Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte,
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2016, pp.159-136. ISSN: 2255-1905
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GUILLÉN MARCOS, Esperanza: Los artistas frente a la Primera Guerra
Mundial. Editorial Atrio, Granada, 2014, 146 pp. (ISBN: 978-84-15275-39-8).
CARLOS GONZÁLEZ BARBERÁN
Universidad de Córdoba.
D
Un ensayo interesante sobre los
sentimientos de los artistas ante el horror de
la guerra.
El libro de la profesora Guillén, de la
Facultad de Historia del Arte, de la
Universidad de Granada, examina los
sentimientos y reacciones de los artistas
europeos, principalmente pintores, ante el
gran conflicto bélico de principios de siglo
XX. Hay que considerar que sería difícil
estudiar dichas actitudes en cualquiera otra
gran guerra anterior porque, por una parte,
ningún otro conflicto fue tan horroroso
como la guerra 1914-18; por otra, porque
tampoco hubo tal nutrido colectivo de
artistas, con conciencia de clase, como en
las vanguardias parisinas de finales del siglo
XIX, o como en la Sezessión austriaca o el
Jugendstil alemán de dicha época. Eran
artistas libres, con reflexión propia, dentro
de una nueva sociedad, con una burguesía
activa que compra sus cuadros, alejados de
los obligados comitentes (Iglesia, Corona,
Nobleza) de siglos anteriores.
La revolución industrial de la
mitad del siglo XIX impulsó
extraordinariamente la industria de guerra y
puso a disposición de los beligerantes, a
principios del siglo XX, máquinas bélicas
que conducían al exterminio en los campos
de batalla y en la retaguardia. Decenas de
miles de muertos descuartizados, ciudades arrasadas, heridos amputados, hambre, sed, fango
……, en definitiva, sufrimiento como nunca antes había sucedido. Pero, además, con un
horror sentido inmediatamente en el campo de batalla y en la retaguardia de las ciudades, por
el adelanto de los medios de comunicación (telégrafo, teléfono, ferrocarril, aviación,
automóvil, prensa, etc.).
Por ello, el estudio de la profesora Guillén es de lo más oportuno y supone una
aportación original y valiosa, que se une a las escasas de que se dispone sobre este tema. El
Carlos González Barberán
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texto de la obra, de 146 páginas, se compone de cuatro partes. Una primera (“Frente a la
Gran Guerra”), a modo de introducción, es más corta y presenta el escenario social, político
y artístico en la Europa de la preguerra. La segunda (“Los artistas de las potencias centrales”),
expone los sentimientos y reacciones ante la guerra de los principales pintores de Austria y
Alemania. La tercera (“Los artistas aliados de la Triple Entente”), análoga a la anterior,
recoge, principalmente, la visión y comportamiento de los artistas franceses residentes en
Paris y algunos italianos e ingleses. La cuarta parte (“Padecimientos en la retaguardia”), es un
estudio similar, en este caso, de los artistas mayores de las ciudades de la retaguardia, también
residentes en Paris, y los naturales de otras naciones no bélicas, como España: Pablo Picasso,
Juan Gris, Ignacio Zuloaga, etc. Téngase en cuenta, respecto a la abundancia de artistas de
todo el mundo en Paris, que esta ciudad había heredado de Roma, en el siglo XIX, la
capitalidad mundial del arte. Posteriormente, después de la 2ª guerra mundial (1940-45), esta
capitalidad pasó a Nueva York.
Abundando en la primera parte, la autora presenta los antecedentes del conflicto, la
implicación en el mismo de amplias capas de la sociedad, afectando a las conciencias de
millones de personas y la actitud de los intelectuales y artistas, éstos últimos muy
predispuestos al sufrimiento por la especial sensibilidad de sus espíritus.
