como
objeto de estudio.
Esto se puede constatar fácilmente en los capítulos subsecuentes. En orden de aparición, por referirse a
la época prehispánica es el titulado “La vida doméstica en Teotihuacán, una ciudad
excepcional en
Mesoamérica”, escrito por Linda R. Manzanilla; su objetivo central es mostrarnos los
últimos hallazgos
relacionados con las zonas habitacionales de la monumental ciudad de Teotihuacán, pero no
solamente desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico, sino
principalmente desde una
perspectiva social que nos muestra el tipo de vida que pudo desarrollarse en ellas. Es un estudio
multidisciplinario donde están presentes varias metodologías como la histórica, la arqueológica y la historia
social, además de los análisis formales de la arquitectura y el
urbanismo.
Aborda dos temas centrales: la traza ortogonal de la ciudad, con sus centros de barrio que
posiblemente fueran las “plazas de tres templos” y la organización de conjuntos habitacionales que
denomina
“multifamiliares”, los cuales consistían dice la autora“... de varios cuartos a diversos
niveles dispuestos en
torno a espacios abiertos (patios rituales, patios de servicio, áreas de desecho,
impluvia y tragaluces)...” donde
cada familia tenía su propia cocina-comedor, dormitorio, almacén, rticos de trabajo, traspatio y patio ritual
donde veneraban al dios patrono particular, “lo cual separa
el ejemplo teotihuacano de la mayor parte de la
sociedades de Mesoamérica”. Compartían, en cambio, los patios rituales que tenían varios patios
secundarios y altares donde llevaban a cabo procesiones en cruz hacia los cuatro puntos cardinales con el
altar como punto central donde
posiblemente depositaran ofrendas.
El tercer capítulo de arte está a cargo de Oscar Flores y Ligia Fernández, quienes nos dan cuenta de “Los
primeros años: 1900-1950. Los inicios de la difusión, investigación y docencia del arte
virreinal”, en el que
encontramos la forma en que los intelectuales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se fueron acercando
al arte y, muy especialmente al arte virreinal mexicano. Consideran,
con acierto, que el estudio de las
manifestaciones artísticas novohispanas se vio favorecido por el
proyecto nacionalista posrevolucionario de
México, pues a través de los valores históricos y artísticos
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Reseña: José Luis Palacio Prieto (coord.): 90 Años de Cultura. Centro de enseñanza para extranjeros
de esa época, se encontraron elementos que conducían a la reafirmación de la identidad nacional. Los primeros
autores que se destacaron en esa reivindicación fueron Luis González Obregón y don
Artemio del Valle Arizpe,
con obras fundamentales ya consideradas como clásicas, aunque su enfoque
es todavía más histórico que de
reflexión o análisis artístico.
Oscar Flores y Ligia Fernández nos hacen ver que el interés de los estudiosos en las
manifestaciones artísticas novohispanas se centró primero en la literatura y en la arquitectura. En
literatura, la
atención la acaparó Sor Juana Inés de la Cruz; en cuanto a la arquitectura como afirman
los autores, con
excepción del libro de Manuel G. Revilla, El arte en México en la época antigua y durante el gobierno virreinal
(publicado en 1893), “en donde por vez primera se hizo un análisis general del arte virreinal”, los primeros
estudiosos del arte novohispano fueron arquitectos, como Jesús T. Acevedo y Federico Mariscal. Éste último
fue el primero en hablar de un estilo propio de la arquitectura novohispana que se desarrolló, según él, gracias a
la intervención de la mano de obra
indígena.
De ahí siguieron otros muchos estudiosos que intentaron explicar el desarrollo de la arquitectura virreinal a
partir de categorías estilísticas, metodología vigente hasta muy avanzado el siglo XX y que
posiblemente arrancó
con el Dr. Atl quien, en su obra titulada Iglesias de México, dividió la
arquitectura barroca de México en:
“barroco herreriano”, “barroco churrigueresco” y “barroco
mexicano” o “ultrabarroco”.
Como bien hacen notar Oscar Flores y Ligia Fernández, la consolidación de los estudios de arte
virreinal en
México se consiguió gracias a la Universidad Nacional y al apoyo de José Vasconcelos. En
la Escuela de Verano
impartieron cursos Manuel Toussaint y Manuel Romero de Terreros desde el año de 1921; el propio Toussaint
fundó la cátedra de Arte Colonial Mexicano en la Facultad de Filosofía y Letras el año de 1934, que es la
misma que actualmente tengo el honor de impartir. A Toussaint se debió también la fundación, en 1935, del
Laboratorio de Arte, que desde 1936 lleva el
nombre de Instituto de Investigaciones Estéticas.
