Belén Calderón Roca
104
aportar un amplio caudal de información específica sobre los inmuebles estudiados, desde los
monumentos más relevantes hasta los ejemplos más modestos de arquitectura tradicional, desde
una óptica que los convierte en parte indisoluble de otros escenarios urbanos como la calle, la
plaza o el barrio, incitándonos a recorrer el trazado urbanístico para enseñarnos a apreciar trazas,
gamas cromáticas, claroscuros y matices condensados en un soporte tan frágil como es la pintura
mural.
La sensibilidad del autor le permite reflejar de un modo exquisito el apego a su ciudad natal,
evocando fielmente una imagen urbana de raíz medieval y renacentista. Aunque Sanz no sólo nos
invita a pasear por las calles, plazas y rincones de Trujillo, sino que a través de sus palabras nos
hospeda en el mismo corazón de la urbe, haciéndonos partícipes de escenarios insignes donde
tuvieron lugar acontecimientos como entradas reales, conmemoraciones de batallas,
procesiones… Asimismo, nos exhorta a contemplar, pero también a mirar y observar un sinfín de
detalles a menudo olvidados, que se concentran en jambas, capiteles, nervios o escudos, con la
intención de recuperar la memoria de la ciudad, su tradición. Para determinar los valores de la
ciudad histórica, resulta necesario reconocer el peso de la tradición en el momento histórico
estudiado, ya que el problema de la identificación con el patrimonio cultural se plantea a partir del
reconocimiento, de identificarse con la propia tradición.
Este libro se organiza fundamentalmente en cuatro bloques sustanciales. En el primer capítulo,
el autor comienza analizando el color autóctono local como condicionante histórico del
urbanismo; la procedencia de las composiciones y pigmentaciones; los usos de la cal, el barro, las
arcillas, los barros y los adobes
En el segundo bloque nos obsequia con una magnífica reflexión acerca del color como
documento revelador del origen y el acontecer de las construcciones históricas. La piel tatuada de
la arquitectura, constituye un testigo excepcional del paso del tiempo que se condensa en su
pátina. El objetivo no es únicamente presentar una lectura profunda, analítica y crítica, que
ofrezca información sobre las señas de identidad de la ciudad de Trujillo, sino además, de
enriquecer el criterio restaurador de los especialistas que día a día deben enfrentarse a la
recuperación de un patrimonio tan sumamente frágil.
En el tercero, el autor vertebra su discurso a través del “color artificial” como disfraz de la
arquitectura. A través de técnicas, motivos, usos y destinos, nos habla de una pigmentación que
aunque resulta esencial en la imagen de la arquitectura histórica, no existe de forma natural en la
materia, sino que ha sido adquirida como un hábito perceptivo convertido en tradición a través
del tiempo por maestros y alarifes.
En la cuarta parte, el autor se ocupa de analizar y clasificar los esgrafiados conservados en
Trujillo, haciendo alarde de un exhaustivo conocimiento de las técnicas, de los artífices, del marco
geográfico al que afectan, y especialmente, de los múltiples modelos empleados en Extremadura:
malla ornamental, imitación de materiales pétreos o ladrillo, trama rectangular, cuadrangular,
romboidal, etc. Por otra parte, es de destacar la excelente valoración patrimonial que realiza de los
mismos, considerando incluso su nivel de conservación e instando a la sociedad a tomar
conciencia para su transmisión a las generaciones futuras.
En suma, esta monografía, extraordinariamente ilustrada mediante un contenido gráfico de
excepcional calidad, incluso espectacular en ocasiones, se cimenta sobre bases teórico-prácticas y
un planteamiento metodológico eminentemente científico. Se constituye así una práctica obra de
consulta sobre pintura mural en el contexto extremeño durante el Renacimiento, que resulta
proporcionada tanto en contenido como en extensión, siendo apta para lectores especializados y
neófitos, lo que la convierte en un instrumento de gran valor pedagógico. “Conocer para dar a
conocer”: esa es la intención. Cuando nos enfrentamos a nuestro pasado debemos aceptar las
tradiciones como algo propio y reconocernos en ellas, porque identificarse con la tradición
significa encontrarse esencialmente dispuestos a profesar la conservación.