Aunque en principio se denominó “guerra europea”, circunscrita principalmente al
centro de Europa, posteriormente se ha generalizado el término de “mundial”, por la
implicación de los Estados Unidos, del Imperio Otomano y de los imperios coloniales
británico (Canadá, Australia, etc.) y francés (Argelia, Senegal, etc.). Aunque la autora no se
detiene en las causas del conflicto, cabe recordar que fueron muy diversas, entre ellas, el
desquite francés por la anterior derrota de Sedán frente a Prusia (1870), con territorios
fronterizos de Alsacia y Lorena alternando a uno y otro lado de la frontera, tensiones
independentistas en el variopinto imperio austriaco, intereses económicos de ingleses y
franceses por el petróleo en Oriente Medio, que perseguían la desintegración del imperio
otomano, etc. Lo anterior explica el entusiasmo patriótico con el que algunos artistas,
principalmente franceses en el frente y en la retaguardia, acogieron la contienda (Francia fue
la que declaró la guerra en 1914).
Este conflicto afectó especialmente al mundo del arte, donde los artistas, algunos
entusiastas y otros con menos ardor, se alistaron o se vieron implicados de algún modo en
sus trágicas consecuencias. Aunque sus testimonios y los efectos de la guerra en ellos se
describen con detalle en los capítulos segundo, tercero y cuarto, aquí se pueden citar algunos
protagonistas. De los imperios centrales cabe destacar: Franz Marc, George Grosz, Oskar
Kokoschka, Paul Klee, August Macke, Otto Dix, Max Beckman, Egon Schiele, Oskar
Schlemmer y Max Ernst. Por parte de la Triple Entente, estuvieron, entre otros, los franceses
Odile Redón, Fernand Leger, Georges Braque, André Derain, Marc Chagall y Felix Valloton,
los italianos Umberto Boccioni, Arturo Martini y Giorgio de Chirico y el inglés Wyndham
Lewis. Por último, en la retaguardia están los exentos por la edad, aunque con ardor patriótico
(Bonnard, Matisse, Marquet, Renoir y Monet) y los neutrales españoles Anglada-Camarasa
(Paris), Pablo Picasso (Avignon) , Juan Gris (Colliure) y, más tarde, Ignacio Zuloaga (Paris).
Algunos pintores interrumpieron su producción, otros se dedicaron a reflejar los
terribles escenarios bélicos. Otros más recibieron encargos análogos de la prensa, aunque no
podían competir con la reciente fotografía. Todos ellos estaban afectados en diverso grado
por las trágicas consecuencias de la guerra. Cabe comentar que Picasso intuyó el camuflaje,
mezcolanza de colores imitando los naturales del medio, para evitar la identificación por
parte de los aviones enemigos de máquinas y objetivos terrestres de guerra.
El lector tiene la impresión de que la profesora Guillén desea destacar en su obra la
especial sensibilidad de los artistas, que se traduce, en el caso de este terrible conflicto bélico,
en un intenso sufrimiento general, aunque, en principio, hay algunos ejemplos de gran
exaltamiento bélico y patriótico, que deriva finalmente en frustración y dolor. Para concretar
estos estados de ánimo, la autora dedica algunos epígrafes a artistas en particular, de los
citados anteriormente, en los que se reproducen interesantes y significativos testimonios de
los mismos.
Reseña: Guillen Marcos, Esperanza. Los artistas frente a la Primera Guerra Mundial
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Al final de conflicto nada será igual: habían desaparecido los principales movimientos
de las vanguardias. Kandinsky y Jawlensky, con el expresionismo, habían huido de Alemania
a su país, Rusia, pues eran contrarios beligerantes, Picasso abandona el cubismo, etc. Nace el
Dadaismo, el Suprematismo, el Constructivismo y el Neoplasticismo. Todo ha cambiado.
Pero el lector ilustrado se pregunta qué papel juegan los sentimientos de los artistas de la
arquitectura. Porque en el ensayo dominan los pintores, y apenas se citan los nombres de
Gropius (Bauhaus) y de Loos (Viena), sin más. Pero los sentimientos de tales artistas y la
evolución de su arte quizás merezca alguna atención. Aquí solo cabe comentar que el
modernismo arquitectónico del Art Nouveau se interrumpe con el conflicto y, tras el fin de
la contienda, se impone la arquitectura racionalista por los estragos de la guerra
(funcionalidad, calidad y economía).