Manuel Toussaint tuvo una visión más amplia del arte virreinal de México y sus obras no se
concretaron
solamente al estudio de la arquitectura, sino que trató de llevar a cabo estudios integrales
de todas las
manifestaciones artísticas. Con ese enfoque escribió en 1948 su libro titulado Arte Colonial Mexicano en el
cual no solamente encontramos monumentos, sino también pintura,
escultura y artes suntuarias. Sus
fundamentos teóricos pueden ya no convencernos, pero fue pionero en llevar a cabo reflexiones y análisis artísticos
de la producción novohispana, al lado -justo es decirlo-
del español Diego Angulo y del norteamericano
George Kubler.
Con respeto a las etapas históricas, el siguiente capítulo del libro que comento es el titulado “El arte del siglo
XIX en México ¿un arte de transición o de búsqueda?” que escribió María Esther Pérez Salas, quien comienza
con un balance de la fortuna crítica del arte decimonónico y después de recordar el interés que mostraron
artistas como Juan Charlot, Diego Rivera y Roberto Montenegro por las manifestaciones artísticas del siglo XIX,
resalta la figura de Justino Fernández como uno de los grandes autores y críticos que le dio un lugar al arte de
aquella época con la publicación su libro El arte del siglo XIX, de 1952 y su estudio sobre la estética del arte
moderno mexicano, titulado
Hombre, publicado en 1962.
El aspecto del arte decimonónico que rescata la autora en este capítulo sin restar importancia a
sus valores
artísticoses la importancia que tuvo en el proceso de reafirmación nacional durante la convulsionada época en
que se produjo, de esta manera explica los diversos géneros pictóricos que
se desarrollaron durante el siglo
XIX: el retrato de grandes héroes nacionales que tituló
acertadamente como “panteón nacional”, así como
el pasado indígena, el costumbrismo y el paisaje,
aspectos que diferenciaban a México de otros países del orbe.
A ello contribuyeron también la
litografía y la escultura, de las que también se ocupa María Esther Pérez
Salas.
La autora dedica un apartado a la monumental arquitectura porfiriana y a la urbanización de la ciudad fuera
del casco antiguo, que hoy conocemos como Centro Histórico de la ciudad de México.
Concluye su texto con
interesantes reflexiones acerca de las corrientes modernistas finiseculares, en
las cuales las temáticas dejaron de ser
testimoniales para centrarse en la mujer, el amor, la pasión y
la naturaleza.
Finalmente, Silvia Fernández hace un recorrido por el arte de los siglos XX y XXI en su artículo titulado
“Nuevas miradas, nuevos discursos del arte moderno en México”, en donde precisamente nos habla de las
nuevas maneras de hacer y de entender el arte. Comienza analizando el concepto de
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Martha Fernández
“modernidad” del que dice: “como lo moderno es siempre un afán de mejorar lo tradicional, la
modernidad
se convierte en una trayectoria siempre inacabada, por ello lo tradicional no siempre se
suprime de golpe y
convive con lo moderno.”
Del análisis de ese concepto, la autora pasa a la revisión de los movimientos artísticos del siglo XX, como
los nacidos en las Escuelas de Pintura al Aire Libre y más tarde, con el muy fructífero
Estridentismo.
Por supuesto, el muralismo mexicano ocupa un lugar muy destacado en el artículo de Silvia
Fernández,
no solamente como un movimiento nacionalista “basado fundamentalmente en los temas históricos de la
Revolución mexicana, en las manifestaciones del arte popular, en la recuperación del mundo prehispánico y en la
idea de la democracia popular”, -como ella misma afirma- sino también
desde el punto de vista artístico como una
manifestación plástica que se convirtió en la vanguardia de América como lo demuestra la influencia que ejerció
en Estados Unidos, Chile y Argentina.
El artículo continúa con la revisión de otros movimientos, también modernos en su momento, como la
Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y el Taller de Gráfica Popular; la generación de La
Ruptura, el realismo mágico, la “Nueva figuración”, el surrealismo pop, etcétera.
Hasta llegar a la actualidad,
cuando dice la autora “los cánones de lo artístico han sido sustituidos
por la oferta y demanda de la cultura
industrial. Por eso ahora ‘intervienen las obras’; más que crearlas, se ensamblan o se instalan”. Quedan como
reducto las manifestaciones marginales de las culturas populares, así como artistas que abordan temáticas
relacionadas con problemas sociales
actuales.
En suma, el libro que reseño es muy rico en su temática y pese a presentar visiones panorámicas, los autores
las han abordado con un profundo conocimiento de su materia, por lo que su lectura nos aporta información,
pero sobre todo, conocimiento, fin primordial de toda investigación de
excelencia.